Traducciones del poeta italiano Maurizio Cucchi

Traduce | Esteban Nicotra


Maurizio Cucchi (Milán, 20 de septiembre de 1945), Licenciado en letras es consultor editorial, crítico literario, poeta y traductor, además de trabajar como publicista. Es uno de los poetas italianos más importantes del Secondo Novecento. En 1976 debuta en la literatura publicando Il disperso, encontrando una vía intermedia entre la neovanguardia y la poesía más social.  Es un conocedor de la literatura y filosofía francesa y entre sus traducciones se encuentran obras de Lamartine, Flaubert, Villiers de Isle-Adam, Prévert, Mallarmé, Malherbe, Balzac y Jean Renoir.

Desde 1989 hasta 1991, Maurizio Cucchi dirigió la revista mensual Poesia. Ha formado parte del comité de lectura de la Società di Poesia y del Almanacco dello Specchio. Ha colaborado en numerosas revistas y suplementos literarios de los principales diarios italianos y actualmente colabora en La Stampa y tiene a su cargo la sección «Scuola di poesia». Ha recibido los principales premios literarios italianos, en especial por su obra poética. Para la colección «I Meridiani», de la Editorial Mondadori, está traduciendo la obra narrativa de Stendhal, de la que ha sido publicado el primer volumen en 1996. Ha traducido, además, un libro de Fiabe lombarde y canciones del cantautor francés Georges Brassens.

Uno de los grandes temas de la poesía de Maurizio Cucchi es la muerte. Esto comienza a ser así muy pronto, marcado por la muerte de su padre, que él creyó accidental, pero fue voluntaria. Como el propio Esteban Nicotra nos habla en el prólogo de Por un segundo o un siglo (traducción de Per un secondo o un secolo), libro principal del que nos ha cedido sus traducciones (editado por la editorial argentina Editorial Brujas, en 2003), su poesía es la «poesía de un sobreviviente: indagación, reconstrucción casi policial, terca batalla contra el absurdo». Este duro golpe y esta ausencia paterna marcó desde muy pronto a Gucchi, de forma que impregnaría su literatura ya desde Il disperso, su opera prima, diciendo de ella el poeta y periodista italiano, Giovanni Giudici, que está escrita como si de un informe policial se tratara. El último viaje de Glenn (siendo su título original L´ultimo viaggio di Glenn) fue publicado en 1995 y ya aquí vemos de manera clara esta cuestión, siendo Glenn el sobrenombre que adquiere su padre en su poesía. En Por un segundo o un siglo, por ejemplo, vemos a un Maurizio Cucchi muy lírico, narrativo y autobiográfico; un libro que tiene tintes de poesía de viajes, nuevas geografías, y en donde podemos encontrar a un Cucchi tan irónico y mordaz como sensible.

Son poemas de estas dos obras de Maurizio Cucchi, Por un segundo o un siglo y El último viaje de Glenn —poema traducido aquí parcialmente— las que el poeta y traductor Esteban Nicotra ha tenido a bien compartir con nuestros lectores y lectoras, dando a conocer a un importante poeta italiano contemporáneo que, hasta ahora, ha pasado relativamente desapercibido entre los y las hispanohablantes.


[symple_toggle title=»La dimora era quasi… / La morada era casi…» state=»closed»]

[symple_tabgroup][symple_tab title=»La dimora era quasi…«]

La dimora era quasi
la cantina dei ciechi,
con molti allievi degli abissi. Flora,
biondina dolce come il falegname,
portava i lividi del musicista di ringhiera,
e c’era Osvaldo dal labbro leporino.
In un ritaglio di foto, Icio ha un sorriso
accennato, sapiente, e porta un gilerino
a strisce, fatto in casa. Ma poi,
nelle sue bretelle di lana, alla vista del sole
sul laghetto tra i giardini e lo zoo,
sembrava volare come un uccellino
estasiato tra la gente, felice della primavera
e dei fiori, agitando le braccia. Eppure
era selvatico e solitario, propenso
a rannicchiarsi già allora nel torpore;
preciso e millimetrico nel gioco,
ma atterrito dalla compagnia.
«Questo bambino è un inetto
e non ha fantasia»,
sentenziò un giorno qualcuno
amato sopra ogni cosa,
e lui pensò che era vero.

