La poesía del lobo
Escribe | David Marroquí Newell
Editorial: Ediciones Vitruvio
Autora: Pedro Alcarria
Nº de páginas: 80
ISBN: 978-84-123341-9-7
El invierno es la estación de renacer a la penuria
Del silencio en la piedra nunca acarreada
La porcelana innumerable y dolorosa de apretar los dientesLa palabra gravitando que se desplomaría callada
Como la luna quieta
El aullido de la bestia resuena en lo profundo como el poema, como la poesía viviente en los bosques y las cavernas, la poesía más pura con el verso agarrado a las entrañas del poeta, un poeta y su poesía que no tienen dueño, tan sólo «la arrogante autoridad de su ojo (…)/Construyendo el paisaje invisible», utilizando los propios verso de Pedro Alcarria.
Yo soy discípulo de su estupor
(…)
Desconfiado lleno de asombro
Con el aire de alguien sorprendido en una falta
Midiendo sombras y palpando palabras
Usadas para nombrar voces opuestas
Y en ese punto se encuentra el poeta, en el punto de ser discípulo del asombro, el punto en el que mide las palabras para poner voz a aquello que sale de dentro, llamémoslo bestia o inconsciencia, llamémoslo nosotros mismos, lo que verdaderamente somos y cómo fuimos creados, en el caso de ser creados o simplemente nacidos.
Pedro Alcarria Viera (Barcelona, 1975) no concibe un poemario como un libro de poemas diversos, tal vez con alguna asociación, tal vez inconexos. No concibe su obra como algo que se pueda componer solamente con pequeños fragmentos individuales, sino como un todo, como una historia donde cada poema es el mismo poema y otro diferente. Sus dos obras publicadas (Camada y El dios de las cosas tal y como deberían ser) vendrían a ser dos poemas largos divididos en fragmentos que el lector va recibiendo poco a poco hasta completar la historia. El poeta es un contador de historias, un contador de metáforas, contador de historias metafóricas en verso con las que va creando poco a poco un ambiente propicio y unas imágenes que irán introduciéndose en las lectoras y lectores para removerse y remover por dentro.
El poeta coge un elemento, en este caso un animal, y nos disecciona a nosotros mismos a través de él. Con su palabra, lo convierte en vida, en nuestra vida, y nos señala y se señala a sí mismo, a la forma de vivir, de comprender lo que nos rodea, de sentir y sentirnos. Esta es la principal virtud de Pedro Alcarria en Camada.
El mundo es un cuerpo basto blanco como la sal
El lobo escapa la vida oscura mana
«Arriba al aire brota hacia la semejanza». La figura utilizada por Pedro Alcarria en Camada es el lobo, animal con el que el ser humano tiene una estrecha relación y que se configura dentro de nuestro imaginario de diversas maneras, a veces incluso como representación mágica. El poeta busca reconocernos en este animal que a tantos impresiona y a muchos aterra; un animal salvaje, social, pero a la vez solitario, que tiene unas normas propias dentro de su grupo y una lealtad encomiable.
Bailo con un pie en el vacío
Me cierno como sábanas al borde del lecho
Pero un peso grave me amarra al centroEl huésped
El lobo
Volviendo a nuestro imaginario, la fascinación que el lobo crea en nosotros hace que tengamos una figura ancestral que sea el hombre lobo. El hombre y el lobo se han entremezclado desde la propia mitología griega, probablemente proveniente de cuentos que la cultura helénica heredó de sus antepasados; pero no solamente existe en la cultura occidental. En Japón encontramos la figura del ōkami. A diferencia de nuestra tradición, el ōkami es un ser que no se transforma para engañar o hacer alguna triquiñuela, sino que está vinculado a la honestidad y a lo positivo. Este lobo era un mensajero de los dioses y acompañaba a las personas, por lo que de nuevo podemos ver la figura del lobo en una estrecha sincronía con el ser humano.
Presentí una palabra
Todavía tengo sabor a sangre en la bocaOí respirar oí tomar aliento escuché
La voz ennegrecida añosa ronca del loboQue gruñó desvelada en su dialecto
Recordando un salto a oscuras
El lobo de Pedro Alcarria es insaciable, una camada que gobierna y juega entre los versos, los devora y nos los muestra entre sus fauces. Es un libro de supervivencia del ser, un acto natural y primitivo; sí, primitivo y primigenio como el más elemental que tenemos, el que no se puede controlar porque es la vorágine pura de vida que nos viene desde la entraña. La consciencia pelea a veces con la inconsciencia, con nuestra parte animal, la que nos nace de dentro y que siempre intentamos controlar. ¿Es el lobo quien tiene el control o somos nosotros quienes que controlamos al lobo? Esa batalla, esa vida, se hace palabra.
El juego del poeta con el simbolismo y lo abstracto hace de esta obra una obra para lectores y lectoras que acostumbran a leer poesía, no apta para novatos y quienes no están familiarizados con un lenguaje poético, compuesto por un ritmo semántico intenso. Camada, a pesar de tener un verso blanco y directo, sin excesivos adornos ni recargos, con un buen sentido del ritmo y movimiento del poema, no es en absoluto simple o simplista. La guía que hace nuestro logos totémico a través del hambre y la nieve y la estepa y la sangre hacen de esta poética animal un camino hermético y difícil de transitar; difícil de transitar, sí, pero placentero para aquellos y aquellas que saben seguirle el camino y logran salir ilesos de sus garras.
Lucha de lobos embriagados
De lobos que enhebran o desbaratan según
Qué demencial sueño propaguen
A través de esta bruma sin misterio
Atacando el flanco débilLa palabra que no alienta
La palabra muda
Porque los versos de Camada llenan los poemas, lo transitan y nos transitan con ellos, es fácil verse reflejado, ver nuestras inquietudes, esperanzas, nuestras dicotomías y nuestros seres. Digo nuestros seres porque no estamos compuestos de una única personalidad, sino de muchas; no nacemos siendo uno, un lobo solitario, sino una camada voraz de vida y empapada de deseo por la misma, dispuesta a sobrevivir y a vivir.
Llenamos de lobos el poema
No de soledad comedida ni de felicidad mojigata
Ni de caricias que no alcanzan a poder
Ni de nuestra alma sucia y cerril
Esperanzada en que se vayan las ansias soñandoLlenamos de lobos sin sentido
La tremenda humedad y silencio del deseo
Y al igual que nuestro poeta ha llenado el poema de lobos, yo lleno esta reseña de sus versos, incluyo a sus lobos para que refuljan los míos, los veáis y podáis aceptar los vuestros, los que fluyen dentro de vosotros y vosotras y completéis los suyos, los míos, los hagamos nuestros en una única manada que habite la poesía, que celebre la palabra, que celebre la lucha por la vida.