«Stopping by Woods on a Snowy Evening» y cuatro poemas traducidos de Robert Frost

Traduce | José Manuel Romero


Robert Frost

El poeta estadounidense Robert Frost.

 

La biografía de Robert Frost, el poeta de Nueva Inglaterra, comienza en San Francisco el año 1874. No es hasta una década después, cuando, tras la muerte por tuberculosis de su padre (un periodista descendiente de un devoniense americanizado, curiosamente, en la New Hampshire del siglo XVII) se muda junto a su hermana y su madre a Lawrence, Massachusetts, donde viven sus abuelos paternos y en cuyos aledaños la madre ejerce de profesora. Comparte con su futura esposa Elinor una graduación con honores en el Lawrence High School en 1892. A pesar de su ambición académica, la opinión de sus abuelos acerca de Harvard («too much free-thinking and free-drinking») le resigna a la Universidad de Dartmouth, que abandona antes de un año. En el 95 contrae matrimonio con Elinor, un año después de su primera publicación profesional: el poema «My Butterfly: An Elegy», que vería la luz en The Independent. En 1897, a sus relativamente avanzados 23 años, obtiene permiso especial para matricularse en Harvard, pero nuevamente abandona los estudios universitarios después de tres semestres.

Los primeros años del siglo XX, desaparecidos su madre y sus abuelos, descubren al matrimonio criando aves de corral en una granja cerca de Derby, New Hampshire, ciudad en la que además Frost enseña durante un tiempo en la Pinkerton Academy. Aunque es en este tiempo cuando afina su personalidad poética, su producción no encuentra hueco en las revistas estadounidenses. Desalentado por esta circunstancia, el 1912 vende la granja, que había pasado a ser de su propiedad el año anterior, y marcha a Londres con su esposa, seis hijos e hijas, cerca de 40 años a sus espaldas y la esperanza de encontrar el beneplácito de los editores y lectores ingleses. Sus expectativas se cumplen con creces, y en menos de un año y con la ayuda de su compatriota exiliado Ezra Pound publica A Boy’s Will (1913), su primera colección de poesía. Un año más tardes le sucede North of Boston (1914). El trasiego de estadounidenses de un lado a otro del océano ayuda a poner su nombre de vuelta en América y la consagración se cumple. La Primera Guerra Mundial devuelve al poeta a su patria en 1915, no solo en espíritu esta vez. Allí se ha editado ya North of Boston y se prepara la edición de A Boy’s Will. El mismo año compra una granja en Franconia, New Hampshire, donde compagina sus labores de granjero con la poesía y la enseñanza en las universidades de Amherst y de Michigan hasta 1938, año en que fallece su esposa. En este período se suceden las colecciones Mountain Interval (1916), New Hampshire (1923), West-Running Brook (1928) y A Further Range (1936).

Comienza para el poeta un nuevo ciclo biográfico: ejerce de poeta en residencia sucesivamente en Harvard, Dartmouth y Amherst; se convierte en consultor de poesía de la Biblioteca del Congreso entre 1958 y 1959 y hasta pone un tímido pie en la esfera política leyendo el primer poema inaugural en la investidura de Kennedy y viajando a Rusia en 1962 para negociar con el potentado soviético Nikita Jrushchov. Todo esto mientras sigue creciendo su producción poética. En 1963, con cuatro premios Pulitzer y dos hijas vivas, nos abandona el poeta en un hospital de Boston a los 88 años.

La poesía de Robert Frost es subversivamente tradicional en los Estados Unidos de la época, tanto a efectos métricos como en materia temática. Resulta particular su obstinación en metros de corte clásico, y su canto a la naturaleza, sumado a la tematización del confrontamiento (con balances más o menos felices) entre esta y el hombre, puede rastrear antecedentes en la poesía de otros estadounidenses egregios como Emerson o Whitman. No obstante, en el caso particular de Frost, existe una ambivalencia en la concepción particular de su identidad: bajo la apariencia benigna de los elementos naturales anida una fuerza descontrolada y oscura, un aliento trágico y hasta salvaje. Esto inviste a sus poemas de un optimismo que se descubre superficial a poco que se arañe su corteza. No es ilógico, en cualquier caso, de un poeta con una biografía marcada por la muerte y al que, por otro lado, el biógrafo Jay Parini describió como «a loner who liked company; a poet of isolation who sought a mass audience; a rebel who sought to fit in».