De Per un secondo o un secolo[/symple_tab]

[symple_tab title=»La morada era casi…«]

La morada era casi
la cantina de los ciegos,
con multitud de alumnos de los abismos. Flora,
rubiecita dulce como el carpintero,
lucía moretones del músico serenatero,
y estaba Osvaldo, el del labio leporino.
En un ángulo de foto, Icio sonríe,
es casi un guiño, lúcido, y viste un chalequito
a rayas, hecho en casa. Pero luego,
frente al sol, con sus tiradores de lana,
junto al laguito entre los jardines y el zoológico,
parecía volar como un pajarito
extasiado entre la gente, feliz por las flores
y la primavera, agitando los brazos.
Sin embargo, era arisco y solitario, propenso
a hundirse, ya entonces, en el sopor,
preciso y milimétrico en el juego,
pero miedoso de los demás.
«Este chico es un inepto
sin fantasía»,
sentenció alguien un día
más amado que nadie,
y él pensó que era verdad.

De Por un segundo o un siglo[/symple_tab][/symple_tabgroup][/symple_toggle]

[symple_toggle title=»Ho sempre pensato che la fine… / Siempre he pensado que el final…» state=»closed»]

[symple_tabgroup][symple_tab title=»Ho sempre pensato che la fine…«]

Ho sempre pensato che la fine
è più importante dell’inizio
ma se la fine si versa nell’inizio
vengo fuori rifatto.

De Per un secondo o un secolo[/symple_tab]

[symple_tab title=»Siempre he pensado que el final…«]

Siempre he pensado que el final
es más importante que el inicio
pero si el fin se vuelca en el inicio
renazco renovado.

De Por un segundo o un siglo[/symple_tab][/symple_tabgroup][/symple_toggle]

[symple_toggle title=»FMI / FMI» state=»closed»]

[symple_tabgroup][symple_tab title=»FMI«]

Sulla via pedonale latino americana
c’erano tanti bastoncini bianchi,
però Esteban mi apriva gli occhi.
A parte questi giri fitti
misti di ombre e lucciole
che mi attraversano il campo,
cos’è la cecità fluviale?
Cosa sarà la mano
invisibile, e l’economia
permeabile che sui banchi al mercato
porta organi freschi a mucchi
e baracche digitali?
A chi lo chiedo, mentre cammino,
cammino come sempre: a questi teneri
e selvaggi musicanti di strada?
Loro, la loro gloria senza nome,
l’hanno pagata cara.

De Per un secondo o un secolo[/symple_tab]

[symple_tab title=»_FMI_«]

Por la vía peatonal latinoamericana
abundaban los bastoncitos blancos,
pero Esteban me hacía abrir los ojos.
Más allá de estos giros densos,
mixtos de sombras y luciérnagas
que me atraviesan el campo
visual ¿qué es la ceguera fluvial?
¿Qué será la invisible mano
y la economía permeable
que sobre los bancos en el mercado
órganos frescos amontona en pilas
y sus villas miserias digitales?
¿A quién le pregunto, mientras camino,
camino como siempre: a estos salvajes
y tiernos músicos callejeros?
Ellos, a su gloria sin nombre,
la han pagado cara.

De Por un segundo o un siglo[/symple_tab][/symple_tabgroup][/symple_toggle]

[symple_toggle title=»Pullula, e di continuo rigermina… / Pulula, e incesantemente resurge…» state=»closed»]

[symple_tabgroup][symple_tab title=»Pullula, e di continuo rigermina…«]

Pullula, e di continuo rigermina,
scaturisce e affiora dalle porosità
infinitesimali,
dalle frattaglie e dai frustoli,
dal macinato ai globuli
ai villi e microvilli e soprattutto
si scatena lì, si incrocia
si imbeve e si sparge,
indecifrabile materia,
dalle caverne e dai succhi e genera
sentimenti e visioni,
sentori, panico, euforia, rigurgiti
e figure della mente,
protocollo cangiante dell’anima.

