Kallia Papadaki: «La humanidad desde el principio de los tiempos ha tendido a moverse buscando mejores oportunidades»

Kallia Papadaki

En septiembre pasado se publicó en España la traducción de Dendritas de Kallia Papadaki.

Escribe| Roberto Bayot Cevallos


A finales de los noventa, un día cualquiera a Kallia Papadaki la atravesó una sensación que vale emparentar con la memoria olfativa. Tan pronto como pudo, halló sosiego en la sabiduría remota de un plato elaborado en base a ingredientes que imaginó cosechados en alguna isla que constela el Egeo, cuando por azar y curiosidad, observó el encuentro de varios integrantes de la comunidad helenoestadounidense en torno a una mesa contigua del restaurante, a los que paulatinamente empezó a frecuentar mientras se detenía en una realidad que para ella, una veinteañera que cursaba la carrera de Economía en Estados Unidos, era entonces desconocida. Transcurrieron unos años, otra vez establecida en Grecia y decidida a ser escritora, adquirió consciencia del potencial que entrañaban aquellas experiencias anónimas de sus compatriotas y sus descendientes, dos generaciones de personas de las que, en algunos casos, nunca más supieron sus familias de origen. De ahí que, mezcladas con la ficción fueron materializándose hasta llegar a Dendritas (2015), una novela situada en una pequeña localidad de Estados Unidos, apuntalada por los matices de la migración y su proceso de adecuación a la cultura local, que avanza por varias décadas del siglo pasado donde la prosperidad da paso a la crisis, en la que confluye un mito contemporáneo y uno antiguo: el sueño americano y el impedimento de volver a casa.

Antes de esta novela, Papadaki (Didimótico, 1978) había publicado la colección de cuentos The Back Lot Sound (2009) —que obtuvo el Premio New Writers de la revista literaria griega Diavazo— y el volumen de poesía Lavender in December (2011), además que su nombre empezaba a circular como guionista del largometraje September (2010). No obstante, con Dendritas se dio a conocer con fuerza primero en su país por haber recibido el Premio Clepsidra al Mejor Autor Joven en 2016 y luego en el extranjero por el Premio de Literatura de la Unión Europea un año después, con el que se distingue a autores emergentes del continente. A fines de noviembre, la escritora helénica mantuvo un diálogo a través de videollamada con Revista Aullido desde la región de Ática (en las afueras de Atenas), en la que explicó detalles de su primera novela publicada recientemente en español por Automática Editorial, el proceso que demandó escribir sobre la migración en Estados Unidos, cómo se ha caracterizado este fenómeno tanto para los griegos que han debido irse como para los migrantes que han llegado a su país en los últimos años y la recepción que ha tenido su libro volcado ya a una decena de lenguas.

—¿De dónde surge el título de la novela Dendritas
El título de Dendritas es lo último que me vino a la cabeza después de escribir la novela. Primero estuvo la novela y después vino el título. Entonces, las distintas acepciones de la palabra «dendritas» tienen sentido para la novela. Primeramente, es la sinapsis de las neuronas que es un término científico que tienen que ver con la memoria, al final esta novela habla de la memoria y de las conexiones que hay entre las distintas personas. Por otro lado, «dendritas» proviene del griego antiguo y significa árbol, entonces la novela también en realidad es una saga familiar, tiene que ver con un árbol de familia, la genealogía de las distintas familias y de las raíces porque a la vez esta es una novela sobre la pertenencia e intentar dejar raíz en algún sitio. Y luego, el último término, también es uno científico que habla de los copos de nieves y de esas formas simétricas que son tan perfectas y únicas. Ninguna es igual a la otra, son irrepetibles. Entonces, al final lo que me propuse era dejar ese sentido de la huella que deja un copo de nieve, que ahí está, pero se desvanece. La novela es una frase larguísima, hay muy poca puntuación, entonces es una frase que se entrelaza con otra que es lo mismo que las formas que tienen las dendritas, que van conectando una con otra.

Portada de Dendritas de Kalia Papadaki

Portada de Dendritas, primera novela de Kalia Papadaki

—¿Cómo empezaste a concebir la historia de la que trata la novela? ¿Cómo partió y cómo se fue confeccionando?
La idea empezó a cobrar fuerza cuando estuve estudiando la universidad en Estados Unidos. Ahí conocí a los griegos de la comunidad, que acudían a restaurantes típicos de comida griega, gente ya mayor de sesenta o setenta años que habían llegado en su juventud persiguiendo el sueño americano y no consiguieron cumplirlo, no porque no lo intentaran sino porque las condiciones no lo permitieron. Entonces, el libro es sobre aquellas personas que se encontraron con un fracaso no buscado. En realidad, lo que quería era rendir un homenaje a aquellas personas que no logran el éxito porque normalmente se escribe de la gente exitosa, pero no de quienes no lo consiguen.

