¡Cuidado con el ama de llaves! Análisis de la malévola señora Danvers

Escribe | Laura Martínez Gimeno


A mi madre,
por inspirar este bello tema


― ¿Y no le daba miedo?
― ¿Miedo? Ella no sabía lo que era el miedo.

(Rebecca: 2021: 136)

Una de las grandes victorias de la literatura consiste en sus silencios. En lo que no se dijo, en lo que jamás se supo o en lo que el lector nunca reparó. Conceder la libertad y la credulidad absoluta de nuestra inteligencia ―tras el relato de una escabrosa historia― es haber sido cruelmente burlado por un ingenio más refinado y superior. La maestría de tales obras de arte reside en la imperceptible vacuidad, pues la confianza depositada en la autenticidad de sus protagonistas puede tornarse ofensiva e hipócrita. Por consiguiente, ¿podemos entregarnos a la ilusión que el autor nos presenta? Para ser más exactos, como ávidos lectores, cautelosos e intuitivos, ¿debemos encomendar nuestra necesidad de conocimiento a ese privilegiado narrador cuya versión es la única plasmada y sobre la que nos creemos capaces de opinar? Además, siendo meros espectadores de una historia que no nos pertenece y que tampoco presenciamos, ¿sería sensato, sabio y humano conformarnos con los testimonios de aquellos cuyas voces no fueron turbadas por el delito?

En definitiva, ¿podemos fiar el impacto de nuestros escrúpulos sin indagar con perseverancia en la verdad y sus múltiples facetas? Tal vez, erremos confundidos por una fábula en excelencia maquinada. Y, sin honor a la ofensa, ni pretensión a la maldad, censuremos a la genuina víctima por falta de algo tan sencillo, efímero, volátil y poderoso como la intención con la que se piensan las palabras.

Considero que el enorme triunfo de la narrativa gótica yace en el engaño perpetrado por la mente consciente de una autoría aparentemente inofensiva. La ausencia es la verdadera villanía que acecha al intelecto y no existe heroína más culpable que la sombría, discreta y casi invisible ama de llaves.

El ama de llaves representa una figura clave e imprescindible en la literatura del romanticismo de los siglos XVIII y XIX. A lo largo de mi trayectoria como estudiante de literatura comparada, he llegado a la conclusión de que semejante personaje ha pasado desapercibido. En mi exhaustiva búsqueda, no he encontrado estudios dedicados a su complejo cometido como guía espiritual de las protagonistas o como agente activo catalizador de la legitimidad y la justicia en la secuencia argumentativa. Y es que lo que vuelve fascinante a dicho arquetipo es el mundo de sombras, cuya naturaleza domina, por el que deambula cómplice de la misma clase de oscuridad y del que parece no anhelar desprenderse.

En la esfera narrativa, el ama de llaves es descrita como un personaje secundario de apariencia superficial, mirada grave y carácter hostil. No obstante, dichas mujeres simbolizan el orden y la rectitud de una realidad quebrada por la proyectada embuste y la conveniente calumnia de personajes a los que sirven, y que por lealtad, rango y autoridad social, no les es permitido traicionar. Las amas de llaves aguardan figuradamente sumisas y taciturnas, bajo un pulcro y anticuado gesto inofensivo, el regreso de sus amos a la casa, mansión o castillo que vigilan noche y día. Tales personajes femeninos custodian los misterios y los trapos sucios de familias a las que adoran, atienden y desprecian a partes iguales, al tiempo que luchan y consumen sus fuerzas por amparar la notoriedad y su buena reputación.

Fotograma de la película <em>Rebecca</em> (1942), de Alfred Hitchcock. ¡Cuidado con el ama de llaves! Análisis de la malévola señora Danvers. Revista Aullido Literatura. Laura Martínez Gimeno.

Fotograma de la película Rebecca (1942), de Alfred Hitchcock.

En la mayoría de relatos que he tenido el placer de disfrutar, las citadas mujeres se sienten unidas a los descendientes del linaje al que cuidan por un afecto más valeroso que la obligación y el compromiso. La integridad de su existencia las define como la nota musical inapelable que dota de armonía a la composición en su conjunto. Casi la totalidad de las amas de llaves nacen, crecen y mueren encarceladas por las paredes que idolatran. Ellas son las herederas señoriales de una noble posición inculcada por las trabajadoras de pasadas generaciones que consintieron los desatinos de un apellido cargado de autoridad y efusivo en comodidades. De ahí que involucren cada partícula de su ser a su profesión, pues es todo lo que las representa y define. En muchas ocasiones, son recordadas por su papel como guardianas más que por sus verdaderos nombres, consideradas como parte de la familia sin realmente serlo. Las amas de llaves son las administradoras, dueñas y matriarcas del cosmos que sostienen cuando el amo no se halla en la propiedad. Y como es lícito, la infracción o transgresión de lo por ellas establecido, origina terribles consecuencias.

