«La estranguladora», un poema de Amanda Berenguer

Fotografía de Amanda Berenguer.

Fotografía de Amanda Berenguer.

 

Amanda Berenguer (Montevideo, 1921- ibídem, 2010) desde muy joven hasta sus últimos años de vida se distanció de las agrupaciones literarias, pese a que su nombre siempre fue ligado a la Generación del 45 (junto a Emir Rodríguez Monegal, Mario Benedetti, Idea Vilariño, Ida Vitale, Ángel Rama, Juan Carlos Onetti, Armonia Somers, entre otros), la de mayor influencia en la literatura y crítica literaria uruguaya y que la colocó en el mapa de las letras iberoamericanas en el siglo XX. Sin embargo, ella construyó su propio camino estético a lo largo de siete décadas de producción puntualmente centrada en la poesía que, alcanzó su madurez identitaria a través de las experimentaciones que realizó en torno a la forma y al desafío a sus lectores.

Berenguer publicó sus primeros libros antes de cumplir los 20 años, como sucedió con A través de los tiempos que llevan a la gran calma (1940) y Canto hermético (1941). En 1944 contrajo matrimonio con José Pedro Díaz, quien más adelante alcanzará a ser un conocido académico y editor y con quien compartió toda su vida. El mismo año, ambos fundaron Ediciones Galatea, donde se publicaron algunos de los libros posteriores de Berenguer hasta inicios de los sesenta como es el caso de Elegía por la muerte de Paul Valéry (1945), El río (1952), La invitación (1957), Contracanto (1961). Paralelamente, la pareja se mudó a Bélgica donde él ejerció como agregado cultural, oportunidad que aprovecharon para actualizarse respecto a las vanguardias europeas de décadas atrás.

Posteriormente, Berenguer publica Quehaceres e invenciones (1963), Declaración conjunta (1964), Materia prima (1966), Composición de lugar (1976), donde desarrolla el concepto de «poesía cinética», absorbiendo influencias desde el Dadaísmo hasta la poesía de  la Neovanguardia que apareció junto con distintos colectivos a lo largo de Latinoamérica en las décadas del sesenta y setenta.

Junto a su esposo y los franceses Paul Fleury y Lucien Mercier integró el grupo fundador de la mítica revista bilingüe Maldoror, en homenaje a Isidore Lucien Ducasse o también conocido como Conde de Lautréamont, que se mantuvo en circulación entre 1967 y 2006. Esta sirvió de plataforma para varios de los integrantes de la Generación del 45 y la naciente Generación del 60 (Eduardo Galeano, Washington Benavides, Cristina Peri Rossi, Mario Levrero), en la que se reivindicó no sólo al poeta uruguayo-francés sino a toda la creación poética posterior que su obra influyó, integrada mayormente por el movimiento surrealista. La publicación llevaba el epígrafe de «Revista de la ciudad de Montevideo».

Entre 1979 y 1980 se mudó a Estados Unidos para realizar una larga gira por diversas universidades norteamericanas en las que hizo presentaciones audiovisuales de su poesía. También se dedicó a la traducción del francés e inglés, esta última lengua desde la que volcó, por ejemplo, textos de Emily Dickinson.

Después publicó El tigre alfabetario (1979), Identidad de ciertas frutas (1983), La dama de Elche (1985), Los signos sobre la mesa (1987), La botella verde (1995), El pescador de caña (1995), Las mil y una preguntas y propicios contextos (2005), Casas donde viven criaturas del lenguaje y el diccionario (2005) y La cuidadora del fuego (2010). En 1980 se divulgó la primera antología dedicada a su obra Poesía (1949-1979), décadas más tarde se recopilaron Constelación del navío (2002) y El río y otros poemas (2011).  En 1990 se publicó El monstruo incesante (expedición de caza), título bajo el cual se reunieron entrevistas y reportajes hechos sobre la obra de la autora, además de un autobiografía y el texto «Dialéctica de la invención». Además, su trabajo poético ha sido difundido en otros formatos como Dicciones(1973) y La estranguladora (1998) en casete. Sus textos han sido traducidos al inglés, francés y alemán.