Comencé la investigación del libro a inicios del 2011, empecé a escribirlo un año después y se publicó en el 2015. Por otro lado, quiero decir que nunca viví en Camden. Era una especie de reto escribir sobre un lugar en el que no había vivido y unir todas las piezas acerca de la gente que estuvo ahí. Al final, los griegos que estaban instalados en Camden no consiguieron volver a Grecia porque no reunieron el dinero suficiente. Ellos llegaron a América en barco y su idea era volver en avión como la gente rica y nunca cumplieron ese sueño.

—¿Camden fue una ciudad donde se agrupó específicamente un foco de migración griega?
No especialmente fue un foco de la comunidad griega. Camden era un microcosmos de muchas comunidades inmigrantes. A comienzos del siglo XX, sobre todo había comunidades de italianos, griegos, polacos, judíos y hacia mediados de siglo arribaron otras comunidades como la afroamericana, la puertorriqueña, entre otras. Pasados los años, la ciudad empezó a cambiar porque se trasladaron las fábricas a otros puntos del país, comenzó a haber desempleo, con tasas de delincuencia que fueron subiendo y mucha gente se quedó ahí, digamos atrapada, aquellos que no supieron ver lo que venía o mantuvieron la esperanza que la situación mejoraría en algún momento. Camden es un personaje más en la novela, me parecía muy interesante explicar la historia de cómo una ciudad puede atraparte, bien porque no haces nada para seguir avanzando o porque tienes la esperanza de que las cosas cambiarán algún día y al final te quedas ahí.

Incluso, en una época en que se esperaba que las industrias sigan creciendo, se construyeron infraestructuras como puentes para atraer más gente a la ciudad, pero lo que muchos hicieron fue huir, por eso no hay nuevos puentes.

¿El tratamiento de la migración de griegos al extranjero hace un siglo te ha servido para traer al presente una problemática que se repitió en Grecia durante la última década?
Cuando empecé a pensar en la novela esta problemática de la Grecia actual no era tal o al menos no en esas dimensiones. Lo que pasa es que a medida que fui avanzando en la escritura la crisis en Grecia fue empeorando y se convirtió en un problema mayor. Muchos escritores, de un modo u otro, son proféticos, se dedican a señalar realidades que, si no están ahí, van a estar ahí muy pronto. Con respecto a la migración siempre va a estar ahí, la humanidad desde el principio de los tiempos ha tendido a moverse de un lado a otro buscando mejores oportunidades. La diferencia entre lo que pasaba hace un siglo y lo que pasa hoy es que en los años veinte la economía estaba en pleno crecimiento, era muy floreciente, había un futuro y ahora hay una crisis económica global sin mucha esperanza, entonces los griegos pueden salir a buscar trabajo a otros países pero tampoco es tan fácil que lo encuentren. En esa época iban a Estados Unidos y al menos encontraban un trabajo, ahora no se sabe qué pasará.

Lo que más me interesaba contar en la novela eran los pequeños detalles que conforman nuestras vidas, puesto que visto en perspectiva cuando se producen eventos históricos avanzamos en conjunto como humanidad. Sin embargo, lo que realmente nos perfila como personas son esos pequeños eventos que acontecen de a poco en nuestras vidas y es lo que quería retratar.

Dendritas, en su edición original en griego.

Dendritas, en su edición original en griego.

—De alguna forma la novela refleja lo que poco después de su publicación coincidentemente se empezó a comentar acerca de Estados Unidos, respecto a que se vive un declive del sueño americano.  
Estoy de acuerdo, esa idea está ahí, aunque lleva años cuestionándose este problema de la sociedad estadounidense. Esto se puede ver con el surgimiento de Trump como presidente en las elecciones del 2016, ya que tuvo votos de mucha gente enfadada, sin nada en qué creer y decidieron creer en él por creer en alguien, aunque digamos que no era la persona adecuada. Es esa necesidad de creer en algo y agarrarse a una especie de clavo ardiendo.

