La meditación en el camino a través de seis poemas de Carlos Huerga

Carlos Huerga (Madrid, 1977). Es doctor en Filología Hispánica por la UAM con una tesis sobre la influencia de Witold Gombrowicz en la narrativa hispánica.

Es Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y en Filología Hispánica por la UCM. Ha sido Lector de Español en la Universidad de Lille 1 (Francia). Es profesor titular en el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura del Centro Universitario de Magisterio Escuni (adscrito a la UCM). También ha impartido clubs de lectura y talleres de escritura en distintas instituciones como la Red de Bibliotecas del Ayuntamiento de Madrid, Fundación Promete, Afanias y en la actualidad es director de la escuela de talleres de escritura online www.literaturalab.com.

Huerga escribe crítica literaria en diversos medios y es autor de los blogs Figuras en la niebla y carloshuergaedu.  Fue codirector de la revista de literatura y cine www.deriva.org desde 2003 hasta su final en 2010. Sus líneas de investigación versan sobre la literatura comparada, la narrativa y la poesía contemporáneas y la innovación educativa. Ha publicado varios artículos académicos, de los cuales algunos de ellos han sido seleccionados en publicaciones colectivas tales como Basta de obras inocentes (2020), volumen que reúne las ponencias del II Congreso Internacional Witold Gombrowicz.

Ha publicado los libros de poesía Un hombre en el umbral (2010), Road Movie (2012) y el reciente Habitar el agujero (2021). En 1999 obtuvo el Premio Gerardo Diego de Poesía del Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón y en 2010 una Mención Especial al Premio Ausiás March del colectivo Allison de Witt con su primer poemario. Poemas suyos han sido publicados en revistas como Ariadna, Obituario o Tendencias21, así como en la antología Marca(da) España (2016). En 2014 coordinó junto a Óscar Curieses el Homenaje a la Generación Beat en Madrid, con recitales de una veintena de poetas, y también participó ese mismo año en La Noche de los Libros de Madrid con un homenaje a Lou Reed.  

Se pueden leer los poemas de Carlos Huerga que hemos elegido para esta ocasión desplegando los títulos de cada uno.


[symple_toggle title=»Fotografías de la ciudad» state=»closed»]

Miras la tierra baldía incrustada a las paredes de las casas, el vuelo desmontado de los pájaros sucios del atardecer, los charcos pintados en mitad del asfalto, los coches de plomo que surgen de la nada y terminan en el vacío cotidiano.

Te diriges a casa para comprobar lo inevitable, las fotografías muestran el aire y los objetos que brotan hacia el vacío que nunca sabes dónde empieza ni dónde acaba. El musgo se cuela por tus ventanas con la velocidad de una bala y se refleja en el azogue de tus manos abiertas. El olvido que musguea en las paredes y polvorea en las ventanas. Sales de la habitación pero la habitación te persigue por la ciudad. Escarbas la tierra sin saber qué buscar y la tierra se traga tus manos. Miras el agujero y solo ves tierra húmeda. Sientes la tierra dislocada y áspera que agarra tus manos exhaustas.

Buscas un charco en el asfalto y te miras en él. El miedo te impide ver la verdad. Intentas reconocerte en tus manos que ahora son jirones de ceniza, brotes de tierra que se dirigen hacia la luz.

De Un hombre en el umbral   (Amargord, 2010)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»Fragmentos de una calle desolada» state=»closed»]

Georges Perec camina descalzo por la rue Vilin de París. Los adoquines son hermosos y viejos, la luz difusa parece salida de un sueño. Perec mira los edificios oscuros por la noche, salvo algunas ventanas iluminadas. La mayoría de los edificios están condenados: montones de ladrillos aguardando la delación de la derrota, ascuas y escombros esperando el sentido de la herrumbre.

Lejos, un fantasma caracolea con la luz como un boxeador que tiene perdida la pelea. Las bicicletas y los contenedores de basura reposan sobre las farolas; una música de acordeones cíngaros suena como si viniera de la lejanía. Una mueca de Perec parece decir que conoce el desierto y las piedras, las distintas caras de las cenizas acumuladas en sus bolsillos.

