«Granos y salvado», un ensayo de Tristan Tzara traducido por primera vez al español

Traduce y escribe: Manuel Puertas Fuertes 


Tristan Tzara

El poeta y ensayista Tristan Tzara.

 

A inicios de la década del treinta, Tzara publicó por fin su magno poema L’Homme approximatif (1931), en acertadas palabras de Cassou «uno de los más completos testimonios de la poesía contemporánea», obra fundamental, elaborada entre 1925 y 1930, que consta de un solo poema épico, dividido en XIX cantos, el cual es un referente de la poesía francesa y mundial, compuesto por versos escalofriantes, tiernos y duros a la vez, desde el primero «domingo tape pesado sobre la sangre hirviente» hasta los últimos «he dedicado mi tiempo esperando al oxidado desierto del tormento y al vigoroso advenimiento de su fuego». Es un poema visionario, que aspira a una nueva concepción del mundo y del individuo, es una obra equiparable, en su influencia, al Altazor de Huidobro, para la poesía en castellano o a los Cantos de Pound, para la inglesa. Poema generacional, como el Aullido de Ginsberg, es de lectura difícil, de significados polisémicos y construcción abrupta y, típico de Tzara, abundante en metáforas excesivas y deslumbrantes. Tras muchas escaramuzas y enfrentamientos con Breton se produce un período efímero de acercamiento, de coexistencia con los surrealistas, concretamente entre los años 1929 y 1932. Defienden juntos la película de Buñuel L’Age d’Or (1930) e incluso son compañeros de viaje en la aventura política, lo corrobora la publicación, ya mencionada, en el número 4 de la revista El Surrealismo al Servicio de la Revolución con fragmentos del libro que Tzara tenía entre manos: el esencial Granos y salvado (1935).

Manuscrito, cuyas pruebas, conservadas en la famosa Biblioteca del modisto Jacques Doucet, mecenas y coleccionista, fueron dedicadas por Tzara en su día a René Char. Tras un laborioso periplo editorial, ya comenzaba la todavía vigente dificultad para publicar sus obras, el boicot enfermizo a Tzara, por parte de todos los países, lo he sufrido en España. Afortunadamente y tras ser rechazada en otras editoriales,  en 1935, los editores Denöel y Steele, publican Grains et issues con Notas del propio autor, tan ricas y hermosas como el mismo texto. Subtitulado como Sueño experimental, esta capital obra, fundamental, esencial para entender el pensamiento tzarista, el eslabón perdido entre Dadá y surrealismo, el cual he traducido íntegramente por primera vez al castellano incluido en el ensayo Aproximando a Tzara (2021) y del que Revista Aullido pone a disposición de vosotros el fragmento correspondiente a su primer capítulo.

Portada de Aproximando a Tzara (2021)

Portada de Aproximando a Tzara (2021) de Manuel Puertas Fuertes.

Libro onírico y teórico, que como preconizaba Dadá, anula la distinción entre géneros literarios, combina de una forma original la profundidad y lucidez del ensayo, la magistral y brillante prosa lírica con la más deslumbrante y heterodoxa poesía. El concepto freudiano de transferencia aplicado a la metáfora, la angustia de vivir, que desde el trauma del nacimiento y la castración social, se apodera del alma humana, es el argumento central de Granos y Salvado (1935), obra que retomando las genuinas y fundamentales ideas tzaristas, ya expresadas en muchos de sus escritos desde el famoso Essai sur la situation de la poésie (1931), da una vuelta de tuerca más a la dialéctica materialista y persevera en su postura política para reinventar el mundo de las ideas y del arte a partir, obviamente, de la liberación del hombre, de su esclavitud impuesta por las fuerzas burguesas y capitalistas. Considera a la poesía como una herramienta más para combatir el injusto sistema social, reivindica como imprescindible el compromiso intelectual, y hace una acérrima exaltación de la imperiosa necesidad de la existencia de riesgo para hablar de obra artística y de el poder del humor como el arma más potente, incruenta pero eficaz, para combatir las posturas intolerantes y reaccionarias de las clases dominantes. A partir de este texto ya nada puede seguir siendo igual, prosa y poesía son lo mismo, no hay barreras para la expresión lírica, la etimología de la palabra poesía ha alcanzado su plenitud, crear, crear, crear. Creer es crear, como señalan dos frases de las más conocidas de Tzara: «la idea se construye en la boca» y «la poesía debe ser vívida y vivida», esto es, experimentada por el propio poeta y expresada de forma bella y emocionante. Más allá de su consideración como movimiento o como escuela literaria, de las diferencias personales, ideológicas y teóricas, de su consecutividad histórica, de su coincidencia en muchos de sus componentes, no puede obviarse la gran influencia y repercusión de las teorías dadaístas y surrealistas durante toda la primera mitad del siglo XX. Sería inconcebible entender el concepto actual de arte y toda su evolución práctica posterior sin la renovación–revolución  que se produjo en esos años.