La muestra que presento a continuación, entresacada de las primeras décadas de producción del poeta, ejemplifica fielmente esta tentativa suya (siempre en su lenguaje franco, espontáneo) de agazapar, bajo un paisaje de aparente bondad telúrica, la tragedia esencial del hombre en medio de los elementos.


A Patch of Old Snow / Un rodal de nieve antigua

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There’s a patch of old snow in a corner
That I should have guessed
Was a blow-away paper the rain
Had brought to rest.

It is speckled with grime as if
Small print overspread it,
The news of a day I’ve forgotten—
If I ever read it.
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De Mountain Interval (1916)

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Hay un rodal de nieve antigua
que, debería haber adivinado,
era un periódico arrastrado que la lluvia
había detenido.

Está manchado por la mugre como
si pequeños caracteres lo cubrieran,
las noticias de un día que he olvidado
(si es que las leí).
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Stopping by Woods on a Snowy Evening / Parando junto al bosque en una noche de nieve

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Whose woods these are I think I know.
His house is in the village though;
He will not see me stopping here
To watch his woods fill up with snow.

My little horse must think it queer
To stop without a farmhouse near
Between the woods and frozen lake
The darkest evening of the year.

He gives his harness bells a shake
To ask if there is some mistake.
The only other sound’s the sweep
Of easy wind and downy flake.

The woods are lovely, dark and deep.
But I have promises to keep,
And miles to go before I sleep,
And miles to go before I sleep.
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De New Hampshire (1923)

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De quién son estos bosques creo que sé.
Su casa está en el pueblo, sin embargo;
no me verá observando aquí parado
sus bosques inundados por la nieve.

Mi caballito ha de pensar que es raro
detenernos sin una granja cerca
entre el bosque y el lago congelado
la noche más oscura en todo el año.

Sacude los cencerros del arnés
preguntando si hay algún error.
No hay otro ruido más que el del revuelo
del suave viento y los plumosos copos.

el bosque es tan hermoso, oscuro y hondo,
pero tengo promesas que cumplir,
y camino por delante que seguir,
y camino por delante que seguir.
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Dust of Snow / Polvo de nieve

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The way a crow
Shook down on me
The dust of snow
From a hemlock tree

Has given my heart
A change of mood
And saved some part
Of a day I had rued.
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De New Hampshire (1923)

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la manera en que un cuervo
sacudió sobre mí
el polvo de nieve
de un árbol de cicuta

ha cambiado el humor
de mi corazón
y salvado en parte
un día lamentable.
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Fire and Ice / Fuego y hielo

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Some say the world will end in fire,
Some say in ice.
From what I’ve tasted of desire
I hold with those who favor fire.
But if it had to perish twice,
I think I know enough of hate
To know that for destruction ice
Is also great
And would suffice.
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De New Hampshire (1923)
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Algunos dicen que el mundo acabará con fuego,
algunos que con hielo.
Por mi experiencia del deseo
estoy con los que abogan por el fuego.
Pero si hubiera de morir dos veces,
yo sé lo suficiente sobre el odio
como para decir que en cuanto a destrucción el hielo
también funciona
y bastaría.
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Acquainted with the Night / Familiarizado con la noche

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I have been one acquainted with the night.
I have walked out in rain—and back in rain.
I have outwalked the furthest city light.

I have looked down the saddest city lane.
have passed by the watchman on his beat
And dropped my eyes, unwilling to explain.

I have stood still and stopped the sound of feet
When far away an interrupted cry
Came over houses from another street,

But not to call me back or say good-bye;
And further still at an unearthly height,
One luminary clock against the sky

Proclaimed the time was neither wrong nor right.
I have been one acquainted with the night.
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De West-Running Brook (1928)

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He estado familiarizado con la noche
He salido a caminar bajo la lluvia (y vuelto bajo la lluvia).
He sobrepasado la más lejana luz de la ciudad.

He contemplado el más triste callejón.
Me he cruzado con el vigilante en su patrulla
y evitado su mirada, sin ganas de explicarme.

He detenido, inmóvil, el ruido de mis pasos
cuando desde lejos un llanto interrumpido
llegaba de las casas de otra calle,

pero no para llamarme o despedirse;
y más lejos todavía desde una altura incalculable,
la luminaria de un reloj clavado al cielo

Proclamaba que la hora no era justa ni incorrecta.
He estado familiarizado con la noche.
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