Rodrigo Sancho (ganador con su obra: Vaho)
Rodrigo Sancho Ferrer nace en Canals, Valencia, en 1982. Es arquitecto por la Universidad Politécnica de Madrid y compagina la práctica del oficio con distintos proyectos creativos: musicales —Paracaídas, Dol, Hestiu Ròïn— y literarios, en el que destaca la editorial doméstica Ochoacostado.
Es en Ochoacostado donde ha editado diversos poemarios y volúmenes de relatos, entre los que destaca Los paisajes, finalista del Premio Adonáis 2013 y que mereció una elogiosa reseña en el blog Rima Interna de El Cultural de El Mundo:
Escribir poemas de esos que se guardan en la memoria, o que la arañan, o que la destrozan, pero que tienen algún efecto sobre ella
Martín López Vega sobre Los paisajes
Obtuvo asimismo el Premio Bárbara-Ansón de Narrativa Breve en 2004, el Premio de Relato Villa de Iniesta en 2014 y distintos galardones en los certámenes poéticos de los Colegios Mayores de Madrid. Colabora en la colección poética ¡ARRE! de Arrebato Libros y en el proyecto poético-audiovisual Los Bárbaros, del colectivo Vermut. En el blog Mnemosynes traza una infinita Enciclopedia Accidental vinculada a la editorial Ochoacostado.
Rodrigo Sancho modula el lenguaje por territorios osados y orgullosos como un lúcido paseante. Nítidas imágenes topográficas heridas con una luz apelmazada de maravilla —inquietante, sosegada— y una nostalgia que rastrea luces confluyen en su poesía y nos hace aventurarnos al anticipar el mapa de abrigo —extraordinario y a la vez amigo— que propone Vaho.
Rodrigo Sancho ha resultado ganador del último Premio Adonáis de Poesía (2015). A continuación publicamos dos poemas del autor, el primero de ellos perteneciente al libro ganador del prestigioso certamen (Vaho), todavía inédito, y el segundo incluido en su poemario Paisajes:
Almerías
Está bien en días como este
sentirse en ese como caminar por los bajíos
constelados de moluscos translúcidos
y recordar las imponentes cárcavas
y los ecos multiplicados
que, apenas inaudibles,
son como pequeñas almas para las palabras.
Tener esa pulsión de lo imperfecto
y de la tristeza,
percibir en la desolación
el efecto de un refugio
En la ventanilla, tu ojo recorre el paisaje
como el dedo que avanza sobre un mapa.
Late poco e imperceptible
la huella dactilar de la memoria,
pero haciendo
lo que la lluvia le hace a los desiertos.
Paisajes con caballos ardiendo
Contemplo la bucólica escena del prado.
Un anillo de grandes álamos
y la rala extensión de hierba verde.
Los ranúnculos,
las campanillas,
Los dormilones.
A lo lejos la figura de tres caballos,
que parecen alimentarse con delicadeza.
Sus crines están en llamas.
Tres hilos de humo negro se elevan hacia el cielo,
contrapunto perfecto a la horizontalidad del paisaje.
Miraré extasiado todo ese tiempo.
El que tarden en arder los animales.