Reseña: En mi pradera, de Frédéric Boyer
Escribe| José Manuel Romero Santos
Editorial: Sexto piso (2015)
Nº de páginas: 120
ISBN: 9788416358038
Traducción de Ernesto Kavi
«¿Acaso la palabra pradera existe cuado deseo y lloro
diciendo las cosas que deseo?
¿O acaso en la palabra pradera desaparece todo lo que
creía cercano para siempre?»
Más consideraciones en torno a la palabra:
El subtítulo de En mi pradera (Dans ma prairie) es Western, y es esta palabra la que pone en su contexto todo el poemario de Frédéric Boyer.
Otra de las palabras clave en esta obra es «nostalgia”; nostalgia de un pasado conocido solo a través del cine, de la literatura, acaso del boca a boca, pero no por ello menos real que el vivido, el de la infancia, por ejemplo, caldo de cultivo para la imaginación, donde los límites entre la ficción y la realidad son difusos.
«Y llamé a mi pradera Y llamé a mi pradera antes de
que fuesen las visiones antes de que fuesen las nubes
antes de que fuese la tristeza humana.»
El salvaje oeste es el locus amoenus de la infancia de Boyer (y del Boyer adulto, sin duda). Su pradera, donde no existe todavía la melancolía de ser un hombre; donde uno puede ser un ladrón de caballos, un cazador de recompensas, un pionero sin destino ni valores, una india y una maga…
El libro de Boyer es un libro de sentimientos opuestos: es feliz en el recuerdo de aquella felicidad absoluta, pero también doloroso, en la medida en que conocemos ya el final de la historia (ese final que compartimos todos nosotros: saber que existe la desdicha).
Desde un punto de vista formal, el libro está compuesto de 11 secciones, cada una fabricada con un tejido concreto, una urdimbre cuyos hilos son difíciles de descifrar, pero que nos deja en su conjunto un regusto característico y sin fisuras.
En cualquier caso, explicar el poemario de Boyer no es tarea fácil (tampoco es nuestra intención hacerlo). En sus páginas se nos presenta una escrupulosa ontología, el Génesis del universo que cabe en una extensión de hierba, pero también un viaje al país de Nunca Jamás particular del escritor francés. Hay violencia, hay amor: en su pradera hay «arbustos de azaleas», pero «hay también espíritus».
Solo podemos concluir que la pradera de Boyer puede ser muchas cosas: es el universo, lo es todo y nada, el Devenir, una distancia infinita en busca de fronteras, invierno y primavera, soledad y compañía; pero una cosa es segura, En mi pradera es un grito a ese vacío inacabable que es el universo; un grito sin respuesta; un grito que dice:
«Permitidme os lo suplico volver a mi pradera
Permitidme os lo suplico volver a mi pradera
Permitidme os lo suplico volver a mi pradera»