La importancia de un carcaj

Escribe | Francisco Blas Sánchez


Un puñado de flechas de María Gainza

Editorial: Anagrama (2024)
Nº de páginas: 244
ISBN: 978-84-339-2432-2
Autora: María Gainza
Idioma original: Español

La importancia de un carcaj no acepta aduladores, ni para hacer favores porque sí, sin contar con la persona. La importancia del carcaj fue que Francis Ford Coppola vislumbró y vaticinó el futuro de una escritora notable o excelente, que admiraba a los escritores, con sus más variadas lecturas (entonces María Gainza no escribía), creyendo que «la literatura era producto del genio joven». Como buen fruto tenemos Un puñado de flechas (2024).

Me gusta escribir y leer autoficción; que encontramos en esta obra. María Gainza está bloqueada para escribir, es dura la situación ante el folio en blanco o la pantalla del ordenador y no poder escribir nada. Quiere hacer otra cosa distinta para que le llegue la inspiración. Al contar con una maestra de pintura se lanza a la tarea.

Nos habla del deseo de coleccionar arte, el poder de la adquisición, de la investigación de la neuroeconomía. Rememora sus años estudiando la carrera de arte. Nos presenta y describe a un coleccionista enigmático. Él está interesado por ella. El coleccionista dice que él no compra. Imagina el inicio de su labor de coleccionista como la de un esteta. El coleccionista le explica su trabajo y le muestra su colección. En la narración utiliza rico léxico y términos en inglés y latín. Escribe variedad de citas culturales. Aparecen protagonistas del mundo del arte, personajes históricos que lo han estudiado y, nombra de soslayo el mundillo artístico. Con María Gainza se aprende arte de forma amena, tal como en el capítulo titulado: «Una concentrada dispersión».

Gainza entabla conversación con un ave («adecentando sus plumas como si literalmente hubiera caído del cielo»), como Nikola Tesla hablaba con una paloma. Curioso. Incluso místico. Es reflexiva. ¿Será María una santa, una persona asceta o una mística? ¿Desearía serlo? Todos tenemos nuestra parte espiritual. Mientras tanto escribe su narración. Aparecen títulos de libros que ha leído y escribe citas que tenía guardadas. También brotan en la novela títulos de películas. Las recuerda y son materia para su labor de escritora.

Ella como fanática de Walden Pond, decidió estudiar a Boston, en Concord. Nos relata sobre el círculo de escritores los trascendentalistas. John le Carré se encuentra en sus lecturas juveniles, sin embargo, destaca la lectura que hace de Walden. «Hay dos Walden: el literato, que es mental, un campo unificado de la conciencia al que se puede acceder con solo abrir el libro, y el terrenal, que indefectiblemente es la realidad, defectuosa como siempre».

La autora nos habla de sus problemas de salud. No me la imagino de borrachera en borrachera los fines de semana, aunque tiene hambre y sed de conocimiento. El libro es un ensayo y narración y contiene fotos, también es un diario. Algunas anotaciones de su diario ha querido censurarlas por su tono lúbrico.

Faltó poco para que Gainza publicara en una pequeña editorial, gracias a una amiga escritora, firmó un contrato con una gran editorial europea. Durante diez años de su vida se dedicó a ser crítica de arte. Fue corresponsal de ArtNews.

Un editor le dio este consejo: «Salvo que hayas sido testigo presencial de un acontecimiento histórico, jamás uses la primera persona». Para ella es un honor seguir ese consejo para escribir, aunque es muy difícil sufrir tal vanidad. Sin embargo, consigue lo memorable escribiendo y sintiéndose segura sobre algo digno de recordar. «La escritura de mis libros debe ser algo que sucede mientras hago otra cosa», nos dice María Gainza. Ella es sensible. La sensibilidad aflora con la voz de la conciencia que en un estanque o lago se llena. También se le puede percibir como una mujer fuerte. Entretanto ella se rodea de arte, se llena de vida y no deja de escribir.

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