A una edad avanzada le llegaron los reconocimientos, como el nombramiento de académica de honor en 2006 que recibió por parte de la Academia Nacional de Letras del Uruguay. Asimismo, en 2008 el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay organizó un Encuentro  de poesía experimental con su nombre.

Las continuas transformaciones en su obra quedaron plasmadas en una reflexión del poema «Marcar el tiempo», de su último libro La cuidadora del fuego (2010) publicado pocos días antes de su muerte, donde describe así su transitar literario de más de siete décadas: «Mi experiencia/ se trata de marcar el tiempo -/ de hacerle unas señales con la palabra -/ y lo es para mí desde que era niña -/ por eso escribo – mi propósito es ganar el futuro -/ ¡Extraña apuesta! – a pura fe./ De esa manera – dando señales – así escribo -/ he cambiado y he escrito – y sigo cambiando y creciendo -/ y al mismo tiempo -¡qué cosa! – pasa el tiempo -/ ¿los días, los años? ¿la vida?».

Algunos de sus poemas como «Las nubes magallánicas» (donde destaca el uso técnico de la corriente de la consciencia —mucho más común en la narrativa que en la poesía—, la enumeración caótica e imágenes cotidianas desde la infancia hasta la adultez), «Objeto volador no identificado», «Casa de belleza», «La dama de Elche», «Los signos sobre la mesa», «La estranguladora» y las experimentaciones gráficas de «poesía cinética» en Composición de lugar (1976) son considerados como las piezas más acabadas de su producción literaria. Una poesía que llama la atención doblemente, por su alta complejidad y a la vez por su poca difusión, precisamente ese primer factor podría ser la causa de no ser recordada, injustamente, como una poeta de primera línea, pese a integrar numerosas antologías nacionales y continentales.

En esta ocasión hemos elegido el poema largo «La estranguladora» (1998), que combina mediante una compleja red de intertextualidades, dialogismo y citas mitológicas de la tragedia griega para abordar la llegada de la muerte. En él, destacan las alusiones a las trágicas vidas y muertes tanto de la pintora mexicana Frida Kahlo como de la poeta uruguaya Delmira Agustini (víctima de un caso de femicidio por su ex esposo), ambas convertidas desde hace décadas en figuras relevantes del movimiento feminista por la determinación y adversidad con que desarrollaron sus obras. Después del mito que envuelve la biografía de Agustini, su obra ha influido en generaciones posteriores de poetas, incluso trascendiendo significativamente las fronteras de su país. Más allá de eso, en Uruguay es donde se empieza a redimensionar su legado a partir de las observaciones de la crítica literaria que produjo las integrantes de la Generación del 45 en revistas como la citada Maldoror.

La académica Renée Scott señala en Escritoras uruguayas: una antología crítica (2002) que «Los críticos coinciden en señalar El río como el libro que señala su madurez literaria y que inaugura el poema extenso en donde los elementos autobiográficos se van entretejiendo con diversas imágenes y figuras, de este modo estructurando una unidad autosuficiente, una travesía hacia su interioridad que luego desarrolla en sus textos posteriores como en La Dama de Elche y La estranguladora. Incluso a partir de la publicación de La Dama de Elche, con su epígrafe «el vocablo es el viaje», su corpus literario actúa como metáfora de un gran viaje».

