«Ahora que la gente parece flores al fin» y otros poemas de Luis Sánchez Martín

Luis Sánchez Martín (Cartagena, Murcia, 1978) estudió Ciencias Empresariales en la Universidad Politécnica de Cartagena y ejerce como contable desde hace más de 20 años. También dirigió el sello Boria Ediciones desde 2016 hasta 2024.

Ha publicado los poemarios Carrera con el Diablo (Lastura Ediciones, 2019) y Pastillas debajo de la lengua (Ediciones Liliputienses, 2024), además del libro de relatos Todo en orden (Chamán Ediciones, 2022).

Ha sido finalista del Certamen de Poesía Centrifugados en 2020, dos veces consecutivas (2020 y 2021) del Certamen de Poesía Dionisia García y del Certamen de Poesía Caleidos Arte en 2024.

Sus relatos y poemas han aparecido en publicaciones en papel y digitales como Culturamas, El Coloquio de los Perros, Manifiesto Azul, Carne para el Perro, Plástico Revista Literaria, La Náusea, Revista Penúltima, Casa Bukowski, Revista Palabrerías o el diario La Verdad de Murcia..

Es colaborador habitual de la sección cultural «Leer el presente», de elDiario.es (Región de Murcia).


Si soy tormenta

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Tras años viviendo en la costra
deshago el camino
y regreso
desoyendo al poeta
allí donde cicatrizaron las heridas
y ahora el barro
confunde las pisadas.
Cuesta encontrar el camino
débil hilera de migajas
lanzadas desde bolsillos vacíos
que las aves arrasaron a su paso.
Supe al trazarlo
que tal vez nunca
querría tirar del hilo.
Pero ahora
cerca del Ecuador
lo necesito.

Penetro en la herida
soy la herida
y si soy la herida puedo ser
el antídoto
drenando desde dentro
o difuminando las sombras
en tercera persona.
Si soy el texto puedo ser la hoja
si soy acorde puedo ser el instrumento
si soy atril
puedo ser la partitura.

Buscando bajar el telón
acabé fundido al escenario.

Decido, pues
rasgar la tela
y vender harapos al mejor postor
trueque de ilusiones
la voluntad

mientras dejo rugir aquel sueño mal dormido
y tomo notas en el margen de un periódico
o en servilletas usadas
oculto
que no escondido
entre los escombros del ayer
como gato en noche de tormenta
y si soy tormenta
.                       puedo ser el gato.
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De Carrera con el diablo (2019)

Como el oro que sella las fisuras

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A menudo parece que el poeta
no puede sonreír
que si tiene la osadía de hacerlo
se difumina su aura de ser atormentado

pero de ser atormentado
también se sale.

No ignoraré ―cómo podría―
que debo aquellos versos
que menos me avergüenzan
a noches lentas, sin amanecer,
entre el aliento etílico del padre
―que pronto heredé―
y los gritos y golpes de la madre
hasta las cejas de pastillas
que caían como devastadoras olas
de arena sobre mi piel quemada.

Pero como el oro sella las fisuras
en la porcelana oriental
la luz baña mis grietas
alumbrando otros caminos
que suelo transitar en silencio.

Ahora y por primera vez
hay un hogar entre las paredes y el techo
con los libros leídos y los libros por leer,
el cine visto y el cine por ver,
los vinilos de Chet Baker,
las entradas de teatros y museos en la nevera,
el acrílico vertido sobre el lienzo
la radio, el olor del café…

y yo que jamás he escrito
relatos o poemas de amor
y que aún me río recordando
a esa mujer que me creía
incapaz de querer a nadie
porque no la quise a ella
aprecio extrañado
que nada de esto sería más
que la proyección física
de unas palabras que invaden el papel
si no se sujetara en el cimiento
que lo ha cambiado todo para siempre:

la chica de las gafas de pasta
y el pelo muy corto
que sueña las noches conmigo
y me abre la puerta a los días.
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De Carrera con el diablo (2019)

Amador

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.                                          A Amador Blaya y la señora Lina
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Preparaba una prueba de lengua
o de historia o matemáticas
cuando dijeron por la radio
que era el blanco con la mejor voz negra.

No sabía de quién hablaban
aunque a mi corta edad
ya desfilaba al ritmo
que marcaban los clásicos

y los clásicos son negros

Jackie Wilson, Otis Redding,
Wilson Picket, Elvis Presley
todos negros.