Enmarcado en este instante histórico, Granos y salvado marca un hito y señala el camino de los acontecimientos sucesivos de la creación literaria y artística. Las Notas a Granos y Salvado, tan esenciales como la propia obra, ahondan el análisis y desarrollo de las ideas de arte como actividad del espíritu y como medio de expresión, poesía latente y poesía manifiesta, tesis y antítesis, que Tzara consigue esclarecer mediante el análisis sicoanalítico influenciado por la obra de Carl Gustav Jung: pensar dirigido y pensar no dirigido, y que sintetiza en un único concepto evolutivo con preeminencia de uno u otro factor según el momento histórico. En la nota II, titulada «La reducción de los monstruosos antagonismos entre la sociedad moderna y el individuo», hace un magistral resumen del hombre, desde el hecho traumático de nacer que da origen a una existencia de represión, de castración de los deseos más naturales hasta la angustia de vivir que ello provoca y que solo puede ser superada mediante una total subversión del orden establecido con sus falsos principios morales y económicos. Transcribo el párrafo final: «Es necesario dotar al odio existente contra la sociedad burguesa del antídoto de su término opuesto, la esperanza, en la sociedad del futuro, de ver satisfechos los deseos oprimidos e integrar en el orden síquico las posibilidades dormidas o atrofiadas que constituyen el sentido perenne de la dignidad humana». Esta obra puede considerarse un resumen de pensamiento poético–político de Tzara que aúna vida y obra, objeto y sujeto, acción y riesgo, interior y exterior, fin y medio, sueño y acción.

GRANOS Y SALVADO

.
.
Un texto de Tristan Tzara

GRANOS Y SALVADO
— Sueño experimental —
(1935)

A partir de hoy, el contenido de los días será escanciado sobre la damajuana nocturna. La desesperación adoptará las formas alegres del fin de la época de manzanas, y rodará como una granizada de tambores repentinamente descargados, sobre la húmeda sombra que nos sirve de abrigo. Las noches crecerán en detrimento de los días, a plena luz, según las reglas de los malos humores, los más sórdidos e inextirpables. Unos huevos luminosos se acumularán sobre la tripa de los edificios. Estará prohibido al sueño acosar a las mujeres en la calle. En las horas de mayor afluencia se soltarán unas jaurías de perros invisibles por toda la ciudad, se deslizarán entre los pies y los vehículos, completamente barnizados por una substancia fosforescente, ligeramente musical como el raso. Hombres, mujeres y niños se rozarán las manos con una evidente satisfacción que dará lugar a la cortesía. Nadie tendrá que dar cuentas de la prolongación de esos roces. De esta fórmula, en apariencia carente de interés, nacerán conocimientos inverosímiles y enredos trascendentales. Inmediatamente las cabelleras se pondrán a disposición de todos. Una nueva voluptuosidad brotará sustituyendo al amor. Desaparecerán sus cadenas y, en su lugar, habrá hilos de seda tan invisibles como algunas miradas que expresan el mundo en su actual complicación, sentimental, atroz.
.
.
he aquí en este momento la lluvia fina de una oscuridad de
                         .hormigas que caerá felizmente sobre la ciudad
.
digo felizmente no digo otra cosa
.
y cómo podríamos sin ruido aplastar las causas y destrozar
                                                                                  .los tragaluces
.
cuando la suavidad de la atmósfera entre otras cosas no alentaría
              .mediante signos sutiles de risas cuchicheadas a escondidas
.
a los montadores de escenas sin final que vendrán a asomarse
                                                                en la palma de la ciudad
.
.
Montones de frutos se colocarán en los cruces, algunos alcanzarán la altura de un edificio de tres plantas. Las noticias serán cuidadosamente anunciadas por medio de señales de barcos amarrados con cordajes y éstos a su vez colgados de las farolas. Se otorgará a los caballos al honor debido a su belleza plástica y a la nobleza de su carácter. Nada será descuidado, ni el atavío de animales domésticos, ni la institución de parlamentos de pájaros. Los hombres no hablarán más, mientras que la mujeres cantarán algunas frases, cuyo uso sera determinado y su número delimitado, pero el sentido expresado por las palabras no concordará ni con la etimología ni con los sentimientos habituales. Cada viernes habrá cambio de expresiones, se ordenarán algunas supresiones y, en los límites del repertorio que se establecerá para la semana en curso, los añadidos a los sentidos siempre renovados completarán las melodías conocidas. Todo lo susceptible de producir un ruido agudo, se recubrirá con una delgada capa de caucho. Los ruidos serán opacos y sordas sus resonancias.