Mientras que la investigadora María Lucia Puppo, en el artículo académico «Dos ojos de animal sombrío»: apropiaciones de la poética y la figura de Delmira Agustini en la poesía de Amanda Berenguer explica que «Delmira Agustini como personaje hace su entrada en La estranguladora (1998), poemario en el que una Amanda Berenguer septuagenaria e irreverente reflexiona acerca del fin de la vida. La Esfinge, cuyo nombre deriva del verbo griego σφίγγω (‘apretar, estrangular’), es la imagen central del poema que se desdobla en otras criaturas míticas como la gigantesca Ave Roc que atacó a Simbad el Marino o la serpiente emplumada de las cosmovisiones mesoamericanas. Compuesto por jirones de frases, discursos y anécdotas biográficas, La estranguladora resulta un texto complejo, de difícil lectura. El teatro de la muerte se compone mediante citas de otros (los poetas náhuatl, Píndaro, San Juan de la Cruz, Paul Valéry) y alusiones a Edipo, el Conde de Leautréamont, Frida Kahlo, la cantante Madonna. En el desfile de autores y criaturas literarias se presentan dos imágenes emblemáticas de la antecesora modernista: “Delmira de rojo”, o sea, vistiendo el color que causaba escándalo en sus días, y Delmira en la piel de una anónima mujer charrúa como un avatar más de la Esfinge, mostrando la cara “de esa foto / tomada días antes de su asesinato”».

El texto «La estranguladora» que ponemos a vuestra disposición forma parte del libro del mismo nombre, que editó en Montevideo Cal y Canto en 1998, volumen que además estaba acompañado de un casete donde se recopilaban las lecturas paralelas de la poeta. Para esta ocasión hemos transcrito literalmente el texto resultante, a partir del audio original que Berenguer registró con su voz, el cual se puede escuchar íntegramente en este enlace. Mientras que el poema puede leerse desplegando el título a continuación.

La estranguladora

……………………………………………………«entonces levantó una garra afelpada / un espejo»

No hubo apremios / ni desgarraduras /
Ni ser cosa aparente / que fuera de veras /
—así creía /

fui violada / impregnada / por el Ave Tiempo /
el Ave Roc del segundo viaje de Simbad / —me parece /
y quedé presa / irremediablemente embarazada
de algo que no sabía /

aquí estoy / toda vientre / hasta el final /
globulosa ampolla / esperando
la desocupación del cuerpo: ¿el nacimiento? /

¿qué es esto que llevo dentro?
¿árbol con plumas? ¿pájaro? ¿libro secreto?
¿tótem de la casa? ¿una cuchara acaso?
Computadora ¿dónde estás? ¿la guardó José Pedro?
—no la veo / ¿qué pasa? ¿estás aquí? señalo
con el índice su cuerpo /
oh congestión de la memoria / el huevo crece /
el útero se desborda / y aquello que no sabía
¿dónde se encuentra ahora?

Cuando se mira en el espejo / su vientre crecido
hacía pensar en la gran magnolia / —blanca y sedosa
como la angustia / se oyó decir a la noche
oculta entre las aguas tormentosas del espejo /
—lleva el destino en la cintura
igual que el cinto de Orión
igual que el collar de Sirio la Estrella-perro
de dos cabezas /
dijo el aire / y con sus dedos midió la altura
de la habitación / y la magnolia no cabía /
—mal tiempo: la luna se hizo con agua
clamó el Ave / el violador /
y se abrió el espejo /

debí escribir magnolia o sandía /
lo mismo da /
la gran magnolia multipétala / drogada de sexo /
o la faraona sandía de manto verde
mostrando en la mano izquierda su tremendo feto
sangrante /

¿habría podido hacerlo? / ¿perdí el sentido? /
¿qué nervios unen la magnolia a la sandía? /
¿qué cabos atan los encuentros?

no supe si había arriba o abajo
entre las plumas entreveradas / y el sudor /
los 40 grados del Ave Roc / el termómetro
amarillo / lo dejé sobre la mesa de luz /
y tuve miedo / la fiebre subía
lentamente como la inundación / el diluvio /
la nave estaba llena de animales y cosas y preguntas