Poco después le conocí.
Aún llevaba pegados a las suelas
restos de mi niñez
y, bautizado por su saliva,
supe que estaba condenado.

Por entonces
cuando apenas comenzaba
mi carrera con el Diablo
una mujer sonreía
mientras miraba las horas
en el balcón de un primer piso
y al pasar frente a su edificio
me daba dinero para traerle el pan
y me dejaba quedarme las vueltas
―todo un tesoro teniendo en cuenta
que a esa edad moría y mataba
por un par de cigarros sueltos―

y mi madre me dijo un día:
¿no sabes quién es esa señora?

No recuerdo qué andaba haciendo
cuando nos dijo adiós
el gran hombre blanco con voz de negro
alma de blues y garganta de hierro

mirar la pantalla, supongo,
pues lo supe por las redes

mirar la pantalla,
como hace un rato

cuando he recordado
de todo lo que podía recordar
de todo el humo, del rock and roll,
de las noches, de la improvisación…

Cuando he recordado hace un rato
una de aquellas mañanas
que le compré el pan a su madre
y un par de cigarros con el cambio.
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De Carrera con el diablo (2019)

Ella sonríe cuando da el cambio

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.                                            Y no guardo rencor al universo
.                              ni a las vacaciones de sus funcionarios
.                                                         que sí pusieron un beso
.                                                en las frentes de otras niñas.
.                                                         Carolina Otero Belmar
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Ella sonríe cuando da el cambio.
Él la cree seducida
sin adivinar que forma parte
de su trabajo
que sus labios iluminan
por imperativo
este rincón donde mueren los días
entre el sonido de las tragaperras.

Él guarda los billetes
dobla el ABC
y aprieta el mando del Audi,
que lanza destellos intermitentes
como un caballo alado
con el que rescatarla
cuando ella quiera
pero ella sólo quiere que se vaya
y desaparezca de una vez
el olor a Brummel de la barra.

Y cuando marcha
queda un viejo que cuenta historias,

ella atrincherada tras la barra
para que no pueda tocarla
para que su mano no roce el muslo
¡ay, qué tiempos, hija mía!
como acaba de hacer a una estudiante
en la parada de autobús.

Y llega el último pirata

huele a orina y a salitre
y lanza doblones al mostrador

pide ron
o coñac
apenas se le entiende

y ella sirve y cobra
esquivando su mirada
agazapada bajo el velo
de su indiferencia
que disfraza de valor el recelo
y de paciencia el hartazgo
mientras Barbanegra le mira
el trasero cada vez que se gira.

Con el relevo llega el silencio
nadie tiene nada que contar a su compañero
e insisten en acompañarla a casa

pero ella sólo quiere estar tranquila
y sentir la caricia del viento
arrancando de su piel, a cada paso,
el olor a Brummel de esa barra.
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De Carrera con el diablo (2019)

Ahora que la gente parece flores al fin

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.                                                 Qué cantos se oyen en las
.                                                                                   calles;
.                                                         la gente parece flores
.                                                                                     al fin
.                                                              Charles Bukowski
.
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Cuando era un borracho y lloraba por todo
hacía la compra en gasolineras:
pan de molde, fiambre,
dos paquetes de Lucky Strike
y latas de cerveza de una marca impronunciable.

Nunca supe, ni me importó,
quiénes eran Chemical Brothers, Linking Park
o los Gallaher, y es más que probable
que haya escrito alguno mal.

Escuchaba tus problemas
antes de que estuvieran de moda
y me encerraba en el baño a vomitar
cuando te ibas

tus hijos
tu hipoteca
tu negocio de zumos naturales con leche de soja
nunca me importaron
y la Nochevieja que caí por el hueco de una escalera

supe que iba a ser un buen año
y lo fue
aunque mis manos sangraron
abiertas de tanto esperar.

Y ahora que la gente
parece flores al fin
tengo tiempo para lo importante:

la eternidad es la suma de todos
los domingos de agosto
un movimiento continuo de diástole
frente a un espejo que vierte
sonidos al abismo

es un billete entre las cuerdas
de la guitarra de Johnny Cash
es la puerta siempre abierta
del lado frío de la almohada
perder la mirada
sobre el rostro perforado de Bukowski

y aún diría más
si quisieras escucharme
pero sé que cierras a las siete
y no seré yo
quien te haga llegar tarde a casa.
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De Carrera con el diablo (2019)

Caution: wet floor

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Cerramos el bar cuando abre el día.
Acorralados por el suelo mojado
bebemos cerveza y comemos aceitunas
y patatas fritas.