En la ciudad inmensamente fluorescente donde la sabiduría de las multitudes se conjuntará con la locura dispersa de algunos deliciosos seres, se instituirá, en previsión de la inminente transformación de la materia y, desde lo alto de los graneros, a la usanza de aquellos que tienen oídos para oír, y no para romper los cristales de las bofetadas desgraciadas y excesivamente escuchadas, será pregonada la hora de los pastores, en la claridad del tiempo bienvenido, único estruendo ampliamente admitido. Y el cantante callejero hará sombra en el temible sufrimiento del silencio difundido como una mancha de vino tinto, que podrá sumergir toda la ciudad en el placer y la voluptuosidad sin límites, hacia las que tienden verdaderamente los significados del hombre, ese imperturbable solitario que cada día sale de una prisión.

* * *

un paso adelante
los labios de lluvia
un paso adelante esto es una nana para niños cubiertos
                                                           .herméticamente de piel
una calle de menos

un paso atrás
el dolor de lo próximo un paso atrás
decir lo que pasa por la cabeza con tal que no sea en vano

decir no importa qué
sin desplegar los labios ya hubo labios lluviosos
                                                .y permanecimos allí
esto no será para siempre lo verá bien quien vea el fin
siempre que nadie comprenda
el viento los seca
antes después
no importa cómo

Todos los detalles, cuyo número y naturaleza exactos algún día conoceremos, gracias al registro mecánico de las hojas caídas en el suelo, que el otoño amontona sobre el cálido seno de la tierra, aquellas que están desparejadas antes de caer en la cuneta, mientras que las mujeres diseminadas por el parque se desnudarán, arrojarán sus vestidos a un profundo pozo, y buscarán protección en los árboles que ellas transformarán con métodos afortunados en domicilio, hasta el momento en que nuevas hojas vengan a tomar posesión de las ramas, hábilmente equivocadas por estas provisionales e insólitas existencias.

La primavera se anunciará mediante fuegos, juegos y bosques. Las mujeres bajarán de los árboles y se juntarán en las entradas de los parques. Bajo el mando de los panaderos vestidos de pasteleros, cruzarán las calles, mezclándose cada vez más con la población boquiabierta y acogedora y perdiéndose en ella por completo, tanto en señal de alegría como de reconocimiento. Así, a medida que desaparezcan totalmente de la circulación, literalmente atrapadas por una juventud ávida de ágiles sensaciones, la primavera traerá muchas otras alegrías.

A cada cual le será dado el poder de realizar mediante una vida monótona las absurdas posibilidades que nos hacen presagiar las ganas de reír despreocupadamente.

La ausencia de palabras podrá por sí misma llevar ya a curiosas transformaciones en la naturaleza de los sentidos; – las relaciones entre lo expresado y lo expresable engendrarán, en lugar de los deseos netamente perseguidos, según una línea más o menos recta derivada de nuestros conocimientos actuales, una manía por la acción, que, en parte sorprende y en parte recuerda un utilitarismo singularmente despojado de convicción y de motivo, una acción que, a causa de la facultad de sumisión o más bien de la facilidad de experimentar desarrollada desde entonces en el conjunto de la población, no tendrá ya el carácter agresivo de un éxito planeado ni la pasividad de un deber cumplido o de una energía por desperdiciar – será entonces francamente egocéntrica, aunque incorporada en la vida social mediante la supresión de barreras, tanto en la recepción como en el enunciado de una proposición cualquiera. Las mujeres cantarán, en las condiciones ya descritas, algunas frases de sentidos carentes de la pompa de la razón, para ejercer un constante acercamiento, para establecer un punto de referencia que constata las distancias recorridas, una escala de equilibrios firme y rigurosa, y también para mantener la vida en un nivel que no amenace con estabilizarse definitivamente ni con eternizar estériles consideraciones en un recipiente con sonrisas demasiado fáciles, garantizadas.

Desaparecerán poco a poco: la duda de lo que un individuo piensa, no pudiendo, no sabiendo o no queriendo, por diversas razones, decirlo, y con ello, la posibilidad del «decir»; la costumbre de pensar con palabras, porque en la mayor parte de los casos, solo el hablar sonoro o contenido en la boca engendra el pensar, el poder motriz de la idea cuyo avance, como demuestra lo que queda atrás, consigue su resultado con la rúbrica del tiempo; el fin por alcanzar que, por contagio de aquel propuesto en la idea, se propaga sobre el camino de una actividad según la noción enmohecida de la vida en general y finalmente, la noción de la duración continua, porque la naturaleza estática de la idea imaginada podrá retener al individuo en el estanque cenagoso donde estarán ausentes el bien y el mal, la belleza y lo horrendo, la vida y la muerte. La sucesión de hechos no tendrá ya el aspecto embrutecedor que aportan a la imaginación los testículos paternales, y la ternura impregnará los acontecimientos colectivos por los que se exteriorizarán los fenómenos espaciales. Podemos fácilmente figurarnos la nueva naturaleza de esa época si admitimos que continuaremos dando cuerda en todas las esferas de los relojes y arrancaremos las saetas de sus mismas raíces.

