Notas a «Los bárbaros», de Jacques Abeille

Escribe| José Manuel Romero Santos

los-b%e2%80%a0rbaros-1Editorial: Sexto Piso (2015)
Nº de páginas: 560
ISBN: 9788416358137
Idioma original: francés

Le Cycle des contrées es como se conoce a la saga literaria a la que pertenece la novela Los bárbaros. Dicha saga es obra del escritor francés Jacques Abeille[1], un profesor de 74 años de Lyon que mandó a la imprenta su primer volumen en 1982. Este primer libro, con el nombre de Los jardines estatuarios, fue publicado por Sexto Piso en 2014. Lo extraño de este asunto es que Los bárbaros es el segundo libro de la saga publicado en España y, sin embargo, consituye el quinto volumen de la saga original… Mejor dicho, la quinta novela. Me explico: Le Cycle des contrées está compuesta por ocho novelas, dos novelas cortas y dos libros ilustrados (Wikipedia dixit). Por si esto no fuera suficiente, dos de las ocho novelas se situan à la périphérie de la saga, es decir, que a efectos prácticos no se les puede poner, como a las otras, un numeral romano delante del título[2].

Voy a ser muy especulativo. Tal vez especulativo hasta la osadía: no sé demasiado acerca de Jacques Abeille ni de Le Cycle des Contrées, pero he leído Los jardines estatuarios y Los bárbaros. Voy a afirmar que la saga de Abeille no sigue un patrón de sucesión cronológica. Voy a afirmar que lo que define Le Cycle des Contrées como saga es el marco en que se desarrollan las historias de cada volumen. Cuando utilizo la palabra «marco» me refiero tanto a un contexto geográfico (un mundo ideado por Abeille en el que destacan enitdades y lugares como el Imperio de Térrebre, las estepas o los jardines estatuarios), como temporal (un lapso de, especulo, unos cincuenta años como máximo), como social, cultural, político, etc. Voy a afirmar, por último y en consecuencia, que los libros de la saga pueden leerse en el orden que se prefiera.

Ahora se entiende que Sexto Piso haya decidido publicar Los bárbaros en lugar de Le Veilleur du Jour[3], segundo volumen de la saga y siguiente paso lógico a Los jardines estatuarios. Se entiende porque Los bárbaros sirve perfectamente de continuación directa a Los jardines, en tanto que ambos volúmenes comparten personajes, territorios y acontecimientos.

Puedo afirmar sin género de duda que Los bárbaros es superior a Los jardines estatuarios. Puedo confesar ahora, además, que Los jardines me dejó algo indiferente. Sin embargo, después de leer el libro objeto de esta crítica, aquella lectura cobra sentido. Cobra sentido porque entre ambos libros se produce un desplazamiento en las categorías de los personajes: el viajero, en un principio protagonista de su propia historia, es ahora el personaje que existe por alusiones, à la périphérie. El príncipe de las estepas, al que con tanto ahínco busco en otro tiempo el viajero es ahora, despojado de casi toda su majestad, un hombre de signos, un alucinado que va en busca (invirtiendo los roles) del viajero. El destino de los jardines, prometido en el libro primero, ahora se ha cumplido. Resulta francamente descorazonador ser testigo de ambos extremos de su historia, pero no diré más. Aquellos bárbaros descritos en el primer volumen son ahora (sabemos ahora que han sido siempre) hombres y mujeres de una nobleza y una humildad desbordantes, complejos, tal vez incomprensibles desde el exterior de su íntimo y a la vez hospitalario círculo. En definitiva, las fisuras que horadaban Los jardines son colmadas ahora por Los bárbaros.

Dos particularidades persiste en este volumen, sin embargo:

1) El protagonista, ahora «el profesor» es, como el viajero, un compilador, un enciclopedista, atesorador, acaparador de información que registra un mundo desconocido para él, un mundo que cambia con la mirada del hombre de letras y que, como el abismo, le devuelve su mirada transformadora[4].

2) El estilo ampuloso, barroco, en ocasiones desesperantemente afectado de Jacques Abeille. Da la sensación de que todos los narradores de Abeille están afectados por un grave trastorno que les impide hacer una descripción utilizando menos de diez adjetivos distintos, sobre todo cuando esta descripción se hace en el marco de una de sus numerosas y excesivas «autoexploraciones» de la psique.

Esto último es una hipérbole: Jacques Abeille escribe muy bien. Su estilo florido, sin embargo, resulta anacrónico (lo cual no es, por otra parte, automáticamente negativo). Sus textos están llenos de pasajes hermosísimos[5] desde un punto de vista lingüístico y, verdaderamente, me gustaría dominar el francés solo para poder leer el original de Abeille. No solo para determinar el alcance de su poesía, sino también para admirar con mayor rigor la precisión del universo ideado por su mente y su épica de las pequeñas cosas, de los pequeños hombres que consiguen cambiar el mundo, aunque solo sea para sí mismos.


[1] Por alguna razón, en todas las fotos de Abeille que he encontrado parece estar profundamente deprimido.

[2] Por si sirve de ayuda, he aquí un pequeño esquema:

esquema

[3] Que viene a ser algo así como El sereno de día o El sereno diurno.

[4] Voy a hacer una especulación de última hora: tanto el viajero como el profesor son trasuntos del propio Jacques Abeille.

[5] Y yo nunca uso la palabra «hermosísimo».

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