Poesía y contemplación a propósito de «Meditación en Mazmúllar», de Melián de Órzola
Escribe | Julia Carrillo
Sombra Injerto Himno (Molinos del Maharōn, 2023) es el último libro publicado por Melián de Órzola, autor nacido en 1996 en la comarca más oriental de la provincia malagueña: La Axarquía. Sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano, ruso y portugués.
En esta nueva entrega, el poeta axárquico nos demuestra que está desarrollando una obra de una indudable coherencia y «de un estilo personalísimo». Aunque ya, en su anterior trabajo, Animal de mediodía (2022), se resuelve tornándose hacia una poética oscura; es ahora, en Sombra Injerto Himno, cuando realmente adquiere un innegable tono sombrío. Este volumen, sin duda, es un ejercicio de introspección y contemplación profunda.
Melián de Órzola sigue hollando en las sombras para ofrecernos un libro que se sustenta en imágenes totalmente inéditas, donde el autor despliega una poética decidida, no a descifrar lo cerril, si no a fundirse y confundirse con ello.
Sombra Injerto Himno contiene poemas imprescindibles como «Secreto de Heredia», «Razón de Alondra», «Proverbio de la Algarroba» o «Álamo blanco yo». Mención aparte merece el poema: «Meditación en Mazmúllar», que precede al que cierra el volumen y en el que nos vamos a centrar. El axárquico (1996) despliega, en su distintiva poesía, un lenguaje evocador y sugerente; además, todo esto, acentuado por la musicalidad y el ritmo de sus versos, contribuye a la emoción plena.
Como hasta ahora, su comarca, La Axarquía, adquiere un relieve importante. El título nos evidencia que el poema tiene lugar en un entorno específico llamado Mazmúllar y no sólo por el encabezado; este poema debe necesariamente tener una ubicación geográfica precisa. También porque se convierte en un elemento importante, para comprender el aire contemplativo que el conjunto de sus versos busca transmitir. Aunque para nosotros se trate tan sólo de un espacio simbólico, no debemos descartar las posibles vinculaciones (vital, memorial, sentimental,…) del autor con este paraje real.
«Meditación en Mazmúllar» comienza con una descripción de un paisaje montañoso: lomas, piedras y la permanente presencia de la naturaleza en su entorno. Mazmúllar es un cerro cerca del pueblo de Comares, donde se han descubierto vestigios importantes que ratifican la existencia de un poblado mozárabe que se asentó en aquel lugar. Será desde allí mismo, desde aquel mirador natural, desde donde deje brotar sus pensamientos.
La descripción del lugar como espacio de reflexión en el poema no es explícita ni detallada, como si el olvido hubiese hecho mella. Pero en realidad—y en palabras del poeta—: «El olvido no borra sus fronteras, las expande»; porque se irá desplazando al recuerdo, poco a poco, para dejar cada vez más espacio a la invención, al hallazgo, a la poesía.
El poema principia evocando una imagen de ese entorno agreste; donde el poeta iguala aquellos montes con unos sugerentes hombros desnudos. Melián expone la importancia del tiempo, a través de una serie de imágenes, y habla de él como una nube, como una sombra. Incluso llega a compararlo con un animal que en silencio nos come; como ya hizo Goya en La Quinta del Sordo en su cuadro «Saturno devorando a su hijo».
estas lomas torcaces hombros desnudos
donde pacen los días y roznan
piedras como chuscos
o tiempo nube tardía sombra
cachorro hambriento y mudo
A lo largo del poema, se hace notar de forma muy presente el aislamiento. Es necesario recordar que la meditación se hace en compañía de la soledad. Esta soledad se presenta, en el poema, como algo que nos deshace, como si ella misma y el paso del tiempo lo estuviesen carcomiendo por dentro.
los días tropiezan en tromba
tanto sucede tanto pronuncio
sólo a solas la soledad asola
y sin embargo aquí aún te intuyo
braciabierto encorvado ausente
mudo como viejos muslos
Melián, que hace uso de diferentes figuras retóricas a lo largo del poema, no olvida la aliteración: «solo a solas la soledad asola», en la cual el autor recrea la onomatopeya del silencio. Ese silencio que cuando estamos solos nos arrasa y nos abruma. El poema que inicialmente se había presentado con una rima asonante cambia de manera natural y delicada, casi sin darnos cuenta, a otra. Esto, sin duda, es un recurso que el poeta utiliza con frecuencia y que podemos ver en otros poemas como «Las usadas», donde pasa del verso blanco al rimado, o en «Proverbio de la Algarroba», donde vuelve a hacer uso de esta técnica y cambia la constante rima cuando va a concluir el poema. «Meditación en Mazmúllar» es un poema alirado en una versión propia con versos de doce, diez, ocho y seis sílabas, dispuestos libremente por el autor. La ausencia de cualquier tipo de signo de puntuación, interrogación y exclamación, aunque no es nada nuevo, otorga al poema un valor meditativo, de diálogo interior, y que hace que sea totalmente necesario en el mismo.
y sea la vida quien al tiempo reste
como la yerba última de las entrañas
nuestro dolor es dulce amanece
una alondra desollada
este corazón este
silencio que siempre me arrastra
En esta ristra de versos, el poeta se presenta desamparado. En este sentido, Mazmúllar se convierte en un espacio útil para que el hablante lírico pueda adentrarse en su interioridad y confrontar sus pensamientos. «Meditación en Mazmúllar» es una pieza lírica de profunda exploración, sin renunciar a un verso ágil, rebosante de lirismo y temblor emocional; un flujo continuo de pensamientos desnudos que nos emocionará en cada uno de sus 34 versos. Transcribo, aquí, su amargo final:
la almagra nocturna yende
y colma lazos de amapolas nada
el hueso florece
la muerte verdad extraña…
Sus libros no pecan de extensos: son precisos, justos, medidos. Sombra Injerto Himno nos deja unos poemas que se tornan a raíz en nuestro pecho. Melián sintetiza en sus versos la profundidad de la reflexión y traza una poética en la que el dolor y la memoria, el olvido y la oscuridad, conviven con rotunda permanencia. Logra, así, desmarcarse con este libro como un poeta extremadamente singular, una rara avis del panorama. Algo hay, entonces, en la poesía de Melián de Órzola que la hace inconfundible y necesaria.