«El hombre», un poema de Hugo Salazar Tamariz

Escribe | Roberto Bayot Cevallos


Hugo Salazar Tamariz.

Hugo Salazar Tamariz. Fuente. 

 

Hugo Salazar Tamariz (Cuenca, 1923 ― Guayaquil, 1999) se hizo conocido en su país a partir de 1959, cuando obtuvo la primera versión del que fue el certamen poético más importante de la época en Ecuador, el Ismael Pérez Pazmiño organizado por el diario El Universo con su libro Sinfonía de los antepasados (1959). Esta edición es especialmente recordada por los especialistas, debido a que el segundo lugar fue adjudicado a César Dávila Andrade por Boletín y elegía de las mitas y el tercero al vanguardista Hugo Mayo por Caballo en desnudo, tres de los poetas más significativos de la literatura ecuatoriana que coincidieron en dicha convocatoria.

Fue un prolífico y polifacético autor en varios géneros literarios. Entre sus poemarios constan Transparencia en el árbol (1948), Mi parcela de magia (1949), El habitante amenazado (1955), Poemas desnudos (1958), Sinfonía de los antepasados (1960), Apuntes del forastero (1963) y Tres poemas (1968).  También fue un destacado dramaturgo con obras como La llaga (1963), La falsa muerte de un ciclista (1969), Toque de queda (1969), Por un plato de arroz (1969), En los tiempos de la Colonia (1979), La historia en escena. Tríptico (1997), Los contras (1997), Los adelantados del tres (1997), Los del grito (1997).

Además incursionó en la narrativa con el libro de cuentos Pirañas (1996) y las novelas Otra historia del mismo lobo (1964), Algo de algo (1985), Por así decirlo: variaciones de un mismo texto (1977), Diálogo de una gente intransigente (1988), Los constructores del amanecer (1995), Memorial del fuego: del gran incendio de 1896 (1996) y póstumamente se dio a conocer El mago, agitador profesional (2003).

Durante muchos años se dedicó a la docencia universitaria en las cátedras de drama contemporáneo y crítica literaria en la Universidad Técnica de Babahoyo, tarea que complementó como profesor de arte dramático en la Casa de la Cultura Ecuatoriana y en grupos de teatro de varios colegios de Guayaquil.

Dentro de su producción resulta llamativo observar que durante sus primeras dos décadas se dedicó casi en exclusivo a la poesía, género que decidió abandonar en su madurez por la novela y el teatro. No obstante, las huellas de esos años de formación poética marcada por la inalterable denuncia social fueron visibles a lo largo de toda su trayectoria, también por lo cual terminó convirtiéndose hasta el momento en la etapa más recordada de su obra.

En aquellos años había publicado los libros El habitante amenazado (1955) y Poemas desnudos (1958), considerados por la crítica especializada la cima de su trayectoria. El texto «El hombre» corresponde al segundo de estos poemarios, el cual resultó profético tomando en cuenta un acontecimiento que acaeció poco después de su edición, en la ciudad donde vivía el escritor y que detallaremos más adelante. Según un artículo de la revista Casa Palabras (reeditado por diario El Telégrafo), la creación de estos textos fueron impulsados por la visita de dos semanas del poeta al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que congregó en el verano de 1955 a decenas de miles de jóvenes de todo el mundo, en una Varsovia todavía en plena reconstrucción una década después del horror de la Segunda Guerra Mundial, la que dejó a la capital polaca reducida a ruinas y a su densidad demográfica gravemente diezmada.

Las huellas con las que la historia reciente había golpeado aquel lugar sobrecogieron al escritor, en una ciudad que todavía despedía olor a ceniza y pintura fresca, en la que se vivía un ambiente de camaradería con cientos de actividades a diario, un contraste con el que se pretendía restituir el paisaje urbano, al punto que Salazar Tamariz relató dicha estadía en una pieza periodística titulada «Reportaje sobre el V festival».

Hay que recordar un poco el contexto de los hechos por los que atravesó el mundo durante los cincuenta. Apenas en la década anterior se había producido el lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial; en 1953 había muerto Stalin en la URSS y se empezaba a conocer fuera de sus fronteras las incalculables purgas que ordenó; se produjeron las guerras subsidiarias de Corea y Vietnam (prolongada por 20 años); el macartismo practicaba todo tipo de persecuciones y amedrentamientos en Estados Unidos y la Guerra fría todavía no adquiría las connotaciones de tensión nuclear mundial que llegó a tener pocos años después del inicio de la Revolución cubana en el espacio marítimo de ese país en 1962, por citar algunos hitos de la época.

