Fragmentos de «Toda palabra es una duda» dentro de una muestra de Patricia Iniesto

Patricia Iniesto (1977) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid y máster en El Mundo Clásico y su Proyección en la Cultura Occidental por la UNED. Actualmente ejerce como profesora de lengua castellana y literatura en un instituto de enseñanza secundaria de Madrid.

Sus poemas han aparecido en diversos medios, entre los que se encuentran Cuadernos del Matemático, Sapos y culebras, Vuela palabra, Vórtice y Altazor.

Ha obtenido premios poéticos como el Ciudad de Getafe y el Voces Nuevas. Es autora de tres poemarios: Cosmogonía de la luz y del invierno (Ediciones Oblicuas, 2021), Premio Internacional de poesía La Nunca; La forma del viento (Ediciones Vitruvio, 2022), Premio Internacional Covibar-Ciudad de Rivas y Toda palabra es una duda (Bajamar Editores, 2024).

A continuación en «El fuego de cada día» compartimos una muestra poética de los tres libros de Patricia Iniesto, en el que se recogen textos de sus dos primeros libros y algunos fragmentos del primer capítulo del tercero de ellos («La edad de los anfibios»).


Cosmogonía

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.                       «En las cuatro gavetas del archivero de madera
.                                                      guardo los nombres queridos,
.                                            la ropa de los fantasmas familiares,
.                                                                 las palabras que rondan
.                                                                  y mis pieles sucesivas».
.                                                                                   Jaime Sabines
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Yo guardo, en un cajón cualquiera,
todo lo que cojea en la memoria,
los finales destripados a destiempo,
las tiritas inútiles que siempre se despegan,
todo lo que se aprende en una tarde de agosto
que se saltó un hemisferio.
A veces abordo entusiasmada los viejos cuadernos
y sus cuadrículas heridas,
su orden asimétrico, las vocales roídas por el desuso,
el último calcetín desparejado.
Rebusco, finjo que vigilo, compruebo
que sobreviven a su sereno alboroto,
a sus huecos imprevistos, a toda la prosa
que acecha tras los centímetros cuadrados
en los que atesoro toda esa cosmogonía
secreta.
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De Cosmogonía de la luz y del invierno (2021)

Amnesia

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Como una silueta líquida alcanzo
la transparencia amarilla de la memoria
un océano con aspas de invierno
la agonía del pez hecho tierra.
Avanza el cuerpo que busca la herida
que no le pertenece
el sueño hecho mortaja
o el movimiento grotesco de los huesos.

Escarbo sombras, callejuelas remotas
de las que pendían los nombres ya perdidos,
formas antiguas desdibujadas
entre el hueco amargo de los espejos.

De la piel quebradiza de su imagen brotarán
como tallos amnésicos todos los pájaros olvidados.
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De Cosmogonía de la luz y del invierno (2021)

Distancia

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Sabes que la madrugada es un océano
de farolas turbias, que su silencio
es la herida que aún no ha dejado
de morderte cuando amanece.
Me explicas cómo la aritmética del tiempo
se deshace en la atmósfera,
cómo se oxidan en ella los restos de claridad,
la sombra carnosa que te hierve
entre los músculos cuando todavía
hay pájaros líquidos que cruzan el aire.
Algunos huecos poseen el espacio
que sigues ocupando y se arrastran
sin saber llegar a ningún nombre.
Y yo boqueo sobre la arena
como un náufrago de espuma,
con la garganta hecha ceniza
y los labios deformados por el sueño.
Cuando la espesura del día me toca,
sé que no podré metabolizar las raíces
a las que no alcanzo,
el vientre cóncavo del agua derramándose
sobre la deforme arquitectura de la luz.
Y me aferro a los huesos
que se extienden sobre el recuerdo
como una leyenda sin título,
como la reminiscencia perdida
de un fantasma al que damos vida
con las consonantes ebrias
de una voz ya desconocida.
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De Cosmogonía de la luz y del invierno (2021)

Fotografía

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Aún no sabes que lo que observas desde tu
paisaje de papel se encuentra al otro lado del
tiempo,
que todo lo mudará la edad ligera,
que menguarán los pronombres
como una luna de agua y brotarán alas rotas
de tu boca.
Desconoces que palparás las costuras
de la luz y querrás renunciar
a las llagas del viento o a los lobos
que te crecerán sin pausa entre los dedos
como el silencio de una habitación vacía
o como los nombres que aprenden a
enmudecer bajo la tierra.
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De La forma del viento (2022)

Infancia

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Perder el equilibrio,
descubrir la sangre en las rodillas,
la cavidad del tiempo
hirviendo sobre la piel
como el mordisco de un animal salvaje.
Y la herida como los ojos profundos de un pantano
la herida un grito de arena
la herida contra la rebeldía de los mapas
la herida un cerrojo abierto
la herida que cubre de pájaros el polvo
la herida alarido inventando las tardes
mientras la memoria cicatriza
el vientre furioso
de todos los laberintos ya hibernados.
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De La forma del viento (2022)

Luz

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La luz se dispersa a través del polvo
como una incisión que se quiebra en la
oscuridad,
como una línea oblicua que lacera el espacio
tamizando las sombras,
dando forma la transparencia,
a la quietud pedregosa que se agrieta
cada vez que nos roza.
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De La forma del viento (2022)

Fragmentos de «La edad de los anfibios» en Toda palabra es una duda

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Has desafiado el orden del mar
el inicio de los tiempos
el alarido primigenio.
Todo en calma, en silencio;
todo inmóvil, callado,
y vacía la extensión del cielo
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Aún no existe la palabra precisa
pero tu cuerpo ya expande sus raíces
sobre los sedimentos mudos,
nódulos primitivos
donde comienzas a nombrar
la claridad del mundo.
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Hace trescientos millones de años
algunos insectos eran capaces
de reflejar en sus alas
el idioma de la luz.
Aquellas gigantescas membranas
podían manipularla, jugar
con sus detalles y matices,
transformarla en un alfabeto que hendía,
prendido a las nervaduras del vuelo,
el pulso de los astros.
También tu mano fue libélula
y buscó el lenguaje
a través del trazo líquido de la infancia.
También tu mano guardó un día
como una telaraña
su propio abecedario entre los dedos.
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En la raíz húmeda del recuerdo
se oculta el primer poema.
Todo el peso de la vida fraguado
sobre unas pocas consonantes
balbuceo que hierve
como una lluvia de alfileres sobre la nuca
o mano que arrastra la tormenta no anunciada.
No lamentas la impaciencia del verbo
no callas su oscuridad
ni la osada quemadura del lexema.
Los peces temblaban ya entonces
como estrellas de barro entre tus labios.
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La palabra anfibio significa
ambas vidas.
También mi piel
conjuga distintos tiempos verbales
cuatrocientos millones de años de evolución
guardando en su memoria
pasado y presente
articulando como una telaraña de agua
su latido amniótico.
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Las ballenas azules se orientan a través del recuerdo.
Moléculas de agua y de memoria
que viajan desde la Antártida hasta el Trópico
perforadas por el aliento de un sol arrugado.
También yo conozco ese camino,
lo que ocupa una sombra que en mi lengua
se desarma como un puzle de sílabas inquietas.
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De Toda palabra es una duda (2024)

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