«Apuntes para una nota bibliográfica» y otros textos de Raúl Ortega Alfonso
Raúl Ortega Alfonso (La Habana, 1960). Poeta y narrador. Mexicano por naturalización, país donde reside exiliado desde 1995.
Ha trabajado como profesor de literatura y español en varias universidades de México. Fue columnista de la sección «Noterótica» de la edición mexicana de Playboy y del suplemento cultural «Sábado» del periódico UnomásUno.
Entre sus libros publicados están los poemarios Las mujeres fabrican a los locos (1992), Desde una isla (libro-objeto de poemas y grabados en colaboración con el pintor cubano Carlos García, 1997), Acta común de nacimiento (1998), Con mi voz de mujer (1998), La memoria de queso (2006), Sin grasa y con arena (2011).
En 2014 obtuvo el VII Premio Internacional de Poesía «Blas de Otero» en Bilbao con el libro El caballo no tiene zapatos (2015), publicado por la editorial Devenir en Madrid. La editorial madrileña EforyAtocha, en su Colección de Literatura Hispanoamericana, publicó en 2015 una antología de su poesía titulada A punta de palabras. 1987-2014 (2015). Su último poemario, La cabeza que rueda (2023), fue publicado en Madrid por la editorial Ápeiron.
Además, Ortega Alfonso ha publicado las novelas Fuácata (2012), Robinhood.com (2012), El inodoro de los pájaros (2013) y La vida es de mentira (2014) —Premio Ediciones B y Playboy de Novela Latinoamericana 2013 y publicada por Ediciones B, México—. La pistola en el agua (2020) —IV Premio Internacional de Novela «Héctor Rojas Herazo»—, MiMadre (2022) —Finalista del I Premio de Novela corta Alcobendas «Bachiller Alonso López»—, editada por el Ayuntamiento de Alcobendas.
Su cuento, «En busca del hombre bilingüe», fue incluido en el volumen Cuentos Bi (2019), Magma Editorial en Madrid. Poemas y cuentos suyos han sido traducidos al alemán, al inglés y al italiano.
Todos los textos que incluimos en esta publicación pertenecen a varias de las etapas creativas en la obra poética de Raúl Ortega Alfonso.
Juana I de Castilla...
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. …y no Juana la Loca.
. El hombre nunca ha contado su Historia sino su
conveniencia.
. Me traicionó mi padre, mi hijo, mi marido y cuanto
insecto voló sobre esta tierra, y en vez de ciudades y naciones
me obligaron a gobernar la soledad.
. Hasta el mismísimo Dios, si le hicieran lo que me
hicieron a mí, se pondría a repartir manotazos en vez de
bendiciones, y para colmo, hablando del Señor: en quién voy
a creer cuando te obligan a creer en lo que tú no crees, si no
es en lo que te preguntas y en tu capacidad de responder sin
importar que digan que te falla el cerebro.
. No hay mayor lucidez que hablar consigo misma.
. Y todavía tienen el cinismo de decir que pertenezco
al sexo débil, como si ellos pudieran soportar lo que yo he
soportado lejos de la demencia.
. Ahora resulta que la cordura viene siendo sinónimo
de odiar, y cuando una decide que el amor está por encima
del odio, todos anuncian que estás loca.
. Ay, cómo les gusta ese apellido: Juana la Loca, Juana
la Loca, Juana la Loca,
y el hombre, en su trajín de sentirse infalible, de asegurar
el valor de su miedo, hará todo lo posible para que nunca
desaparezca detrás de nuestros nombres.
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De La cabeza que rueda (2023)
Anna Ajmátova
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. No porque haya sobrevivido he dejado de estar
muerta. Mientras más veces ellos te matan, mayor es su
disfrute en el desprecio, y menos su aburrimiento y su
complejo.
. Puedo decir a mi favor que soy más bien un ejemplo
de coraje impostado. Valiente fue Tsvetáyeva, Nadezhda,
Mandelshtam, mi hijo… Yo siempre he sido como el pez
volador que ha vivido en un mar congelado, una más en la
tribu de las mudas que hablan. He dicho lo que pude, lo que
el susto de la memoria me permitió contar.
. Cuántas cosas me han impedido decir el miedo y la
vergüenza.
