«Misterios dolorosos» y otros poemas en una muestra de Rosabetty Muñoz
Rosabetty Muñoz (Ancud, Archipiélago de Chiloé, 1960). Titulada como profesora de castellano por la Universidad Austral de Valdivia. Actualmente, reside y enseña en su ciudad natal, al sur de Chile. Entre 1975 y 1976 participó en el grupo literario Chaicura en Ancud. En 1980, junto a otros jóvenes universitarios fundó el grupo Índice de Valdivia. Su poesía, ha sido publicada en revistas chilenas y extranjeras.
Entre sus publicaciones constan Canto de una oveja del rebaño (1981), En lugar de morir (1987), Hijos (1991), Baile de señoritas (1994), La santa (1998), Todas en mí (2000), Sombras en El Rosselot (2002), Ratada (2005) o En nombre de ninguna (2008).
En 1992 recibió la Mención de honor del Premio Municipal de Poesía de Santiago. Además, por el conjunto de su obra poética recibió en el 2000 el Premio Pablo Neruda. Dos años más tarde se hizo acreedora del Premio Consejo Nacional del libro de Chile por Sombras en El Rosselot (2002). Una década después, obtuvo el premio Altazor por la antología Polvo de huesos (2012). Además, en 2020 fue candidata por primera vez al Premio Nacional de Literatura de Chile, galardón que finalmente reconoció la obra del poeta Elicura Chihuailaf.
Asimismo, los últimos títulos que ha dado a conocer son Técnicas para cegar a los peces (Editorial Universidad de Valparaíso, 2019), Ligia (LOM, 2019), Santo oficio (Ediciones Universidad Diego Portales, 2020), La voz de la casa (Ediciones Universidad Católica del Maule, 2022). Además, la sumatoria de su trabajo poético ha sido recogido en la antologías Polvo de huesos (Ediciones Tácitas, 2012) y más recientemente Misión circular (Lumen, 2020). De la misma manera, algunos de sus textos han aparecido en recopilaciones colectivas como Un ángulo del mundo (1993), Veinticinco años de poesía chilena (1996) o Antología de poetas chilenas (1998), entre otras.
En la poesía de la autora ancuditana conviven las maravillas del paisaje con las tragedias que afectan a las microsociedades rurales, tan pequeñas como las que todavía albergan las decenas de islas o islotes que reúne el archipiélago de Chiloé, siempre enmarcada por el intimismo de sus escenarios.
Los ocho poemas que presentamos a continuación son una muestra panorámica de la obra de Muñoz escrita a lo largo de cuatro décadas, donde se reflejan algunos de los principales temas que han marcado el proceso de maduración de su poesía, siempre posicionados en las problemáticas de su Chiloé natal y su identidad cultural. En primer orden, podemos mencionar el texto «Misterios dolorosos», que aborda las consecuencias derivadas de la violencia sexual contra menores, quienes a corta edad deben lidiar con la incertidumbre de continuar o no con un embarazo no deseado, al igual que en el poema «Basura», en cuyos pocos trazos confronta la crudeza del aborto con el vacío que provoca; asimismo, el fragmento de «Muñecas», recoge el sentimiento de pérdida por el fallecimiento de un hijo recién nacido y sus posteriores rituales de duelo, en todos estos casos desde la siempre compleja perspectiva del embarazo juvenil. Por otro lado, en poemas como «Miradura» y «Coloquio de santos» se revela un Chiloé mítico en cuyo presente converge la tensión entre sus tradiciones ancestrales y religiosas, así como el paulatino despoblamiento de sus puntos más remotos. Mientras que «Amatorio», da cuenta del sinnúmero de presencias que, forzosamente, hallamos por doquier cuando habitamos un lugar con un pasado que desconocemos y que terminan por corporizarse en poesía. Para finalizar, «Pájaros interrumpen el silencio» y «Flojero», ambos textos producto de la escritura más reciente de la poeta, en los que coincide una tendencia hacia la revaloración del entorno y al ensimismamiento al que nos ha invitado las circunstancias que hemos vivido durante los dos últimos años de pandemia global.
Cabe recalcar que, esta muestra poética se publica como complemento de una reciente entrevista que hicimos a Rosabetty Muñoz.
Misterios dolorosos
(Verás órdenes de ángeles, ejércitos de mártires)
……………….I
Fue violada a plena luz del día.
La oímos gritar que la dejen morir
la oímos repetir con gesto agrio
que no es suyo eso que le crece dentro.
Se golpeaba contra los muebles.
No comía para no alimentarlo.
El miedo no la dejaba hablar las piernas le temblaban.
Su novio no quiso contenerla por eso tomó el medicamento,
—uno que usan para apurar el parto de las yeguas—
Dio a luz un niño la noche del sábado
lo dejó en un balde y al otro día
lo arrojó al patio
donde los perros se dieron un festín.
……………….II
Con diez años ya estaba embarazada,
sometida por el conviviente de la madre.
Ella sabía de los abusos
pero amenazó a su hija.
La madre sabía. La madre sabía.
Esperó que terminara de golpearla
espero que la violara otra vez
esperó a que –saciado– se durmiera
para devolver sus caricias
con el dedo filoso del hacha.
Después tomó a los niños de sus ojos
y remó hasta llegar a la única luz
prendida entre las sombras:
la casa de la madre.