Esperando los desbordamientos de una tendencia sobre la otra, comeremos en amplios establecimientos, ya platos que los dispositivos olfativos y visuales habrán enunciado a la medida de los sentidos despertados, ya lo que el interés o la fantasía de los camareros acróbatas, péndulos vivientes, dejará caer durante los saltos peligrosos; en cada barra estará colgada la presentación de una de las especialidades del día que el azar haya provisto, aquel día, estará dispuesta la población para recibir las más extravagantes innovaciones.

Comer, dormir, hacer el amor, etc., tenderán a confundirse; no se podría mantener unas manifestaciones vitales encerradas, durante tanto tiempo, en unos corrales rigurosos con destinos netamente especializados. Unos maniquíes–testigos de una perfecta hechura estarán colocados en posturas banales en las paradas de autobuses. Estarán fabricados de materiales comestibles e incrustados de perlas. No faltarán malos chistosos para hacerles un corro constante, pero los ritos se transformarán en necesidades con el derecho a reír sin abrir los labios hasta el momento en que nuevos postulados harán de ello rastros tomados en flagrante delito de necedad podrida, lo que creará una nueva razón para continuar creyendo y dedicándose a ello con toda el alma. Se cambiarán los fuegos artificiales por lanzamientos, en una absoluta oscuridad, de pájaros provistos de minúsculos reflectores y atados por largos hilos a altas columnas comúnmente llamadas torres de los filósofos. Las peores torres serán interpretadas por personas cuyo aspecto pensativo se parecerá al betún. Podrán ser obligadas a andar a cuatro patas, empapadas en orinales y abandonadas al terror y a la crueldad delirantes del populacho, lo que les servirá de muy merecida lección. La cantidad de tristeza disminuirá así progresivamente, y cuando haya desaparecido totalmente de la ciudad, lanzaremos las nuevas formas de la alegría, donde el estudio del terror, del miedo y de la crueldad jugará un papel de primer orden, y conllevará en adelante un cierto cambio en las costumbres uniformes. Unos perros atiborrados de gasolina, a los que se habrá prendido fuego, serán azuzados contra mujeres desnudas, por supuesto las más hermosas. Unos ancianos serán apretados y secados entre las hojas de inmensos libros de madera y extendidos, a modo de alfombra, en los salones burgueses. Unos tarros conteniendo lenguas aristocráticas se expondrán entre los botes de confitura y de mostaza en los escaparates. Veloces automóviles, provistos de aguijones delanteros de acero, podrán empalar largas filas de gentes que hacen cola ante un cine, por ejemplo. Será muy excitante, ¿no es así?, todo el mundo estará ya avisado. Una casa de ocho plantas que, sin suscitar la menor inquietud, durante más de diez días había albergado los servicios de la canción, se derrumbará por un lado, al cortar un funcionario la única cuerda que la sujetaba a los cimientos. Una montaña podría también, instalada sobre unos raíles, llegar a derrumbarse sobre la ciudad, puesto que estamos allí, pero evitaremos durante el mayor tiempo posible emplear este método, un poco brutal, de poner fin a la exquisita y excelente organización del jolgorio general. Nos conformaremos con regar los jardines públicos con tinta, y construir sobre la plaza de la Concordia un inmenso barco cuyos motores girarán en seco. Unos bandidos cazarán a lazo a los banqueros, con los que se sentirán muy cercanos y, con la ayuda de arietes medievales, destruiremos, poco a poco, esta maravilla de la mecánica moderna. Sin embargo, todos los días, en el momento en que nadie piense en ello, porque el olvido servirá de base a la nueva cultura de la alegría en sus manifestaciones más agriamente discutidas, no desde el punto de vista de su eficacia, sino del de la destrucción que constituirá toda la dignidad humana del olvido en el día a día y hora a hora, en el momento en que la vida de la ciudad arda de ganas de superar la alegría, cuando aún no haya acabado de moler el cansancio de los pequeños seguidores, de grandes acumuladores de crueldades populares, verdaderos inventores de tiempos inesperados en un mínimo espacio, me refiero a aquellos, escasos, que viven la vida de todos y que, muertos, todavía sirven de tarrinas de mantequilla en la mesa de los aprovechados, tanto júbilo se manifiesta con sus brazos tensos y estirados, a la hora en que el olvido haya circunscrito la vida fuera de todo pasado y porvenir, en un presente siempre reducido a su más corta expresión de existencia, de silencio que, desde lo alto de las torres, inmensamente perdidas en búsqueda de las nubes, la hora de los pastores se iluminará, a través de los caudales glaciales, para que la ciudad trepidante de ruidos secos y enfurtidos se transforme en vida de aquarium, como una única e inmanente evocación de la existencia. Y el cantante callejero, también él, se cubrirá con el abrigo de esta servidumbre, él que reparte olas de silencio como ondas infinitamente graciosas sobre la ciudad inconmensurablemente cruel y contenta.