En cuanto se haya secado
me iré un rato a descansar,
entro en menos de ocho horas.

Mi jefe tiene que ir al banco
hacer unas compras
y abrir a las doce;

apura la cerveza
prepara una raya de coca
sobre el billar.
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De Pastillas debajo de la lengua (2024)

El enemigo silencioso

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.    Y de repente despiertas en la oficina. Habías dejado de respirar. Llevas diez minutos con las manos quietas sobre el teclado. No recuerdas qué estabas haciendo, pero ahora lo importante es que vuelva el aire. Inhalas a trompicones. Te preparas, sabes lo que viene. A veces lo controlas con la respiración, son ya muchos años. Pero hoy no es el caso. Ahí está, el pinchazo, ese viejo compañero de piso que envuelve el esternón y la columna como si quisiera fundirlos en un único punto de dolor. Y sólo puedes concentrarte en respirar hondo y rezar porque pase pronto. Tus compañeros no se han dado cuenta de nada: no sangras, no lloras, no te has caído ni te has roto un hueso. Es un enemigo discreto, silencioso. Por fortuna llega la hora del almuerzo. Vives cerca del trabajo. Evitas pensar qué hubiera pasado hace unos meses, cuando vivías casi a una hora en coche. Entras en casa y te colocas un par de ansiolíticos debajo de la lengua justo cuando rompes a llorar. Guardas dos más en la billetera, por si acaso, y te sientas a intentar calmarte y respirar profundamente.

.                                                                                                *****

.    Hace semanas que cabalgas entre la depresión y la ira. Sufres y odias con toda tu alma. A personas con nombre y apellido, pero también a una suerte de sombras sin voz ni mirada que te persiguen día y noche. Es 15 de diciembre. La psicóloga te vio el 24 de noviembre y te volverá a ver el 14 de enero. Es lo que hay: burocráticamente imposible adelantar una cita en la Sanidad Pública, económicamente imposible acceder a la privada. La doctora vio la depresión, vio la ansiedad, pero entonces no había ira. La ira nació el 4 de diciembre —miras el calendario, sabes que fue sábado— y desde entonces juegas como puedes —la experiencia ayuda— con la medicación. Pero son sólo parches.

.    No has tenido un solo día normal en el último mes. Unos encerrado en casa llorando. Cuando sabes por qué lloras te ubicas, al menos hay un motivo. Cuando no lo sabes la casa se tiñe de apatía y el miedo es indescriptible. Otros, por el contrario, amaneces hiperactivo, ordenando la casa, poniendo infinidad de tonterías en Facebook para no desaparecer —tu avatar es casi lo único que queda de ti—, saliendo a caminar, haciendo planes para un microfuturo a cuatro/cinco días vista que probablemente no lleguen a materializarse, escribiendo mucho y deprisa. Leer o seguir el hilo de una película es imposible, la mente no puede relajarse, comenzarías a pensar y eso es lo peor que te puede pasar.

.                                                                                                *****

.    Han pasado veinte minutos. Ya no lloras. Respiras con normalidad. Vuelves al trabajo (qué vas a hacer si no, en la empresa privada una baja por depresión conduce indefectiblemente al despido y no tienes ahorros ni nada ni nadie a quien agarrarte). Comienzas a teclear como un robot en la medida en que los ansiolíticos te lo permiten (la dosis que has tomado dormiría a un caballo). Va a ser un día largo, la experiencia te dice que ya se ha torcido sin remedio (son las 10:30 de la mañana) y sólo quieres que lleguen las 18:30 para otra dosis de ansiolítico y tumbarte en la cama o el sofá —llevas un mes durmiendo indiferentemente en ambos— hasta que se acabe el día. De eso se trata, en eso consiste: en días que no deberían comenzar. No sabes cuándo llegarán. No sabes dónde estarás. No sabes cuánto durará. Pero sabes que, una vez empiece, sólo queda esperar.
.    Y pasan 20 años.