Al mismo tiempo, en Ecuador se vivía una época de reivindicación histórica por parte del arte pictórico de Oswaldo Guaysamin y Eduardo Kingman, que empezaban a tener reconocimientos fuera de sus fronteras. Mientras que en la política, el líder populista José María Velasco Ibarra culminó el único de los cinco periodos que ejerció como máxima autoridad del país a lo largo de su vida (1952-1956); como su sucesor fue elegido quien se había desempeñado como su ministro de gobierno, Camilo Ponce Enríquez.

En este punto vale la pena detenerse en varios hechos un poco posteriores a la publicación del poema «El hombre». Precisamente durante el mandato de Ponce Enríquez se produjo uno de los acontecimientos más trágicos y menos investigados de la historia ecuatoriana: la masacre en Guayaquil del 2 y 3 de junio de 1959.

Unos días antes se había suicidado un joven soldado en la ciudad de Portoviejo, supuestamente a causa de los maltratos que le infringió un capitán del ejército ecuatoriano, lo que coincidió con un ambiente tenso en medio de una crisis económica por la que atravesaba el país, esto provocó las protestas de estudiantes secundarios y universitarios que conocieron el hecho dando como resultado varios fallecidos. Ante esta situación, algunas organizaciones estudiantiles de Guayaquil llamaron a una manifestación que fue azuzada por la intervención policial, las agresiones aumentaron de ambos lados, rebelión que tras dos días de enfrentamientos y saqueos terminó por ser aplacada mediante el decreto ejecutivo Nº 859, el cual estableció de inmediato la Ley marcial en la ciudad.

Esta decisión multiplicó la violencia y, según cifras oficiales, dio como resultado 16 muertos y 89 heridos, con una argumentación acomodaticia de parte del Estado y aparentemente esquiva de los medios de comunicación de la época, aunque en estricto rigor nunca se conoció la cifra exacta de personas que perdieron la vida ni existió una investigación o comisión neutral que la comprobase y avale, como registró varias décadas después el diario Expreso. En contraste, el escritor Alfredo Pareja Diezcanseco situó el número de fallecidos en unos 500, basado en un reporte de la revista Visión, tal como recoge diario El Telégrafo. Mientras que otra revelación describe un escenario dantesco que hace enmudecer por la supuesta magnitud que habría alcanzado esta tragedia: unas 2000 personas muertas, según el testimonio de un testigo, recogido en una columna de opinión del diario El Universo del 5 de junio de 2008 (texto sin firma en su versión digital).

Este hecho, sobre el que siempre se ha mantenido un cuidadoso hermetismo por parte de los historiadores a tal punto que casi lo omiten, en el 2019 cumplirá 60 años, y casualmente se produjo pocos meses después de la publicación de Poemas desnudos y del antibelicista «El hombre» de Salazar Tamariz, sin que haya noticia que revele un efecto inmediato entre sus lectores.

Volviendo al artículo sobre Salazar Tamariz publicado en Casa Palabras y El Telégrafo, este agrega que dos décadas más tarde el autor ecuatoriano se enteró de que uno de sus poemas había sido adoptado durante las multitudinarias marchas estudiantiles y de la sociedad civil mexicana que luego acabaron en los catastróficos sucesos producidos el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, hecho que quedó registrado para la historia como la Matanza de Tlatelolco:

«Una de las satisfacciones más intensas de mi vida me la proporcionó un amigo mexicano al informarme hace poco tiempo, que para la época trágica de la matanza de Tlatelolco por parte del gobierno de Díaz Ordáz en 1968, los estudiantes y el pueblo habían distribuido con mucho entusiasmo cerca de 15 mil ejemplares de un poema titulado ‘El hombre’, que no tenía pie de imprenta ni nombre de autor, pero que luego pude constatar que se trataba de mi trabajo publicado en el libro ‘Poemas desnudos’. Jamás pensé que mi pensamiento pudiera tener tanta proyección»

Desde su primera lectura, este poema resulta estremecedor por su mensaje directo que, mediante una combinación de recursos como la repetición de versos, las cadencias y los silencios que se escalonan como si registrase los interminables recorridos del hombre en la maraña burocrática, consigue plasmar verbalmente en cada una de sus tres partes una renovación del ciclo de vejaciones y crímenes practicados por las diversas materializaciones del poder, en cualquier hemisferio o territorio. Acción que a su vez, mirada desde la transversalidad de la historia con todos sus matices de violencia, y por consecuencia, del silenciamiento de cualquier resistencia inmediata, atrapa por las resonancias de su sentido. En estricto rigor, la sensación a la que traslada su contenido, visto en perspectiva, logra sacudir hasta la pereza más inmóvil.

En el poema se experimenta, aferrado a un discurso contundente y salvando las distancias, la descarga que precede a la desgarradura metafísica de una lectura de «Los heraldos negros» de César Vallejo o «Walking around» de Pablo Neruda.

