Telmo Herrera y el flujo de la memoria

Escribeǀ Roberto Bayot Cevallos y Luis Gómez Valdez


En España se reeditó a fines del 2016 la novela Papá murió hoy, de Telmo Herrera, con la que fue finalista del Premio Nadal en 1984.

En el siguiente texto (en primera persona), basado en el testimonio del escritor ecuatoriano, se rememora el origen de la narración y lo que representa para el resto de su obra.

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Síntesis biográfica

Nació en el cantón Mira (Carchi, 1948), pero se crió en Quito. A inicios de la década del setenta emigró fuera del Ecuador a Sydney, Toronto, Madrid y finalmente en 1973 llegó por un año a París gracias a una beca de Artes escénicas. Sin embargo, su estancia en la capital francesa se ha prolongado por más de cuatro décadas, con intervalos en Sevilla, en las que se ha dedicado a la dirección y adaptación teatral, a la escritura y a las artes plásticas.

Su obra se compone por los libros de poesía La publicidad. Cuentos de hadas del siglo XX (1978), Algo así como un poema 78 (1981), Vía air mail (1989), Desde la capital de los malgenios (2000) e Ítaca/Luzmila (2015). En narrativa, las novelas Papá murió hoy (1985), La cueva (1995 y 2003), Lucero (1999) y Le prêtre fou et les trente−sept vierges de Santa Rosa (2005). Además de la obra teatral Celos joviales (2014).

En 2002 incursionó en el cine con su recordada interpretación del personaje «La Bestia loca» en la película Un titán en el ring de Viviana Cordero.[/symple_box]

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Telmo Herrera en los exteriores de la Librería Quilombo, en el barrio San Julián de Sevilla

«Era como una pesadilla constante, tenía que terminar. Era un homenaje a Papá, quien todavía podía escucharme. Yo escribía en voz alta diciendo: “¿Papá, me oyes?”. Y a todos los que habían muerto les decía: “¿Me oyen?”. Era como si ellos me aferraran a la vida y yo no quería que se fueran, que no desaparecieran. El dolor estaba ahí, había que revivir a todos los muertos. Ningún muerto quería que se salvara. Pasa el tiempo, vas olvidando y la memoria es corta.

Yo estaba buscando la novela desde que tenía quince o dieciséis años. Apenas podía escribir tres o cuatro páginas y la abandonaba. No había vivido y no tenía experiencia y creo que para escribir una novela se necesita haber vivido y tener una cierta experiencia. Sucede que llega el telegrama anunciando que Papá ha muerto, el título de la novela viene de ahí: Papá murió hoy.

Es como si todos los recuerdos habrían estado estancados y con el dolor tan profundo que yo sentí con la muerte de Papá, fue como haber vaciado un sifón: “¡¡¡PUUUUK!!!”. Todo tenía que quedar sin nada, a tal punto que la novela la escribí en siete días. No paraba, el dolor era tan grande que no podía dormir. No quería comer, perdí siete kilos. Me fui solito: ¿para qué comer?, ¿para qué dormir?

Papá muere el 16 de febrero de 1983 y el 16 de marzo, por coincidencia pura, estuve en el Teatro Odeón de París, ahí se presentaba Luces de bohemia, de Ramón del ValleInclán. Lo extraordinario: la obra debió empezar a tal hora y, por una huelga de no sé qué, empezó casi una hora más tarde. Cuando aparece en escena el ataúd de Estrella, miro la hora, en ese momento exactamente, en Quito, tenía que hacerse la misa de conmemoración del mes de la muerte de Papá. ¿Coincidencia?

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Obra inédita

Entre los textos de Herrera que aún se desconocen en Ecuador constan las novelas: Yolanda, me gusta escribir tu nombre; Adela (el manuscrito alcanzaría casi las mil páginas); El pájaro exótico; La cicatriz; Al margen; La protagonista y el escritor; El mirón (novela epistolar de la que en abril pasado se publicó un fragmento en la revista Letras del Ecuador de la Casa de la Cultura ecuatoriana).

