Liudmila Ulítskaya: «Sólo hay esperanza para el diálogo. De lo contrario, habrá una guerra de exterminio. Eso sería terrible»

 

Liudmila Ulítskaya recibió en septiembre pasado el Premio Formentor de las Letras 2022. Foto de Cati Cladera.

Traduce y escribe | Ksenia Smykovskaya


Liudmila Ulítskaya (Davlekánovo, 1943) es una de las escritoras más populares de la Rusia actual. Toda su vida ha estudiado, según sus propias palabras, a la criatura más interesante de la Tierra: el hombre. Al principio lo hizo como genetista, trabajando como becaria de investigación en el Instituto de Genética General de Moscú. Después, cuando fue despedida por leer literatura prohibida (samizdat), continuó su afición por los seres humanos como escritora. En 1992, tras la publicación de su primera novela corta Sóniechka (premio Médicis 1996, Francia), Ulítskaya, que entonces tenía casi cincuenta años, se convirtió en lo que ella llama una «joven escritora en edad de jubilación».

Posteriormente, sus novelas han sido traducidas a numerosos idiomas extranjeros y han obtenido diversos galardones internacionales: el premio Booker (Rusia, 2002), el Mosca—Penne (Italia, 2006), el Gran Libro (Rusia, 2007), el Simone de Beauvoir (Francia, 2011), el Premio Austriaco de Literatura Europea (2014), el Premio Formentor de las Letras (2022), el Premio de la paz Erich Maria Remarque y el Günter Grass (2023), entre otros. En español, en concreto, han visto la luz sus obras Sinceramente suyo, Shúrik (Anagrama, 2006), Sóniechka (Anagrama, 2007), Mentiras de mujeres (Anagrama, 2009), Daniel Stein, intérprete (Alba, 2013), Los alegres funerales de Alik (Lumen, 2022) y Una carpa bajo el cielo (Automática Editorial, 2023).

Los textos de Ulítskaya son un fascinante mosaico de multitud de personajes frente a las vicisitudes de la vida cotidiana, superpuestos a una serie de cuestiones históricas, sociales y filosóficas, como el hombre y el poder, la memoria histórica, lo sagrado y lo profano, o los dilemas morales. Rechazando la ideología soviética, demuestra en sus novelas añorar los ideales y valores de la literatura prerrevolucionaria. Esto se expresa, por un lado, en su espíritu humanista, compasivo y antitotalitario, de modo que la autora a menudo se percibe como una voz de autoridad moral para el público liberal ruso.  Por otro lado, sin embargo, esto también da a sus textos un toque de conservadurismo religioso y de género. Por ejemplo, se distancia del feminismo que, en su opinión, se centra demasiado en los aspectos biológicos y exige, paradójicamente, tanto igualdad como privilegios especiales. Más aun, en sus obras, especialmente en El enigma de Kukotzky, condena abiertamente el aborto y sugiere que el conocimiento espiritual es más profundo que cualquier investigación científica.

Además de su actividad como escritora, Ulítskaya ha adoptado una postura social activa. Ya en marzo de 2014, junto con otras personalidades académicas y culturales, expresó su desacuerdo con las políticas de las autoridades rusas en Crimea. Tras la invasión rusa de Ucrania, en febrero de 2022, Ulítskaya emigró a Alemania. «La locura de un hombre y sus leales facilitadores está guiando el destino de nuestro país. […] Dolor, miedo, vergüenza: estos son los sentimientos de hoy», escribió en un manifiesto contra la guerra publicado en Novaya Gazeta.

