«Este olor, su otro», más cinco poemas de José Watanabe
José Watanabe (Laredo, 1945 — Lima, 2007) fue un poeta peruano, descendiente japonés por parte de padre, por lo que se lo considera un poeta Nikkei. Esta vinculación con Oriente no sólo es sanguínea, ya que incorporó parte del pensamiento de esa región del mundo a la meditación y la contemplación con la que gestaba su poesía, convirtiéndola en un rasgo que define y particulariza sus resultados, además que aportó a ella la concisión del haikú (aunque formalmente casi nunca lo empleó) y la temática de la migración, entendida no sólo como desplazamiento humano sino de toda la materia en un proceso continuo de transformación y movimiento.
El poeta, quien fue un autodidacta de la literatura, es fruto del mestizaje de dos culturas que confluyeron en su hogar: la japonesa y la peruana. En consecuencia, en su obra se amalgaman de tal forma estas condiciones de su progenie que, por un lado, de su padre heredó la capacidad para extraer la sabiduría de forma continente y, por otro, de su madre la tenacidad con la que confronta las asperezas todo aquel que ha nacido en provincia.
Watanabe construyó una poesía reflexiva que desentraña el misterio de las cosas cotidianas, registro en el que su expresión poética adquirió originalidad con imágenes ensimismadas, donde brota una nueva mirada que condensa el tiempo y recupera su sentido estético, donde atrapa la trascendencia de una fugacidad de lo contrario inasible.
Entre sus títulos publicados constan: Álbum de familia (1971), El huso de la palabra (1989), Historia natural (1994), Cosas del cuerpo (1999), Antígona (2000), Habitó entre nosotros (2002), Lo que queda (2005), La piedra alada (2005) y Banderas detrás de la niebla (2006). Además, escribió cuentos infantiles y numerosos guiones.
Todos los poemas que compartimos a continuación, provenientes de distintas etapas creativas de Watanabe, están recogidos en Poesía completa (2008). Este volumen concentra toda su producción poética e incluye varios textos inéditos, el cual fue publicado por Editorial Pre-Textos, con prólogo de Darío Jaramillo Agudelo.
Mi hermana mayor pica perejil
…………con habilidad que se diría congénita,
y el olor viaja instantáneo a fundirse
……………….con su otro.
Su otro está en una lejana canasta de hierbas de sazón
que bajaba del techo, una canasta
…………..ahora piedra fósil
suspendida
en el aire de nuestra cocina que se acabó
El perejil anunciaba a mi padre, Don Harumi,
esperando su sopa frugal.
…………..Gracias de este país:
un japonés que no perdonaba
¡la ausencia en la mesa de ese secreto local de cocina!
Creo que usted adentraba ese secreto en otro más grande
para componer la belleza de su orden casero
………………………que ligaba
familia y usos y trucos de esta tierra.
Los hijos de su antiguo alrededor
…………hoy somos comensales solos
y diezmados
y comemos la cena del Día de los Difuntos
……………………….esparciendo
perejil en la sopa. Ya la yerba sólo es sazón, aroma
…………………………………sin poder,
nuestras casas, Don Harumi, están caídas
(De Historia natural, 1994)
Cinco cuyes han caído
degollados, sacrificados, a tus pies de reina vieja
Sangre celebra siempre tu cumpleaños, recíbela
en una escudilla
donde pueda cuajar un signo brillante
………………..además del cuchillo.
La bombilla de luz coincide con tu cabeza dormida
y te aureola: comenzamos a quererte
…………………………con cierta piedad.
pero tus ojos
tus ojos se abren rápidos como avisados, y revive en ellos
un animal de ternura demasiado severa.
Tus ojos de ajadísimo alrededor
son el resto indemne
del personaje central que fuiste entre nosotros,
…………………….cuando alta y enhiesta
alargabas el candil hacia la oscuridad
y llamabas susurrando
a nadie. Las sombras en el muro y los gatos
……………….detrás de la frontera terrible
eran inocentes. Tú señora, eras el miedo.
Cinco cuyes pronto estarán servidos en la mesa.
