Desde Cuba: una muestra poética de Giselle Lucía Navarro

Giselle Lucía Navarro (Alquízar, Cuba, 1995) es poeta, narradora, escritora para niños, diseñadora de moda y gestora cultural. Es licenciada en Diseño Industrial por la Universidad de La Habana y egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Profesora de la Academia de Etnografía de la Asociación Canaria de Cuba. Dirige el Grupo Literario Silvestre de Balboa y lleva la columna semanal de crítica literaria Silabearte, en la revista mexicana Cardenal. Es la Coordinadora Nacional de Literatura de la Asociación de Jóvenes Escritores y Artistas de Cuba Hermanos Saíz (AHS).

Ha obtenido diversos reconocimientos entre los que destacan el Premio de Ciencias Sociales José Viera y Clavijo (2011), Premio de Ensayo Benito Pérez Galdós (2012), Gran Premio de Poesía Fantástica Oscar Hurtado (2013), Premio de Poesía Benito Pérez Galdós (2014), Premio de Décima Indio Naborí (2016), Premio Yasmina Calcines de décima erótica (2017), Premio Guillermo Cabrera Álvarez para autor menor de 35 años, que otorga el periódico Juventud Rebelde (2019 y 2020), Premio Toda luz y toda mía del Festival Décima al Filo (2019), Premio Edad de Oro 2018 de poesía para niños, Premio Pinos Nuevos 2019 de narrativa infantojuvenil y el Premio David de Poesía 2019 que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Ha recibido menciones en los concursos internacionales Ángel Gavinet (Finlandia, 2012), Poemas al Mar (Puerto Rico, 2012) y Nósside (Italia, 2019).

Ha publicado Contrapeso (Colección Sur, 2019), el poemario para niños El circo de los asombros y la novela infantil ¿Qué nombre tiene tu casa? (Gente Nueva, 2019). Con 4 libros en proceso editorial que serán lanzados en 2021. Textos suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano y turco, publicados en antologías y revistas de Cuba, España, Chile, Perú, Estados Unidos, México, Finlandia, Venezuela, Argentina, Colombia, Puerto Rico, Italia, Turquía, India, Bélgica y Rusia.

Conduce un espacio dedicado a la promoción de poesía, trova y artes visuales contemporáneas en el Centro Cultural Dulce María Loynaz. En 2020 integró el comité organizador del Festival Palabra del Mundo, el Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe, y el programa de los jóvenes escritores dentro de la Feria Internacional del Libro de La Habana. Este mismo año, participó en las ediciones online del Festival Internazionale di Poesia di Milano y del 30 Festival Internacional de Poesía de Medellín.

Es cierto, a veces el silencio
se vuelve un castigo insoportable,
y la agonía de estas manos vacías
el único consuelo para trenzar
las cuerdas de arpas rotas.

La noche me devuelve soledades,
telas manchadas de odio y distancia
para atarme de manos y pies.
Me creí culpable, sofocada en el polvo
de templos sombríos,
rodeada de fantasmas extraviados
que intentaban cosechar flores rojas
                                     con semillas azules.
Una y otra vez me negué al grito,
lucí un chaleco de desmembradas ilusiones,
hasta que probé, buche a buche,
el vino de los dioses, aquellos que se veneran
al filo de la vida para que no tropiecen
ante sus propios pedestales.

No fui más esclava de palabras inventadas
ni enumeré las flechas
                           del pecado y la virtud.
Nada provocó la huida
de esta máscara que habito,
sólo en mi cuerpo se quebraron los miedos,
la sombra muda
ante el espejo de mis propios ojos.
En mis labios estalló la guerra del verbo,
y yo, Safo, mujer de oscuras nostalgias,
comprendí que mis dioses
siempre tuvieron la razón y que a veces,
el silencio se vuelve un castigo insoportable.

(De Credos del agua y la noche, 2013)

Mi vecino entierra su casa
como quien esconde un pan sagrado.
Su casa está tan vacía
que ni siquiera la soledad puede malograrla,
por eso compra la esperanza en forma de boletos,
siembra nomeolvides en el techo
y se marcha,
como si al partir algo comenzara a sanar,
como si la memoria
fuese una flor silvestre que acaba de cortar.

Mi vecino entierra su casa
y aprieta el suelo con temor al milagro.
La casa como un muerto muy pesado.
Sus muertos como toda la conciencia.
La conciencia como un órgano.

Como un órgano que debe extirparse
mi vecino entierra a su familia.
Detrás de cada puerta y ventana
que devoran la humedad de la tierra
quedan sus raíces.

Un hombre que fuerza el ciclo de las cosas,
un hombre que renuncia, que huye, que oculta,
nunca llega a su destino a salvo,
se va quedando sembrado en cada grano rojizo del asfalto.
El asfalto, como el peso y el calor que surge
cuando entierras a un muerto.

(De Sombras bajo la piedra, 2015)

Hay puentes en todas partes.
En la escritura que me dejaron las palomas…

Susel Danilsa Ortiz

Soportadas en el aire, cada pregunta me alcanza.
Un caminante me detiene.
Los granos de chícharo ruedan de pico en pico
y les nacen alas,
cotidianas e imperfectas
con señalizaciones y plazos de vencimiento.
No conozco el idioma de las aves
pero de un modo las entiendo.
Algún día tuve la necesidad
de posarme sobre esta fuente y beber de su agua,
alguna vez quise abrir las alas y lanzarme de lo más alto de esta torre,
de llenarme con unos pocos granos
y dejar mi basura en cualquier sitio.
Nadie juzga a la paloma
que se posa sobre los hombros de los desconocidos,
ni cuestionan lo que miran sus ojos,
ni lo que susurran en los oídos de los extraños.
Para ellos una paloma siempre es símbolo de paz,
pero una mujer sola delante de un desconocido
es siempre un lugar incierto.

(De La Habana me pide una misa, 2018)

Los que han acabado de llegar
nunca sabrán de nuestra desesperación,
sus venas ya han sido inyectadas
con sueros de promesa y gloria.
Los que vendrán
serán los genios y mediocres del mañana
y llevarán sobre la espalda
el peso de sus falsas diferencias.
Aullarán como perros hambrientos
sus ambiciones en nuestros oídos,
nos creerán tontos,
perdedores del tiempo y la vida.

Nosotros solo observaremos
del lado más seguro de la pista
y estaremos tranquilos,
dispuestos,
cuando se dirijan a nuestra puerta a preguntar
lo que muchos años atrás nosotros preguntamos.

(De Sombras bajo la piedra, 2015)

…temes a tu vacío

Cesare Pavese

Un hombre que se desprende y niega su raíz
podría ser una estructura malograda.
Me he sentado a comer con mis ancestros
y les he servido un trozo de mi vacío en cada plato.

Lejos del temor y las euforias mis sentimientos se congelan
y el cuerpo se estremece
y este frío que es la muerte hace que hierva.

Por fin palpo mi cordón umbilical.
Por fin mis madres me miran
y mi patria, como el árbol enumerado
de todos los rostros de mi sangre se reencuentra
y me reconozco en estos temblores.
Por primera vez
los espíritus perturbados de la noche me han besado
y he tenido la certeza de estar llena.

(De Criogenia, 2019)

Una mujer que se dispara a sí misma
podría ser comparada con un hombre
y siendo mujer, si resucitara volvería a dispararse.

Dios nos hizo a su imagen y semejanza
y en nuestra herencia nunca estuvo ser sombra,
el problema siempre estuvo en la herencia del corazón,
que puede liberarte o construirte una jaula,
de ahí su naturaleza transmutable,
de ahí su aparente fragilidad.

Una mujer que se suicida fue un ser iluminado
aunque al morir reportasen que siempre estuvo loca.

Su vocación pudo haber estado en el gatillo
o lejos de todos los disparos,
pero una mujer no aprieta el gatillo por gusto,
no muere por honor u orgullo,
no hace la guerra.
A una mujer solo puedes matarla si le apuntas al corazón.

(De Criogenia, 2019)

2 comentario en “Desde Cuba: una muestra poética de Giselle Lucía Navarro”

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