. Nadie puede sentirse orgullosa de haber sobrevivido
en el infierno.
. Cuando ya se me había terminado las reservas del
amor y el odio que tenía que dar, me sostuvo la sinrazón de
saber que debía firmar el testimonio.
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De La cabeza que rueda (2023)
Kitty Genovese
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. Ahora resulta que si no hubo treinta y ocho pares
de ojos detrás de las ventanas, como anunció el periódico,
la noticia de mi violada muerte se convirtió en estafa. Un
solo hombre con los brazos cruzados, mirando cómo otro
me desangraba a cuchillazos no era suficiente para que la
hipocresía se indignara. ¿O acaso pretendían, para que la
noticia complaciera a todos, que me hubiese acostado debajo
del asesino en el centro de un estadio repleto, y que al ritmo
de sus aplausos bailara con mis tripas, teniendo de pareja
cada una de las puñaladas?
. No importa si fue uno o treinta y ocho rostros los
que me acompañaron esa noche detrás de las ventanas.
. Se trata de no querernos escuchar, de restregarnos
la insignificancia, a no ser que el deseo nos utilice como un
agujero para pasar al otro lado sin volver la cabeza después de
sentirse satisfecho.
. Cuando piensan de una que es de goma, o invisible
ante el ojo de todo, gritar no sirve para nada y el silencio
tampoco.
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De La cabeza que rueda (2023)
Marisela Escobedo Ortiz
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. Es un modo de vida, una costumbre, una especie de
danza alrededor del fuego, usar el pisotón sobre nosotras,
más esa mano que te empuja hacia abajo mientras aplauden
con la otra.
. Puede alguien decirme a qué sabe el dolor cuando se
pierde una hija de esa forma: a carcajada limpia de la burla
de un país enterito que se llena la boca de excrementos para
decir «bandera», «patria».
. Fueron tantas patadas una detrás de otra que estoy
anestesiada, que pudiera parir a mi hija de nuevo sin proferir
un grito.
. Si me bastara el odio.
. Ahora están sentaditos enfrente de la tele, con su
cerveza fría encima de los huevos, disfrutando mi historia,
como si se tratara de una historia que no escribieron ellos.
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De La cabeza que rueda (2023)
Para darle de comer a mi hija
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Sobre el lecho del río construyeron la flamante autopista. A mí, desde que
aparecieron en la boca letrinosa de los políticos, me importa un comino la
deforestación, el agujero que la avaricia fabrica en el techo del cielo o que se
derritan los tres polos. Pero siento pena por el agua del río, que de cierta manera
gozaba de alguna libertad o cobijaba el sueño de que alguna vez juntaría su rostro
con el mar.
La libertad es un humo que la mentira escupe mientras ríe. Nada ni nadie es
o será libre: ni el fósil del pez que ya duerme bajo la flamante carretera, ni el
mismo Dios que ayudó a derretir el asfalto, ni mi odio que amarré en lo más íntimo
para que me dejaran trabajar en la autopista.
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De El caballo no tiene zapatos (2015)
Hazme caso, traviesa
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Avergüénzate. Niégame. Por tu salud mental borra todo vestigio que
desciendes de mí. Di que tu padre era una hierba, de esas, con espinas, que ni
una vaca hambrienta le pasará la lengua, o que tal vez era hermafrodita, pero no
dudes en borrar (con alcohol, con cloro, o algún desinfectante) esta mancha que
soy, este dolor de adentro. Yo soy un narcotraficante de palabras, un drogadicto
de la imaginación, un borracho que patina en el cielo que un día descubrió sobre
la espalda de tu madre. Todo, menos un hombre, todo, menos un padre. Sí, un
pedazo de culpa, un caníbal goloso que luego se arrepiente. En el largo camino,
cuando tengas que cambiarte la sangre por algún mineral que no apeste a
mordidas, te sobrarán razones para patearme la cabeza. Entonces podrás
agradecerme que no esté, que no sea, y no podrás atesorar el rencor contra lo
que no existe.
Si pudiera salvarte del odio podría decir entonces soy un padre.
Si pudiera.