De Per un secondo o un secolo[/symple_tab]

[symple_tab title=»Pulula, e incesantemente resurge…«]

Pulula, e incesantemente resurge,
aflora y mana de porosidades
infinitesimales,
desde minucias y vísceras, desde el bolo
alimenticio hasta los glóbulos,
desde los vellos intestinales, sobre todo
allí se desencadena y se mezcla,
se embebe y se expande, materia
indescifrable,
desde los jugos y cavernas crea
visiones, sentimientos, impresiones,
pánico, euforia, regurgitaciones
y figuras de la mente,
protocolo cambiante del alma.

De Por un segundo o un siglo[/symple_tab][/symple_tabgroup][/symple_toggle]

[symple_toggle title=»L’ultimo viaggio di Glenn / El último viaje de Glenn» state=»closed»]

[symple_tabgroup][symple_tab title=»L’ultimo viaggio di Glenn«]

La prima immagine è il Lago di Garda,
scavata in bianco e nero fino all’Ortles.

Sarò solo un bambino,
ma mio padre vive in eterno.

Dopo la Jugoslavia, nel luglio ’41,
con firma fiorita
salutava la Magda.

*

La sera a casa,
ho capito che il fango era lo stesso,
già chiaro e secco sulle scarpe.
Nel folto, cercavo, chissà perché,
uno spiazzo. Seguivo un suono d’acqua.
La carta militare indica il confine,
il Monte Prato, località
Morti e l’Annunziata.
Forse da lì, nel pieno dell’amore,
forse già col bambino obbediente e selvatico,
le aveva fatto segno con la mano:
“Ecco, è la Svizzera.”
Poi le ha lasciato un pegno postumo,
tragico e delicato,
com’era lui.

*
Forse Bernasconi
era stato con lui telarista all’Olympia.
Un pranzo nel sole pacifico,
dolce attraverso i vetri.
A tavola c’era una brocca, o una saliera,
e lui, trasognato, toccandola,
gli aveva detto: “Ci fosse lei,
ama le cose fini”. E qui chinò la fronte
e rimase turbato.
Forse cercava in lui una speranza,
l’ultimo credito umano e materiale.

*

Del Cairo a Loreto
pochi passi abbracciati sul corso
e c’ero io nella pancia.
Erano incerti e si scambiavano sorrisi
più teneri che inquieti.
Il duce era già appeso,
ma verso piazza Argentina,
col chiasso e la folla in confusione,
gli disse: “Luigi,
torniamo a casa”.

*

Ero con lei vicino all’officina.
Nella vestaglia nera da lavoro,
andava piano, sull’altro marciapiede.
Si era chinato un po’,
Si era appoggiato al muro.
Voltandomi, dicevo: “Guarda, piange!”.
Lei mi ha scrollato, poi ha tirato dritto.
“E’ ubriaco”, mi ha detto.

*

A tavola
faceva gesti strani, assorto.
Faceva i conti nell’aria.
Forse per questo il giornale ha parlato
di cagionevole salute.
Ho pensato al disordine, alle multe,
alla marmitte Innocenti
a un anno dal miracolo.
Li sentiva venire da tutte le parti,
Vide la sua firma saltellare
E cercò di acchiapparla.

*

C’era un bel sole quel mattino di maggio.
Glenn se ne andava in moto dalla periferia,
la 6,35 in una tasca del vestito beige.
Vide l’amico nella casa al confine
e mangiò alla sua tavola
tranquilamente.
Tina era sempre golosa,
ecco perché il cercatore di funghi
che attraversava il bosco,
gli trovò addosso, trentasei ore dopo,
la tavoletta di cioccolato.

*

Glenn, come lo chiamavo nella mia mente io,
o com’è più dolce e semplice,
com’è più vero:
Luigi.
Resti per me una crepa d’affetto
o un lampo intermittente nel cervello.
E anche tu, che non l’hai mai visto,
lo ami.
Tu che hai taciuto, e oggi non taci più,
hai la memoria smangiata come la tua macula:
cerchi e non trovi più
nemmeno la sua voce.