Lo sorprendente es que, una segunda generación de griegos establecidos en Camden han votado por el partido Republicano y muchos inmigrantes se han vuelto conservadores por el miedo a que les quiten sus propiedades o lo poco que tienen.

¿En ese sentido, tu primera formación de economista ha prevalecido a tu mirada como escritora?
—Nuestra formación y todo lo que hemos hecho importa e influye en la escritura, pero definitivamente yo como escritora me centro en las personas, en el individuo. Al final, la economía se trata sólo de números, te ayuda para entender las crisis existenciales o sociales de ese momento y para tener una imagen más completa del tema.

Estudiaste economía, un máster en finanzas y después la carrera de cine. ¿Cómo se interrelacionan esas disciplinas con la visión que tienes de la literatura?
Obviamente, el cine es lo que más me ha influido porque lo primero que me viene a la mente son las imágenes. El cine está compuesto de imágenes y para mí el comienzo de la novela en el que Minnie está frente al espejo mirándose una trenza que está desigual a la otra porque se la cortó su hermano, es una imagen que tenía en la cabeza y a partir de ahí empecé a desarrollar el resto de la novela. Y claro, esa parte cinematográfica del libro es indiscutible, se ve en todas partes. Por supuesto, en una novela lo principal es la escritura y el lenguaje, de algún modo el cine y mi trabajo como guionista me han influido porque buena parte del texto está escrito en presente, lo que te da esa sensación de inmediatez y de sentirte sumergido en la novela intentando cambiar los acontecimientos, pero no puedes. Por otra parte, también quería recrear en el lector esa necesidad de cambiar la respiración, de cómo está habituado a leer una novela, a través de la puntuación, con lo que esté permanentemente atento a qué va a pasar, que lo desplace a una novela totalmente distinta y a otro entorno.

En un inicio no era mi intención, pero a medida que avanzaba en la novela, cuando terminaba un capítulo con unos acontecimientos el siguiente se desplazaba a otra generación, a otro tiempo y eso incrementa las ganas de saber qué va a pasar. A veces estás en la época del padre, a veces en la del hijo, estás conteniendo la historia, pero tienes que esperar hasta que llegue el siguiente capítulo. Entonces, de a poco vas imaginando cómo continuará porque vas conectándolos hasta que confluyen. El final de cada capítulo nunca es concluyente, más bien son abiertos. Y aunque la historia discurre, el último capítulo nos deja un final abierto a la interpretación. En ese sentido, me gustan mucho los finales abiertos porque dependen de cada lector, es decir que él determine si es optimista o pesimista, cuáles son sus sensaciones sobre la historia, cada uno dirá algo diferente.

La novela está conformada por oraciones largas en cada capítulo, ¿ese estilo es parte de tu anterior escritura o fue algo que se produjo específicamente con esta novela? ¿Tuviste la necesidad de escribirla de esa forma?
Fue algo único para esta novela pero es verdad que tengo una tendencia a escribir frases largas. Me gusta ese particular estilo porque, además, una secuencia de frases unida una tras otra nos lleva a meternos en una corriente de pensamiento o un flujo de conciencia del que podemos formar parte. Con el paso de los años cada vez me está gustando más escribir de esta forma.

De algún modo, el texto se puede ver como una maratón de haikús, que son versos cortos, pero que al final si los pones unos tras otros se va modificando el sentido inicial con respecto a la última frase.

Ediciones de Dendritas

Distintas traducciones de Dendritas en polaco, macedonio, búlgaro, croata, esloveno, francés y serbio, respectivamente.

En la novela hay un tratamiento simbólico de lo que fueron las luchas feministas, tanto en la década del veinte en que eran muy incipientes como cuando eran más visibles a comienzos de los ochenta. ¿Por qué decidiste colocarlas de forma tan sutil dentro de la historia?
Estoy muy de acuerdo en esa lectura que haces. No sé si conté de forma intencionada estos temas, pero al final lo que tengo claro es que en la novela hay muchos personajes femeninos fuertes que intentan enfrentarse a su tiempo y el sistema choca contra ellas: Ralú que es alcohólica, las adolescentes Litó y Minnie que son dos soñadoras, Constanza que en la época que vive se enamora de otra mujer y lee Mrs Dalloway de Virginia Woolf en un pasaje de la novela, la enfermera que enviudó muchos años atrás. Entonces, de un modo u otro, hay un punto de vista feminista en la novela, en el que quiero hablar sobre la lucha de las mujeres por una vida mejor, más allá de esa lucha de los inmigrantes por una vida mejor, hablo de ambas. Incluso, el derecho al aborto es un tema que se trata en el libro. Con respecto a eso, es sorprendente lo que está pasando actualmente en algunos países de Europa, en los que se están dando pasos hacia atrás en la lucha de los derechos de la mujer, por ejemplo, con el aborto que se está restringiendo. Esta lucha o reivindicación de las mujeres es necesaria porque hoy en día hay cosas en las que estamos mejor, pero en otras estamos dando pasos hacia atrás tal como hace un siglo.

