«Los ocios ganados» y cinco poemas de Francisco Brines
Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932—Gandia, Valencia, 2021) fue un poeta, docente universitario y académico de la Real Academia Española, que en su veta creativa ha sido emparentado con la Generación del 50.
A partir de su debut literario con el libro Las brasas (1960), con el cual se había adjudicado el Premio Adonáis, se configura un mundo poético que se prolongó por otras seis décadas en sus siete volúmenes restantes de poesía, en el cual el asombro del poeta en un tono elegiaco transcurre por las cosas más sencillas y las preguntas más complejas que, con centro en la pequeña localidad de Oliva, donde transcurrió su infancia, son tamizados por su mirada y desplazan su significado hacia un nuevo sentido.
Además de Las brasas, los libros de poesía que publicó en vida fueron El santo inocente (1965) —posteriormente titulado Materia narrativa inexacta—, Palabras a la oscuridad (1966), Aún no (1971), Insistencias en Luzbel (1977), El otoño de las rosas (1986), La última costa (1995). Mientras que el volumen Donde muere la muerte (2021), el último que se conoce de su producción literaria, apareció cinco meses después de su fallecimiento, ocurrido el 20 de mayo del año pasado. Brines, era considerado de los poetas que trabajan tan en detalle sus obras al punto que la aparición de cada uno de sus libros se distanciaba casi en una década del anterior.
Entre las antologías que se han dedicado a la obra de Brines constan Ensayo de una despedida. Poesía completa 1960-1997 (Tusquets, 1997), Yo descanso en la luz (Visor, 2010), Jardín nublado (Pre-Textos, 2016), Antología poética (Alianza Editorial, 2018) y Todos los rostros del pasado: antología poética (Galaxia Gutenberg, 2020).
Entre los reconocimientos que obtuvo a su labor literaria constan el Premio Nacional de la Crítica (1966), el Premio Nacional de Literatura (1987), el Premio de las Letras Valencianas (1987), el Premio Nacional de las Letras Españolas (1999), el Premio de Poesía Federico García Lorca (2007), el Premio Reina Sofia de Poesía Iberoamericana y finalmente el Premio Cervantes (2020), con el se reconoció toda una vida dedicada a las letras, aunque apenas alcanzó a recibir la condecoración al año siguiente, poco antes de morir.
Hoy, a un año de su partida, queremos recordarlo e instar a su lectura, a partir de estos seis poemas elegidos de distintas etapas de su obra. Cabe recalcar que todos los textos provienen del volumen Ensayo de una despedida. Poesía completa 1960-1997 (Tusquets, 1997).
Poemas de la vida vieja (I)
.El hombre sabía que le quedaba muy poco tiempo y
.que sin fe su muerte no daría frutos.
La sombra de la tierra va creciendo,
sube los aires, y la noche queda
sobre el alto tejado de la casa.
Se ensombrece el naranjo, y azahares
huelen por el desván, pesan los muros
y el hombre que la habita se detiene
para pensar vanos recuerdos. Oye
cómo riegan los nardos, su jardín
ve que se vuelca por las tapias bajas,
limoneros doblando los caminos.
Vuelven las estaciones del destierro,
y dormita el sillón, y los papeles
sin resplandor sobre la mesa vieja.
Es la hora de otoño de este día
la hora de la luz en las ventanas
desde el camino de las piedras, hombre
que siente ya madura su cabeza,
destruido el cabello y el cansancio.
Meditación inútil, cuando pronto
dejará de vivir en esta casa
y olvidarán su nombre, cuando piensa
que nada le ha quedado de la vida.
De Las brasas (1960)
Oscureciendo el bosque
.Toda esta hermosa tarde, de poca luz,
caída sobre los grises bosques de Inglaterra,
es tiempo.
.Tiempo que está muriendo
dentro de mis tranquilos ojos,
mezclándose en el tiempo que se extingue.
Es en la vida todo
transcurrir natural hacia la muerte,
y el gratuito don que es ser, y respirar,
respira y es hacia la nada angosta.
.Con sosegados ojos miro el bosque,
con tal gracia latiendo
que me parece un soplo de su espíritu
esa dicha invisible que a mi pecho ha venido.
Cual se cumple en el hombre
también se ha de cumplir la vida de la tierra;
la débil vecindad que es realidad ahora
distancia tenebrosa será luego,
toda será negrura.
.Miro, con estos ojos vivos, la oscuridad del bosque.
Y una dicha más honda llega al pecho
cuando, a la soledad que me enfriaba,
vienen borrados rostros, vacilantes
contornos de unos seres
que con amor me miran, compañía demandan,
me ofrecen, calurosos, su ceniza.
Cercado de tinieblas, yo he tocado mi cuerpo
y era apenas rescoldo de calor,
también casi ceniza.
Y he sentido después que mi figura se borraba.