* * *

Regresará la ensoñación seca y vacua, porque los sueños ya no llegarán a triturar las piedras de la existencia con su tornillo de Arquímedes, al ser colmados los deseos durante el tiempo de vigilia. Dormiremos alternativamente en unos cofres colocados a lo largo de las aceras, y la ciudad estará siempre llena de vivas fornicaciones de sombras, del espíritu inventivo de sus habitantes. Los sufrimientos psíquicos serán un placer escaso, instituciones lujosamente acondicionadas responderán a las necesidades de la muchedumbre. En gran número se apresurarán allí los adeptos al dolor corporal, al haber desaparecido desde hace mucho tiempo la moral sin dejar otras huellas que los ridículos accesorios sentimentales desplazados al terreno de los mitos. Los metros serán secularizados, nadie será acuciado. El transcurso del tiempo recobrará, excepto durante algunos intervalos, una fluidez aérea de paso a nivel de las ideas opacas y estáticas, acentuada por las necesidades orgánicas. El tiempo ya no será prisionero del sistema de martillos demasiado bien conocido, ¡por desgracia! en nuestra época, donde se junta con el olor excremencial de la idea de muerte y de pesadumbre. El tiempo se liberará de la opresión huesuda de la religión, al ser borrado del círculo de las representaciones humanas, los metros estarán a disposición del laboratorio de sufrimiento y de crueldad. El honor quedará impreso mediante los formatos inversos, de todos modos negativos, del heroísmo, los de la destrucción. Las válvulas de distracción que estas nuevas prácticas crearán desde cero, no dejarán de apreciar en las multitudes los efectos bienhechores del nuevo sistema. La belleza de los cuerpos será troceada en estos institutos por deformaciones y supresiones, y así nuevos criterios ocuparán los lugares importantes en el ámbito moral con medios coercitivos y con signos indiscutiblemente perceptibles para todo el mundo. Los trajes de hombres y de mujeres no serán sensiblemente diferentes de los que hoy en día llevamos, sus transformaciones se llevarán a cabo en la medida en que la coquetería de los habitantes exija que se recorten algunas partes para que las formas de los cuerpos puedan quedar más patentes, y así se constituirá una nueva jerarquía de las elegancias donde las cicatrices irán a la par de los recortes correspondientes, comandando éstos a las otras e inversamente.

De serias correcciones en la naturaleza ambiental, de monopolios de las leyes físicas mediante los rayos ordenados y complejos de los espejos, cara a cara, en el espíritu evolucionado de cada individuo, de expropiaciones de carne y de dolores contenidos hasta su inhibición tan pareja al placer que llegarán a identificarse a él plenamente, nacerá la forma suprema del amor, espulgada, descortezada de la zona erógena y, en cierto aspecto, depurada de las controversias y considerandos morales, porque ella solo evolucionará en la esfera moral de las ausencias de apoyo y de principios sólidos. Los atractivos estarán marcados por el sello de la reciprocidad directa y animal, al margen del ideal soporte de la conciencia, alcanzarán el estado de perfecta desnudez que exija la teoría del conocimiento y, por decirlo así, la imposibilidad de extraer consecuencias de cualquier naturaleza que sea, con lo que conlleva de descansada intensidad, la abolición de las leyes de la causalidad y la falta de cualquier idea de peligro y de responsabilidad.

La vida transcurrirá de una manera sistemática y agradable. Para hacer comprender mejor al lector la manera en que el erotismo podrá vaciarse de sus perspectivas específicamente inmediatas, describiría una escena entre mil tomada al azar de un paseo entre la luz macilenta de unas lámparas de mercurio.

En una calle en pendiente, unas personas que no están borrachas, van unas hacia las otras, cruzando continuamente la calle, tocándose las manos, apresuradamente, casi en secreto, corriendo con los demás, a un ritmo despavorido, distraído, con un cuerpo ausente y sin embargo dueño de sus movimientos. En el silencio, una hermosa voz como sólo lo puede ser la voz de una muy bella mujer, lanzada en la soledad, que no conocería ni la idea trágica de la muerte ni la tristeza de las miradas conmovidas, por lo que ocultan de miseria instalada a domicilio, una voz resistente se alza y canta sobre el tono aterciopelado del encerador de calles (porque las calles estarán enceradas y las puertas sustituidas por corsets, color de rosa rosa, cuyos batientes serán cerrados por lazos), se alza, digo, una voz que canta:

«pain de minuit pour lèvres de soufre»

Canta andando y se calla, según la manera normal de las invocaciones súbitamente retiradas del agua cuando bajo la presión de la mano sentimos que hemos atrapado el pez con el anzuelo y se debate en su maravillosa y repentina lucidez, sobre una melodía que a falta de notación exacta yo intentaría describir, pidiendo excusas por la imprecisión de los términos, como ese tipo bastardo de transcripción imposible de evitar.