Volviendo a la novela, quiero recordar que los personajes se mueven en lo gris, es decir no son buenos ni malos, no era mi intención hacer una novela didáctica con una enseñanza. Simplemente quería reflejar la humanidad de las personas, en la que todos tenemos una parte buena y una mala, hay cosas que puede ser que no nos gusten pero al final aprendes a entenderlos.

—Los personajes femeninos, en las distintas épocas de la historia, están construidos de una forma que poseen una determinación muy fuerte.
Efectivamente, es una novela en la que no hay un argumento que seguir en sí mismo. Se cuenta una historia, pero lo que realmente sigue el lector es a los personajes. De hecho, tienen esa relevancia y el argumento quizá no es tan importante cuando, por un lado, la mitad de la historia se cuenta desde los años veinte y se desarrolla por varias décadas, pero luego la historia de Susan y Basil sucede en sólo unos meses y es la otra mitad del libro situada muchos años después. Eso es lo curioso de la novela, debido a que juega con los tiempos intercalándolos. De algún modo, eso sucede en la vida real, ya que a medida que vamos envejeciendo, la memoria va ocupando más espacio en comparación con lo que vivimos.

Hace cinco años me pasó algo curioso. Estuve dando clases de griego a inmigrantes de Siria, Somalia y de otros países. Era la única lengua franca con la que se podían comunicar entre ellos, pero al tener poco conocimiento de ella apenas podían utilizar el tiempo presente. Entonces, de repente, ya no había pasado en sus vidas porque sólo podían expresar lo que estaba pasando en ese momento con frases muy cortas, estaban impedidos de hablar del pasado, de sus recuerdos, era como si su memoria hubiera desaparecido.

The Back Lot Sound (2009) y Lavender in December (2011), son los dos primeros libros de Papadaki, de cuentos y poesía.

The Back Lot Sound (2009) y Lavender in December (2011), son los dos primeros libros de Papadaki, de cuentos y poesía.

—La novela fue publicada originalmente en 2015, ya han pasado cinco años. ¿A qué proyecto de escritura te has dedicado en este tiempo?
Desde entonces he escrito relatos, he trabajado como coguionista para varias miniseries, luego lo hice con dos guiones de películas y por último he traducido un libro. Hace poco he empezado a trabajar en una nueva novela, necesitaba un descanso de Dendritas porque hay un dicho que dice que un escritor siempre escribe el mismo libro, lo que precisamente quería evitar. O sea, quería darme un tiempo para escribir una novela diferente y para eso necesitaba un descanso.

¿Cómo fue la acogida de Dendritas en Grecia? ¿La novela ha tenido más impacto en el extranjero?
Cuando terminé la novela y se publicó en Grecia tuvo muy buenas críticas y acogida de los lectores. Luego, llegaron los premios, uno en Grecia y otro en el extranjero. En la actualidad va por la novena o décima edición en griego y en el extranjero ha sido traducida a 10 idiomas, con muy buena recepción sobre todo en Francia y en Polonia. Tengo la sensación que en España también ocurrirá. Es muy curioso que, dependiendo de las vivencias culturales que ha tenido cada país con respecto a la migración, la acogida y la interpretación que le han dado al libro ha sido distinta. Por ejemplo, en Polonia o en España, donde hay un pasado de generaciones que han tenido que salir al extranjero tienen una retroalimentación mayor. Es un libro de experiencias no necesariamente personales, pero sí representa lo que soy, lo que me importa como persona.

En Grecia la mitad de la población, es decir 10 millones de griegos, están viviendo fuera del país, es algo inherente a la personalidad nacional, es un tema que siempre vuelve a la literatura porque no se puede obviar, está ahí. Existe una broma entre los griegos que dice que Melbourne es la tercera ciudad de Grecia en cantidad de habitantes. Primero está Atenas, luego Tesalónica y la tercera es Melbourne.

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