La guarida del ama de llaves

Anoche soñé que volvía a Manderley. Me encontraba ante la verja del parque, pero durante unos momentos no podía entrar. La puerta estaba cerrada con cadena y candado. Llamé en sueños al guarda, pero nadie me contestó […] Entonces, como todos los que sueñan, me sentí de repente dotada de una fuerza sobrenatural y atravesé como un espíritu la barrera que me detenía […] Me detuve, con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho, mientras sentía en los ojos la extraña punzada de las lágrimas.

¡Allí estaba Manderley!

(Rebecca: 2021: 5, 6)

Fotograma de la película <em>Rebecca</em> (1942), de Alfred Hitchcock. ¡Cuidado con el ama de llaves! Análisis de la malévola señora Danvers. Revista Aullido Literatura. Laura Martínez Gimeno.

Fotograma de la película Rebecca (1942), de Alfred Hitchcock.

Uno de los elementos principales relacionados con dicha heroína es que los espacios que regenta y subyuga son los hogares patriarcales en los que se ejecuta la acción argumental más importante de toda la trama novelística. La naturaleza de tales moradas góticas hechiza a quienes la visitan y habitan en ella. Las grandes casas encantadas simbolizan el nexo que vincula al ama de llaves y a la estirpe que está a punto de sufrir un macabro desfile de acontecimientos sobrenaturales. Por su parte, la guardiana de todos los secretos, mantiene la tranquilidad y el sosiego, ya que es consecuente con las respectivas apariciones fantasmagóricas y los asombrosos episodios sobrehumanos. A pesar de su obcecación por el orden y la rectitud, los tolera porque forman parte de la casa y tienen tanto derecho a manifestarse como cualquiera de sus inquilinos. Sin embargo, semejante mentalidad posee un alegato, debido a que tales exhibiciones divinas y titánicas responden a esencias o espíritus que en vida fueron maltratados y oprimidos por miembros de la misma familia a la que se dedican a perseguir y a aterrorizar.

Como ensayista, he podido observar que la sinuosa carcelera respeta las declaraciones de los espectros y el dolor que sienten por un pasado tortuoso y abusivo. Sus manos codician el aro de llaves que permite el acceso a todos los rincones del lugar. Sus dedos reconocen la silueta del hierro y sus grietas. La piel ha quedado marcada por las numerosas distinciones e intimidades que gracias a su recelo quedan al cubierto.

La inteligencia del ama de llaves trueca intriga por poder. Un enigma a cambio de la seguridad de la confidencia. O lo que es mejor, una confesión clandestina a cambio de un silencio duro y brutal. El ama de llaves que se mueve sigilosa por habitaciones prohibidas, que recorre indolente enrevesados pasadizos y discierne los mecanismos secretos es la doncella de aquel gigante de cuento de hadas, Barba Azul. Peor todavía, pues asiste al monstruo y convierte el hogar en prisión. Ella es la cruel alidada de tantos héroes byronianos que quisieron homenajear el cautiverio femenino ofreciendo una víctima, mas esta no es la defensa de esa desdichada mártir que se encierra voluntaria, si no del verdugo con ropas de mujer, cuya maldad no es perdonable, pero cuyos motivos son más que suficientes.

¡Cuidado con el ama de llaves!

Nuestra enigmática ama de llaves, la señora Danvers de la novela gótica Rebecca (1938) escrita por Daphne du Maurier (1907―1989), opera, como tantas otras, oculta en las entrañas de una mansión embrujada que es su hogar y lugar de residencia. Su descripción se corresponde con el tenebroso halo que encarna su misión como centinela de secretos acertijos. El aspecto austero, penitente e inexorable alude a su cometido como confidente de espectros y eventos indescifrables. La postura enjuta con la que avanza y da la bienvenida a la mansión a la nueva señora de Winter evoca una imagen de fausta vejez y sabia experiencia. La extrema delgadez del personaje femenino y su demacrado semblante la relaciona de manera evidente con el sombrío arquetipo de la muerte. La señora Danvers representa la cadavérica remembranza del peligro arraigado a Manderley.