y estaba Drácula en lo oscuro / los hermanos
Karamazovi / los bigotes espesos de una morsa
o de Nietzsche / y unas palabras en el espejo:
«habré vivido parecido a los dioses / y eso basta» /
«¿Va a durar mucho?», dijeron
perdí la cara de Hölderlin / y me miró sedoso
el pulpo de Maldoror / lo otro a Montevideo / el otro
y Delmira de rojo / y mamá / y mamá
con sombrero pequeño con larga pluma de faisán
¿tía Ana / muerta de tisis? / tres rosas amarillas /
carga con las copas hervidas / ¿quién está soñando?
pregunta Emily hamacándose / y Marosa con gladiolo
—¿cree usted en los presentimientos? /
Álvaro y Sylvia asisten
y José Pedro / sentados en el borde de la cama /
más dos aspirinas y redoxón / más el jazmín
de noviembre / y un vaso de agua / mejor /
mejor / —me siento mejor /
¿me pueden decir dónde estaba ese pájaro?

saliéndose de sí / el monstruo / pujando
desde el primer círculo concéntrico del agua /
la magnolia hinchada / el monstruo / la magnolia
en el líquido / en la placenta /
primera imagen del viaje /

vamos a torcerle el cuello a la Esfinge /
como mi abuela Pepa sabía hacer con la gallina
o el pollo / a la hora de cocinar /
la cabeza con el pico ojos y cresta / en la mano derecha /
y el cuerpo en la izquierda / conteniendo las alas /
mi abuela de pie / bajaba el animal a la altura
de sus rodillas / y luego de enroscar la cabeza
estiraba con fuerza —con las dos manos
en dirección opuesta: hacia arriba y hacia abajo /
después con un cuchillo bien afilado
(pasa el afilador en bicicleta y su piedra redonda
de la que saltan chispas / —no afiles las tijeras, Minye
—si está nublado, no lo llames /
—si hace sol, trae suerte)
después hacía un tajo profundo
en la nuca del ave / del que manaba
sangre a raudales /
y entonces todo se moría /aleteando
a mi alrededor /
a mí me gustaba comer el corazón
y lo repartía entre los demás comensales /
siempre lo partí a lo largo / el corazoncito
con sus cavidades vacías / en cuatro / seis / ocho
partes minúsculas / una para cada uno /
el padre /la madre / los hijos / los nietos /

le traje a José Pedro de Teotihuacán
un cuchillo de obsidiana / negro y brillante /
«vivisecciona el destino y extrae,
palpitante, un corazón victorioso
del pecho de los vencidos» /
todos quedamos callados / cuando
lo miramos /

—¿qué haces, abuela, con ese cuchillo ?
—voy a afilarlo para matar al corderito /
—¿por qué no a ese otro bicho enorme, abuela? /
lo he visto en el gallinero /
las alas le saltan por encima del alambrado /
sus patas mullidas de gato montés aplastaban los huevos /
tenía cara de reina / de genia / de superhermbra /
y detrás esa cola / esa culebra que la seguía /

a los siete días aborté la magnolia
y al noveno / la Esfinge /
hubo una especie de sabotaje
en la maternidad / donde sobrevolaba
vigilante / el Ave Roc / el padre /

la Esfinge nació con cabeza y pecho de mujer
y una cara andrógina /egipcia / de Sol de Levante
o de Madonna / de acuerdo con las circunstancias /
cuerpo de león /recuerdo sus patas y sus flancos
color fuego suave /con aquellas alas semiplegadas
al uso de escultura arcaica / y aquella cola sinuosa
de serpiente / para que nadie se engañe /

(después supe que en Egipto / 3000 años antes de Cristo /
había nacido sin alas / y que los árabes la llamaban
en medio del desierto «Padre del espanto» y
«León de la noche»)

en seguida habló: / ¿de qué demonios hablan?
¿dónde estoy? ¿adónde vamos? ¿qué me pongo?
¿quienes son? ¿a qué hora comemos? ¿quién hace
las camas? ¿dónde dormiremos? /
su lenguaje tenía la voz aguda del viento /
envolvente / seductora /

(Píndaro el poeta / había dicho que tenía
«la voz fatal del trueno» /
mal observado: no era así)