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De El caballo no tiene zapatos (2015)
Apuntes para una nota bibliográfica
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Soy hijo de la pesadilla, de la incredulidad y de la gran estafa en la que casi
todo el mundo aún sigue creyendo y defendiendo como si la vergüenza fuera un
dinosaurio sentadito en un parque leyendo su periódico. Todo lo que me
enseñaron a empujones era mentira. Me tuve que inventar mi propia historia: mi
bandera es un gato que dormita dentro de un crematorio. De manera que ya no
creo en nada, mucho menos en esa cosa que denominan hombre. Hasta en la
poesía, que alguna vez fue la tabla sobre el mar, dejé de creer. «Y entonces
―preguntarán ustedes― ¿por qué si no crees en tu poesía la publicas? ¿No hay
cierta contradicción en lo que afirmas, algo muy parecido a Cioran, que nunca se
suicidó mientras abogaba por el suicidio?» Es cierto: pero la poesía es una
violación, producto de la cual quedas embarazado, y a punta de palabras te
obligan a parir. Y una vez que escuchas el primer grito, ya no tienes valor para
ponerle la almohada en la cabeza.
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De El caballo no tiene zapatos (2015)
La traición
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Mi padre no trabajó como animal ni como bestia, sino como
un pobre diablo, con manos que no podían acariciar una piel
sin desgarrarla. Y todo por mi culpa, para que yo tuviera un
título, para que yo mostrara mi columna vertebral derechita, y
no como animal ni como bestia que aprieta entre sus dientes la
resignación de ser un trillo que todos pisotean.
Y después le salí con el cuento de querer empatar las palabras,
como si las palabras aún sirvieran como techo, o como pañuelo,
o como aguja para ensartar el cabello de una mujer que pasa, y
no fueran ese bailar con nadie, esa actuación para uno mismo
que solo reproduce las muecas que regala el desprecio, ese tizne
más allá de la piel, del cual no puede desprenderse mi columna
destrozada por su peso.
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De Sin grasa y con arena (2011)
La vieja historia de los puentes
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Mucho antes de querer comenzar / me anda persiguiendo lo que
acaba / Se me aparece así / sin un aviso / sin un telefonazo / y
después del sonoro bofetón en el rostro / me empuja a instalarme
en su agujero / Y mientras voy cayendo por ese tubo largo que
es la espera / pienso que si tuviera un puente / encontraría por
dónde comenzar / No es un puente ambicioso como ese cruza de
la noche al día / sino un pequeño puente que vaya de mi bolsillo
a mi otro bolsillo / de mi dedo al muslo que pasa indetenible/ del
cabo del cuchillo a la soga que iza los cuerpos/
Mucho antes de querer comenzar / me anda persiguiendo lo que
acaba / Se me aparece así / sin un aviso / sin un telefonazo / y
después del sonoro bofetón en el rostro / me empuja a instalarme
en su agujero / Y mientras voy cayendo por ese tubo largo que
es la espera / pienso que si tuviera un puente / encontraría por
dónde comenzar / No es un puente ambicioso como ese cruza de
la noche al día / sino un pequeño puente que vaya de mi bolsillo
a mi otro bolsillo / de mi dedo al muslo que pasa indetenible/ del
cabo del cuchillo a la soga que iza los cuerpos/
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De La memoria de queso (2006)
Con mi voz de mujer
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Yo soy Eva o María, la madrastra de Dios, la que le pega mien-
tras reza cuando Adán viene borracho y me golpea a mí. Adán o
Pedro es un alcohólico y ladrón de caballos, y la manzana estaba
llena de agujeros que él taponeó con cera para que yo no le viera
los gusanos. Nunca tuve una casa, un vestido; pueden ser un ár-
bol, una hoja, pero… ¿y la caricia? Yo soy Eva o Juana, la novia de
Tarzán, la de servir la mesa y llevar los monitos a la escuela, la del
striptease en la boca del lobo a cambio de un trozo de carroña.