.Mirad con cuánto gozo os digo
que es hermoso vivir.
De Palabras a la oscuridad (1966)
Todos los rostros del pasado
.Todos los rostros del pasado, difusos, bellos, han venido
con su pureza o su maldad
a liberarme de la tristeza en esta tarde.
Nada remuerde a la conciencia
si llevo la piedad a unos ojos terribles,
o a unas manos que sólo golpearon,
porque así me miren otros, con ojos arrasados,
sabiéndome también terrible y violento.
La pequeña emoción que voltean los pechos
a unos los enciende con el gozo
y a otros los condena con dolor profundo,
y el hombre no comprende el designio secreto de su
.naturaleza.
.Todos nos hemos reunido,
algunos todavía con rubor infantil, otros desnudos
y vigorosos debajo de las sábanas,
para mirarnos confiadamente.
Y en la mirada de cada uno reconocemos el bien,
y el mal de cada uno es el que nos transmitimos con ceguedad.
Nos hemos preguntado, y nadie sale la respuesta,
si es más valiosa una pequeña felicidad que el dolor que
.encanecer los cabellos,
si un nimio desengaño es más valioso que una felicidad
.enajenada,
porque nunca sabremos por qué la memoria ha sepultado
.aquel día y ha elegido aquel otro para su salvación.
.Pero todos nos hemos reunido,
y también los jóvenes que corrompió la muerte,
para defender cada momento de la vida.
y unos asienten al presente
porque le permitirá nutrirse de sí mismos, y salvar
.piadosamente de la muerte a los muertos,
y otros asienten al presente porque es siempre el origen del
.futuro misterio, de la continuada realidad,
y todos hemos asentido porque el presente es precario como el
.hombre.
Y hemos aceptado esta dichosa aventura:
oler una flor del campo,
acariciar con temblor un cuerpo amigo,
ver las sombras abatirse diariamente sobre la tierra.
.Y tú entre ellos, rostro más delicado que ninguno,
rubor tan encendido que me vuelve inocente,
que ríes como el mundo cuando es feliz,
y miras mi corazón con dos oscuras y suaves violetas alojadas
.debajo de la luz.
Por ti nos hemos reunido todos con amor,
para que aceptes de mí la ocasión del dolor y la del gozo,
como yo acepto también el dolor renovado que me traigas
o el alto gozo de la contemplación de tu existencia.
De Palabras a la oscuridad (1966)
Poeta póstumo
.Sorprende la noticia, pues me dicen
que escribes versos muy desvergonzados
(versos de tu experiencia cotidiana,
presumo con certeza), y que esperas
que se publiquen póstumos; entonces
alcanzarás la fama que te niegan
los que, al leerte, aburres tanto. Sabe
que hablan de ti, pues tienes mucha fama,
aunque en verdad muy mala, y esos cuentos
los saben de corrida, y mejorados.
.Viejo poeta amigo, ya los tiempos
serán tan diferentes, cuando editen
tus versos censurados, que leídos
serán tan solo ya banalidades,
como banales son esos sucesos
que ahora cuentan de ti tus enemigos
con prosa no mejor que tus poemas.
De Aún no (1971)
Al lector
.En las manos el libro.
Son palabras que rasgan el papel
desde el dolor o la inquietud que soy,
ahora que todavía aliento bajo tu misma noche,
desde el dolor o la inquietud que fui,
a ti que alientas debajo de la noche
y ya no estoy.
Crees que me percibes en estas manchas negras del papel,
en ese territorio, ya no mío, de la desolación.
.Las saqué del vacío,
puede mudarlas por silencio,
y ahora serían ellas es espejo de mí, no de vosotros.
Ésta es mi herencia sórdida,
fue un gesto que amé en otros, y en ellos aprendí
este vicio secreto que os transmito,
por si el dolor que padecéis no os fuese suficiente,
o acaso preciséis de un dolor que pervive sin carne.
.Agotadme, cegadme con vosotros, en la muerte que os
.habrá de llegar,
y decidme, si acaso lo sabéis, ¿quién nos hizo?
De Insistencias en Luzbel (1977)
Los ocios ganados
.En este día de septiembre en Elca
nada ha pasado, salvo el tiempo de oro
que fallece apacible con la tarde.
Poblado con las sombras más queridas
he ocupado mis sueños frente al mar,
y era un olor de rosas, y un tumulto,
los negros aposentos de mis ojos.
Con tanta levedad, como es su olor,
cayeron dulcemente los jazmines.
Y en este día del septiembre lento
todo es ganado, salvo que he perdido
un día de mi vida para siempre.
.Algo ocurrió de extraño, al mediodía:
un estruendo de alas, y un silencio.
A un tiempo seis palomas, las seis blancas,
hirieron de belleza una palmera.
Sólo queda esperar a que la noche
más bella la haga aún, herida de astros.
De El otoño de las rosas (1986)
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