Y con su voz segura / insinuante /
se hizo inquisidora /
¡si los sabremos! que no sabemos
y en el saber «toda ciencia trascendiendo»
no podremos, no / con la enorme roca /
con el peso abrumador de la pregunta /

se puso el día / habló de modas y de maquillajes /
encapulló palabras como huevos de serpiente
bajo hilos de seda / y plumas / y gestos de mujer /
mas una fuerza feroz / convertida en cuento cotidiano
sin salida / —¿recuerdan?
—¿Querés que te cuente el cuento del gallo pelado?
—Si / —No te pregunto que sí / te pregunto si querés que te
cuente el cuento del gallo pelado / — No. Yo no te pregunto que no
—Te pregunto si querés que te cuente el cuento del gallo pelado
Sí / sí / contámelo
por favor! / — No te pregunto si querés que te cuente el cuento
del gallo pelado / —¡Basta! ¡Basta! no preguntes más /
no preguntes más /
—Humorista la Esfinge /
la encontré luego / muy cerca de casa /
a la vuelta de la esquina / echada a la sombra
de los plátanos / en la vereda /
en esa calle que lleva al «río grande como el mar» /
y aunque hacía mucho calor / nadie / nadie /
no pasaba nadie hacia la playa cercana /

me había arrastrado / había caminado
desde hacía mucho / y ahora me apoyaba / cansada /
sobre un bastón /

entonces levantó una garra afelpada / un espejo /
me miró como si ella y yo nos estuviéramos mirando
a través de un telescopio / ¿era el desierto de Atacama
o el Sahara / la zona que habitábamos?
¿dónde estaban los plátanos frondosos? / ¿y el salado
y dulce Río de la Plata?

me hubiera gustado acortar las distancias /
y llevarla como si fuera un perro con cabeza de niña
y alas de mariposa / —María pósate / virgen maripósate /
vamos / —le dije familiarmente— / vení conmigo /
vamos a la clase / ayúdame a ordenar
el Cuestionario /

la cara de la Esfinge bella y fuerte /
parecía ahora un autorretrato de Frida Kahlo /
y allá en Teotihuacán en un friso
de la Pirámide del Sol /
su cola de serpiente se emplumó /

¿qué sentiste Frida Kahlo / la pintora /
rodeada de sandías / entre las copas llenas de rojo /
y Tú Madonna / tan rubia / tan rockera /
aullando sobre la escena / envueltas las dos
en esa boa de plumas blancas y negras
de vodevil de los twenty / cuando llegó
la noche de las Diosas?

hace mucho / en una vuelta artera
de la Sierra de las Ánimas /
cuando íbamos de excursión hasta la cima /
se te podía ver a la hora del poniente
detenida al borde del camino por donde trepábamos /

y éramos jóvenes / en los pantalones de jean
se ensartaban las espinas de la cruz /
y éramos jóvenes / y nos dejaste pasar /
y éramos jóvenes / y no preguntaste / hija mía /
entonces mostrabas cabeza de india charrúa /
alas pardas de águila mora / en cuerpo de puma dorado /
y cola moteada de yarará /
y tenías puesta la cara de Delmira / la de esa foto
tomada días antes de su asesinato /

sobre tu sexo de gran felino / espejeaban
tus ojos de pájaro altanero /
bajo tu cola de noche filósofa / alquimista /
de sierpe encubridora
«donde puede nutrirse la simiente
de una estirpe sublimemente loca» / dejó escrito
Delmira /

ahí estaba a Esfinge / la Estranguladora /
hija de Humo Estupefaciente y de Serpiente /
o hija de Sirio y de su propia madre /
(su padre Sirio era la radiante Estrella-perro
de dos cabezas:
una cabeza miraba hacia adelante / hacia el Año Nuevo /
la otra cabeza miraba hacia atrás / hacia el Año Viejo)
o la misma Esfinge montevideana hija mía
y del Ave Roc del segundo viaje de Simbad/

la Estranguladora había volado desde lo más lejano
del mundo / desde Etiopía / —creo— / hasta
el Monte Ficio / entre montañas / cerca de Tebas
la griega / pasamos por allí
en un verano ardiente de 1971 /

