Cuatro poemas inéditos de Martín Bezanilla
Martín Bezanilla (1984) es originario de los verdes valles pasiegos, en Cantabria. Más concretamente, nació en la villa carredana de Selaya. Ha cursado estudios de historia en la Universidad de Cantabria, además de estudios de filología hispánica y filología inglesa en la UNED. Ha residido en Tirana (Albania) y actualmente se encuentra afincado en el norte de Francia.
En el año 2007, obtuvo un accésit del Premio de Poesía José Hierro, con la suite de poemas El desván de la almohada (Eds. del Ayuntamiento de Santander). En el año 2012, su poemario Cine resultó ganador del Premio de Poesía José Luis Hidalgo, convocado por el Ayuntamiento de Torrelavega y editado por Quálea. Ha participado en festivales como Poesía con norte (2014), organizado en la capital cántabra por la fundación Santander Creativa y coordinado por el poeta Lorenzo Oliván; o el Festival Internacional Gates of Poetry (Casas-Severin, Rumanía: 2016 y 2017).
Los cuatro poemas que ofreceremos a continuación pertenecen a un libro todavía inédito, titulado Viral.
FLASHMOB
Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa.
Emma Goldman
When we’re out together dancing, cheek to cheek.
Irving Berlin
Mi padre, por ejemplo.
Cuarenta años suspirando en una fábrica.
Y por eso baila.
Por el Movimiento Obrero, baila.
A las cinco de la mañana, abandonando a su familia, baila.
Con la máquina de su vida.
En sus huertos libres, por el pan de unos hijos
que hoy le dicen ‘abuelo’, baila.
Baila, porque se dio cuenta tarde:
el mundo es un lugar que se repite
como una mala canción de radio fórmula.
Y por eso baila.
Con el ritmo de otra vida, pero baila.
También mi madre, con decisión, a su lado baila.
Al abrir su negocio, mientras calienta la sopa,
riega con fe sus flores, los suegros o su nieto,
baila.
Para que no se enfríe el amor de aquel verano;
por el sueño de una familia, contra el tiempo,
contra el eco del nido vacío, baila.
Porque la música es toda la responsabilidad del mundo.
Ella baila.
Hasta volar exhausta, cada día, (nos) baila.
Y bailan mis hermanos para cambiar el ritmo del poema.
Alzando sus brazos al cielo, ¡bailan!
Para que el mundo tenga otro estribillo.
Detrás, mi abuela, ya no quiere bailar pero nos marca el paso.
Con su bastón, camino del cementerio, marca el paso.
Cuando visita a su marido y tararea algún ayer,
cuando nos habla del hambre, del hambre que es morirse,
nos muestra el paso.
Contra la vida. Por la muerte.
Bailando sin querer.
Con su bastón.
Mi sangre.
Marca el paso.
OFF LINE
(ESPECIFIQUE AL MENOS UN DESTINATARIO)
Existimos por el miedo a estar solos.
Inventamos la rueda, el ferrocarril, los zepelines.
Abandonamos bajo el mar los galeones.
Descubrimos continentes y vacunas
para distancias que no entiende el corazón.
Soñamos con más aire y exploramos la galaxia.
Creamos símbolos, lenguaje, imprenta.
El horno. Las bombillas. El telégrafo.
Diseñamos telescopios
para sentirnos menos lejos,
lentes de aumento para pensarnos más gigantes.
Existimos desde el miedo a ser solos.
Revelamos fotos, escuchamos música;
estudiamos Literatura, Historia, Arte.
Filosofía. Casi entendemos al vecino.
Enviamos cartas, pagamos por la comida.
Fingimos enfermedad,
lo mismo que otras veces nos curamos en salud.
Molestamos al servicio de habitaciones.
Comerciamos con la pólvora:
pirotecnia y balística:
llamar e iluminar la muerte.
Existimos frente al miedo a estar solos.
Y a veces
nos abrazamos.
UNDERGROUND
No hablo de sexo, por más que se parezca.
Hablo de la plaza libre de un parking
subterráneo, como los maletines que se abren
en un despacho del parlamento.
Hablo de las cajas de fruta vacías
en la parte invisible de los supermercados,
la sonrisa fingida de tu padre
en la foto de sus últimas vacaciones junto al mar;
estoy hablando del soborno de los días
y el cable tenso
de un remolque en carretera.
Mi país.
No hablo de sexo, aunque tampoco sea sencillo.
Junto al pabellón de maternidad
había una ortopedia
y una tienda de recuerdos.
PASIEGO #Selfie
No las manos, el pasto de las vacas
que rumiaron mis abuelos.
Tinte de leche nodriza en los palacios
y claridad de nieve en la cabaña sin cama.
No los pies, las huellas de las botas
(el verde es nómada)
que han caminado el hambre.
Montañas que devuelven el eco de la piel.
Nunca el alma, la mirada que cercó los cielos
amanecidos cuesta arriba.
Rumor de lluvia que motea mi cuerpo.
Paso al frente.
Sonríe.
Las fotos nunca revelan lo que ha sido.
Un comentario en “Cuatro poemas inéditos de Martín Bezanilla”