La gambeta de la poesía: selección de fútbol de poetas latinoamericanos

Escribe | Víctor Minué

Selección latinoamericana de poetas. Poetas latinoamericanos

Arriba, de izquierda a derecha: de Rokha, Borges, Cardenal, Rubén Darío, Neruda y Mistral. Abajo: Vallejo, Parra, Girondo, Hidobro y Pizarnik.

¿Qué resultaría si a nuestros más destacados poetas continentales los vistiéramos de «corto» para jugar al fútbol en una misma selección de estrellas de todos los tiempos? ¿En qué posición del campo jugarían y por qué? ¿Quién sería el goleador o el «patrón» inexpugnable de la defensa? ¿Quiénes conformarían el encendido tridente ofensivo? Ahora que estamos a un simple día para que comience el Mundial de Rusia 2018 y siguiendo la estela de la selección rusa de escritores publicada en esta misma revista hace un par de días, aceptamos jugar el desafío desde el continente americano y nos atrevimos con titulares inamovibles, revelar afinidades poético-futbolísticas, especular con la táctica, banco de suplentes y otras conjeturas fantásticas con una selección latinoamericana de poetas.

Por cierto, aclarar si fuese necesario que la organización desde la táctica fija hasta la posición en el campo de juego de cada jugador es de impulso personalísimo, obedece a distintos caprichos como puede ser el biotipo físico para la posición, afinidades programáticas en sus poéticas, coincidencias geográficas temporales; también hay intención representativa de la región, en definitiva, variables de inagotables interpretaciones filológica-futboleras que sirven para disparar sólo el primer fogonazo, acompañar el pitido inicial del partido imaginado y ver como tiran paredes los más líricos de los líricos.

Cualquier descargo hooligans literarios, —espero que haya muchos: es un juego interminable— serán bienvenidos.

Alineación titular

Rubén Darío: Guardián de los arcos sudamericanos, apodado el «Príncipe» de las letras voladas. Trajo toda las influencias europeas y en su desembarco en Valparaíso asentó las técnicas modernas de los cancerberos. Vanguardista de temple sereno, inexpugnable en los arcos, corta el horizonte con fantásticos vuelos que dejan una estela azulada, grabada para siempre en el recuerdo de los espectadores.

Pablo Neruda: Hijo de obrero ferroviario y de las misteriosas Selvas del sur de Chile, su verdadera residencia en la tierra fue Valparaíso. Acorazado en la zaga como el viejo Winnipeg, también puede ser sutil en la marca: quita el balón con un golpe de oreja. En la cancha tiene 20 fórmulas de bajar al delantero y una última entrada desesperada por la que a veces ve la roja, lo que aparentemente le gusta. Él quiere al fútbol, el fútbol a veces también lo quiere a él. Una oscura fuerza amenazó con anticipar su retiro.

Ernesto Cardenal: Último hombre o líbero, sabe flotar bien la línea del off side y con velocidad fantasmal llegar a todos los cruces. En el pecho le cuelga una medalla de dos caras: Jesús por una y Sandino por la otra, «si no son lo mismo», dijo una vez.  Líder carismático y solidario, sabe adaptarse a los tiempos de los partidos y liderar una contra insospechada, dicen que nadie ha podido tirarle un caño por años como si llevara una invisible sotana de sacerdote entre las piernas.  Tuvo una novia, conocida muchacha del ambiente que llevaba por nombre Marilyn.

Pablo de Rokha: El «Pitbull» negro, blasfemo e iracundo, con el coraje de suicida si se trata de trancar con la encía. Heroico de batallas epopéyicas, es el gran capitán del ejército rojo que cuando sale a un cruce aéreo, el adversario casi siempre cae degollado de lo alto.  No conoce de Fair play, y si bien con Neruda no los une la amistad, los hermana la inquebrantable lealtad por la Roja.

Jorge Luis Borges: Volante rioplatense, elegante, cerebro excepcional, estudioso del juego y sus mil posibilidades fantásticas. Las transiciones ofensivas y defensivas deben pasar por su ojo mágico que coordina las infinitas y laberínticas elaboraciones posibles en una sola jugada. Obsesivo de mil cábalas antes de pisar el césped, nunca recibió el Balón de Oro, no le perdonaron su indiferencia política. Ama Suiza, aunque siempre soñó jugar en la Premier League junto a Chesterton y De Quincey.

Gabriela Mistral: Es la madre espiritual del equipo. Conciliadora y enérgica a la vez con los árbitros, vendría siendo nuestra red de contención antes de la catástrofe. Cable a la tierra profunda, también sabe despegar para alcanzar las Nubles Blancas del cielo cuando el momento lo reclame. Su preferencia sexual fue tabú hace unos años, hoy es la indiscutible capitana del FEMPower en las canchas de la tierra y de cualquier batalla lírica.

Vicente Huidobro: Jugador y mago, esteta y palabrero, su fuerte es el juego aéreo, capaz de ejecutar fantásticas cabriolas en el aire. Vanguardista para su puesto, dandy megalómano en los antros de su tiempo, hasta en las Guerra Civil Española fue paparazzeado como probable soldado de la resistencia.  Experto paracaidista en sus tiempos libres, genio excepcional, embustero, dentro de la cancha es un eximio creacionista. Tan elegante como versátil, en una abracadabra puede abrir las mil puertas de un partido. El fútbol —y la poesía— es él.

Alejandra Pizarnik: De toque simple pero profundo. Su principal tarea, previo cambio de velocidad, es llegar a la línea de fondo y colocar centros precisos que hieren como un aguijonazo, tal como la poesía en prosa de su Extracción de la piedra de locura. Pionera por accidente, sin proponérselo cuelga en posters en las habitaciones de niñas que sueñan ser una estrella rutilante del fútbol moderno.

