«El oficio de vestirse», un poema de María Mercedes Carranza
María Mercedes Carranza (Bogotá, 1945–ibídem, 2003) fue una poeta y periodista colombiana que al haber continuado el oficio que cultivó su padre, el diplomático Eduardo Carranza, debió soportar durante sus primeros años de formación literaria los ataques que emprendió la vanguardia de los Nadaístas contra lo que representaba la obra de su progenitor, situada en un pasado que ellos querían renovar para darle a la poesía colombiana un nuevo aire fundacional. Pese a eso, con el tiempo y el debilitamiento del grupo vanguardista, supo ganarse su propio espacio en el mundo cultural colombiano, con una voz poética coloquial e irónica que distaba tanto de su padre como de las innovaciones de los otros.
Durante su adolescencia vivió en España y Francia, etapa después de la cual volvió a establecerse en Colombia para estudiar Filosofía y letras en su ciudad natal. Posteriormente, desarrolló una destacada carrera periodística dirigiendo los suplementos literarios en los diarios como El Siglo de Bogotá, El Pueblo de Cali. Además de las revistas Nueva Frontera y Semana.
Entre 1986 y 2003, en el ámbito de la gestión cultural fue fundadora y directora de la Casa de la Poesía Silva, entidad de gran tradición bogotana, tanto por la difusión literaria a través de talleres y festivales poéticos como por funcionar como Museo, al ser la casa donde vivió los últimos años de su vida el iniciador de la poesía moderna colombiana, José Asunción Silva.
Paralelamente, apoyó la campaña a la presidencia del líder del Partido Liberal, Luis Carlos Galán, quien fue asesinado durante la misma. Carranza participó de esa etapa política de su país como militante del Movimiento Alianza Democrática M-19, por medio del cual accedió a un escaño en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.
Entre sus publicaciones de poesía se incluyen Vainas y otros poemas (1972), Tengo miedo (1983), Carranza por Carranza (1985), Hola, soledad (1987), Maneras del desamor (1993), De amor y desamor y otros poemas (1995), El canto de las moscas (2001) y el libro póstumo La Patria y otras ruinas (2004). En 1972 realizó la antología Nueva poesía colombiana y una década más tarde, la Antología de la poesía infantil colombiana (1982). Además, su obra fue motivo para numerosas recopilaciones desde mediados de la década del ochenta hasta su Poesía completa (2010).
Entre los temas que Carranza aborda con dúctil ironía en su poesía se pueden encontrar la agonía del amor, la crítica a la desigualdad social, la reinterpretación mordaz de los símbolos patrios y de la biografía de quienes fueron sus héroes, la violencia desmedida de una sociedad en descomposición y sobre todo espejea en sus páginas la imagen de la autora, que a medida que avanzan más la corroen sin necesidad de superfluas consideraciones.
Según Darío Jaramillo Agudelo, autor del prólogo del volumen que recoge su Poesía completa (2010): «su poesía no rehuye a la ironía, pero se nutre de una desgarradora, una insobornable, una irrenunciada fidelidad a su verdad. Con la poesía de María Mercedes Carranza lo mismo que con la persona, lo esencial siempre fue eso, una ética de la franqueza, el rechazo de todo disimulo, y no sólo ante los otros, sino también desollante franqueza frente a sí misma». Además, Jaramillo Agudelo sitúa la obra de Carranza en la tradición del José Asunción Silva inédito de Gotas amargas y de la antipoesía de Nicanor Parra, con rasgos que de a poco fueron independizándose, hasta el punto de darle «a su poesía una respiración propia, un tono muy personal».
Carranza se suicidó en Bogotá el 10 de julio de 2003, mientras preparaba su sexto volumen de poesía Los placeres verdaderos.
El poema «El oficio de vestirse» forma parte del libro Tengo miedo (1983), el cual está contenido en Poesía completa (2010), editado por la Biblioteca Sibila y la Fundación BBVA.
………………………….El oficio de vestirse
De repente,
cuando despierto en la mañana
me acuerdo de mí,
con sigilo abro los ojos
y procedo a vestirme.
Lo primero es colocarme mi gesto
de persona decente.
En seguida me pongo las buenas
costumbres, el amor
filial, el decoro, la moral,
la fidelidad conyugal:
para el final dejo los recuerdos.
Lavo con primor
mi cara de buena ciudadana
visto mi tan deteriorada esperanza,
me meto entre la boca las palabras,
cepillo la bondad
y me la pongo de sombrero
y en los ojos
esa mirada tan amable.
Entre el armario selecciono las ideas
que hoy me apetece lucir
y sin perder más tiempo
me las meto en la cabeza.
Finalmente
me calzo los zapatos
y echo a andar: entre paso y paso
tarareo esta canción que le canto
a mi hija:
«Si a tu ventana llega
el siglo veinte
trátalo con cariño
que es mi persona».
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