Ellos en el horizonte

Escribe| David Marroquí Newell


 

Ellos Kay Dick

Editorial: Automática Editorial (2023)
Nº de páginas: 134
ISBN: 978-84-15509-88-2
Autor: Kay Dick
Traductor: Enrique Maldonado Roldán
Idioma original: inglés


El mar azota su corriente sobre los acantilados. La luz se cuela sin pedir permiso por los leves resquicios que dejan las nubes. El oleaje, en su tarea de avance y retroceso intenta recoger los restos de la espuma que se le ha desprendido sin evitar que otra porción de ella se escurra entre los guijarros. Al fondo, sobre las verdes colinas, se salpican algunas casas cuyas vistas al mar son su mayor atractivo. Sobre la playa, sentados, Ellos, a la espera, siempre en atenta vigilia.

Hay que decir que siempre es un gusto echar un ojo al catálogo de Automática Editorial y voy a reconocer que tengo cierta predilección por las obras con las que trabajan. Gracias a ellos comencé a descubrir la literatura postyugoslava y de Europa del Este, literaturas en las que se han especializado. Por mis manos pasaron previamente Leica FormatLa caja negra, y tengo alguno más pendiente en mi estantería. Por eso, cuando me topé con ELLOS, quedé sorprendido. Kay Dick es un nombre que resalta en un catálogo en el que el inglés no es el idioma predominante. Me interesé por la obra y me puse manos y ojos a ella.

Lo primero que me llamó la atención fue el desconocimiento total de esta autora y de su bibliografía. Según la contraportada de ELLOS, la reputada revista The Paris Review escribe: «una obra maestra distópica olvidada»; al mismo tiempo veo que Margaret Atwood tiene también algunas palabras para el libro, calificándolo como «espeluznantemente profética». ELLOS fue publicada en 1977 y fue la penúltima obra de Kay Dick. Es extraño que en plena ebullición de la era de las distopías que acabamos de vivir —aunque aún no la quiero dar por muerta— se haya quedado tanto tiempo en el olvido una obra que ya databa de 1977 y sobre la que se podría haber trabajado para producir otras tantas en formato audiovisual. Me viene a la cabeza la serie de televisión Blak Mirror, la cual me ha venido a la cabeza varias veces leyendo las historias que Kay Dick propone en su obra. Mi curiosidad era plena.

Bajo la luz de primeros de septiembre, la casa de Karr tenía un aspecto espléndido. Era, de hecho, estupenda. Desde el tejado ofrecía una panorámica completa del mar.

Los nueve relatos que conforman ELLOS se enmarcan en la costa sur de Inglaterra, un paisaje rural idílico que combina colinas, bosque y costa. Este paisaje está compuesto de pequeños pueblos y aldeas en donde la gente vive sus singulares y tranquilas vidas. Todos los relatos transmiten esa sensación de aire fresco, en su mayoría desde las primeras frases, que suelen ser un deleite descriptivo en lo concerniente a los paisajes. Pero esta comunión del mundo rural con el lector se ve siempre turbada por la presencia de Ellos.

Fui yo quien los vio primero.
«Tal vez sea posible —había dicho Sandy— que nos pasen por alto. Ofrecemos pocos atractivos.»
Era demasiado tarde para dar media vuelta. Caminaba hacia ellos con el sol de frente. Había nueve en la playa. Sandy estaba pintando su barca tres espigones más allá. Ocho de ellos estaban tumbados sobre los guijarros. El noveno, acuclillado, miraba en dirección a Sandy.

Sabemos muy poco sobre Ellos. Realmente no sabemos nada y nada hay por saber. Ellos existen y actúan, en la mayoría de los casos, como sombras escurridizas, a espaldas, cuando nadie puede verles. Hay diversos Ellos. En cada relato actúan de manera diferente, pero siempre en la oscuridad. Ni siquiera queda claro si son una organización formal o no, pero siempre se mueven en grupos bien organizados para perpetrar sus oscuras acciones.

En el primer relato, «Peligro en el horizonte», encontramos a un grupo de artistas que se refugian en casa de uno de ellos, Karr. Cada uno cultiva su propia disciplina. Pronto se nos revela que grupos organizados están causando estragos en los museos y bibliotecas de Londres y de las grandes ciudades del país. La costa rural de Inglaterra, hasta el momento, no se está viendo afectada. Hay una calma tensa en el ambiente que al principio uno no termina de descifrar. Pronto se empiezan a mezclar escenas de calma y amistad con momentos de intranquilidad cuando uno de estos artistas, el narrador de la historia, teniendo su casa cerca de la de Karr, va descubriendo que cada cierto tiempo, y de manera más constante, van desapareciendo libros de su biblioteca. Se hace mención al atrevimiento que tienen estos Ellos, que cada vez van ocupando más terreno y van saqueando y destruyendo cualquier tipo de arte. Algunas de las escenas que se describen en los relatos tienen un profundo porte poético dentro de la propia narrativa.