y vimos las ruinas de la ciudad / una barraca
de materiales de demolición rodeados de tejido de
alambre / restos de mármoles sucios / casi enterrados /
columnas quebradas / pedazos de capiteles
desparramados como en un basural / junto a las huellas
de Edipo / que algunos conocían
y que nadie sabía de verdad /

allí la Estranguladora había gobernado el Año
y las Estaciones /
y fue asimismo la Diosa Luna: la que cambia
de «León creciente» a «Serpiente menguante»

comparemos:
aquí en el hemisferio Sur / sucede /
que el Año tiene forma de herradura /
y nos rodea como el horizonte
cuando se navega en medio del Océano /
una herradura con las puntas separadas
hacia el Norte / hacia el verde / hacia el rojo /
hacia el calor / y la curva continua hacia el Sur /
hacia el blanco / hacia el violeta / hacia el frío /
con esa herradura cabalgan mudo los años planetarios /
—observé /

de niña los veía así:
sorprendidos por sus edades opuestas
el último día del Año Viejo /
y el primer día del Año Nuevo / tenían que cruzar
el puente /
los separaba un espacio infinitesimal /
de pasaje imposible /
«Zenón! Cruel Zenón! Zenón d´Elée!
m´as-tu percé de cette flèche ailée
qui vibre, vole, et qui ne vole pas!»
los separaba un fragmento infinito de noche
de verano Austral / que se cruzaba / sencillamente
de un salto / en un instante /
a las 12 en punto PM. del 31 de diciembre
al cumpleaños de papá / el 1º de enero /
a papá le regalábamos esa noche / una corbata de seda
que usaba sólo los días de fiesta /

en esa fisura del tiempo / en los más hondo /
estaba escondida la Estranguladora / lo sabía
pero no lo dije / aunque temblaba de asombro /
y allí asomaban sus cabezas
sobre un «espejo humeante» /
lo verde y lo seco / lo vivo y lo muerto /
el sí y el no / el uno y el cero /
la sandía y la blanca cala con el espádice amarillo
de un retrato, por un lado / y la hueva binaria
inteligente, por el otro /
la luna: la mirada de la sombra, del revés /
y los nervios sexuados de las computadoras,
del derecho / asomaban desafiantes
sobre la espumosa cerveza de las Estaciones /

el Tiempo sorbía la espuma que desbordaba
las orillas del espejo /

mucho más al Norte / pasando el istmo de Panamá /
nos esperaban los antiguos aztecas renaciendo
en Cerámicas / en Frescos de la Ciudad de los Dioses /
en Códices /
pasaban por allí cruzando la enorme calzada rectangular
entre la Pirámide del Sol y la Pirámide de la Luna
por el Valle de los Muertos /
de pronto
se iluminaron de luces rojizas /
—como cuando se pone el Sol—
las alineadas habitaciones del Palacio /
de dónde salían cantos y coros de guerreros /

salían Caballeros Águilas / Caballeros Tigres
con máscaras impenetrables /inmóviles / hieráticas
en los rituales de la iniciación /
el cuchillo de obsidiana / el mismo
cuchillo afilado de mi niñez /
cuando repartía el corazón /

el Sol preside las ceremonias /
lo oscuro se hace claro / lo femenino masculino /
la serpiente se empluma y empolla mariposas:
las livianas almas de los muertos /

espíritu /aire / tinieblas / tiembla el jeroglífico:
«oscuro espejo humeante» / «humo espejeante» /
la palabra enuncia las insistentes / vitales /
repetidas preguntas /
«¡oh amigos!
¿dónde está la tierra en la que no se muere?
¿no habré de ir acaso a la región del Misterio?»

cuántas veces nos hemos preguntado
cuando se oscureció el sol / cuando llega la sombra /
cuando murió mi madre /
y todas las cosas se pusieron boca abajo
en señal de respeto/