Pain, cantado con toda su longitud de pan, sostenido por un aliento luchando contra los desfallecimientos eventuales, y la inflexión final, que puede hacer creer en la satisfacción de haber conseguido colocar la modulación con seguridad en las siguientes notas, sirviéndoles asimismo de base; de mi… debe caer precipitadamente como el vuelco de una caja con dos tapes, más grave y decreciente, cogiéndola en su caída antes de que toque suelo, sobre mi, mientras que …nuit será lo contrario de pain, la contrapartida exacta del amarillo en relación al rojo o del canario con un tubo de hierro fundido, con la longitud de un hilo para coser un botón de chaleco, en el instante en que la aguja se detiene por un sobresalto ligero que anuncia el límite de su longitud máxima, límite donde se inicia aux lev…, que será levemente triunfal, pero no más que la decisión de levantarse de una silla, la satisfacción que os da una determinación de escasa importancia, un acto reflejo o mecánico, por ejemplo, causado por un mínimo implícito de comodidad, pero que, consecuencia de la modulación, podría hacer pensar en un soplo iracundo que sugiere la toma de una barricada, por el movimiento musical que evidentemente la precedería y no por la energía muscular y saltarina que se desarrollaría en esta circunstancia; …res de sou …recordará un cierto giro melódico usado insistentemente por el reparador de porcelanas, que con el nombre de Joliboit se hizo oír durante una audición en la velada del 10 de Junio, en el Estudio de los Campos Elíseos, en París, y tendrá también la regularidad de tres golpecitos sucesivos dados con un tenedor sobre un sopera, un plato y un vaso lleno de limonada; …fre será el punto de parada final de un ascensor, amortiguado por unos tapones de algodón dentro de unos sacos de lana que imitarían las patas de los elefantes de juguete de niños preferentemente rubios – ni demasiado largo ni demasiado corto, será un libro que se cierra, pero un libro de terciopelo, donde el justificado de las páginas hará creer que hay impresos unos versos regulares, pero inútil decir que nada será legible en este seudo–libro de poemas de terciopelo, y que el lector paciente sólo vería en él sombras de belleza de las que será único autor momentáneo, editor y lector y que, tras el repentino cierre, disminuirá la sonrisa del hombre contento por una obra completada en condiciones felices– esta nota se cerrará con un gesto de duda sobre los posibles ecos a despertar en el alma de los oyentes, por lo demás ausentes – como un leve encogimiento de hombros que, sin embargo, no habrá sucedido, de renuncia y sumisión a las decisiones pendientes de adoptar– gesto algo agudo y resignado en el sentido de la fatalidad y también de tímida ofrenda, cuando no se tiene nada mejor que ofrecer, o el acto de engullir un último trago de una sustancia deseada tras la masticación y succión automática, casi desesperada y deliciosa por sí misma, al margen del placer que la caracteriza.

Así es como canta, con un regusto de naturaleza interrogativa, la hermosa mujer consciente de la importancia de su acto:

               .pan de medianoche para labios de azufre

mientras que las demás mujeres cantan, indiferentes o despreocupadas, apasionadas o dramáticas en un orden donde el azar es único regulador de intervalos y de potencia de elocución, según la moda muy definida del repertorio semanal:

la fuerza reside en el lóbulo de la oreja
rueda de los placeres placer de sufrir
frenesí frenesí del hurón de los bosques imaginarios
deleitarse con frutos antepasados de duras palabras
objetos por madurar
incubar los perfumes mediante amplias vibraciones en la voz
todo lo que se necesita lo que se quiere lo que se puede
lo que se tiene no tiene lo que
gato de manzana
teoría de los sentimientos por la concordancia de sus relaciones
                                                                           .de realidad sonriente
la realidad no euclídea luchando contra la autoridad

y lo que necesariamente puede unir en un sistema cuyas premisas de salida son superficialmente puestas a prueba por una fantasía de hierro rusiente por el fuego y el sable, y cuyas consecuencias se apoyan sobre una humanidad apresuradamente organizada con miras a la voluptuosidad sin armas y a consideraciones inútiles que acompañan al lenguaje en fuga. Reversibles, las palabras allí hacen el oficio únicamente de siervos decorativos: de jefes de restaurante durante una hambruna en medio de un desierto– desiertos abundantes dentro del propio desierto– de restos de comida sobre un peñasco solitario encaramado sobre un glaciar donde se le acaba de conducir, con gran dolor, de un lejano mar situado en las antípodas de la civilización y de fuego para quemarse los dedos, especialmente vendido (digo vendido como dato, y sé lo que digo), con grandes refuerzos publicitarios.

