Cinco poemas de Esteban Nicotra
Esteban Nicotra (Villa Dolores, Córdoba, Argentina, 1962) ha publicado La vida que se vive (Editorial Brujas, 1992) que posteriormente amplió en 2006. También ha publicado varios libros de ensayo, como Ser el otro. Apuntes sobre la traducción literaria y versiones de poesías italianas contemporáneas (Brujas, 2007), La realidad en la palabra. Escritores italianos del siglo XX y nuestros días (Brujas, 2005). También ha publicado numerosas traducciones de escritores italianos, entre ellas las de Del diario (1945-47) y Empirismo herético, de Pier Paolo Pasolini; Por un segundo o un siglo de Maurizio Cucchi y Gente al paso de Tiziano Rossi, todas por primera vez vertidas al castellano con ensayos introductorios.
Además de esto, ha publicado traducciones de Ungaretti, Pavese, Conte, Campana, Saba, Sbarbaro, etc. En 2015 publicó «Pasolini, mirando de frente al Poder sin rostro», en Pasolini, una desesperada vitalidad, Shangrila, Santander (una hipótesis sobre el asesinato del escritor y cineasta italiano). Ha cuidado y prologado la edición de la poesía completa del poeta argentino Horacio Castillo, Por un poco más de luz. Obra poética (1974-2005). Egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, realizó estudios desde 1988 a 1990 en la Università degli Studi de Florencia, Italia. Fue profesor de la cátedra de Literatura Italiana y del Seminario de Traducción Literaria del Italiano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, desde 1986 a 2011.
A continuación, vamos a presentar una serie de poemas del poeta argentino que hemos sacado de La vida que se vive y otros que ha seleccionado él mismo y que no están, aún, compilados en un volumen propio.
ANTES DEL ALBA
A la mejor juventud argentina
1
He sufrido.
Pero he defendido
mi alegría con franqueza
y generosidad.
No he sabido, ni querido,
medir mi vida,
ni calcular.
Estoy solo,
con mis pocos símiles.
Bendigo mi entrega
a mi pasión
innegociable.
2. En el galpón
Uno al lado del otro acostados
como larvas esperando la muerte.
Las vendas inútiles
sobre ojos que miran
hacia adentro.
El sudor de la fiebre
y el pus en las heridas.
La desgarrada sonrisa
vuelta hacia el futuro.
3. Hasta que resuciten
Somos los fantasmas vivientes
de aquellos muertos.
No viviremos nuestras vidas
hasta que descansen en paz.
Y eso será
cuando resuciten
en cada uno de nosotros.
EN LA ALTA NOCHE
En la alta noche escribo
desde mi baja condición humana.
El día ha pasado como un río crecido
de margen a margen arrasando.
Sobreviviente en esta orilla
del silencio y el reloj de la sangre,
escucho los ruidos de la casa y la ciudad
como los últimos signos
que quedaron detrás del paso
que ya no deja más persona viva.
Insomnes, almas en pena, parias,
son las últimas sombras
de este otro infierno, las últimas,
absortas, libres, tiritando
la soledad de un amor constante
más allá de la muerte.
Después del genocidio.
La vida que se vive, Editorial Brujas, 2006
ANTES DE LA NOCHE
Antes que estas nubes grises
cubran con su herrumbre el cielo
ese ebrio tiene que encontrar
su voz para poder cantar;
antes que las luces se enciendan,
en un silencio de escenario fatal,
tendríamos que poder oír la voz de la tragedia,
como un relámpago,
sobre la plaza de la ciudad;
antes de que llegue la noche
tienen que brillar unos ojos
(que sólo supieron llorar
y hace años que están secos);
antes que tú y yo tengamos que callar,
debe llegar como una ola,
hasta estas paredes fantasmales,
un rumor como un mar;
antes de que sea tarde
y acunados como niños,
gusanos en su capullo invernal,
tengamos que volar;
antes que este aire extraño,
confuso, se pierda en el alba
y la vida normal vuelva a empezar,
antes de que nos dejemos de amar,
antes de que el silencio silente
como el grito de una multitud
amorfa de estadio
no nos deje escuchar;
antes de la noche final,
cuando los gallos giman,
y los pájaros enloquecidos
crucen al azar,
¿veremos las ciudades del sol:
su rostro de verdad?
La vida que se vive, Editorial Brujas, 2006
LA HORA OSCURA
Bajo este cielo plúmbeo,
que oscurece en pleno día nuestras horas,
vives tu vida y lees
en este bar ermita,
el sueño de otros, en páginas
luminosas de vida que palpita.
Y ya el viento, que anuncia la tormenta,
agita las hojas de los árboles,
arrastra las noticias que murieron,
mece una cabellera en su vaivén,
pero no anticipa un límpido día,
ni el sol de un porvenir.
Es solo el recuerdo, in natura,
de una historia que no fue.
Esta hora oscura de nuestro tiempo
ensordece en su dominio
el grito callado
de los que no tienen un mañana.
Saldrás a la calle, a la llovizna,
fría, amarga, indiferente,
con la terca ardiente rabia
del que espera el amanecer
como si fuera un cataclismo,
el resonar en un cielo naciente
del clamor que es el anuncio
de lo que nombra esa palabra
que ya nadie se anima a pronunciar,
o se ha olvidado, en tanta mansedumbre,
en tanto conformismo amancebado.
Pero ya es la noche y la lluvia
es solo noche y lluvia,
y las pocas sombras fugitivas
corren a refugiarse.
La hora no entrega una señal,
las luces de las avenidas
iluminan alienadas
un silencio sin nadie.
ELLOS VUELVEN
En la noche,
como traídos por las olas negras,
entre el sudor salobre de las sábanas,
ellos vuelven.
Llegan hasta tu cuarto a oscuras
y flotan sobre tus párpados caídos,
hasta que te levantas, insomne.
No dicen nada,
te miran con sus ojos de corderos,
sonríen, cantan su canción muda,
como tantos años atrás.
Y tú caminas y caminas,
entre las dunas,
entre las zarzas y el viento,
hasta que tus pies
pisan la arena firme de la playa,
y tu paso va recto y seguro,
hasta que te internas
en el agua helada del alba.
La vida que se vive, Editorial Brujas, 2006