.    Y vas al psiquiatra y te medicas y haces deporte y meditación y cambias de alimentación y buscas aficiones que desinflen la densidad de los días y se obra el milagro y conoces a una chica que dice que te comprende porque una prima o una amiga o ella misma y te da un ataque y nunca te lo perdona y pasa días, semanas, meses haciéndote sentir la última mierda que hay sobre la tierra y no entiendes por qué la gente espera que actúes como si no te pasara nada y te sientes solo y te abres una cuenta de Tínder y no te gusta nadie y no respondes a los mensajes de tus amigos ni quedas con ellos y cuando alguno te lo reprocha te hundes y te encierras en casa a llorar y detestas tu vida y tu trabajo y consideras la muerte una opción y recuerdas a los culpables que tienen nombres y apellidos y consideras la cárcel una opción hasta que suena el despertador y tienes que ir a trabajar y te vistes y vas y un día despiertas en la oficina porque llevas un rato sin respirar.

.    Y así, más o menos, funciona esto.

.    Y no te acostumbras.

.    Lo asumes, pero no te acostumbras.
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De Pastillas debajo de la lengua (2024)

Reset

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Esconde la ropa que diga de ti
más de lo que quieres contar
y aféitate por primera vez en años,
tarde o temprano tendrás que salir
vestido de muchedumbre
a comprar o pasar la ITV.

Aparta dos camisas blancas
y una azul de rayas para la función.
Ya sabes de memoria tus frases
y hay pases de lunes a viernes
de nueve a dos y de cuatro a siete.

Si aun así no pudieras aguantar la pantomima
haz una burrada para que te despidan:
necesitarás cobrar el paro.

Elige novelas que hayas leído
películas que hayas visto
canciones que sepas de memoria
y procura que sean prescindibles:
si vuelves a ellas en el futuro
revivirás una y otra vez este paréntesis.

Despídete de tus amigos en redes sociales
tú también mereces algo de casito
y tal vez caiga algún
TQ MUXO BONIKO
Guapo no, lo siguiente.
Cualquier cosa, aquí me tienes.

«REGRESO EN CINCO MINUTOS»

y no vuelvas a mirar el reloj
hasta que alguien dicte sentencia
o la causa quede archivada.
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De Pastillas debajo de la lengua (2024)

Visto así

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Los compañeros de colegio
.          que sobrevivieron a los 80
.          buscan colillas y monedas por el suelo
.          arruinados por créditos exprés
.          y las luces de las casas de apuestas.

Los compañeros de instituto
.          que resistieron los 90
.          cambiaron alcohol y pastillas
.          por un trabajo de diez horas al día
.          como falsos autónomos
.          en una multinacional del transporte.

Los compañeros de universidad
.          —bilingües titulados
.          que se enfrentan al siglo XXI
.          con coches de renting
.          y matrimonios de tergal—
.          graban en placas sus apellidos compuestos.

Total,
que visto así
parece que no me ha ido tan mal
.
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De Pastillas debajo de la lengua (2024)

Preguntarás

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.                                    Entenderás, entonces, ciertas cosas.
.                                  Por qué en casa las tazas no se tiran
.                                                        y por qué a veces quiero
.                      estar solo después de que suene un portazo.
.                                          Los ritos de los rotos, amor mío.
.             Ademanes que espero que no comprendas nunca.
.                                                                                Ben Clark

.
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Tarde o temprano
preguntarás por mi familia
y te diré que es demasiado largo
.                                       de explicar
—aunque la realidad es que
a estas alturas ya resulta imposible—
y que lo importante es que yo estoy aquí.

Preguntarás por qué no quiero tener hijos
y te diré que me encantan los niños
y hubo en tiempo en el que quise ser padre
pero mi situación económica
.                                       no me lo permitió
cuando en realidad siempre tuve miedo
de no estar a la altura y cometer el crimen
de dar una vida que fuera como la mía.

Preguntarás por qué a veces
me acuesto después de comer
y me levanto al día siguiente
y te diré que la medicación me atonta
o que llevo insomnio y cansancio acumulado
cuando es que simplemente
no le veo sentido a los días.

Preguntarás por qué nunca hablo de mis ex
y te diré que me parece de mal gusto
cuando lo cierto es que no quiero
que te asustes y perderte.

Preguntarás muchas cosas y
mentiré porque es más fácil
y exijo el derecho a poder intentarlo
de nuevo y no ser juzgado
por lo que ya no tiene arreglo.

Pero algún día preguntarás
por qué guardo las pastillas
cuando acaba el tratamiento
y aún no sé qué te diré.
.
.
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Inédito

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