Tenemos sin embargo una joven muy hermosa en cuya descripción no me detendré, el vocabulario descriptivo que ha cambiado totalmente de aspecto según nociones pensadas de nuevo pero no expresadas, y mucho menos dichas.

¿No sería la cantante de hace un momento, porque era hermosa y una hermosa equivale a otra, es muy posible e incluso deseable?

Un hombre joven horriblemente deformado en toda la parte izquierda de su cuerpo, con pelos en la planta de los pies, según una línea de demarcación limpiamente diseñada, mantiene largamente entre sus manos las de la joven. El sentido evidente de la cortesía se ha transformado en alegría, tanto más delirante por cuanto nadie hará ver a las personas que les rodean, el placer que obtendrán con ello. Ahora espalda con espalda, de pie, con las piernas ligeramente adelantadas, se sostienen recíprocamente. Esto durará al menos una hora, unos curiosos harán círculo, pasarán y se dispersarán, pero nadie sospechará con qué comunión de sentimientos experimentales los dos enamorados estarán así consagrados, antes de separarse, sin que, quizás para siempre, tengan la oportunidad de reencontrarse (Escena 114.097 C. Rue Tholozé 2.2.4). Hemos de añadir que cualquier escena de tipo espectacular será inscrita en un registro por la única media docena de Supervivientes del Alfabeto que tendrán derecho a saber leer y escribir. Cuántos millares de escenas diferentes se producirán en el mismo minuto en mil puntos de la ciudad, con toda la indiferencia y sobriedad de los gestos distinguidos, en la divertida seguridad de una multitud con los labios cosidos, sin contar algunos molestos y saltarines cantos entrecortados, debidos a la repoblación de los sueños, en un alma popular con la invención siempre en vela, con el gusto exquisito y delicado, nunca en falta a causa de la organización misma del espíritu, que ya no puede ceder a las plañideras fluctuaciones de los huevos con mal de orgullo y de las visitas en pleno campo de avena, nadie sabría decirlo.

* * *

Adrede dejo al lector con la impresión del gusto a avena en la lengua, porque ha llegado el momento en que para mil sirenas, todas decoradas de sirenas y las sirenas mismas decoradas por verdaderas escamas de peces, para mil sirenas se anuncia en la ciudad la feliz noticia, digo que ha llegado el momento no solamente de clamar al cielo moribundo, para desgarrar la trama de una existencia monótona y repelente, sino también de suministrar un ejemplo de lo que podría ser una sorprendente demostración, se anuncia digo en la ciudad, como un hecho – porque uno y no otro, nadie sabría decirlo– un hecho de una importancia ancestral, aunque al producirse cotidianamente según nuestros relojes actuales, desencadenará en el instante mismo una actividad que solo los poetas de nuestra época apreciarán en su justo valor.

Los hombres y las mujeres están obligados a arrastrar por las calles unas toneladas de heno, unos sicomoros con ruedas son transportados por bueyes pintados de blanco, las carretas están subidas en el tejado, desde donde se les arrojará el heno. Innumerables rodajas de melones helados se aplastarán sobre las aceras. Unas batidoras agarran a los inocentes transeúntes y les trituran a la vez como máquinas de escribir. Una enorme campaña de siembra será abordada con absoluta simplicidad, no se descuidará la complicidad, por otra parte admitida, de los tribunales y de los teatros, a los que previamente se les habrá dado la vuelta como a unos guantes, estando los decorados, los camerinos, etc., en el exterior en la calle, mientras que en el interior se abrirá una pequeña plaza, un kiosko de periódicos, un vendedor de colibríes para cacahuetes (digo vendedor en vez de dador, y sé lo que digo, sólo se da a aquellos que tienen interés en coger), unas aceras salpicadas de sombreros que se llaman lloronas como las chicas desgraciadas chorrean a lo largo de los bulevares – ver «Chica desgraciada que se llama llorona»– se perfila una campaña de cosecha, porque en cada corazón de urbanita late un corazón divertido de ligón y chorrea a lo largo de los bulevares, plantando manzanos y pimenteros, todos con ruedas, algunos a vapor, legumbres, montañas de corderos que no alcanzan a desprenderse de toneladas de miel que fluyen por las rejillas de fundición militar, provistas de poderosas bombas para miel, cabezas de ternero en todos los árboles, sardinas en aceite para que se deslicen mejor bajo las lámparas de arco, jamones esculpidos con forma de mujeres desnudas, de tamaño natural y que se arrancan a mordiscos con el movimiento precipitado de la cola de izquierda a derecha. como los perros que saben muy bien copiar los gestos de los hombres, candelabros y verrugas entre los desechos de aviones construidos de zanahorias y mangles, lluvias de avellanas, barbas de ruibarbos en minúsculas jaulas, con aspecto de farolillos, diversos movimientos en los bancos de la oposición, espejos para rameras, sacos de sal, toneladas de llaves jubiladas – todo esto y lo demás– y también la simplicidad del huerto amarillo, y las luces otoñales, y los vientos, y los ladridos de los perros prolongados más allá de las líneas de demarcación de la oscuridad, los silencios pesados de angustia y viento, o el animal salvaje surgiendo entre los buscadores de oro, y el viento todavía y el viento, el viento, todo esto y muchos más fenómenos aéreos, el relámpago y la soledad, y de repente todo esto acaba y las gentes se apresuran a limpiar las calles, se hace entrar a los animales domésticos y a las banderas, se le ordeña al cielo su negra melancolía, se le retira la electricidad como una lenta agonía, se colocan flautas en las cajas de música, se lavan las calles y se las encera de nuevo, se reanuda la vida, según unas reglas definidas, para andar sobre ruedas con sus lentos desarrollos, de los que solo comprendemos algunos breves principios, en ráfagas de viento, también el viento se ha callado, a la hora imprevista, cuya amplitud y profundidad siempre desconocemos, ha finalizado. Y el cantante callejero sabrá en lo sucesivo, mediante el gesto y la mímica, alertar todas las atenciones del público y reunir en la plaza pública a aquellos que, como él, hayan incorporado la necesidad hasta los últimos guiños de probabilidades lógicas y en la saturación de las razones principales imperecederas, impersonales, que prefieren servir a los supervivientes como cuero para arreglar las botas antes que subsistir a la experiencia, se quitarán la vida como una capa de espuma