Se prevé la publicación de El cura loco y las 37 vírgenes de Santa Rosa bajo el recién creado sello editorial La Fulana durante este 2017 en Ecuador (hasta ahora inédita en castellano) y en Deculturas, en España. [/symple_box]

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Primera edición del texto publicado por Destino en 1985

Todos esos recuerdos yo tenía que ponerlos en el libro, uno tras otro. De una manera vertiginosa, no comía, no dormía, casi no bebía. París me importaba un pito. No quería salir, deambulaba por las calles, estaba absorbido. Era eso o botarme contra el suelo y romperme la cabeza. Nunca pensé que una frase como Papá murió hoy, que puede ser un verso, causara tantos estragos, en mi caso, como escritor. Hubo un fluir de cosas de las que en ese momento no fui tan consciente, pero luego me di cuenta de que muchos de los temas que situé en la novela se han bifurcado en mis libros posteriores.

Papá murió hoy es una especie de rompecabezas de lo que cada amigo me contaba que había vivido en su familia y, gran sorpresa, muchas de esas anécdotas habían pasado también en la mía. Por eso, Telmo Herrera es un personaje más. Eso le da más personalidad a la novela. Quería escribirla con un lenguaje directo, a tal punto que Hernán Rodríguez Castelo, el crítico literario, decía «Cómo puede ser que alguien que ha vivido y estudiado en París pueda escribir como un muchacho de la calle». Eso es lo que yo quería. Para mí fue el mejor homenaje que en el Ecuador me podían haber hecho.

El estilo es un fluir del tiempo y de la escritura, donde en ningún momento frené, porque si lo hacía, habría detenido el diálogo del personaje, había que dejar que la cosa siga como cuando uno se siente feliz y quiere serlo más todavía. Es decir, quieres llegar al otro lado. Cuando yo escribí la novela, fue un unir y soltarme. Si no habría sido por Papá murió hoy, el Telmo novelista se habría acabado.

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Tres ediciones dispersas

Papá murió hoy posee dos ediciones anteriores: la primera de 1985 a cargo de la editorial española Destino (al ser la novela finalista del Premio Nadal en 1984) y la segunda en 2001, en Paradiso Editores, la única hecha en Ecuador.

La reciente publicación en Sevilla (Deculturas, 2016) se puede adquirir en el sitio web www.quilombo-libros.com y en la librería Pedro Páramo de la Casa de la Cultura en Cuenca (Ecuador). [/symple_box]

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El autor mientras explica que no se efectuaron mayores cambios entre la primera y la tercera edición de «Papá murió hoy»

Como digo en la novela, mis antepasados los Herrera fueron desde Sevilla hace unos siglos al Ecuador. Estas calles son viejas (La Alameda de Hércules en Sevilla). De pronto, ellos también se pasearon por aquí. El lanzamiento de mi carrera literaria se produjo aquí. Creo que uno debe darse una base cuando escribe una novela, una base de realidad y de verdad. Yo decidí que los Herrera vienen de aquí. Es tan simple como eso. Ni me lo pongo en duda. La muerte diríamos es lo que me encamina, es el ‘leitmotiv’ de la novela.

Toda novela necesita un hilo conductor, es lo que al lector mantiene en vilo, y sino no es novela. En Papá murió hoy, el hilo conductor es la muerte y entre ese tejido del hilo conductor hay un montón de pausas: el humor, el amor, la picardía, la comida, las fiestas y los cumpleaños.

Hay una cosa que últimamente me han dicho: que es carnavalesca. Nunca lo había visto así, pero me parece que sí, es un carnaval; como si estuviéramos enterrando al muerto, pero con fiesta. Lo carnavalesco es interesante, pero en el sentido más noble de la palabra. Es decir, cómo trascender a la muerte.

En un velorio, la gente se ríe de todo, porque todo el mundo ríe, cuentas chistes y más chistes para hacer una abstracción de la muerte, porque no quieres verla. Sobre todo, no quieres hablar de ella, pero el muerto está ahí, en el ataúd. Cuando empiezas a llorar dan más ganas de seguir; en cambio, cuando alguien lo hace, tú te contagias; después, uno se hace el machote y se aguanta, pero por dentro está hecho mierda.»

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