El deseo, el olvido, la memoria y el sueño

Escribe | Luis Benítez


Darse cuenta de Victoria Urquiza

Editorial: Payana Ediciones
Año de publicación: 2022
Nº de páginas: 74 páginas
ISBN: 978-987-88-4953-9
Autora: Victoria Urquiza
Idioma original: Castellano
País de edición: Argentina


Darse cuenta (2022) es el último poemario publicado por Victoria Urquiza, autora nacida en 1987, en la provincia argentina de Catamarca y quien está radicada en Mendoza. Es profesora de Literatura y forma parte de los colectivos P.A.P. y Write like a girl. Ha difundido las plaquettes Registros (2017), Puedo ponerme ñoña y decir, Abecedario de la pérdida y Paraíso perdido (todas en 2019) y un año antes había presentado su primer libro Luna en Escorpio (Editorial Caleta Olivia, 2018). El volumen está compuesto por 36 piezas, segmentadas en cinco secciones: En torno a una, En torno a otros, Otro umbral, Mar de fondo y Darse cuenta, que conforman la lograda estructura de esta nueva entrega de la autora mendocina.

Urquiza parece aspirar a lograr una suerte de resurrección de la palabra poética, imprimiéndole a tópicas que son las tradicionales el hálito de una vivificación insuflada sobre la base de una mirada al sesgo sobre el cruce entre lo externo y lo interno. El resultado es auspicioso: el lector queda ubicado en una zona intermedia entre ambos campos, una encrucijada desde la cual es posible ver y comprender en una y otra dirección aquello que propone el poema, tal como sucede en la pieza titulada «Fin de año» (pág. 49):

.                 A mí me toca repasar las letras que sobre la nieve gris

.                 escribieron nuestros muertos. 

 

.                 Nada nos debemos

.                 salvo el tiempo de la agonía con los ojos abiertos

 

.                 y aún así, sonreír.

Lo interior y subjetivo es atravesado por la exterioridad y lo objetivo y viceversa, sin pretensión de representación, sino entendiendo que el género hace mucho se ha liberado de la obligación antes impuesta de volver a presentar algo de la pretendida y entendida como realidad común y extrapoética para detentar, así, cierta exigida «solidez» o «arraigo» en lo que ofrece el espacio/tiempo inmediato. En vez de ello, la propuesta de Urquiza –y en esto radica mayormente su capacidad de restauración de la potencia de la expresión poética– contempla renovar el vigor expresivo de los versos, devolviéndoles su efusividad y hondura, sin que ello implique un retorcimiento de su sentido con fines experimentales que, en otros intentos de lo mismo, ya hemos leído como de un resultado nulo o casi nulo, incompleto, fallido.

La búsqueda estética de Urquiza a través de las 74 páginas de Darse cuenta, así definida, apela al entrechocar de metáforas e imágenes con espacios de un premeditado silenciamiento del recurso, donde muy bien el coloquialismo bien temperado puede actuar simultáneamente como amortiguador del relámpago anterior, y, por ende, como contraste, como amplificador de este restallar. Un método no paradójico, como podría suponerse en el curso de una lectura superficial, sino emparentado con la escritura musical, que también acude al juego y ensamblado de silencios y notas para lograr similar efecto.

Valga como ejemplo (y está tomado al azar) lo explicitado por la poeta en la página 56 de este volumen, bajo el título «En vano», una pieza corta entre las de disímil extensión que pueblan Darse cuenta:

.                 Creo que pediste el mar

.                 y yo con las dos manos asesiné las olas

.                 que quebraban en la orilla.

.                 A los pies

.                 Te ofrecí el espumarajo blanco

.                 Desecho y arenoso.

E insiste en el terceto final:

.                 Creo que pediste el mar

                  mientras yo ahogaba las palabras

                  para traerte el ruido de las olas.

Como sucede, habitualmente, ante una genuina creación, bien propia del género, no es posible subrayar en qué verso específico radica el núcleo de sentido, sino que este se encuentra diseminado en la combinación del conjunto, del que no es factible extraer un ladrillo sin derrumbar toda la pared. Al mismo tiempo, se advierte la referida intercalación de «desmesuras» (el primer verso), «acción metafórica» (el segundo) y luego la estancia referencial y apaciguadora (el tercero), que contrasta con los dos anteriores, mientras que, simultáneamente, completa la engañosa pintura de la escena de playa, siendo como es tan otra. Este último efecto, Urquiza lo remarca en los tres versos siguientes que, continuados por el terceto final, da un remate que termina de definir de qué está hablando en realidad, con una fuerza contenida que no puede ser más reveladora.

No vamos a examinar todo el volumen en el breve espacio asignado a una reseña, pero estimamos que este ejemplo da buena cuenta de lo que puede encontrarse en esta lograda edición, que inquieta, sacude y vuelve a apaciguar para asestar nuevamente el latigazo con más fuerza que antes. Meritorio logro el de esta joven poeta, revitalizadora de palabras que, por su uso y también por su abuso en manos menos diestras que las suyas, iban perdiendo el filo original, felizmente recuperado en la mayor parte de este poemario que lleva un título por demás significativo y que, tal vez, atendiendo a su intensidad, no podría tener uno diferente.

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