Otros serán los del rito curador, los de entrañas abiertas
……y sensitivas
que revelaban nuestras enfermedades.
Estos son de diente, de presa. No dirán
que tú eres nuestra más antigua dolencia.
(De Historia natural, 1994)
Las columnas herrumbradas por el aire delgado
de la altura
suben desde las pendientes de la quebrada y sostienen con
……gruesos remaches
los travesaños de hierro.
Hay miles de remaches en la estructura del puente
pero en el centro hay uno solo fijando el encuentro
de todas las fuerzas, uno solo, insospechado y firme,
….evitando que el mundo se venga abajo.
Aquí alguna vez un hombre se sentó a horcajadas, hercúleo,
………………………..sobre el abismo
y selló el remache decisivo, acero al rojo y con esquirlas.
Imagina la acción tensa y peligrosa de su brazo
golpeando acompasado
como si nos transmitiera serenamente un mensaje:
……………………nadie asegura el mundo en su contra.
El remache
permite el paso del tren de los metales y del tren de los migrantes.
y el paso contrario de los que vamos a mirar sus paisajes y
……cortamontes.
Y mientras cruzas el puente y miras aterrado el vacío del
……desfiladero
siente el interminable poder de ese hombre,
pero imagínalo después caminando como cualquiera,
………………………..sin alardes,
hacia los viejos campamentos desmontados
……donde durmió sobre un pellejo su sincero cansancio.
(De Historia natural, 1994)
………………………………………………..santa
………………………………………………..vaciada
………………………………………………..Blanca Varela
Mi útero de humo
sale por la chimenea y se disuelve como nimbo
en este cielo que nunca tiene violencias.
Una violencia de cielo me hubiera consolado más.
Una enfermera cruza el jardín, ninguna
flor anuncia mi dolor. El dolor sólo está
en los confines de la carne que aún resta.
…….Mi útero
debió irse como un globo festivo
lleno de novios y nonatos. Él me convertía
en un animal muy bello
cuando urdía otro cuerpo.
Debió irse entonces
como un odre de dioses, ebrio y feliz, no víscera
de triste mamífero
en la bandeja de cirugía, no huevo
de la amargura.
La muerte se me acunó como hijo
y ahora también es humo de crematorio.
La cólera
o el ansia de belleza que impulsa a los árboles
a restituir la rama podada, está conmigo. Todo será
restablecido.
Voy a formar
una matriz nueva, un cuenco hondo como dos manos juntas,
no para fruto, no importa si huera
pero ahí.
(De Cosas del cuerpo, 1999)
Un cuerpo viejo pero trabajado para la pelea
madruga y danza
frente al mar de Barranco.
Se mueve como dibujando
un rúbrica antigua, con esa gracia, y
sin embargo, está hiriendo, buscado el punto
de muerte
de su enemigo, el aire no, un invisible
de mil años.
Su enemigo ataca con movimientos de animales
agresivos
y el maestro los replica
en su carne: tigre, águila o serpiente van sucediéndose
en la infinita coreografía
de evitamientos y desplantes.
Ninguno vence nunca, ni él ni él,
y mañana volverán a enfrentarse.
—Usted ha supuesto que yo creo a mi adversario
cuando danzo— me dice el maestro.
y niega, muy chino, y sólo dice: él me hace danzar a mí.
(De Cosas del cuerpo, 1999)
La vida en ti fue un pez de 20 centímetros.
Tu remoto latido, hoy petrificado.
vive ahora en mi cuerpo
………..tan inverosímil como el tuyo.
Tú ya no puedes mirarte ni mirarme, no sabes
lo extraño que es ser pez u hombre.
Somos, te digo, inverosímiles, caprichos
de una madre delirante
que cuaja infinitas e insensatas formas en el mar
………y la tierra.
El ruido alegre de los niños en el museo
que se empinan a mirar otros fósiles
interrumpe mi habitual pesimismo,
…………….y me enternece:
después de todo, pescadito,
tal vez alguna razón existe.
(De La piedra alada, 2005)
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