«Los perros románticos», un poema de Roberto Bolaño
Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 28 de abril de 1953—Barcelona, 15 de julio de 2003) se ha convertido, tras su muerte, en uno de los escritores más influyentes de la lengua castellana, en ambas orillas del Atlántico. Las obras que más destacan de su carrera literaria son Los detectives salvajes, con la que ganó el Premio Herralde en 1998 y el Premio Rómulo Gallegos en 1999, y su novela póstuma 2666.
Sobre ningún otro escritor en nuestra lengua se ha escrito tanto como de Bolaño en las últimas dos décadas. Su voracidad lectora, su olfato de polemista, sus opiniones categóricas sobre todo lo concerniente a la literatura, las circunstancias en que plasmó su universo literario y la engañosa simpleza de su escritura debajo de la que se oculta la combinación del horror y la desmesura del arte con la ética del oficio y la ternura, erigieron una imagen totémica frente a una generación de jóvenes (y no tan jóvenes) que empezaron a leerlo en los primeros años de este siglo.
En su juventud, una vez que había migrado a Ciudad de México, lideró el Infrarrealismo junto a Mario Santiago («Papasquiaro»), uno de los últimos movimientos de vanguardia colectiva en Latinoamérica. De aquella primerísima etapa destaca la antología Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego (1979), en la que cartografió a la generación de poetas en México nacida de la furia contra la Matanza de Tlatelolco de 1968. Después, llegó su etapa europea en Barcelona, en la que nutrido por toda la literatura editada y traducida en España, desarrollaría una obra que conectaría su pasado en Chile y México con una literatura en continuo desplazamiento de ida y vuelta a todos los puntos cardinales del planeta.
Pese a que sus inicios fueron como poeta y a que siempre de autodefinió como tal, fue en la narrativa con la que alcanzó el estatus de mito, algo que apenas atisbó cuando le quedaba pocos años de vida y que enfrentó con mesura: «todos estamos escribiendo el mismo libro, al final de cuentas. Y ese mismo libro, al final de cuentas, es nada, con mayúsculas, o tal vez, con minúsculas», afirmó en una entrevista televisiva poco después de que su novela Los detectives salvajes (1998) había empezado a ser reconocida internacionalmente.
El poema «Los perros románticos» fue editado por primera vez en un libro del mismo nombre por la Fundación Social y Cultural Kutxa en 1994. Ese mismo año dicho poema en específico obtuvo el Premio Literario Ciudad de Irún. Después, Lumen reeditó el volumen completo del que formaba parte en 2000. No obstante, la versión de la que hemos extraído este texto es la de Acantilado en su colección Quaderns Crema de junio de 2010, aunque ya en 2006 había sido publicado por la misma casa editorial en otro formato. Cabe destacar que, también, el texto fue recogido en la recopilación poética del autor que llevaba por título La universidad desconocida (2007) en Anagrama, así como en Poesía reunida (2018) en Alfaguara. Se estima que «Los perros románticos», según lo que señala su viuda Carolina López en el epílogo a La universidad desconocida, fue escrito entre 1987 y 1994.
Los perros románticos
En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.
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