Fuera, en el borde la rue Vilin con un solar vacío, dos gatos se pelean como si nunca hubieran interrumpido su lucha. Georges Perec mira las luces titilar, las líneas oblicuas de crepúsculo adoptar la forma de la derrota. Parece un hombre perdido en medio de una calle desolada. Los pasos suenan como el canto de un grillo que se esconde de la luna, las paredes y los muros parecen el telar de un cuadro de Tàpies. Las puertas condenadas por los ladrillos y el silencio otorgan un tarareo extraño, como parte de un sueño que viene y se va con la boca callada.

Georges Perec atraviesa la calle despacio, lejos del alba, calcula una mirada llena de pájaros dorados por la luz artificial. Bailando entre el polvo y los vestigios agarrados a los muros observa el ultraje del pasado, la calle abandonada que es una hilera de piedras que busca su fin. Lo que le espera del pasado es la certidumbre de la muerte.

De Un hombre en el umbral   (Amargord, 2010)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»Poema de piedras» state=»closed»]

Miras dentro del pozo y lo que ves es un lenguaje de piedras, un esbozo de tiestos vacíos dibujados al final de la tarde. La mirada moldea el vacío para no perderse en su blancura ciega, con palabras de acero pulido en el aire.

Fuera, bajo el sol de agosto, la presencia de los lagartos y el musgo, la virtud de la muerte en sus rostros diurnos. Sientes cómo las palabras se apagan, se convierten en cenizas cuando el fulgor desaparece entre las carreteras perdidas y los rumores de las desembocaduras.

Una voz te dice que yacerás en los pliegues de la luz amoratada y bailarás en el umbral del desierto como una mosca sin alas y volverás a tu isla de tu largo exilio, como un lobo viejo que se pierde entre las garras de la manada.

Un hombre se detiene en el relente y escucha un canto esbozado, un rumor de insectos que rasgan la madera vieja. Al fondo, una ventana abierta, un lienzo dentro de otro lienzo. El hombre recita el comienzo del crepúsculo, escupe unas palabras que se deshacen en el aire como copos de nieve.

De Un hombre en el umbral   (Amargord, 2010)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»Fotografiando el horizonte» state=»closed»]

I

1. Paro el automóvil y apago la radio. Escucho el viento.
2. Miro el paisaje y lo que veo es la línea del horizonte. Pero no hay horizonte.
3. Saco la cámara y aprieto el botón: el visor es una ventana artificial.
4. Me acuerdo de un viaje que nunca hice, en el desierto, rodeado de arena y sol.
5. Salgo del coche y me quedo fuera, porque afuera está la nada. ¿Qué es el tiempo?

II

1. El coche en medio de la carretera. Alrededor, pastos y silencio.
2. Busco la cámara y hago una fotografía del vacío.
3. La luz tarda en revelar sus sombras y sus fantasmas.
4. La fotografía muestra lo que el ojo no ve.

III

Pájaros arrancados al vacío.
Mirar es un desierto silenciado.
Clic.
El horizonte es un silencio tatuado.

IV

El lienzo extendido. Mis sedimentos ardiendo
entre los cardos y las piedras
como un umbral detenido,
como un leopardo agarrado al árbol.

De Road movie   (Amargord, 2012)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»Agujero negro» state=»closed»]

Agujero negro.

No conozco sus fronteras.

Mi cara en las paredes, reflejada, cada vez más oscura.

Mis manos se funden con las sombras.

Veo flores moradas, escarabajos plateados.

La arena cae, me invade su calor frío.

El útero, la tierra, la tumba.

……….El agujero es una brújula.

De Habitar el agujero   (Amargord, 2021)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»Los cuervos vertebran las autopistas» state=»closed»]

Los cuervos vertebran las autopistas, más allá del bosque.

Los leñadores irrumpen en los pinares,
atraviesan los troncos con sus venenos.

La luz de la poza

despelleja
el alba

………..como si fuera un último reto, un acto de supervivencia.

El hueso queda límpido y hermoso.

De Habitar el agujero   (Amargord, 2021)[/symple_toggle]

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