*

Lui se ne andò gettandoci
nell’improvviso smarrimento.
In un sacchetto della polizia,
ecco gli assegni, il pettine,
la benda per il polso…

Ciao, dico adesso senza più tremare.
Io ti ho salvato, ascoltami.
Ti lascio il meglio del mio cuore
e con il bacio della gratitudine
questa serenità commossa.

Del libro de Maurizio Cucchi “Poesie 1965-2000”, Mondadori, Milano, 2001.[/symple_tab]

[symple_tab title=»El último viaje de Glenn«] La primera imagen es el largo de Garda,
recobrada en blanco y negro hasta Ortles.
Sólo seré un niño,
pero mi padre vive en lo eterno.
Después de Yugoslavia, en julio del ’41,
con adornada firma
saludaba a Magda.
*
Por la noche, en casa,
comprendí que el fango era el mismo,
ya claro y seco en los zapatos.
En la espesura, buscaba, no sé por qué,
un espacio ralo. Seguía un rumor de agua.
El mapa militar indica el confín,
Monte Prato, localidad
“Morti e l’Annunziata”.
Quizás desde allí, de novios,
o tal vez ya con el niño obediente e inquieto,
le había indicado con la mano:
“Mira, es Suiza”.
Después le dejó un testimonio póstumo,
trágico y delicado
como era él.
*
Quizás Bernasconi
había sido mecánico con él en la Olympia.
Un almuerzo al sol, sereno,
suave a través de los vidrios.
En la mesa había una artesa, o un salero,
y él, absorto, tocándolo,
le había dicho: “Si ella estuviera aquí,
ama las cosas finas”. Inclinó la frente
y se quedó turbado.
Quizás buscaba en él una esperanza
el último crédito humano y material.
*
Del Cairo a Loreto
unos pocos pasos abrazados por la calle
y yo iba en el vientre.
Inciertos se intercambiaban sonrisas
más tiernas que inquietas.
El Duce ya estaba colgado,
pero ya cerca de plaza Argentina,
ante el ruido y la confusión de la gente,
le dijo: “Luigi,
volvamos a casa”.
*
Cerca del taller yo iba junto a ella.
Él con su ropa negra de trabajo,
caminaba lento, por la otra vereda.
Se había inclinado un poco,
apoyándose en el muro.
Me di vuelta y dije: “¡Mirá, llora!”
Ella me zamarreó y siguió derecho.
“Está borracho”, me dijo.
*
En la mesa
hacía extraños gestos, abstraído.
Sacaba cuentas en el aire.
Quizás por esto el diario mencionó
“de salud inestable”.
He estado pensando en las multas, en el desorden,
en los tubos de escape Innocenti
a sólo un año del milagro.
*
Brillaba el sol esa mañana de mayo.
Glenn iba en moto por la periferia,
La 6,35 en un bolsillo del saco beige.
Encontró al amigo en la casa del confín
y comió en su mesa
tranquilamente.
Tina era siempre golosa,
por eso el buscador de hongos
que atravesaba el bosque
le halló encima,
treinta y seis horas después,
la tablita de chocolate.
*
Glenn, como yo lo llamaba en mi mente,
o como es más tierno y sencillo,
más verdadero:
Luigi.
Seguirás siendo una grieta de afecto
o un refucilo intermitente en el cerebro.
Y también tú, que nunca lo has visto
lo amas.
Tú que has callado, y hoy no callas más,
tienes la memoria corroída como tu mácula:
buscas y ya no encuentras
ni siquiera su voz.
*
Él se fue dejándonos
en una inesperada angustia.
En una bolsita de la policía,
estaban los cheques, el peine,
la venda para la muñeca…
Adiós, digo ahora sin temblar.
Yo te he salvado, escúchame.
Te dejo lo mejor de mi corazón
y con el beso de mi gratitud
esta conmovida serenidad.

Del libro de Maurizio Cucchi “Poesie 1965-2000”, Mondadori, Milano, 2001. [/symple_tab][/symple_tabgroup][/symple_toggle]

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