A inicios del mes pasado, Ulítskaya viajó a Madrid y a Salamanca para presentar la traducción española de su novela Una carpa bajo el cielo, realizada por Yulia Dobrovólskaya y José María Muñoz Rovira. Es un libro sobre los disidentes soviéticos, pero también sobre todos los disidentes en sentido amplio: los que no tienen miedo de tener sus propias opiniones. Hoy, en el contexto de la guerra en Ucrania, este libro no podría ser más pertinente. A continuación, les ofrecemos una breve entrevista con la escritora, quien durante su paso por España atendió un cuestionario sobre su trayecto creativo o las enseñanzas que marcaron para siempre la mirada compasiva que heredaron sus personajes. De igual modo, según su criterio, subraya algunos antecedentes que dificultan llevar a la práctica la equidad de género en Rusia, tal cómo se comprende en Occidente. Por último, en referencia al conflicto bélico en desarrollo, manifiesta su zozobra ante una posible escalada de sus atrocidades, mientras que, en paralelo, lamenta sus consecuencias en la opinión pública cuando emerge la tendencia de que todo lo referente a su país genera hostilidades sin distinciones.

Portada de Una carpa bajo el cielo de Liudmila Ulítskaya.

Portada de Una carpa bajo el cielo de Liudmila Ulítskaya, traducción a nuestra lengua de la obra de la escritora rusa.

Ludmila Evgenievna, su libro Una carpa bajo el cielo trata de los disidentes en el amplio sentido de la palabra: no sólo de los disidentes soviéticos de la década de los sesenta, sino de todos aquellos que no temen expresar sus propias opiniones, aquellos que, según sus palabras, han recorrido el camino del «despertar moral»[1]. Uno de los personajes de la novela, el profesor Víktor Iúlievich Shengueli, vincula la madurez moral con la superación de circunstancias personales desfavorables («orfandad, ultraje, crueldad, soledad»)[2]. ¿Cree que la actual guerra con Ucrania podría impulsar la transformación de la sociedad rusa? ¿O el endurecimiento de las tuercas, por un lado, y la emigración masiva de intelectuales, por otro, impedirán que se produzca este proceso?
Desagradecidamente, es imposible que la guerra con Ucrania sirva de impulso para la transformación de la sociedad. Al contrario, ahora Rusia está perdiendo la capa denominada «clase creativa». El éxodo de científicos comenzó ya a principios de la década de 2000. Las perspectivas son peores que nunca.

—En Una carpa bajo el cielo uno de los temas principales es el concepto del despertar moral, que ocurre cuando una persona aprende a ser responsable de sus acciones, tener opinión propia, ser independiente y actuar con honor. Háblenos, por favor, de su despertar moral: ¿Qué lo provocó?, ¿tuvo algún maestro?
No tuve ningún despertar moral. Crecí en una familia de la intelligentsia [una clase de grupo social compuesta por la gente que se involucra en las complejas actividades mentales y creativas: académicos, profesores, médicos, escritores, pintores, etc.], mi abuela y mi bisabuelo eran personas de gran decencia, y comprendí muy pronto la línea que separa las mentiras sociales de las verdades de la casa. Mi bisabuelo solía enviar su pensión a Leningrado a alguna sobrina nieta suya que criaba sola a una niña, y cuando mi bisabuelo murió, mi abuela fue todos los meses a la oficina de correos durante muchos años y transfería una cantidad igual a la pensión del abuelo a la dirección de la mujer, hasta que la niña terminó la universidad. Y esto lo recuerdo desde mi infancia hasta ahora.

Uno de los personajes de Una carpa bajo el cielo, el profesor Víktor Iúlievich, educa a sus alumnos presentándoles las mejores páginas de la literatura y la historia rusas. ¿Cree que hay algún libro en la literatura rusa contemporánea que pueda fomentar el despertar moral?
Hay muchos libros así en la literatura rusa. No leo mucha literatura moderna, pero tenemos una joya como La hija del capitán de [Aleksander] Pushkin, que perdurará durante muchas generaciones.