con la misma alegría callada
 
en el hilo de agua
 
de escalofrío de mariposas
 
los movimientos ondulantes de los elefantes
 
blancos bosques de renos cargados de nieve
 
traqueteantes y monstruosas cuchillas guillette a motor
              .destinadas para afeitar la vida el campo las ciudades
 
la innegable tranquilidad de conciencia
fuerte como el alcohol que da la ausencia de amor filial local
     .maternal paternal todo eso que está integrado en el método
                 .de la violencia y de la objetivación de una
                 .naturaleza bruta

 
ya sin frente que no es necesaria a los árboles para crecer
 
ni a la tundra para dejarse recorrer
 
por dudosas nostalgias
 
sin más miedo que no hace presagiar la existencia
 
sin más discernimiento que no es necesario en el circo para
                                    .levantarse desde el centro de la tierra
 
hasta nuestros dedos siempre en búsqueda de ternura
 
sin más certeza sin más ojos famosos
 
sin más rigor ni corazón ensordecedor que no es necesario a las
                      .estrellas en paro para encontrar el dolor siguiente
 
rechinando los dientes
 
sin ruido sin lámparas
 
sin cadenas para tensar para romper para querer romper
 
para extender unas lámpara tiernas hasta los confines
                                                                 .de luces caricias
 
para querer caer en los ruidos oscuros y tiernos y humeantes
                   .como un relámpago disperso de flores para fumar
 
edredones de leves embozos en el pecho sin límites
 
sentimientos de edredones que impregnan la enfermedad
                                                                  .del hombre latente
hombre latente
 
hombre en los universos de relucientes primaveras
 
hombre latente asediado por la audacia
 
personificado en su futuro
 
la certidumbre
 
que participa tanto de su vida como de su muerte
 
con un tapiz persa como fondo de decepción
 
y esto no es más complicado que aquello
 
de tener varias cuerdas en su risa
 
aquello constituye incluso una feliz diversión
 
y consigue algunos felices rumores aunque mudos teñidos
                                                        .de ironía en la asistencia
 
de las maniobras intrínsecas y del vino seco
 
poniendo grises las sienes acuáticas del rayo
 
igual que los pelos numerados de las nubes son capaces
                      .de dejarse vagar entre los demás extravíos

porque la vida humana no tendrá ya valor –al haber desaparecido el miedo a la muerte con sus derivados de lamentos por abandonarse entre lo que queda, así como la conformidad de estos en el homenaje a los muertos– así será, en un mundo donde se instaurará el olvido absoluto como primera norma de vida, cuando la inspiración y el encanto se convertirán en objetivos con miras a una inocencia total, el poder conmovedor del espíritu en movimiento, al igual que la geometría euclídea, restringida a la aplicación de algunos sentidos de miseria, no es ya operativa desde que se introduce en ella un sistema de varias dimensiones, demostrando con eso la vanidad de nuestro delirio de fijación y las innumerables posibilidades de cambios, no del decorado de la vida, sino del contenido específico de ideas y sentimientos y los múltiples desplazamientos, cuyo objeto sediento e infinitamente transformable será el hombre, ese deseo en evolución.

De Aproximando a Tzara (2021)

Un comentario en “«Granos y salvado», un ensayo de Tristan Tzara traducido por primera vez al español”

  1. Pingback: Un modelo del universo | Revista Aullido. Literatura y poesía
  2. Trackback: Un modelo del universo | Revista Aullido. Literatura y poesía

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *