«Desarticulación cubista» y otros seis poemas de Andrea Marone

Andrea Marone (Mendoza, 1994) Redactora y correctora. Vive en Buenos Aires y estudia Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes. Antes, estudió Licenciatura en Letras Modernas en la Universidad Nacional del Cuyo.

Recibió el primer premio en el Certamen Literario Vendimia 2021 con su libro de poemas Arterias (Ediciones Culturales, 2022), el cual fue presentado en las Feria del libro de Buenos Aires y Mendoza.

Publicó Vampirización del ego (Mar Adentro, 2017) y el fanzine La conspiración de los damascos (Editorial Ojo de Golondrina, México, 2019). Fue editora del dossier El Jardín de Ophelia de Revista Ophelia. Actualmente forma parte del consejo editorial de la Revista Gambito de papel y coordina el proyecto de difusión de poesía y arte visual Postales Federales.

Los poemas que compartimos a continuación forman parte del libro Arterias (2022) y de los proyectos inéditos Sedimento borravino y Los hijos del metal.


Sobre el mar camina la tormenta

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SOBRE EL MAR CAMINA LA TORMENTA
parcas de alas raquíticas
las olas inundan la costa
salpicando las ruedas de los autos
estacionados en la costanera.

Sobre la arena
mis pies están hundidos.
Caigo
con ritmo.
Hay algo aterrador
en la calma que queda
cuando la tempestad termina.

Entre las piedras
apenas se distinguen
los cadáveres de aguas vivas
que la marea arrastró.

Las gaviotas
con los picos desgarran
despedazan la carne
se alimentan de los cuerpos
ruinas invisibles del mar.
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De Arterias (2022)

La estela que deja una araña

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LA ESTELA QUE DEJA UNA ARAÑA
ocho veces cada paso
sobre el cerámico azul
cubierto de polvo.
Mandala de tierra y barro
atraviesa el jardín
oxidado por el sol.

Cae una gota de agua, lamosa
desde la boca de la manguera
a la chipica.

La luz como un tajo
que cincela la sombra
sobre la tierra de bronce.

En casa el silencio es cómplice
puntapié inicial
del movimiento de los tallos
hacia el cielo.

Están chamuscados
los brotes más tiernos
por las noches de mis palmas
al compás
crece un río que los sana.
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De Arterias (2022)

Las ramas del sauce gotean pensamientos

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LAS RAMAS DEL SAUCE GOTEAN PENSAMIENTOS
caen a enroscarse entre las raíces
¿es el tiempo una resina?

Por la costra fisurada del tronco
caminan los insectos
trenzados a la madera
perfilan historias milimétricas
vida que no cabe en el lenguaje.

El árbol tiene textura
de sombra acariciada por el viento.

Las hojas se desprenden en un chasquido
justo cuando un pichón
empieza a rasgar la cáscara.

Organismo convulso
asiste a sus mutaciones.

Caigo por las ramas
reverencio hacia el eje
que me imanta a la tibia tierra.
En el zócalo observo una araña
que teje desteje su casa.

Como la araña yo también
tejo destejo mi casa.
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De Arterias (2022)

Siento el peso del lenguaje

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SIENTO EL PESO DEL LENGUAJE
enhebrándose entre mis huesos.

En un rito quisiera deshacer mi cuerpo
convertirlo en fibra vegetal
y ser un árbol
subiendo es músculo
por la fértil acidez del cerámico.

En un rito quisiera que la naturaleza
implosione desde mí
hasta derrumbar edificios
con los troncos, las ramas
de las acacias, los álamos
ladrillo a ladrillo
descortezándose
por la presión del choque.

Y que el mundo expulse
al jardinero
que en cada cepa
hunde las tijeras
podando hasta el anhelo
para que el brote no transforme
sea de otro el ciclo natural.
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De Arterias (2022)

El movimiento de las aguas

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EL MOVIMIENTO DE LAS AGUAS
desgasta la piedra
hasta esculpir un fruto
en la cumbre donde se abisma
el colibrí a libar la miel
de la piel de los pétalos.

Augurio de ausencia.

Surco de acequia
hendidura en el barro.
Hilos plateados de telaraña
hueco donde corre el agua fresca.
Limpia, agüita, vital, aguacero.
Aquí abastecida la sed se repliega.

En la orilla avanzan los insectos
al reverso de la página.
Cavan huecos en las vetas del tallo
rasgadura por donde mana la savia
a cicatrizar las heridas del tiempo.
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De Arterias (2022)

Fragmento de Sedimento borravino

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.                      que resiste la catástrofe y rehace lo que fue lastimado todas las veces
.                                que sea necesario, y también por el daño que no puede evitarse.
.                                                                                                                    Claudia Masín
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Mis antepasados hacen señas de humo

petróleo
este silencio
horada.

Yo enciendo una vela roja
para estar a la altura
(mi bicicleta, el chupetín, el vino)
.                             otra sagrada trinidad.