Las gaviotas chillaban. La lluvia nos acribillaba la cara. Cuando subíamos la empinada pendiente hacia la verja de mi jardín, los vi salir de la casa. Habían dejado una estantería entera desprovista de libros. En el polvo de la madera Garth escribió el nombre de Mahler. Lo borré con la mano. Miré el mar.

Un relato similar es «Reducto de tranquilidad», en el que los propios artistas son perseguidos y sus talleres destruidos. Un pequeño grupo de amigos se refugian en la casa de campo de otro. Si quieren seguir trabajando en sus obras, debe ser en la clandestinidad y con el miedo instalado en el torrente sanguíneo. Ellos persiguen, hostigan y castigan. Es difícil estar a salvo y saber en quién confiar.

Diferentes son los Ellos del resto de relatos. En cada uno tienen diferentes características y motivaciones, pero en todos una finalidad concreta: socavar los cimientos democráticos de la sociedad e imponer un nuevo orden represor basado en el miedo. Y es que el miedo va a planear sobre todas las historias de esta obra; un miedo que se va a imponer de manera comunitaria, un miedo social, que hace que los miembros la comunidad lo adopten, lo interioricen y lo normalicen y de esta forma y con pasividad, se acepta esta situación de merma en derechos fundamentales.

En la segunda historia del libro, por ejemplo, Ellos llegan a la costa sur de Inglaterra en busca de unidades familiares; o más bien, a la caza de solteros. Aquellas personas que vivan con independencia, que no formen unidades familiares con otras personas, son amedrentados, amenazados y hasta agredidos si oponen resistencia. La resistencia, por supuesto, es un tema casi con entidad propia en los relatos, ya que a mayor resistencia, más grande es la represión. La pasividad se ve recompensada. Las sociedades en Ellos están completamente aletargadas y son sociedades sin alma.

—¿Y Sandy?
—Les hizo frente con violencia.
—¡Ay, Dios mío!
Le serví más café.
—Está en el hospital —prosiguió Berg —. Utilizaron el cristal de sus esculturas para los ojos. Siempre le dije que de nada serviría enfrentarse. —Berg estaba enojado —. Lo mejor es siempre desentenderse. Siempre atacan a los individuos si oponen resistencia.

En otros relatos, la movilidad de los habitantes está absolutamente controlada y limitada, pudiendo moverse entre pueblos tan sólo con pases o a ciertas horas o, en algún caso, no pudiéndolo hacer en absoluto. En uno de los más inquietantes, los sentimientos están completamente puestos bajo lupa social. La comunidad entera actúa como represora, como vigilantes de los Ellos y todo el mundo debe estar alegre y no mostrar ningún síntoma de debilidad emocional o alejamiento social.

Otro denominador común en la mayoría de los relatos es el miedo a la belleza y a la conciencia del artista. Los artistas tienen el poder de mover el alma de una sociedad, hacer sentir a la comunidad. Los Ellos de las historias temen a los artistas —protagonistas de la mayoría de las historias— los cuales son los principales opositores a esta situación. Los Ellos buscan una sociedad pasiva, sin alma, con la mínima o nula belleza, con un pensamiento único y meramente práctico y productivo. Los artistas son una lacra.

—¿Y mientras tanto?
—Mientras tanto seguimos adelante. Sus tácticas tienen una base sólida: el resentimiento que despertamos en la comunidad.
—¿Te refieres a la envidia? —pregunté.
—No, al miedo. Representamos un peligro. El inconformismo es una enfermedad. Somos posibles fuentes de contagio. Nos ofrecen oportunidad de… —Rick chasqueó ligeramente la lengua—. De integrarnos. El rechazo queda documentado como respuesta hostil.

No llega a quedar claro si realmente es el mismo mundo en todos los relatos, puesto que, como hemos comentado anteriormente, da la sensación de que los Ellos de cada una de las historias actúan de manera diferente y tienen fijaciones distintas y, puestos en perspectiva, las premisas de las que parten algunas historias son incompatibles con demás. Por ello, me resulta complicado valorar si es una obra profética, como afirma Margaret Atwood en la contracubierta del libro, puesto que habría muchos temas que tratar en ella, muchas aristas que se pueden analizar desde diferentes puntos de vista. Lo que sí queda claro es que tenemos unos Ellos que buscan encaminarnos a una sociedad parecida, restringir nuestras libertades, nuestros movimientos y controlar nuestros miedos. Realmente siempre han estado allí, sólo que les hemos ido ganando la partida poco a poco. La cuestión es no aletargarse, no ceder ese espacio ni lo que hemos conseguido con el esfuerzo de tantas generaciones. No dejar que Ellos nos dominen con la herramienta del miedo. Hacerles frente y resistir sería imperativo.

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