«¿No lo sabías? ―dijo―. Sentía verdadera adoración por Rebecca.» […]

― Yo lo hacía todo. Probamos doncellas y más doncellas, pero ninguna servía. «Danny», solía decirme, «no hay quien me sirva como tú. No quiero a nadie más». Mire, su bata. Era mucho más alta que usted, como verá por lo larga que es. Póngasela por encima; le llega hasta los tobillos. Ella tenía una figura preciosa.

(Rebecca: 2021: 174)

Fotograma de la película <em>Rebecca</em> (2020), de Ben Wheatley. ¡Cuidado con el ama de llaves! Análisis de la malévola señora Danvers. Revista Aullido Literatura. Laura Martínez Gimeno.

Fotograma de la película Rebecca (2020), de Ben Wheatley.

Tras la lectura personal de la novela, interpreto que la señora Danvers, con su comportamiento esquivo e impugnante, personifica el anhelo por la supremacía femenina. Es decir, el omnipotente deseo de la potestad más elevada. La señora Danvers se identifica con la condenada figura artística de la femme fatale, puesto que no consiente ser sometida, avasallada y seducida, si no que es ella por medio de sus armas femeninas y estrategias la que se coloca en una posición superior al resto del elenco de personajes. Esta es un ama de llaves respetada por el mismo patriarca, que no teme los juicios de valor de la familia a la que se encuentra ligada, porque sabe que terminarán por inclinar sus intereses a su favor.

Por otra parte, la señora Danvers es una heroína que transita el mundo de los espíritus, así como camina por el de los fútiles mortales. Ella es la mujer capaz de cruzar ambas esferas e interactuar con las almas que se hallen al otro lado, controlando cada uno de los inexplicables sucesos domésticos presenciados en Manderley y guardando bajo su abrigo la malévola caja de Pandora. No obstante, el aspecto más trascendental es que el ama de llaves es el único personaje que traspasa, dicta y opina en el mundo masculino sin dejar de pertenecer al femenino. Al ser la encargada de mantener la finca de Maxim de Winter, se apropia del simbólico cetro androcéntrico que reina en la hechizada Manderley.

El tono de la novela se torna amenazante y sobrecogedor cuando la protagonista contrae matrimonio con Maxim de Winter y, convertida en su segunda esposa, empiezan una vida juntos en la lejana y marginal Manderley. Como he indicado con anterioridad, la mansión embrujada resulta una escena enigmática y fabulosa, ya que su enmascarado interior atesora de vida los viles, malvados y espeluznantes sucesos que aterran sin descanso a su protagonista. Por ende, el lugar doméstico que debería conformar la felicidad conyugal de la pareja e inspirar sentimientos de protección, seguridad, afecto, fidelidad y paz, se rompe por medio de la tétrica visión de la otredad. Esto es de lo desconocido, lo extraño, lo diferente… todo aquello que no logramos comprender. Por lo tanto, la señora Danvers, ofendida y colérica por la precipitada unión matrimonial, resuelve atormentar psicológicamente a la recién casada.

Para el ama de llaves no hay mujer comparable o más perfecta que Rebecca ―la primera señora de Winter y verdadera dueña de Manderley―. A pesar de llevar un año fallecida, continúa obedeciéndola y adorándola, despreciando semejante intromisión y sentimiento de usurpación.

La obsesión de la señora Danvers

Fotograma de la película <em>Rebecca</em> (2020), de Ben Wheatley. ¡Cuidado con el ama de llaves! Análisis de la malévola señora Danvers. Revista Aullido Literatura. Laura Martínez Gimeno.

Fotograma de la película Rebecca (2020), de Ben Wheatley.

Rebecca es el emblema de la divinización. Rebecca es el espectral velo que representa sublimes atributos como: la belleza extrema, la inteligencia sin igual, la sofisticación y la rebeldía femeninas, la osadía, la desobediencia y la transgresión, la seducción que promete una certera victoria, la elegancia propia de las deidades, la adoración de los mortales, el adulterio y su dulce pecado, la violencia de la pasión y del mar, la promiscuidad y la expresión absoluta de la libertad sexual, pero sobre todo, esa clase de poder que otorga la inmortalidad de un nombre. «Rebecca, Rebecca, Rebecca, jamás podría existir mujer ninguna como Rebecca». El afecto por Rebecca se distorsiona hasta transfigurarse en la insana y fiera obsesión de la señora Danvers. Por esta razón, el ama de llaves actúa como su ángel vengador en la tierra, alentando el miedo, los secretos, la histeria y la pesadilla sobre la nueva esposa de Maxim de Winter.

