La revelación de una página en blanco

Escribe | Aníbal Fernando Bonilla


Olmedo y Quito (2024) de Daniel Delgado Viteri

Editorial: Fulgencio PimentelLa Casa Encendida (2024)
Nº de páginas: 176
ISBN: 978-84-19737-29-8
Autora: Daniela Delgado Viteri
Fotografías: Walter Zambrano
Idioma original: Castellano

Aunque la fusión intergenérica en la literatura no sea un aspecto reciente, considerando significativos antecedentes históricos (como el de Charles Baudelaire o Víctor Hugo), en sí, apostar por diversas mixturas en la página siempre será un desafío que va más allá de la acostumbrada composición gramatical. Que las ideas y sensaciones tengan sus cimientos en la prosa de la mano con el verso presupone el conocimiento de tales líneas de acervo lingüístico, y la capacidad de reconfigurar el estado primigenio con el cual se establecen las pautas clásicas del hacer literario.

Simulando una especie de cronista de su época —tan convulsa y contradictoria como la actual— Daniela Delgado Viteri (Ecuador, 1987), documentalista y cineasta, nos expone un singular libro denominado Olmedo y Quito (Fulgencio Pimentel—La Casa Encendida, 2024), ganador del Puchi Award en España. Una serie de apuntes íntimos, y a la vez, de rumor comunitario. Es una multiplicación artística de varios elementos en donde la escritura de Delgado cumple con el afán comunicativo y estético junto con la fotografía de su coterráneo, Walter Zambrano. Imágenes que perennizan momentos posiblemente ordinarios, no obstante, van hilando narrativas de la ciudad natal de la autora: Portoviejo. Porque de lo que puede ufanarse esta obra es de reconstruir miradas en una «ciudad que no tiene tiempo de pensar en el pasado». Entonces, Daniela Delgado Viteri reivindica aquel rezago pretérito, desde la niñez, como cauce de una retórica para el debate de hoy. En una acumulación de historias que van en oposición a la versión oficial, y que tienden su eje conductor en las intrahistorias de personajes anónimos que sobreviven entre el sol tropical, hechos violentos, aconteceres domésticos y el anecdotario social.

Los artículos entrelazados en este corpus narrativo emergen del palpitar del centro y la periferia de Portoviejo (de ahí el motivo del título, la intersección de las calles Olmedo y Quito, número 201). De sus habitantes, sin duda. De las otredades. También, de los flagelos. Así como de los terremotos, tal como el que afectó a Ecuador en el 2016: «El movimiento de la tierra fue un antes y un después para todos. […] La tierra se mueve y nos obliga a buscar nuevos relatos». En sus páginas están contenidas cicatrices de la ciudad. Heridas que no curan. Incendios recurrentes de décadas atrás, como consecuencia de una deficitaria infraestructura de alumbrado público, o por materiales de vivienda susceptibles a las llamas. Fuego literal y fuego literario en una apropiación lúdica de palabras que va más allá de lo evidente, de las costumbres, de los pesares. Palabras vacuas, sin sentido, unas, palabras llenas de signos metafóricos, otras. La apuesta metaliteraria. El ensayo desde el yo, más el libreto radial y el mensaje de WhatsApp. En el soporte fotográfico aparecen personas desconocidas e impávidas (de pie o en bicicleta) viendo consumirse casas, colchones, utensilios, esperanzas. Iconografías entre la penumbra y la reminiscencia. Ya que de constante recuerdo se entreteje Olmedo y Quito, en un ejercicio voyerista de observación palpitante. ¿Qué interpretamos? Una celebración sincrética, un certamen local de belleza, una tragedia (en donde los más afectados serán a su vez los más necesitados), un mitin político, los lenguajes urbanos, los escombros citadinos.

Hay una intención desacralizadora respecto de la representación de la autoridad. Por eso, se recurre al registro que proviene de lo popular, de lo crudo, de lo sucio, de realidades lacerantes. Para lo cual, la crónica periodística es fundamental, siempre bebiendo del pozo literario. Esto, incluye otros trabajos equivalentes redactados por Bernardo Gutiérrez, Juan Fernando Andrade y Freddy Solórzano. Este último periodista publicó en A cuatro pasos de la muerte y otras crónicas (Cuerpo de Voces Ediciones, 2022) una recopilación de testimonios que leemos a diario en Ecuador, el país de la línea imaginaria, a ratos, con asombro y sobresalto y, otros, con naturalidad, morbo y cinismo. Solórzano describe a muchachas en labores de prostíbulo o como mulas de droga cavando sus años y sus sueños, a rufianes vengando odios, a toxicómanos negando su futuro, a ladronzuelos de poca monta y de gran calibre; la gran mayoría, empujadas y empujados a estos menesteres desagradables por aquel monstruo endemoniado llamado pobreza.

En Olmedo y Quito también se retratan carencias, miedos y sacrificios. La discriminación en contra de la mujer. El desamparo que viene ahondándose frente a la ausencia estatal, por ejemplo, en la inseguridad. Hay una propuesta elíptica que en entrelíneas denuncia los intereses dominantes de los poderes fácticos. En este híbrido autobiográfico la palabra «se apoya en la imagen para revelar todos los sentidos» a partir de la complejidad de la costa ecuatoriana. Busca el mejor encuadre, que «organiza los elementos jerárquicamente y establece un fuera de campo». El marco que detenga la reflexión en el párrafo pertinente. La forma obsesiva de dar luz poética al pulso rutinario, en donde los ritos y prácticas se confunden con la misma ficción, cuyos fantasmas o antihéroes deambulan—alucinan—confabulan en el ambiente portovejense, llegando a dialogar en el texto. El cuestionamiento sociocultural no es solamente local, sino que trasciende al constructo del arraigo ecuatoriano como nación. El final queda abierto alrededor del pacto participativo con el lector. La evocación, otra vez, siempre como posibilidad de contrarrestar la condena del olvido. Para lo cual, el ejercicio es no dejar los espacios en blanco en una cartografía invisible, cuyos archivos, a ratos, se difuminan con el tiempo. ¿Para qué recordar? Tal vez, para que esto que se denomina patria se reconozca frente al espejo que no miente, como lo advirtió Jorge Enrique Adoum en Ecuador: señas particulares (Eskeletra, 2000), y persista en sostener su memoria colectiva. Aunque los espejos sean imaginarios, según Daniela Delgado Viteri.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *