La escritura entre el chapeo y los misterios

Escribe | Gabriel Galarza


Chapeo (2021) de Johan Mijail

Editorial: Elefanta editorial (2021)
Nº de páginas: 77
ISBN: 978-607-8749-11-9   
Autor: Johan Mijail
Idioma original: Español

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                                                                                                                                                       .(o viceversa),
.                                                                                                                                             sin ser un arribista
.                                                                                                                                         o cualquier otra cosa
                                                                                                                                                                       .(…)
.                                                                                                                                   yo vengo a ser, entonces,
.                                                                                                                     la indiscutible parte que me toca
.                                                                                                                                                de una divinidad.
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.                                                                                                                            Antonio Preciado Bedoya

 

La escritora dominicana (el escritore dominicane) Johan Mijail, radicada en Chile, realiza con su novela Chapeo (2021) precisamente lo que su personaje anhela en la ficción: «armar un entramado completo de palabras donde cualquiera pudiera, después de una conexión con sus negricias, escupir su rabia a través de una poética antirracista» (Mijail, 2021, p. 77). En esta novela la escritura —y el lenguaje— no son ya mecanismos corrientes, incluso se alejan de la función meramente poética, figurativa o retórica, para deshilvanarse lentamente y desenredar, más que tramar, una historia convulsa en que la política, el género, la raza y la cultura se confunden para «escupir» una rabia desmedida que, sin embargo, no es sino literatura. Chapear significa «cortar la maleza» (Guzmán, 2021), pero ese significado se extiende para generar un juego poético enraizado en la polisemia, que permite al lenguaje ser un instrumento no solo literario sino religioso, mágico, que subvierte el orden natural y revela un mundo escondido en las narices del Caribe y Latinoamérica.

Ese mundo es el que satura la imaginación del personaje central, a quien se le atraviesan Misterios’ (cosas arcanas o muy recónditas, que no se pueden comprender o explicar) y se le ocurren performances continuamente para resistir un ambiente que nunca puede haberse descrito con pureza parnasiana: el mundo de los travestis afrodescendientes en la ‘ciudad primada de América’, Santo Domingo. Ese mundo que es una prisión rodeada de agua en la que van y vienen ‘tigueres’[1] y ‘bugarrones’[2], pero en la que también —según explica anodinamente el protagonista— trabaja Tony Capellán, el artista dominicano más internacional que propone «tensionar la idea de progreso y sus lógicas de aplicación en la macropolítica global» (p. 25). Ese mundo en el que a la playa nadie va a bañarse porque el agua está «sucia de algas que hablan del descuido y de lo malo que es acostumbrarse a tanta agua» (p.25). Ese mundo en el que la fauna humana recita todo lo que tiene que ver con lo bello, pero que, a la vez, es «el centro del fukú[3] del mundo (…) del que todos somos hijes» (p. 26).

Chapear puede significar resistencia, puesto que ‘cortar la maleza’ puede aludir a eliminar lo que estorba y abunda, como la homofobia o el racismo, por ejemplo. Pero chapear también es engañar, robar, abusar de otro. Hay una canción de Farruko, «Chapi Chapi», que lo explica mejor. Chapear es un verbo que precisa ser el principal en las prácticas de todo, según propone la protagonista: «EL CHAPEO COMO SOLUCIÓN». Porque chapear, además de hacer referencia a una «mujer cuya prioridad es obtener dinero o bienes materiales de su pareja o de personas con las cuales no tiene una relación sentimental», alude a reivindicación y venganza. Ese chapeo, en este último sentido, está atravesado por el lenguaje y por la magia, porque la protagonista no camina sola. Ella habla con los ‘Misterios’, que son ella misma, su madre y su tía. Está conectada y es consciente de cómo sus antepasados pueblan su mente y dirigen sus acciones. Sabe que puede convocar a ciertas deidades del panteón Yoruba para resistir a las miradas heteropatriarcales que la oprimen a diario y en todo momento. Recibe y transforma, ayudada por sus deidades vudú en sincretismo con santos católicos, el racismo, la homofobia, el colonialismo, el feminismo que pierde de vista a las mujeres trans y afrodescendientes, la violencia sexual en cualquier esquina de Santo Domingo. Y escribe.

Chapear también implica usufructo. Un beneficio que no solo es material sino también simbólico:

La potencia de Santa Marta dentro de mí se proyecta en mis pasos. Abre un umbral de posibilidades. Micromundos que dentro de la radicalidad verbal del chapeo establecerían vinculaciones con ciertas aportaciones que vislumbren espacios poéticos de invención e intervención racializada para ubicar el dolor y la alegría en los cuerpos y espíritus de une. (Mijail, 2021, p. 44)

Chapear es una posibilidad abierta para ejercer sobre la realidad, mediante una serie de performances, un engaño que pasará desapercibido tanto para los machistas bugarrones como para los funcionarios de Embajada de los que depende otro de los personajes, Luis, a quien al final la protagonista no volverá a ver. Luis y la protagonista son cuerpos en tránsito, migrantes y desposeídos que se identifican con la diáspora y se juntan para desatar su rabia mediante el performance, la escritura, el arte, el chapeo, para luego desaparecer y difuminarse en ese sistema al que denuncian y del que no quieren formar parte.

Le dije que el chapeo nos permitiría ponernos en contacto con toda esa potencia de los loas, los veves; que el chapeo contenía, en tanto politización de nuestra pena, un correlato discursivo y visual contrahegemónico que se había omitido debido a que tenía la capacidad de hacernos retomar los mismos caminos y valentía de les cimarrones. (Mijail, 2021, p. 24)

Chapeo es, por último, una forma de la prostitución. En su sentido más amplificado y difundido no es más que una especie de entrega del cuerpo a cambio de dinero. Sin embargo, no es exactamente prostitución, y en ese detalle hay que concentrar la atención. El mundo que el lenguaje subversivo de Johan Mijail retrata no es el mundo tal cual lo vivimos quienes leemos su novela desde nuestros cuerpos de hombre cisgénero privilegiado y protegido, aunque también usado y abusado. ¿Quién se prostituye verdaderamente? Lo mismo el rap que nace en esos barrios como La Mina, al que llegaron esclavos africanos y que describe el limpiabotas con el que la protagonista logra entablar una conversación interesante, al menos: no es un rap sobre sexo desenfrenado hecho por depravados que deberían irse al infierno; es la descripción anormal, trastocada, descarnada y vil que otro arte, la música, utiliza como un mecanismo igualmente indirecto, pero eficaz, de rebeldía, indignación y rechazo a la opresión.

Johan Mijail presenta una escritura que, sin verse política, descose, desvela ese mundo, desconocido por la mayoría, en el que transitan las prostitutas, los indígenas, los transgénero, los oprimidos y empobrecidos, los negros, los africanos, los yorubas, los afrodescendientes que sienten, como Antonio Preciado, que están a medio camino entre su herencia racial y su pertenencia a un mundo moderno y occidental. Y esa escritura forma una historia, sí, pero más que una historia es la revelación de un mundo oculto por nuestro mundo. Un mundo que no está hecho sino de lenguaje. Un lenguaje que está en formación, como las identidades de sus personajes, pero que está conectado a «los flujos memorísticos de la caña y el algodón» (p. 49), en franca actitud de resistencia. Un mundo que, como mencioné al inicio, está oculto en las narices del Caribe y Latinoamérica, puesto que es palpable, visible e incluso demasiado visible, pero negado por considerarse indigno, inapropiado. ¿Indigno de qué? ¿Inapropiado, para quién?

 


[1] En República Dominicana, persona golfa, descarada o atrevida, generalmente joven.
[2] También en República Dominicana, hombre que desempeña el papel masculino en las relaciones homosexuales.
[3] Fukú: maldición del Nuevo Mundo.

Referencias

Báez, Frank (2019). Lo que trajo el mar. Bogotá: Laguna libros – eLibros, 2020.

Guzmán, Roberto (27 de abril de 2021). Chapeo. Acento. Recuperado de https://acento.com.do/

Handelsman, Michael. Antonio Preciado, poeta de la diáspora. Michael Handelsman University
of Tennessee, Knoxville. Recuperado de: https://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/2181/1/FAA-003-Handelsman-Antonio%20Preciado,%20poeta.pdf

Mijail, Johan. Chapeo. México: Elefanta Editorial, 2021.

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