La señora Danvers hizo de su identidad la guardiana de todas las puertas del ser, el alma y la mente de Rebecca. Por otro lado, la obsesión de la señora Danvers provoca que decida cesar de existir, fundiendo su personalidad con la de Rebecca. Como autora del presente ensayo, poseo la convicción de que Rebecca, tal y como la conocemos, no es otra cosa que la edulcorada fantasía de una mujer anciana que idolatró a la muchacha que más quiso en su tierna infancia y que con el devenir de los años se siente abandonada y desamparada. Sin rumbo ni acertado cometido, la cuidadora de Manderley dispone desdibujar y fragmentar su conciencia para crear la ilusión de Rebecca, pues es a imagen y semejanza lo que el ama de llaves anheló que fuera. Por eso, concluyo que la Rebecca presentada a ojos del lector es fruto de la voraz obsesión de la señora Danvers. Esa Rebecca jamás vivió un solo día, mas en el apego y excentricidad de la mente del ama de llaves, Rebecca, su Rebecca, existirá por siempre.

― Tenía celos cuando vivía y sigue teniéndolos ahora que está muerta ―dijo la señora Danvers― […] Eso demuestra que no la ha olvidado, ¿no? Claro que tenía celos. Y yo también. Y todos los que la conocían. Pero a ella le tenía sin cuidado. Se reía, nada más. <<Viviré como quiera ―me decía―, y nadie en el mundo me lo impedirá. >> En cuanto un hombre la miraba, se enamoraba de ella […] Le hacían el amor, ¿quién no se lo habría hecho? Y ella se reía de ellos. Cuando volvía, me contaba, muerta de risa, lo que habían dicho y lo que habían hecho. Todo la traía sin cuidado. Para ella era como un juego. ¿Quién no iba a tener celos? Todos estaban celosos de ella, todos, porque todos estaban enamorados.

(Rebecca: 2021: 251)

A modo de cierre, me gustaría proponer una lectura y teoría al obseso y caprichoso vínculo que comparten sendos personajes femeninos. Y es que, la conflictiva unión originada por la señora Danvers nace del amor romántico que siente por Rebecca. El ama de llaves es la figura enmascarada que presencia la realidad provechosa o perturbadora en el interior de la lujosa mansión. Además de adjudicarse el inapelable puesto como férrea y leal confidente de la señora de la casa. Por los motivos expuestos, considero que parte de la obsesión de la señora Danvers se debe a que está enamorada de Rebecca.

Como ha quedado plasmado, el arquetipo del ama de llaves resulta más complejo e intrincado, aún más cautivador y sugerente de lo que una primera lectura proyecta en el inocente horizonte de expectativas del lector. Tal vez, la obra tratara de engañarnos, o puede que la autora anhelara persuadirnos. Lo que es innegable es que la señora Danvers es una heroína arrebatadora en originalidad, reacia a la interpretación, con la que cuesta simpatizar, pero cuya trama supera en riqueza y humanidad a cualquier sombra de personaje malhumorado, solitario y melancólico.


 

Bibliografía

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  • Anderson, Joan, Angry Angels: Repression, Containment, and Deviance, in Charlotte Brontë’s Jane Eyre, 2004, The Victorian Web.
  • Pell, Nancy, Resistance, Rebellion, and Marriage: The Economics of Jane Eyre, 1977, Nineteenth-Century Fiction, Vol. 31, No. 4. 397―420.
  • Brazzelli, Nicoletta, Manderley in Rebecca by Daphne du Maurier: a hauntedhouse, 2020, Università Degli Studi Di Milano.
  • Pratiwi Suharto, Ririn, The Female Version in Daphne Du Maurier’s Rebecca, 2020, Politeknik Negeri Malang.
  • Bose, Debarpita, Rebecca, The Dead Woman in the Cabin, 2020, International Journal of Social Science And Human Research.
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  • Majlingová, Veronika, The Use of Space in Gothic Fiction, 2011, Masaryk University Faculty of Arts.

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