Yo me acosté con Noé y su tripulación encima de una ola furiosa,
que me contó cómo se hundía el Arca a causa de los agujeros
que le hice. Yo soy la amante preferida en el baño de los manico-
mios; aquí me abro para Sancho y la patada de su mulo; aquí soy
la rubia desnuda que posa para Vincent, chupando un mango
madurísimo y abierta como una tijera recién afilada. Aquí soy la
mano de Charlotte Corday, que se hunde gustosa en la bañadera
y chapotea en la sangre de la guillotina. Yo soy el laberin… STOP
PLAY… Tuve blanca la piel como el queso fabricado por la gente
más pobre, pero al igual que el mar le plagia al cielo su color, así
de negra estoy por dentro porque también le plagio el color a la
tierra. Soy la Primera Dama. A mí me corresponde navegar —
con quitasol y todo— en el agua que le brota por las narices a la
gente; a mí me corresponde el puesto de cajera en este negocio
de quejidos. De uno en uno se me amontonan los segundos para
cobrar mi cuota de humillada…
Estas fieras que me clavan sus banderas en la pelvis y me alzan
como trofeo conquistado en sus guerras, son mis hijos. Ustedes
que me escuchan, son mis hijos. Todos son hijos míos; también
mis violadores, a la hora del vino o sin el vino, de la droga hospe-
dada en la nariz o en las venas.
¡Esperen!, no me corran delante como si le estuvieran huyendo a
una epidemia. Yo sé de dónde vengo: mi origen está en el óvulo
expulsado. Nadie me quiere pero me necesitan. Tampoco se me
asusten. El odio me relaja. Soy la flecha queriendo atravesar el
sol; ese viejo de acatarrados lentes y rayos que cuelgan como fle-
mas de gajos moribundos.
¡Ah!, mis niños pedrada, mis niños afilados, mis niños bomba:
dueños de grandes tesoros cancerígenos. Mi sexo es una escoba
desflecada que se cansó de barrerles el cerebro. ¡Ah!, que histeria
tan sabrosa paladeo. Ahora son perros trabados a mi sombra en
medio de una calle que conduce al vacío.
Miren al mundo con su trajecito a rayas paseando entre paredes.
Nosotros somos la visita de un preso que no tiene visita.
Ahí va un poco de música para que no se aburran con mi
voz grabada en esta cinta, que ustedes sonriendo y con rabia
romperán entre manos, pensando en esas locas que se peinan
con alcohol el cabello delante de una hoguera.
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De Con mi voz de mujer (1998)
Las Mujeres fabrican a los locos
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Las Mujeres fabrican a los locos
nos mantienen gorditos
con los trasplantes de los vellos del pubis al bigote
con la historia de pechos blanquecinos tras la tela mohosa
(Sacamos el cuerpo por la ventanilla para verlas pasar
y un camión nos arranca la cabeza)
Algunas te envían un carnicero a trabajar dentro del corazón
otras te alimentan con una cucharada de sal
después te llevan a correr por el desierto hasta llegar la noche
y prenden entre sus piernas un farol del que gotea agua
A ellas les debemos
la humedad más perfecta derretida en la cara
las únicas vacaciones tranquilas que se pueden pasar en esta
época
nueve meses en el hotel más confortable
Adoro las que habitan los prostíbulos
algún día me iré a vivir con ellas
les fregaré los platos para que puedan menstruar plácidamente
copularemos en el aire
y los niños caerán a la tierra con los dientes afuera
Vino a buscarme la pandilla de los libidinosos
les dije
ya habrá tiempo de llenar los colchones de espuma
es hora de cambiar el miembro por algún extintor que
las proteja
porque nos vamos quedando sin piezas de repuesto
No basta antologar la boca en numerosas pelvis
ni agradecer el sabor a cobre y peces adobados
si a veces parecemos esquimales sin poder derretirnos sobre
ellas
por temor a enterrarnos una esquirla en las nalgas
Me llora un ojo
el otro habita en sus rodillas vigilando la altura
Cuándo podré tirar los espejuelos que tienen amputada mi
memoria
Con caderas me funciona el cerebro
pero me falta fondo donde anclarlas
La eyaculación pide el último de los desempleados
sus guerreros añoran las costas de sol gelatinoso
Todo el aire de la noche cabe en una botella de vinagre
Se aburre la lengua de su propia saliva
mientras que la demencia hace guardia en las esquinas por
donde asoma el muslo
y solo aparece el muñón sobre la rueda
y solo aparece el fémur sin la envoltura
Las Mujeres fabrican a los locos
y preparado estoy para un encierro interminable detrás de cada
pierna
pero hay otros gritos en el aire
que no me dejan concentrarme
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De Las mujeres fabrican a los locos (1992)