Palabra insurrecta desde la escucha activa
Escribe | Víktor Gómez
Editorial: La Garúa (2021)
Nº de páginas: 128 páginas
ISBN: 978-84-122104-0-4
Autor: David Eloy Rodríguez
Idioma original: Castellano
El poeta y artivista cultural extremeño David Eloy Rodríguez, afincado en Sevilla desde 1996, nos propone en este nuevo libro, Cámara de resonancia (2021), la oportunidad de revisar los mapas de la realidad, las funciones del poema, los conflictos cotidianos de la ciudadanía y la defensa del deseo de libertad bajo justicia y amorosas complicidades. Así, advierte en un momento dado:
«En cuestiones de estilo,
precisión, ajuste,
nos jugamos mucho».
Encuentro sabias y sanadoras las palabras de Cámara de resonancia de David Eloy Rodríguez. Aúnan los cuatro acuerdos toltecas: «Sé impecable con tus palabras, no te tomes nada personalmente, no hagas suposiciones y da siempre lo mejor de ti mismo».
Nos hallamos ante la voz escrutadora y muy atenta que aprendió a discernir, voz de un «corazón pensante» cuyas metamorfosis en los talleres de la vida y la palabra itinerante devienen en amor, humor, extralucidez y resistencia a la violencia sistémica.
«Nadie sabe hasta dónde llega
el poder del bien».
Leamos en voz alta estos poemas, que su sonoridad nos sobrevuele y recorra la estancia, el aire, lo común y lo íntimo. Leamos los poemas, que resuenen. Escucharlos como mantras, chascarrillos, adagios, soleás o humoradas más o menos ácidas, palabras íntimas de un amigo, un compañero en el viaje sorprendente de la vida que ayuda a reconfigurar los vínculos, desde una mirada consciente de las artimañas del realismo y la normalidad impuestos por los sátrapas y las multinacionales.
«Las pesquisas mejoran el método de la ordalía, pero en
.definitiva,
suele suceder que liberan al culpable y ejecutan al inocente».
En otro poema dice: «Cada gesto construye un nuevo paisaje». Hay gozo, asombro, alegría y también decepciones y sátiras entre los versos irónicos o aforísticos, cuya erótica es la compasión sin dioses, la esperanza del escéptico, la amistad del insólito amante de los árboles, el mar, los bares, las asambleas, la revuelta de los que no tienen nada que perder que no se lo estén robando ya, día tras día.
«La esperanza: hay peores maneras
de equivocarse.
Hay demasiadas interferencias.
Se hace lo que se puede».
Cámara de resonancia es una invitación a la acción. Acción concebida como la suma armoniosa de teoría y praxis.
«Se lee, se escucha y se escribe poesía
para emprender un viaje verdadero».
A mi modo de ver y sentirme en comunión pagana y horizontal con esta poética de la escucha y la acción, tres son los ejes que la configuran: la palabra intensificada, bella, precisa y veraz, la música sin amo (¿o debiera precisar «las músicas» de un nosotros y un vosotros fuente de hospitalidad desde la diferencia y singularidad de las personas y los pueblos?) y la lentitud como escucha activa. Poesía, música, lentitud: claves que son consustanciales en los procesos creativos del autor desde Miedo de ser escarcha (2000) o Desordenes (2014) hasta Los animales heridos (2019) o este libro.
«Todo es posible si se piensa despacio».
«Lentamente vamos aprendiendo
el código de la resurrección».
Esa lentitud que a más, responde a su modo de estar en la vida tanto como en la escritura, y que no nos puede dejar de interpelar. Esa lentitud es contraria a las políticas productivas de un sistema hiperveloz, ultraexigente, esclavista y adoctrinador, en el que los individuos son parte de la maquinaria que sostiene la estructura vertical de la sociedad, fuente insana de una «Turbiedad» alienante:
«Todo el mundo trabaja por encima de sus posibilidades:
cuestión de fe.
Unos señores, en los despachos de sus alturas, deciden qué
es lo que los niños deben saber y repetir».
Así surge esta Cámara de resonancia, para mejor ver/tocar el dañado mundo, de tantos mundos posibles ahíto y lleno de tantas frustraciones y desequilibrios, mundo zarandeándose, zarandeándonos, en el que la poesía se alza y revuelve en un motín pacífico que quiere ser voz, abrazo, deseo, resplandor, esperanza, alegría, canción de alquimia, salud de los vínculos, economía de lo que no se pierde, comunidad heterodoxa sin devoción al poder, el dinero, los simulacros:
«Haría falta una nueva disposición para lo roto».
Mundo en el que se sostiene, bajo mínimos, la pregunta que persiste en el poema «Se ve lo que se quiere ver»:
«Casi todos somos pluridesempleados.
La injusticia está legalizada. (…)
Después todo se olvida,
menos la pregunta:
¿Vivía o no vivía una luciérnaga
en el interior del agujero negro?»
Cámara de resonancia de David Eloy Rodríguez es un no-lugar donde sí es posible repensar, resistir, conversar, rebelarse, perder con estilo y volverse a levantar, crecer y crear poéticamente nuestra percepción del imposible posible, de un brioso y nuevo «mundar», que diría Juan Gelman, en un afán inquebrantable de escucha activa, de acción y reacción, de resurrecciones y reelaboraciones de las praxis utópicas que se han venido dando y se darán, lejos (o cerca) de la ferocidad del presente hegemónico, que no único. Porque al margen de la historia oficial y facinerosa de los Mass Media y los libros de texto escolares, hay poesía, música, mito, hay magia, misterio por descubrir y habitar, como se lee en el poema «Informalidad»:
«Hay otra historia: la que nunca
se escribe.
Allí, allí sucede todo».
Una última consideración, desde la poesía que aquí nos convoca: la esperanza es una actitud, propia y colectiva, enraizada en la amistad como política, el amor como estrategia, y la palabra cantada como respiración.
«Hay que saber distinguir.
Hay que saber elegir».
Ya lo estáis advirtiendo, ¿verdad? Sí, esa actitud es una espera activa, un caminar, un poetizar la vida, es la actitud de una aventura perfecta en la que se reconoce que la autoría de un libro sobrepasa al poeta, pues incluye sus amores, amistades, lealtades y aquellos otros sin los cuales no habrían ecos ni resonancias a los que atender, comprendiendo al fin que lo importante no es ganar. «Lo importante es estar orgullosos del equipo».