La sociedad que no pasa por el proceso del despertar moral se infantiliza, o, en sus palabras, se convierte en población de las «larvas humanas»[3]. ¿A qué está vinculada esta degeneración social? ¿Se trata de miedo al poder opresor, de un efecto secundario de la sociedad de consumo o de una falta de brújula moral?
Se trata del miedo. El miedo dio forma a la sociedad soviética. Y fue mucho más poderoso que cualquier efecto de la sociedad de consumo. En cuanto a las brújulas morales, la generación que creció con el ejemplo de Pavlik Morozov [un joven soviético, glorificado por la propaganda por denunciar a su padre como defraudador de la propiedad socialista], que traicionó a su padre, no tenía ninguna brújula moral.

¿Cómo combatir esta desastrosa tendencia? ¿Y quién cree que podría luchar contra ella?
No lo sé. Es más, no sé quién podría luchar con ello. Hoy apenas quedan personas así. Los educadores modernos, en su mayoría «profesores de asignatura» que enseñan su geografía o su física, intentan no salirse de la profesión.

Liudmila Ulítskaya junto a la traductora Yulia Dobrovólskaya en la Librería Tipos infames.

Liudmila Ulítskaya junto a la traductora Yulia Dobrovólskaya en la Librería Tipos infames de Madrid el pasado 3 de mayo. Foto de Ksenia Smykovskaya. 

En el siglo XX, Occidente apoyó a los disidentes soviéticos y sus libros antisoviéticos se publicaron tanto en Europa como en América. Hoy nos enfrentamos a una cultura de la cancelación, en la que cualquier cosa relacionada con Rusia puede ser condenada y prohibida, incluso si una determinada obra de arte es claramente disidente o fue creada en un periodo histórico diferente. ¿La cancelación de Tarkovski y Dostoievski o la denegación de la oportunidad de participar en una conferencia académica por tener pasaporte ruso es solidaridad con Ucrania o una caza de brujas?
Esta «cultura de la cancelación» me parece un gesto excesivo, pero por otro lado es una reacción natural a la agresión rusa. Tarkovski y Dostoievski no sufrirán, ya han pasado a formar parte de la cultura global. Los autores rusos contemporáneos, en cambio, quizá tengan que pasar por un periodo de «no aceptación». No hace mucho, un autor ucraniano se negó a actuar conmigo en un escenario. Eso me puso triste, pero entiendo sus motivos.

—En su novela recientemente traducida en España, después de que la tía Valentina le enseñe a Olga fotos de sus antepasados comunes, ella, que antes no sabía nada de sus parientes, de repente siente que pertenece al clan. ¿Qué significan para usted los conceptos de familia, clan y tradición, que han sufrido una importante metamorfosis en la época soviética?
Se trata de la memoria. A diferencia de los animales, que sólo recuerdan a sus padres, los humanos tienen una memoria más poderosa, saben de sus antepasados más lejanos por sus padres y por fuentes escritas. En la época soviética, esa memoria familiar podía traer muchos problemas si los antepasados resultaban pertenecer a las clases de la nobleza, clerecía o negociantes. En los últimos años, mucha gente intenta restablecer estos vínculos familiares. Para mí es muy importante, incluso escribí una novela sobre mi abuelo [La escalera de Jacob, 2015], al que había visto una vez en mi vida, cuando era una niña de doce años. Recopilé todos los documentos posibles sobre él y resultó ser una figura muy significativa para mí. Hoy conozco a mucha gente que busca documentos sobre familiares fallecidos.

Зеленый шатер (2011), primera edición rusa de Una carpa bajo el cielo.

Зеленый шатер (2010), primera edición de Una carpa bajo el cielo en su lengua original.

En muchas de sus novelas aborda el tema de la maternidad, por ejemplo, en Medea y sus hijos, en El enigma de Kukotzky y en Sinceramente suyo, Shúrik. ¿Hasta qué punto define la maternidad a una mujer? ¿Está de acuerdo con León Tolstói en que una mujer sólo puede realizarse verdaderamente a través del nacimiento y la educación de los hijos, o el papel de madre es sólo uno de los posibles papeles de la mujer?
Ciertamente, el papel de madre es uno de los posibles roles de la mujer. El mundo ha cambiado mucho desde la época de Tolstói: en mi círculo hay mujeres que se han dedicado a sus hijos, pero también las hay en la ciencia o en las artes que han renunciado a la maternidad o que la compaginan con una carrera profesional. Hoy en día hay muchas mujeres así.

