«Una colcha de retales» de Gemma Gómez Rivas en una muestra de cuatro poemas

Gemma Gómez Rivas (Córdoba, 1998) es una escritora novel residente en Estepona (Málaga) y estudiante de Filología en la Universidad Nacional de Educación a distancia (UNED).

Ha colaborado en diversas antologías, tales como Todas nuestras ancestras (Historia Morada, 2023), otras de diversidad literaria y otras locales.

En 2023 publicó un primer poemario Bajo la lluvia de fuego, mientras que el año pasado dio a conocer Una colcha de retales (2024), a través de la editorial Loto Azul. Este último texto aborda las relaciones maternofiliales entre una madre y una hija con sus vínculos poéticos, alegóricos y mágicos. Los cuatro poemas que compartimos a continuación provienen de Una colcha de retales (2024).


(La madre) V

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Un gargajo blanco se siente
que a mi vientre no concibe
eternamente, como se merece.

La permuta materna ya fue resuelta,
así pues, gigante luna llena,
¿engendraré alguna vez más?

En una regencia perezosa debe quedar,
pues a mi vientre no concebirá
ese dulce tacto de la propia simiente
que anhelaba devorar mi ponto inerte
y de nuevo concebirse a sí mismo
para así hacer de este un cauce lírico.

Un miedo que vibra en mí,
en este ponto inerte, en estas olas solemnes,
pues mi creación crucificada podría ser
(¿por quién? por mí misma)
y esta vasija artrítica sola perecer
sin nada concebido por el sagrado milagro onírico.
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De Una colcha de retales (2024)

VII

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La dualidad de la madre,
yo soy tú, yo soy yo,
tú eres tú, tú eres yo.

Arrancando los pétalos,
el perro ladra, posee la rabia,
blanquecina sustancia se desliza
cual terciopelo al viento, sangre corriendo.

Yo soy tú, tú eres yo,
ambas somos ambas a la vez y ninguna.
Distancia entre dos pétalos, entre dos caninos
o emparejamiento que acaba en tumores en sus pechos.

La dualidad de la madre, flor al viento,
volátil, no alcanzable, odiosa por ello, por supuesto.
Tal vez una fotografía robada
o un perro con la rabia a punto de atragantarse.
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De Una colcha de retales (2024)

(La hija) V

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No sé si me faltan palabras
o años
para expandirme y contraerme,
para abrir la boca y cerrarla.

Sé que me sobran espasmos;
aunque me contusione una, dos,
tres, cuatro, cinco, seis veces,
no me expando ni me contraigo.

Sé que la serotonina no me chorrea
entre las piernas
porque me faltan palabras
o años
o eones
para poder respirar sin un tabique desviado.
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De Una colcha de retales (2024)

VII

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Soy una nueva y vieja cama,
sobre mí descansáis vosotras,
acurrucadas os pasáis la pierna,
rezáis a Dios o a las estrellas.

Retazos de piel decoran mi estructura
deshebrándose a cada siesta.
Rajas con plumas, descarnas la cama,
la bella se despierta.

Soy un puente, soy el camino,
los brazos que lo atañen
y sus peregrinos.
¿Por qué no te tumbas, por qué no caminas?

Eres la única despierta,
la única parada.
En mí no hay nada tuyo,
no hay zapatos ni pijamas.

No hay pisadas ni retazos,
¿por qué deshiciste el tiempo y el espacio?
¿qué hay en mí que tú digas «es mío»
más que yo, yo y solo un niño?
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De Una colcha de retales (2024)

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