Los objetos.                              los deseos
son triangulares.

La cadena de significantes enhebra
al transeúnte.                              al desterrado.                              al amante
con mi juventud ya ciruela madura
—recuerdo aquella vez—
chorreando en mi barbilla
rojo fétido.                              coágulo
de sangrante saliva.

Mi vida.                                es una sombra
donde los ángeles se protegen
del calor. Desde fuera parecen

estar equivocados. Talaron los árboles
del baldío donde cosechábamos fruta
—sigilosa al pie de mi deseo—
preparamos dulce en ollas enormes.

Todo tiende a la descomposición.

Por eso hay que esterilizar
frascos.                              pensamientos
untarlos con almíbar
el mismo brebaje
que tapará el aguajero
de la balsa.

Se hunde el madero
que nos lleva
con delicadeza de Parca
hacia Dios
—voy hacia lo que no conocí nunca
voy hacia mi cuerpo—.

Cada segundo es fundamental.

Si el pasado se detuviera
quizás las cicatrices
recios adornos barrocos
adornarían nuestra fe.

Soy de barro
mis manos desajustan
tu cintura.

Por esto hay que conservar
la promesa.                               la calma
abrir hilachas de luz
en las vetas de humo que dibuja la vela.

Recuerdo la valentía de Celso
enmendando una pared de adobe
con cartapesta y engrudo.

Recuerdo a mi abuela estirando
con ahínco una servilleta
sobre sus piernas
como si fuera una sábana.

Recuerdo a mis padres
sosteniendo la despedida
como un ancla, miran
despejando la ternura
a mi bicicleta herrumbrada
por el impacto del viento
.                                y el óxido
creciendo como musgo entre los radios.

Así el tiempo deforma el espacio
y devuelve la imagen
de un cabello plateado.

Alrededor mío solo hay espejos.

Aprendemos tarde a gozar.

Y deseosos de colmar la piel
con un aroma propio
ensayamos coreografías para reconocernos.
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De Sedimento borravino (Inédito)

Desarticulación cubista

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.                                                                                      A Paul B. Preciado
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Salí de la ducha
con la piel enrojecida
el agua caliente
apéndice del sol
perpendicular en la pared
me calcé un chaleco
de mi abuela,
las medias
de mi vieja,
y fui hasta la cama
con los pasos de quien almendra
la costra enmohecida en su vientre.

Lo que tengo para decir
me atraganta.
Prefiero recorrer
con el pulso inexacto
los sabores de la infancia:
la manzana rallada con canela,
la cajita de caramelos,
un guiso humeante
y no la guerra
en los ángulos de mi cuerpo
donde la nostalgia
coagula el olvido.

Hubo, hay, habrá
batallas anónimas:
mi útero
estridente de flores
de plástico
para que no se mueran
para que los insectos
no hogareñen las hojas.

Mi cuerpo plastilinado
por las manos santas
de un médico
regurguita por la boca de Zeus
un apenas visible milagro.
La curva necesaria.
Y los ramos de rosas, quién los arroja ¿
hieren mis palmas.

La cantidad exacta y suficiente
de polvo en los poros.
Azúcar de mascabo mi pelo,
una luciérnaga mi cruz
en los rincones oscuros
y soy una silueta a acuarelar en la pared
pincelada a pincelada.

Con las muñecas amortajadas
sujeto mi cadena.
Una cicatriz rencorosa
llevándose la voluntad de habla
y aun así mi sangre resulta dulce
como el agua limpia
y en los espejos el que no soy
tiene un gemir
de niño en incubadora.

Decir mi cuerpo es ajeno
como quien desentierra
a una tortuga
cuando se aviene el verano.
Que mi cuerpo sea
una desarticulación cubista
gota de sodio en la laringe.

Quisiera que no
pero hoy el cuerpo es un síntoma
un error claustrofóbico
no es la vista, no es el tacto, no
ocurre infinito en el presente:
Y decir yo es como decir
Y decir yo es como decir
mi padre; con el párpado a media asta
y su cuerpo zigzagueante
se detiene en cada pájaro en cada hormiga
sin saber que lo que hace
no deja de ser poesía.

Y decir yo es como creer que
un límite un encierro encapsula
un conjunto de ahoras
que topan ni desencadenan en nada.
Hacen del contorno
una prueba de fe, dónde empiezo ¿
el aullido doliente de los pájaros
decimos que cantan
un río seco
solo arrastra de barro, dónde termino ¿
y si hubiese un límite, qué es el otro ¿
¿Qué es esto que me sale del lenguaje?
Si se siente el pulso a dónde está la guerra
¿Por qué hay un hueco en aquella trinchera
con la profundidad de la garganta?

De un daimon de algo que cabe
en la palabra inconmensurable
pero no deja de desear nombrarse
otra cosa, de otra forma.
Si se siente el pulso, dónde está la guerra.
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De Los hijos del metal (Inédito)

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