«Los insomnios», un poema de Hugo Mayo

Hugo Mayo

El poeta ecuatoriano Hugo Mayo. Fuente.

«¿Miguel Augusto Egas Miranda? ¿Hugo Mayo? ¿Quién soy? Sólo puedo afirmar que Miguel Augusto Egas Miranda ha muerto. Yo soy el mejor poeta del Ecuador. Soy Hugo Mayo, un poeta distinto. Soy a mi manera —como temo intoxicaros, olvidad que soy poeta—. Les permito llamarme como quieran. Nací en Manta, en el año 1895. Manta es una bella ciudad pesquera de la provincia de Manabí, Ecuador. Pero he vivido gran parte de mi existencia en Guayaquil. Tomé el nombre de Hugo Mayo por el escritor francés Victor Hugo y Mayo por ser el mes de la primavera», así se describía el poeta ecuatoriano que, probablemente, tuvo el acceso más temprano a las vanguardias europeas, pese a vivir toda su vida en Ecuador.

Y es que la trayectoria literaria de Hugo Mayo (Manta, 1895Guayaquil, 1988) siempre estuvo marcada por las vicisitudes de su vida: en 1922 desapareció de la imprenta el original de su libro El zaguán de aluminio, experiencia que lo marcó por siempre al punto de reescribir el libro y mantenerlo inédito hasta 60 años después, muy poco antes de su muerte. No obstante, el registro de sus experimentaciones con un nuevo lenguaje poético en español desde el Ecuador, en contra del modernismo rubendariano tan en boga en aquella época en que se daba a conocer principalmente la obra de los poetas de La generación decapitada, quedó diseminada en diversas revistas de España y de Latinoamérica, sin que se reúna por mucho tiempo en el formato definitivo de libro. Apenas, cuando el poeta tenía una edad avanzada, se publicó el cuadernillo El regreso (1973), la recopilación Poemas de Hugo Mayo (1976), la versión reescrita de El zaguán de aluminio (1982) y Chamarasca (1984). Así lo explica Jorge Enrique Adoum en la Introducción a la antología Poesía viva del Ecuador (1998):

Hugo Mayo es mayor, con un año, que Medardo Ángel Silva y, sin embargo, ya en 1920, decide luchar contra todas las formas de la retórica modernista. Realizó por su cuenta e introdujo en el país los más audaces experimentos de avanzada de la vanguardia: desde el surrealismo hasta el creacionismo, desde el ultraísmo hasta el estridentismo. Solitario e insólito (a la aparición de sus primeros poemas, un crítico publicó en un diario un artículo titulado: «Un loco anda suelto en Guayaquil»), no tuvo en su momento nadie que le siguiera: se ha dicho que «su generación fue él». Y porque en él se encontraba ya en potencia, y hasta en acto, la poesía a la que, de otro modo, habrían estado destinadas las generaciones siguientes, no hubo quien se apasionara más que él por las corrientes nuevas o novedosas. O sea que, después de Mayo, no habrá rupturas violentas: la poesía seguirá su camino; nunca quieta, se mirará críticamente para cambiar de curso, alimentarse de otros lenguajes, crecer, pero sin sobresaltos, sin declararse la guerra a sí misma por su propio pasado.

En tanto, superada a medias la pérdida de ese primer libro, a partir de una ensoñación de Mayo, mientras dormitaba en un parque del centro guayaquileño, surgió la revista Motocicleta (1927). A pesar que no se conservan ejemplares de esta revista en bibliotecas ni archivos ni en repositorios digitales (apenas en 2009 el crítico literario Rodrigo Pesántes Rodas prestó el único ejemplar que se conservaba en el país para la elaboración de un anuario dedicado al poeta ecuatoriano), el propio Mayo sostenía que en los cuatro números que alcanzó a editar colaboraron en ella poetas como Pablo Neruda, Rosamel del Valle, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Alfredo Gangotena, Jorge Carrera Andrade o Gerardo Diego. Según algunos críticos literarios, pese a su breve existencia, Motocicleta aglutinó a una parte importante de la producción de vanguardia poética de aquella época en nuestra lengua. Antes había editado las revistas Síngulus y Proteo, aunque al igual que La Motocicleta tuvieron una breve existencia.

Pese a esto, en los últimos años se han editado del poeta manabita su Antología poética (2005), a cargo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, y el ensayo La metálica luminosa (2010) de Freddy Ayala Plazarte acerca de su obra, el cual se complementó con la inclusión de las dos entrevistas que concedió en vida. Un redescubrimiento que también ha llegado desde el otro lado del océano, como ocurrió con el volumen Las cosas que se han roto. Antología de la poesía ultraísta (2012), con edición de Juan Manuel Bonet y bajo la edición de la Fundación José Manuel Lara, en el que Mayo aparece recopilado junto a otros nombres de autores latinoamericanos mucho más presentes en el canon literario como Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges, pese a que él siempre vivió en Ecuador y este movimiento artístico que se alimentaba del resto de vanguardias europeas contemporáneas tuvo su sede entre Madrid y Sevilla. Sin embargo, él halló forma de relacionarse epistolarmente tanto con los poetas que integraban el Ultraísmo como con varios de los nombres que marcaron a fuego la poesía en español que por aquella época se producía desde distintas latitudes. Mientras que, no hace mucho, se publicó en España Una pupila cortada en la oscuridad (2018), con prólogo y selección de Augusto Rodríguez, en la colección La Cruz del Sur de la Editorial Pre-Textos.

Precisamente de este título proviene el poema que compartimos a continuación, en cuyo prólogo, además, Rodríguez desliza la posibilidad de que Mayo haya sido una influencia poderosa en la construcción que desarrollaría con los años el que en aquella época era un joven y desconocido Nicanor Parra con su antipoesía, cuando este visitó en varias ocasiones en su ciudad al poeta ecuatoriano.


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1

Ahora el agua en una espera
El sortilegio eterno en sus arrugas
Y esto de anudar la hora
Traída por los años
Enciende los delirios

2

Contigo luz de todos los deseos
En los espejos de la muerte
La misma noche con hechizos
Busca el polvo de la llama

3

Acaso la sola soledad de la palabra
Rama del árbol en preguntas
Infancia de la estrella
En los caminos del abismo
Viajando en cuévano prestado

4

Nada o algo de viejas partituras
Con su heredad dormida
Aventura del destino bajo el agua
Cuando turban los días invisibles

5

Me quemo atrás como un misterio
Me quemo en los esencial
La lejanía fuego del alba
Se oculta disfrazada

6

La noche hace señales
En los balcones olvidados
El pájaro asesino pide perdón
Después de confesarse
Se apaga el sol cada domingo
Sólo la piedra duerme
Con la locura de un pasado

De Una pupila cortada en la oscuridad (2018)[/symple_toggle]

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