El viejo fuego del hogar.
……………….III
La mochila goteó toda la mañana
mientras estaba en la biblioteca.
Bajo la silla, un charquito de sangre.
……………….IV
Fue así.
Abrieron mis piernas al punto.
de sentir el crujido de huesos.
Primero la espina dorsal
luego lo demás pieza por pieza.
Con mis propios ojos lo vi.
Juro que incluso
del agujero de la boca salió un grito.
……………….V
El paisaje interior ha mudado,
como banderas gastadas las membranas
flamean sobre la huella recién abierta.
Se ha trenzado para siempre el goce
con el aliento desesperado de la muerte.
……………….VI
Si escondo las frazadas debajo de la cama
Si tapo el colchón con el cubrecamas
Si envuelvo la guagua con una toalla
Si la meto en la mochila
Si me pongo el uniforme
Si parto a clases, como siempre
Si camino despacio
Si nadie me mira
Si.
……………….VII
En vano la llamé en vano
esperé la leche brotando de su pecho.
Un impulso negro me arrebató la voluntad
y me abrí camino desplegando cuencas,
poros, orificios para recibir.
De un túnel a otro.
Presentí el placer de los lamidos
pero las manos de alrededor de mi cuello.
De Hijos (1991)
Basura
Ahora tenemos aquí
una bolsa negra que contiene un niño.
Sabemos que sufrió.
Que se retorcía.
Que se le pegaba el nailon.
en la abertura de la boca.
No alcanzó a reír.
No alcanzó al colgar
de la ternura de un pezón.
De Hijos (1991)
Miradura
Reunidos en la localidad
trabajamos calladamente
……..disfrazando el pueblo.
Le armamos cuadernas
cubrimos aparejos
desplegamos un velamen invisible
para impulsarlo mar adentro.
Tras su estela
la costa de deshace.
Navegamos
sensuando con las olas
en roce erizado y espumante.
De Baile de señoritas (1994)
Amatorio
Deslizante el aura de un tiempo de risas.
Se oyen jadeos en los rincones
estrellar de platos y bolsas de basura.
Los soldaditos que ardieron aquí
no quieren marcharse,
marcaron territorio y permanece
.su olor
.su mortecino cabalgar.
De Sombras en el Rosselot (2002)
Muñecas (fragmento)
Me acuerdo del día que vinieron a pedir mi vestido de primera comunión. Permanecía guardado, envuelto en un género también blanco porque lo habían bordado las monjas del hospital y mi mamá demoró meses en pagarlo. Fui con ella al velorio y ahí estaba. Arriba de la mesa habían instalado una silla y, entre cojines, acomodaron al angelito con mi vestido puesto. Aunque le arreglaron el pelo con mi toca de flores rosadas, igual uno se daba cuenta de la verdad por su cara de cera con los ojos cerrados y los labios violeta. Parece que le habían pintado dos círculos encarnados en las mejillas. No lloré por el miedo a morir, como pensó mi madre, sino por el olor a entierro, cómo iba a sacárselo.
De En nombre de ninguna (2008)
Coloquio de santos
Detrás de la estufa, el padre de ochenta años; el abuelo de casi cien; el hijo de sesenta; dos nietos cuarentones; un bisnieto rozando los treinta. Todos ahumados, silenciosos. Poca luz sobre las cosas. Sentados en el flojero mientras la única mujer es una sombra que a veces pone leña al fuego. En la isla no quedan árboles, ni agua, ni más gente: sólo estos. Mientras el mundo de afuera se vacía, en la capilla los santos hablan. Deciden marcar el tiempo de término con una última procesión y salen a la explanada sostenidos por el aire. Sin música, sin andamios, sin oraciones.
El viento se cuela por las hendijas
levanta polvo de los rincones
desclava la madera .debilita los envigados.
Nada hemos podido contra su propio daño
pronto no quedarán vivientes
la capilla pierde sus tejas.
Chauras y espinillos encontrarán ranuras
crecerán hasta ocupar todo el espacio interior
reventarán los frutos de furioso rojo
reventará el natre y sus ramas
saldrán por las ventanas
brazos floridos.
Sus bayas hinchadas y lustrosas.
Azotándose como animal herido
esta isla será otra vez un zarzal verde y trenzado
las naves de la iglesia derrumbadas
el maderamen disuelto.
Todo volverá a su curso
.como era en un principio
.ahora y siempre.
De Técnicas para cegar a los peces (2019)
Pájaros interrumpen el silencio
Sus graznidos son como quebrazón de vidrios
desprovistos de gracia.
Un día gris recibe estos
. sonidos
y el árbol iluminado cruje de placer
Bulle en él la actividad.
Los menudos ires y venires
las pequeñas ocupaciones
de los pájaros.
De Santo oficio (2020)
Flojero
Recuperar una fotografía, sentarse en el flojero, mirarla detenidamente, como le exige el tiempo a cada acción nuestra en estos días. Por qué la distancia entre unos y otros, qué hacíamos un rato antes ese día, por qué llevábamos esa ropa, de dónde salió, quién tenía cámara, cómo estaba el día, qué hicimos después. Hay tantas imágenes, que ya no nos dicen nada. Tomar este pedazo de papel, una sola fotografía y dedicarse a ella.
De La voz de la casa (2022)
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