El poema «El hombre» que compartimos a continuación forma parte de la antología Poesía viva del Ecuador (2007) publicado por Editorial Libresa y al cuidado de Jorge Enrique Adoum. Se ha respetado las disposición original de los versos, tal como están organizados en dicha edición.


EL HOMBRE 

…………………..I

Hay que pegarle al hombre
…………………………………..darle duro
con algo duro
…………………ímprobo
…………………………….tremendo
para que diga:
………………….
……………………..acepto
………………………………..estoy conforme.
Es preciso correr hasta las llamas
………………………………………….y traerlas intactas
para quemarlo como a la paja
……………………………………..como a los colchones pestosos
como a la maleza.
Es necesario
………………..imprescindible
…………………………………….acudir al acero
y sobornarlo
………………..hasta que tenga forma de cadena
hasta que apriete
………………………hasta que duela mucho.
Hay que conseguir piedras
………………………………….muchas piedras
de variados tamaños
…………………………..todas llenas de aristas
de puntas
……………de heridas
………………………….para moler al hombre
cuantas veces pretenda negarse
………………………………………….decir:
…………………………………………………..no,
………………………………………………………….¡quiero justicia!
Hay que inventarse armas
…………………………………tratados
……………………………………………..protocolos
destruir
…………sus casas
………………………sus hijos
…………………………………..sus proyectos.
El hombre es peligroso
………………………………hay que cortarle
…………………………………………………….las uñas
desnudarlo
………………mermar su aire
……………………………………su agua
……………………………………………….su venida.
Desde que apareció sobre la tierra
……………………………………………caprichoso
……………………………………………………………incomprensible
tenaz
……….insoportable
…………………………negóse a decir:
………………………………………………
…………………………………………………..estoy conforme
…………………………………………………………………………acepto.

…………………..II

Siempre ha estado poniéndose en pie
………………………………………………..gritando
acalorándose
…………………imprecando
………………………………….y queriendo las cosas de la tierra.
No es posible dejarlo libre
…………………………………hay que amputar
no sus piernas
………………….ni sus brazos
sino su voluntad
…………………….su fe
…………………………….su orgullo.
De qué ha valido decapitarlo
……………………………………quemarlo
………………………………………………….lapidarlo
siempre reaparece intacto
…………………………………exacto
…………………………………………..ceñudo
……………………………………………………..o tarareando.
¿No es posible crear algo más duro que la piedra
más fuerte que el acero
…………………………….más estrecho que la tumba
más lejano que el exilio?
Si persiste en volver
…………………………inmediatamente después de la matanza
apenas ha sido derribado
……………………………….después que lo cubrieron con el suelo
tan luego como lo hicieron trizas
es indispensable entonces
…………………………………¡reunir toda la ciencia
……………………………………………………………….y castigarlo!
¡Que no se vea más
………………………..en parte alguna
……………………………………………..su huella…!
Hay que extinguirlo
…………………………como a los avestruces
tirarlo por la borda
………………………..como a los muertos imprudentes
pisarlo reiteradamente
…………………………….como a las colillas peligrosas
esconderlo
…………….como a los parientes idiotas
meterse en los extremos
………………………………y buscar
desesperadamente
………………………..un antídoto contra el hombre.

…………………..III

¿De dónde habrá salido este ser
………………………………………..único
…………………………………………………en el planeta
que puede
…………….volverse loco
………………………………reír
…………………………………….creer en dioses
………………………………………………………….opinar
discutir
………….reclamar
………………………durante siglos
discurrir
…………..reunirse
……………………….y repetirse a cada instante?
Lo malo
…………anonadante
………………………….es que nadie ha conseguido
hacer que diga:
……………………
……………………….acepto
………………………………….estoy de acuerdo.
Nada lo ha detenido:
…………………………..ni los dioses
……………………………………………ni la muralla del sonido
ni los celestes hongos infernales
…………………………………………..ni los viajes siderales
…………………………………………………………………………sin peso
ni los profetas
………………….ni la constante muerte.

Va consiguiendo todo
……………………………poco a poco
pero todo cuanto ha querido
y hasta lo que ha soñado
………………………………o amenazado
¿Y si
……..después de haber inventado algo
…………………………………………………más total que el silencio
más duro
…………..que él mismo
……………………………..reaparece?
¡Este es el gran peligro
…………………………….supuesto que
……………………………………………….si vuelve
……………………………………………………………como ha de volver
nunca conseguirá nadie
………………………………que diga:
……………………………………………
……………………………………………….acepto
…………………………………………………………estoy conforme…!

Un comentario en “«El hombre», un poema de Hugo Salazar Tamariz”

  1. Pingback: La revelación de una página en blanco | Revista Aullido. Literatura.
  2. Trackback: La revelación de una página en blanco | Revista Aullido. Literatura.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *