Una muestra poética de Rocío Bueno

Rocío Bueno (Huelva, 1987) es licenciada en Biotecnología, doctora en Química Física y es de esas poetas que lo son por necesidad, comenzando desde muy joven a practicar la escritura. Ya de pequeña leía todo lo que cayera en sus manos. y al principio escribía relatos breves, con los que consiguió algunos reconocimientos en certámenes juveniles. Con 15 años empezó a frecuentar tertulias de literatura, como Madera Húmeda y la llamada «tertulia de los sábados», donde conoció a los poetas con los que ha ido creciendo y que la han guiado durante este tiempo.

En 2005 se mudó a Sevilla a estudiar Biotecnología en la Universidad Pablo de Olavide y siguió participando de forma activa en eventos literarios, publicando en esta etapa algunos poemas en revistas de literatura como Hwebra, La Cinta de Moebius, o Chichimeca. También publicó poemas en pliegos (Responsum, 2005, Dip. Huelva) y alguna plaquette por la Diputación de Huelva (Tantos como tú, 2007, Dip. Huelva).

Durante toda su etapa en Sevilla, que continuaría con el inicio de su doctorado en 2012, siguió siendo activa en la escena literaria de la ciudad y de su ciudad natal, Huelva, organizando tertulias u eventos literarios. Desarrolló el aspecto más social de su literatura en el programa Divulgalia, de Uniradio, la radio de la Universidad de Huelva.

Será en 2014 cuando Rocío bueno publica su primer poemario, Cracketeo (Ed. En Huida). Desde entonces ha participado en diversas antologías (Antología de poesía joven onubense, Ed. Niebla [2015]; Luz nueva del suroeste, de la colección Brotes verdes: poesía joven andaluza, Ed. En Huida [2015]; Algo se ha movido, Ed. Esdrújula [2018]).

En 2018 termina su doctorado y se traslada a Reino Unido para trabajar como investigadora en la Universidad de Cambridge. Durante esta época ha estado experimentando con el inglés y traduciendo parte de sus poemas. Ahora, de vuelta en Madrid, tras la pandemia de Covid, está cerrando su siguiente poemario, del cual traemos aquí algunos poemas.

Traeros la poesía de Rocío Bueno a través de esta revista es todo un placer para nosotros. Su obra propia es escasa a la vista del público, a veces efímera si uno se pierde alguno de los múltiples eventos en los que participa o ha participado; pero tiene una cantidad de poemas y textos siempre a la espera de ver la luz («tengo más poemas inéditos de los que pensaba») y es una poeta muy activa, que no para de escribir, una poeta experimentada y que experimenta continuamente, que construye su poesía a través de un imaginario construido a través de sus vivencias y emociones, de las ciudades que pisa y que absorbe, de su itinerancia.

Porque si tengo que describirla, sería como una poeta itinerante; una poeta itinerante porque se mueve y siempre está; no importa que Huelva, que Sevilla, que Cambridge o que Madrid. Rocío se mueve y la poesía se mueve con ella, perdurable compañera de viajes. Quienes la tenemos con nosotros lo sabemos, pero Rocío Bueno, además, construye el camino que transita, y donde aparezca un atisbo de poesía, allí aparece ella; y si la poesía no se muestra, ella la invita a su azotea de Cambridge. Y todo esto se ve en los poemas que traemos aquí. Unos poemas que muestran un amor por el mundo, al mismo tiempo que cierta inquietud por los lugares que habita y que la habitan, las ciudades y lo que las rodea, ese transitar que somos por el tiempo, lo único que tenemos y lo que se nos escapa.

De vuelta de un exilio
de nieve y océano,
quiero habitar una ciudad
que me olvidó a mi suerte

Ya casi es tradición la mía, el citar versos de algún poema que no he llegado a seleccionar para la muestra, tal vez un arrepentimiento de haber dejado fuera buenos versos y que estos hagan de representantes de los que no han podido entrar. Los cito porque me parecen elocuentes de lo que significa leer a Rocío Bueno: vernos reflejados, a muchos de nosotros, en esos cuatro versos; ver a toda una generación, una generación casi nómada, buscando su espacio, habitar ciudades que nos acogen al igual que nos expulsan, ciudades que nos abandonan a nuestra suerte.


STARTING

Me imaginaste mientras dormía,
me violaste sin saberlo.
Mordiste mis errores,
besaste la tierra de mis pasos en falso
y los tatuaste uno a uno.
Recordaste el camino tortuoso
y esa manía mía
de nunca caer del todo,
ese cansancio tenso
del equilibrista.

Un día
dejaste caer una moneda
y el roto de mi pecho
se la tragó.

Bebiste cada una
de mis indigestiones,
me cambiaste de sitio
el hígado,
me viste volver huyendo
de un monstruo tan feo
.                                                                       (que tú)

Supiste,
antes que yo,
que el trasiego de sábanas
te traerían mi desgracia
para vestirla de destino y fortuna,
de necesidad
.                        y final feliz.

Te imaginé,
prestidigitador,
sosteniéndome en el aire
para obviar los golpes del tiempo,
cosiendo mis guantes al abrigo,
untándote papel de burbuja
por todo lo que pude ser.

Y tiraste del hilo
y sacaste el cobre
lleno de sangre,
de vísceras,
de la mitad de mí
que no eras tú
y lo guardaste en el mismo armario
del que sacabas los regalos.

De Cracketeo, Ed. En Huida (2014)

LAS COSTURAS DEL MUNDO

El océano es una piel
con la distancia
y desde muy alto, las cordilleras
se arrugan como el suelo
de papel de los belenes.
La curvatura del infinito
se ve si el lago es muy grande
y la realidad se resiste al sol
que amanece sobre las nubes
si abres los ojos en un vuelo
lento, largo y nocturno.

Los ríos son carreteras,
que son serpientes de luz,
y el progreso se hace naturaleza
completamente amalgamados
en nuestra cotidianidad.
Pero entonces te paras
en las esquinas de la Tierra
e imaginas la gente
que vive boca abajo
o que esperan a que sean
sus diez de la noche
para su prime time.

Me he sentado a contemplar
los horizontes desde distintos
ángulos y he metido mis pies
en la orilla de muchos mares
que se vertían como una sábana.
He sentido el viento y la sal
en todo mi cuerpo
y he bailado desnuda
más allá de los instintos.
He jugado a reconocer
patrones imposibles
en los saltos de agua.
He admirado mis piernas
por no temblar en lo alto
de las montañas
y a mi cuerpo por cambiar
sus maneras andando por el campo.

Pero detrás de mis ojos queda
un chiringuito apuntalado
para resistir huracanes,
contenedores de basura
como centros de sociedad,
los turistas haciéndose fotos
con un James Bond plano
en algún pico de los Alpes,
un telesilla fantasma
en los veranos de Baqueira,
el color pardo de la tierra
desnuda, sin nieve,
que debía soportar abetos
y pinos negros tiempo atrás.

Y delante de los recuerdos
la tablet donde escribo
y la ventanilla de un avión
desde donde el oćeano,
a pesar de todo,
sigue siendo una piel.

De la antología VERDES [10] Burros verdes caribeños (2017)

EL REPARTO

A mi madre, Aurora

Ahora que te toca a ti
yo sueño con los dientes
que a ti se te cayeron
cada vez que llamaba
la muerte a nuestra puerta.
Los hay que piensan
en peces y el mar
entrando hasta la calle
robándose el aliento
de aquel que sobreviva.

Pero yo albergo en la costumbre
tus imágenes oníricas,
tu empatía somnolienta con el sol,
tu tendencia de bares al atardecer.
Por ti espero paciente
la ropa de bebe tendida,
la anticipación de la carne
en alguna siesta casual.

Me apropié de la blasfemia
pese a todas las vírgenes
y de tu ira tranquila
frente a lo infranqueable.
Soy paciente hasta el hartazgo
cuando la furia se libera
y enseña a los niños
a no habitar el orgullo.
Yo también levanto espadas
para matar enemigos ajenos
y creo en la tregua
huecos en mis vísceras
donde todos caben.

He heredado tus tierras,
aunque ya fueran mías

De la antología Algo se ha movido, Ed. Esdrújula (2018)

EL CAMINO

Si un día tienes otro nombre
seguirás siendo el mismo error
de la estadística, la misma
raya en el agua que hoy.
No habrá manera entonces
de oscurecer el sendero,
de hallarnos presos en el mito,
la derrota o la barbarie.
Seremos, más bien, si un día
las horas dejan de acompañarnos,
el eco alentador de unas alas,
el pecho abierto que enseña
pájaros azules y árboles rojos,
la sangre que late y se mezcla
con el aire, el placer profundo
de no aguantar la respiración.

Cómo podría ser de otra forma
si somos la concesión de un tiempo
al que hemos limado las esquinas,
si no queremos construir nada
que pueda transformarse en muro,
que pueda asfixiarnos bajo el peso
del estigma o el nombre.
No nos hace falta casa o territorio
para oler al otro en la distancia
para envolvernos y lanzarnos
hacia delante en cada paso.

A fuerza de existir hemos trenzado
las coronas con esquirlas del deshielo.
Y cuando abrimos los brazos al aire
no toca las paredes sino efigies,
brujas y bestias perfectamente humanas,
acunadas en la misma compasión,
paseando por latitudes inversas.
Lo cierto es que me sabes en la órbita
con cuatro golpes ligeros de tu mano,
me arrastras a otras dimensiones
y vuelo sobre la punta de tu lengua.
Yo someto con un rizo al animal
que embiste a las nubes y pierde
desde su centro la cordura
y me vuelvo la tierra en la que anidas,
precursora de un mar de surcos
para que ares libre consciente y feroz.

Con nuestros mil abrazos abiertos
a la nada, a la tormenta, al destino.
Con la esencia magistral de tu esternón,
mis retinas repartidas por mi cuerpo
y los horizontes que cruzamos,
recuerda
la suerte inmensa de habernos conocido a oscuras
de abrir los ojos justo cuando amanece.

(Poema inédito)

EL PUZLE

Soy tu redención y tu discordia,
las luces que se apagan
cuando te viene el sueño.
Soy la senda sinuosa que trepamos
cuando salgo de trabajar
y nunca nos quedan horas.

Eres mi desorden y eres
una forma limpia de narrarte,
un trozo verde de futuro que
desmenuzo bajando algunas escaleras.

Somos los días que se escapan
cuando es demasiado tarde.
Somos la vida y nos perdemos
entre líneas que dicen ser ciencia.
El mundo gira cada hora que
pasamos encerrados en el progreso.

Y entonces, si todo acaba,
sólo somos dos sombras
cogidas de la mano que buscan
la rutina inexistente de la cena.

Somos dos extraños que encuentran
su virtud absoluta en el delirio,
cómplices de un amor mediocre
en la vorágine silenciosa de la locura.

De Se traspasa (poemario inédito)

(Sin título)

He soltado a los caballos y avanzan
clavando en la tierra sus pezuñas.
Galopan en alguna llanura y el horizonte
ciertamente desdibujado no puede
ponerles freno. Como mucho intentará
batirse en duelo ante la estampida,
salvar el honor de la cordura, dejarla
dormir con serenidad entre el ruido.

El polvo que levantan vibra con el eco
del ritmo cuadruplicado y se extiende
hasta susurrar en el oído de algunos
que crecieron acomodados en la paz de entreguerras.
Les advierte que no lo miren a los ojos, que eviten
su abismo y su violencia. La oscuridad de la historia
que arrastran y con la que embisten sin remedio,
que convierte el brillo de sus lomos en espadas,
en una dulce y afilada aceptación del miedo.

Y no ha hecho falta trascender la realidad
para sentirme libre,
                                              simplemente,
he soltado a los caballos,
.                                                galopan,
y me he atrevido a cabalgarlos.

Poema inédito (2018)

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