Oliverio Girondo: Win derecho, rápido, explosivo, irreverente, impredecible en el mano a mano. Intercambia extremos con su gemelo de creaciones, Vicente Huidobro. Encargado de desbordar y alimentar con centros al área a «El cholo» Vallejo, llega a entrenar en el primer tranvía con gesto indefinible de espantapájaros. Une al camerino con su humor juvenil, obsesivo por el humor absurdo, pega calcomanías con sentido retorcido en los vestuarios. Claudio Paul Caniggia sería su inobservado heredero, otro que sabía cómo volar en los partidos.

César Vallejo: Más conocido como «El cholo» Vallejo, artillero peruano de enorme repercusión continental,  rápido y potente, pica al espacio hasta desfondar los abismos, con cambio de ritmo y un freno que puede atorar la angustia existencial en las gargantas de los fanáticos.  Nietzscheano, con conciencia de clase, pagó injustamente un pecado de cárcel.  Probó suerte en Francia donde hizo migas con Huidobro y Neruda, pero fue él el primero en traer la verdadera modernidad del juego al continente.

Nicanor Parra: Falso «9». Delantero por la izquierda, hábil en anticiparse a la jugada con predicción físico, construye paredes imaginarias con sus socios en la cancha y cuando ve el espacio a lo lejos es un francotirador con munición de gol y risotada. Jugador reflexivo, elige siempre jugar a ras de piso antes de levantar la pelota al cielo. Para Parra siempre está primero el sudor por sobre la inspiración metafísica. Declarado enemigo de jugar a la hora del crepúsculo, hoy en día es santificado por el palco y la gradería que lo devolvió al Olimpo en carné de grafity .

Director técnico. Andrés Bello: Es considerado como el más importante humanista de América Latina, de origen venezolano, fue mejor poeta que Francisco Miranda y Simón Bolívar, los otros próceres americanistas. Se dio el trabajo de traducir a Víctor Hugo y escribir la mejor poesía chilena del siglo XIX y una de las  cumbres del continente, además de fundar la Universidad de Chile, redactar el Código Civil, fue Senador, Ministro, filólogo, jurista, filósofo, crítico de teatro. Líder carismático de ascendencia, sabe cómo conducir a un equipo de pesos pesados.

Ayudante técnico. José Martí: Revolucionario y poeta cubano. Ayudó a la integración latinoamericana por medio de la palabra. El primer  —y desconocido— precursor del Modernismo literario hispanoamericano, por ello, su mano derecha en la cancha es el capitán Rubén Darío.

Alineación de la selección de poetas latinoamericanos

El seleccionador Andrés Bello caracteriza a su equipo por un arrollador y adrenalínico juego ofensivo, que se plasma en la cancha con 3-4-3, similar a la filosofía bielsista tan divulgada en las últimas dos décadas.

Suplentes

Octavio Paz: Todocampista mexicano, jugador inconformista, latinoamericanista, inclasificable.  Junto con Borges, forman un dúo de pensantes volantes mixtos, además de ser uno de los reconocidos fetichistas de los laberintos. El Balón de Oro le llegó desde Estocolmo en 1990.

Rosario Castellanos: Defensora disciplinada tácticamente, que tras años de errores ahora se caracteriza por el anticipo, la marca personal y las polifacéticas funciones que el entrenador le puede encargar en cualquier posición de la retaguardia. Es de esas jugadoras que constantemente aleona a sus pares tanto en el camerino como en la cancha.

Martín Adán: Volante derecho peruano,  de buen pie, culto y amalditado a la vez,  de gambeta indescifrable, dotado de una gran variedad de recursos estilísticos para golpear el balón, dicen que nació en una Casa de cartón a las orillas del Rimac.

Hanni Ossott: Es la gran sorpresa de esta convocatoria. Pese a su hermetismo, su compatriota Andrés Bello quedó impresionado por su irrupción meteórica en la poesía venezolana.

José Lezama Lima: Defensor corpulento que va al choque, tras lo cual ha enviado a más de un rival a la enfermería. Es dueño de una pluma de la que desbordan los recovecos más extremos del idioma, al punto de trasladar al caribe la herencia que los clásicos del Siglo de Oro legaron en su inexpugnable Paradiso.

Julio Cortázar: Normalmente sería un titular inamovible al caracterizarse por la exquisita técnica y la improvisación de su andar sincopado, que funde con la práctica del fair play convertida en un ejemplo para todo el que quiera emularlo. No obstante, la horizontalidad de su juego pierde fuerza con la visión vertical que posee el entrenador.

José Emilio Pacheco: Volante mixto mexicano, latinoamericanista, no jugar sería una Alta Traición a la patria.

Macedonio Fernández: Viejo defensa rioplatense de semblante socrático, fuerte en el juego aéreo de vuelo metafísico.

Elena Garro: Tras cada balón dividido disputa la titularidad con Paz, quien hasta ahora se ha llevado toda la atención de la prensa. Su inagotable imaginación, en los últimos entrenamientos, podrían llevarla al once abridor en cualquier momento.

Gonzalo Rojas: Perdió su cabeza en los burdeles de la noche persiguiendo a una cazafutbolista.

Enrique Lihn: Aunque jugó en las Ligas de Europa, confesó: «Nunca salí del horroroso Chile».

Roque Dalton:  Delantero de culto salvadoreño, dejaría la vida por un ideal de juego si fuese necesario.

Isidore Lucien Ducasse (Lautréamont): Se negocia su (re)nacionalización uruguaya.

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