El marco cronológico en el que viven los personajes de sus textos abarca un periodo histórico bastante tumultuoso y heterogéneo que abarca entre los finales del siglo XIX y XX. ¿Cómo ha cambiado el papel de la mujer y de la madre a lo largo de estas décadas? ¿Qué cree que es una buena madre?
Creo que una buena madre es aquella que, después de criar a un hijo, se encuentra con un amigo y una persona afín.

¿Cree que la sociedad rusa ya ha alcanzado la igualdad social y, en consecuencia, el feminismo está obsoleto? ¿O cree que el sexismo doméstico sigue formando parte de nuestra cultura y hay que combatirlo?
No existe igualdad social alguna. Es imposible por razones biológicas: una mujer gesta, da a luz y cría a un hijo. Es una gran bendición si tiene un compañero que la ayude a hacerlo. Pero en Rusia, más de la mitad de las familias existen sin hombres. El sexismo doméstico es una tradición muy arraigada en la sociedad rusa y es muy difícil luchar contra él.

Una carpa bajo el cielo anteriormente había sido publicada en una veintena de idiomas.

Una carpa bajo el cielo anteriormente había sido publicada en una veintena de idiomas. Aquí, algunas portadas de esas ediciones.

¿Por qué cree que en Rusia existe a menudo una actitud despectiva e incluso hostil hacia el feminismo y las feministas?
Rusia es un país patriarcal y, a pesar de que en los albores del poder soviético se aprobaron documentos sobre la igualdad entre hombres y mujeres, existe patriarcado tanto en la familia como en la sociedad. Observe cualquier fotografía de cualquier reunión gubernamental. Como mucho verá a una mujer entre los hombres encorbatados… Los hombres no van a renunciar a sus cargos; de ahí la hostilidad hacia todo tipo de feminismo.

—En su novela Los alegres funerales de Alik, usted muestra el mundo de los inmigrantes rusos en Estados Unidos en los años ochenta y principios de los noventa. Todos ellos tienen que superar las dificultades de adaptarse a un nuevo país, a su cultura y a su lengua. Hoy, décadas después y en un contexto diferente, cientos de miles de personas huyen de las atrocidades de la guerra. Usted misma tuvo que emigrar a Alemania el año pasado. ¿Hay algo que le gustaría decir a quienes han perdido su hogar y se encuentran en el extranjero como consecuencia de la guerra?
Trasplantarse a un nuevo territorio es difícil, incluso cuando cambiamos de domicilio dentro del mismo país. El ser humano es la más adaptable de todas las especies biológicas, de lo contrario no se habría extendido por la tierra de polo a polo. Cada uno de nosotros tiene un gran potencial interior, y trasladarnos a otro país nos da la oportunidad de aprovecharlo.

El tema de la compasión, la misericordia y el perdón —uno de los temas más importantes de su novela Una carpa bajo el cielo—, desgraciadamente, no es muy popular hoy en día. La cobertura informativa de la guerra en Ucrania contribuye a una polarización de la opinión y a una mayor escalada del odio y, en consecuencia, de la violencia. ¿Hay alguna forma de transformar esta agresión? ¿Cree en la posibilidad del diálogo?
Sólo hay esperanza para el diálogo. De lo contrario, habrá una guerra de exterminio. Eso sería terrible.

 


[1] Ulítskaya, Liudmila. Una carpa bajo el cielo, Automática Editorial, 2023, p. 132.

[2] Ulítskaya, Liudmila. Una carpa bajo el cielo, Automática Editorial, 2023, p. 102.

[3] Ulítskaya, Liudmila. Una carpa bajo el cielo, Automática Editorial, 2023, p. 99.

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