Empapada en sangre y tristeza: la poesía de Aníbal Malaparte

Escribe | Flor Idalia Estopier Antonio


La asamblea de los fantasmas (2023) de Aníbal Malaparte

 

 

 

 

 

 

 

Editorial: Valparaíso Ediciones (2023)
Nº de páginas: 124
ISBN: 978-8419347701
Autor: Aníbal Malaparte
Idioma original: Español

 

Cuando se habla de Aníbal Malaparte y la virtud de su poesía se suele hacerlo desde dos posiciones: aquellos que aprecian su reelaboración nihilista del mito romántico o quienes admiran su reinterpretación de un leninismo en clave contracultural. Este vinculo entre poesía y derrota, entre el contemporáneo poeta maldito y el partisano en el siglo XXI crea una centralidad poética atravesada por una mirada profundamente confesional. ¿No será que su poesía nos habla a nosotros los proletarios que solo podemos dar amor al regalar los trozos rotos que dejó el capitalismo? ¿No será que escribe para quienes no pueden sino expresar odio cuando hablamos del trabajo asalariado?

Por otro lado, existe un menosprecio a su poesía que viene de sectores academicistas de la intelectualidad burguesa que realmente no se sostiene, ya que formulan su juicio descartándolo sin más, este menosprecio no puede ocultar su desprecio, el cual dejan sin aclarar de donde nace, desde que poética o desde que referencias. Lo cual significa solo una cosa: su animadversión no proviene de la mala calidad de su poesía, sino de su posición ideológica ante la lucha de clases. Eso y no ninguna posición estética es la que los lleva a impugnar una praxis poética que nos obliga a tomar partido no en una coyuntura sino ante una situación de explotación y violencia estructural.

La estética de La asamblea de los fantasmas (2023) de Aníbal Malaparte es una del rechazo, de violencia, pero también de continuidad con otras rebeldías de otros tiempos y geografías, desde los simbolistas como Rimbaud o Mallarmé quienes dedicaron versos a la Comuna de París pasando por autores como el estadounidense Allen Ginsberg o el soviético Vladimir Maiakovski sin olvidar vanguardias literarias y guerrilleras latinoamericanas como Roque Dalton o Javier Heraud. No es fácil leer a Malaparte ni mucho menos hace el favor de escribir para los gustos de quienes usan la literatura como método para obtener un estatus que los diferencie del resto de los trabajadores. Su poesía desgarra la cursilería y la pompa convencionales para sumergirse en el trauma, como si, al igual que poetas como Ezra Pound, no es que idealice la crudeza de la vida, sino que la toma como punto de partida para encontrar lo hermoso en ella. En ese sentido su poesía tiene un componente pictórico que solo tiene interés en las escenas intensas donde rebelión y remembranza no sean recuento sino testimonio, como lo expresa el siguiente fragmento:

Saliste de un cuadro de Manet
empapada en sangre y tristeza.
Años después, más viejo
con el doble de cicatrices,
fracturas mal soldadas,
pero sin aprender mis lecciones
volvimos a chocar en una muchedumbre;
pandemónium de hambre y rabia
y en destello penetrante tus luces me quemaron
marcando la parte trasera de los párpados,
dejando tras de sí refulgencias estriadas
simulando el rojo en el blanco de un ojo moribundo.

.                                        (La asamblea de los fantasmas, Valparaíso Ediciones, 2023)

Son palabras articuladas como un caleidoscopio de realidades fragmentadas y memorias amputadas que al verse al espejo no pueden sino verse diferentes con cada mirada que muta tanto como el recuerdo, que se desconocen a sí misma cuando el pasado le devuelve el favor. Esta corrosión no es sino una escisión que corta una pierna gangrenosa solo para descubrir con horror que la enfermedad aparece ahora en un brazo.

Estos versos, aunque a simple vista son herederos de la tradición confesional de Sylvia Plath son en realidad la introversión nacida de la reflexión de quien años después intenta sanar, relato de años militando en las trincheras de la izquierda proletaria y que hace de su existencia una apuesta por la historia revolucionaria. Malaparte no es sino representante literario de miles de jóvenes que como él se han convertido en adultos que se niegan a renunciar a los sueños por los que tanto han sacrificado.

Su poesía es sitio para el símbolo, legado tanto de tradición como de revolución que se enfrentan y reconcilian. Tiene una cualidad poundiana al considerar que la historia no es sino contemporánea experiencia, vive, respira y asesina al margen de su propia existencia. Este simbolismo no viene de torcer la palabra sino en convertirla en irresoluble fascinación de un lector que no controla el poema: esta cualidad permite escribir tanto poemas de amor donde lo mismo una pasión que bordea la sociopatía se entrelaza con una frialdad para con uno mismo que resuena patética y épica a la vez… como también lo obliga a narrar una ciudad–osario donde lo mismo se vive entre la amenaza de la represión como también de la promesa de la revolución donde la juventud queda reducida a fantasma que se niega a pasar al siguiente plano y se queda presente más por despecho que por cualquier otra causa.

El mismo Malaparte, con su estilo collage que vemos tanto en La asamblea de los fantasmas (2023) como en Lo que aprendimos de Ayotzinapa (2024) existe porque existe tanto la tradición literaria como la subversión de la contracultura. Es en este doble carácter que asume su derrota personal como parte de una victoria de clase, este es el fundamento de su literatura. En esta historia de origen enamorado de su herida es donde se comprende la fidelidad a la vida, a las luchas populares, al arte revolucionario que muerto antes que rendido se sostiene en y por sí mismo porque solo en libertad se encuentra a sí mismo pleno y feral al reinterpretarse desde una contemplación que recuerda a la de un monje zen imperturbable ante el caos.

Recordarte es desterrarte;
y el humo de las llantas al arder
evita que los drones policiacos obtengan información
mientras un solitario, con un saxofón,
da nueva forma a un viejo amor.

.                                        (La asamblea de los fantasmas, Valparaíso Ediciones, 2023)

Y, como Malaparte no puede alejarse de si mismo sin destruir su origen, la característica lúdica y dolorosa de su poesía es (y no puede ser otra cosa) su búsqueda continua y obsesiva por los otros mundos que la poesía promete:

Si tuviera algún tiempo que perder,
si gritará da da con Lenin,
si defendiera Madrid de fascistas y moros,
si tuviera sentido este poema.

Si aprendiese a disparar como escribo,
y escribir a todo lo que disparo,
si bailara jazz en el Mayo Francés
y besara la palma de la mano de Leila Khaled.

.                                        (La asamblea de los fantasmas, Valparaíso Ediciones, 2023)

En estos versos encontramos la imprevisibilidad de sus tonos y afectaciones, son textos híbridos que aparecen discontinuos y en contextos borrosos, clandestinos e impetuosos. Son un proyecto en el cual el lector se encuentra pese a sus propias dudas.

Sus metáforas se hallan profundamente influidas por diferentes expresiones artísticas que referenciadas se convierten en los flashes que crean nuevas luces y sombras de la retórica revolucionaria del poeta. Sus versos fluyen en gestos y en actos buscando la profanación de aquello que alguna vez encontramos sagrado y que hallan su autonomía al desprenderse del poeta para encontrarnos a nosotros, quienes al igual que él, nos definimos al reconocernos en el infierno que es la mirada del otro.

En estos poemas misterios donde el autor oculta tanto como exhibe, permite recolocar cada palabra, concepto y sentido en una casa habitada por cadáveres que no han descubierto, se encuentran entre los vivos. En cada acta de la asamblea de estos cadáveres que se niegan a irse encontramos una fuerza sonora que sobrevive como retórica de pulsión de muerte, es un desplazamiento existencial donde cada verso, cada imagen permite comprender no solo las cicatrices sino las heridas que sangran en silencio, pero también desatendidas. Esta impronta espectral goza de la cualidad de ser tanto ambigua como directa en su depravación, pero también en su angustia. De esta forma, no en imágenes sino en fragmentos de disociación y dislocación es como la poesía de Aníbal Malaparte rompe con papel y sinos para encontramos a nosotros: indeterminados pero hambrientos de belleza y revolución.

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