«Anagramas». Todos los mundos posibles de Lorrie Moore

Escribe| Alicia Louzao


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Editorial: Eterna cadencia (2020)
Nº de páginas: 272
ISBN:  978-98-771218-8-9
Traducción de Cecilia Pavón
Idioma original: inglés

La escritora estadounidense Lorrie Moore (Nueva York, 1957) firma Anagramas, una de las novedades de este año de Eterna Cadencia. Es esta una novela que se vuelve una especie de juego al ofrecernos todas las posibilidades de lo que pudieron ser sus dos protagonistas: Benna y Gerald.

Moore ha publicado en Eterna Cadencia títulos como ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas? (que ya analizamos para la revista Liberoamérica), o A ver qué se puede hacer, libro de ensayos y reseñas.

¿Quiénes habríamos podido ser de no haber elegido lo que somos ahora? Es esta, quizá, una de las preguntas que más vueltas podemos hacer sobre nosotros mismos, y de la que en absoluto hallaremos respuestas apropiadas. La elección de un camino u otro nos ha conducido a este producto, este resultado que somos ahora. Pero ojalá poder aliviar nuestra curiosidad contemplando, por un agujerito, qué hubiese sido de nosotros de haber seleccionado otros caminos. Y esto es precisamente lo que ofrece Lorrie Moore cuando pone entre sus manos a estos dos personajes que ella ha creado: Benna y Gerald, a los que desplaza a diferentes universos en los que únicamente se mantienen los nombres, pero se cambian los vínculos entre ellos y hasta la profesión. Fotógrafo, actor, profesora, pareja de hecho, matrimonio en crisis, amigos íntimos.

Y en este juego de caras, Moore finalmente se decanta por la historia en la que Benna es una profesora de poesía y Gerald, su amigo más cercano, que observa cómo ella acaba estrechando lazos íntimos con uno de sus alumnos.

La autora neoyorkina ofrece diversos escenarios en los que mueve a sus personajes, los cuales, a su vez, también reconocen que se están buscando a sí mismos. Como en la venta de garaje que realizan, cuando Eleanor (uno de los personajes de la novela que permanece en todo su desarrollo, siendo amante de Gerald, amiga alocada de Benna, e incluso amiga imaginaria) insta a Benna a ser alguien, actuar como un personaje (p. 70). O la reflexión de la propia Benna:

Quizás solo haya unas cien personas en todo el mundo y todos tienen trabajos secretos como otras personas, por lo que corren hacia los aeropuertos, se cambian el vestuario, comen rápido pequeñas tartas de fruta envasadas en taxis. Me pregunto quién más hará de mí, quién más hará de George (p. 84).

Esto es, Benna parece que también entre, conscientemente, en el juego que la autora efectúa. El personaje se pregunta si es posible que otros, en otros puntos del mundo, interpreten su papel. Que existan otras Bennas y otras Georges, su hija imaginaria, circulando por las calles y ocupando otras viviendas. De este modo, parece que nos dé la clave para entender el juego de Moore: puede que, realmente, esas Bennas casadas y Bennas en crisis existan en la realidad, pero en otro lugar diferente.

Igualmente, cuando la Benna que acaba alzando el papel principal, la Benna ganadora entre todas las demás (y el Gerald) se manifiesta como la profesora de escritura y poesía, esta misma también se plantea su existencia y su posible desdoblamiento:

Un día kafkiano, se había despertado y se había dado cuenta de que era profesora en una universidad municipal y que había cometido un fraude público. Las caras a su alrededor parecían cambiar de repente y refulgir en la luz como nácar (p. 166).

Incluso este cambio de aspecto, pero conservando la esencia, este cúmulo de anagramas que conforman Gerald y Benna, es comentado por ella desde la observación de la naturaleza, en la que se registran especies que cambian de forma para sobrevivir. Como la mariposa virrey o la araña saltarina, que se camuflan bajo otras características para sobrevivir en su entorno.

Cuando Moore nos ofrece el anagrama más extenso de Benna y Gerald, también crea a una Benna que inventa un universo completo a su alrededor. Eleanor, figura recurrente en la novela, es su amiga imaginaria, y George es su hija imaginaria. Benna establece diálogos con ellas y el lector no sabe que son entes inexistentes, únicamente ficción dentro de la ficción, hasta que al final ella lo confiesa a Gerald.

Si un anagrama es «un cambio en el orden de las letras de una palabra o frase que da lugar a otra palabra o frase distinta», como indica el DRAE, Lorrie Moore nos brinda diversos anagramas a partir de dos personajes principales, en una práctica que nos lleva a plantearnos qué hubiera sido de nosotros mismos de no ser lo que somos ahora. O si hay otras caras que llevan nuestros nombres.

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