«Pequeño Fuego», un poemario con ilustraciones de Verónica Durán González
Verónica Durán González (Canido, 1983). Artista multidisciplinar. Actualmente trabaja como ilustradora enfocada en proyectos donde la poesía visual prevalece.
Algunos de sus textos han sido publicados en revistas digitales como Kokoro. Años atrás, la poesía de Verónica Durán González apareció en la sección «Lxs que vienen» de Revista Aullido, la que se puede leer en este enlace.
Cuenta con tres libros de poemas publicados: Páh (2017), Corazonar (Eolas Ediciones, 2019) y Pequeño Fuego (2025) —un libro ilustrado y autopublicado con la intención de acercarse al concepto de libro de artista—, que apareció hace pocas semanas en España.
De este último título, Pequeño fuego (2025), hoy os traemos cinco textos e igual número de ilustraciones de Verónica Durán González, que en su conjunto se despliega como un mapa sensorial donde los poemas actúan como antorchas que invitan a una exploración lenta, a deambular por un bosque de talismanes y recuerdos.
«La estructura del libro sigue la cadencia de esa llama donde el lenguaje forma figuras hasta perder intensidad hacia los poemas finales en un leve movimiento de cambio y aceptación que tal vez propicien las cenizas, aunque el fuego de este libro se dibuje con un resplandor sutil, una chispa de significados, donde el sonido de la lluvia también crepita», se lee en la «Introducción» a este poemario.
Este libro puede adquirirse contactando con la autora al correo electrónico vinulaveronica@gmail.com o a su cuenta de Instagram @loslapicesdevinula, en la que también se puede conocer su trabajo como ilustradora.
Fragmentos de Pequeño fuego
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Nubosidades,
nadie sabe de esta hora
y los murciélagos.
Por eso cuelgo como el istmo
de una entonación,
y la si la noche gime,
aprendo a levitar.
Traigo dimensiones
que podrías encender.
Llega a vela este lenguaje,
converge aun sintiendo
lo inconcluso;
¿habré estudiado aquel soro?
Y escribo como quien habla
en sueños: en un instante
de dragonteas.
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Desciendo,
músicas me permiten acceder.
Entro cuando tú
has logrado acomodarte.
Si de bruces, raíz merodeando,
sujeta mi espalda,
voy dejándole asumir y al decirlo,
desciendo.
Si confío, los abismos gesticulan.
Llego a un dorso, tez de gorgona;
leo engaños y el salón de mis terrores.
Así me deslizo una vez más
entre brumas que cautivan,
no estoy lejos, considero la muralla.
Siniestra partitura,
no estoy lejos del impacto.
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Extraño, lirio espectral,
extiendo en mí la blancura.
De ese prado seré caza,
ferozmente inmóvil,
cavidad de alguna ilusión.
Existo, cambio bajo un sol
que disminuye,
cambio hasta morder.
Porque anhelo un respingo en soledad,
porque intuyo otra efigie,
y hay un monte.
¿Sabré asimismo de la paz
sin tensar dicha envoltura?
¿Oiré la hoz de su carácter?
Lirio, embudo hacia el espanto,
dame un fuego que yo pueda recordar
cuando el tiempo codicie mi escasez.
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Tras el halo de los herbívoros,
mis pasos.
Bajo cielos de canora, salgo a beber.
Dormita en la sierra,
algo clama en la luz.
Hacia allí siento hervir mi pesar,
me oriento.
Reconozco un cercado
ampliamente asumido
que también se engancha idioma.
Tras el halo habré de saciarme
sin nutrir otro apuro
que admirar esta charca
donde aprendo, sapo de espuelas,
libre mi raíz,
y advierto un furor
que juega al despiste,
bromea si tropiezo
en contraste con el plenilunio.
Luego sube hasta mugir
de ingravidez, y voy sensible a esa nota.
Tras el halo,
en profunda sensación,
recibo la niebla;
clama aquello que ignoraste
moviéndose al fondo.
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Recibo la niebla,
campos de roca evaporándose,
narcisos ocultos
en aquel viento soprano,
la furia de un martín pescador,
el plácido azar
de un tiempo de asombro.
Recibo un contraste
entre copas de aliso
y mis emociones,
salgo de mí y remonto el curso;
el plácido azar
de un tiempo de asombro.
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De Pequeño Fuego (2025)