«yo iba sola al Misterio, bajo un sol de locura»
contestaba Delmira desde Montevideo /
la Esfinge aguarda / echada en la vereda /
a la sombra de los plátanos / muy cerca de mi casa /
y se sabe que está ahí / con máscara teotihuacana /
o cara de qué?

la encontré sin querer / la reconocí /
entonces levantó una garra afelpada / un espejo /
y me miró como si ella y yo
nos estuviéramos mirando a través de un telescopio /
recorrimos los puntos cardinales de su encuentro:
la orilla del Nilo / Tebas / Teotihuacán /
la Sierra de las Animas / el barrio donde vivo /
y tuve la impresión de estar volando encima del Ave Roc
junto a Simbad / el marino /

las mil y una noches brillaban en el cielo /
como una constelación de vanguardia /

pero no olvides / la Esfinge conoce
el magisterio del lenguaje / fue educada /
por Cantoras divinas / las Musas / hijas
del Firmamento Brillante y de la Memoria /
que le enseñaron la palabra:
su música / su poder / y su vuelo /

sus maestras le dijeron
lo que es / lo que será / lo que ha sido /
y las tres le enseñaron el Enigma:

esa pregunta compuesta de imágenes
a punto de metáfora /
de alegoría final /
y la respuesta exacta
con la que se jugaba a muerte /
la vida /
era cruel y ocurriría siempre /

—¿qué ser con sólo una voz, tiene a veces dos pies,
a veces tres, a veces cuatro, y es más débil
cuantos más pies tiene?

—¿cuál es el animal que tiene cuatro pies
por la mañana, dos al mediodía, y tres por la noche?

adivina adivinador / ¿cuál es el ave que pone mejor?

—Martín Pescador / ¿me dejará pasar? /
—pasará / pasará / pero el último quedará /
(así jugaba la niña cuando iba a la escuela) /

—¿brillará el sol / mañana?
—¿adónde iré? ¿adónde iré?

«—¿sólo así he de irme
como las flores que perecieron?»
«—¿nada quedará en mi nombre?»

—¿qué podía hacer yo?

—¿adónde iré? ¿adónde iré?

pasaron por allí viajeros / corredores de bolsa /
ejecutivos / turistas / camioneros / periodistas /
videístas / fotógrafos / cineastas / rockeros /
cantores / poetas /
y fueron interrogados en ese aeropuerto /
y todos perecieron / estrangulados /
y devorados /
por la monstruosa inquisidora /

cuando la encontré nuevamente / cerca de casa /
esperándome /
a la sombra verde oscura de los plátanos
de espesas hojas / en la vereda que llevaba
al «río grande como mar» /
y la reconocí /bella / atenta / astuta / feroz /
tuve miedo /
el miedo se me vino encima /
y me pregunté a mí misma: ¿adónde iré?
¿adónde iré?
y tuve más miedo / y pensé en alguien
que pudiera acompañarme en esas horas /

el sol se había oscurecido / y se veía
a la luna abrazada al cuerpo del sol como amantes /
papá! / mamá! / José Pedro! / Álvaro! / los llamé
a grandes gritos /

el eco me respondió como si mis palabras
hubieran rebotado en mis propios tímpanos /

«—¿acaso de verdad se vive en la tierra?»
«¿acaso son de verdad los hombres?»

«—¿dónde andabas, oh poeta?»
«—como esmeraldas y plumas finas llueven
las palabras»

¿acaso son palabras/ la única memoria
de la tierra?

¿puedes recordar
el alma de los hombres /
sin haber escuchado la caída penetrante
de esa lluvia / de esa llovizna transparente?

¿puedes recordar
el alma de los hombres /
sin haberte embebido de esa agua alimenticia /
casi inmemorial / de palabras proferidas
a lo largo de edades y culturas?

¿acaso una inesperada precipitación
apagará la brasa del Enigma?

¿es ésto lo único cierto en la vida?

«—eres festejado /divinas palabras hiciste» /
¡pero has muerto!

enero-febrero 1995 

 

Un comentario en “«La estranguladora», un poema de Amanda Berenguer”

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