Fuegos fatuos o la traición de los personajes ausentes

Escribe | Maribel Pascual 


«La vida tiene una imaginación terrible»

Joaquín Calvo Sotelo

Personajes ausentes Esperando a Godot

Ediciones de Esperando a Godot de Samuel Beckett y La cantante de calva de Eugéne Ionesco.

Una de las cosas que siempre me hacen pensar que alguien es un buen creador de personajes es que los personajes ausentes de las obras se coman al resto de la historia. Ejemplo de ello, cayendo en tópicos, tenemos a Dios. En la literatura no hace falta que busquemos mucho. Los dos grandes textos del teatro del absurdo se basan en eso: Esperando a Godot (1952) de Samuel Beckett y La Cantante Calva (1950) de Eugéne Ionesco. La falta de respuestas, el vacío que dejan al no aparecer en las obras hace que las historias, de una manera u otra, se estructuren en torno a ellos.

En el caso de Godot parece más evidente por la continua batería de preguntas sobre él, pero en La Cantante Calva todo es más sutil. A medida que avanza la obra y no aparece ni siquiera mencionada, se pone en marcha el mecanismos del elefante rosa: no pienses en un elefante rosa, pero será lo único en lo que podrás pensar. La Cantante Calva está presente en todo el diálogo aunque solo se la mencione una única vez, casi al final, para decir precisamente, que no va a aparecer.

Volviendo a actualidades, la construcción de los villanos. En muchas ocasiones, cuando tenemos un supermonstruo contra el que el protagonista tiene que luchar, este supermonstruo se construye con las referencias que tiene el protagonista, lo que le van contando o lo que va descubriendo. Pero en sí, el villano no aparece hasta el final, se mantiene ausente, aumentando así el terror en torno a él. El miedo a lo desconocido y lo que construimos en base a lo poco que sabemos, que también funciona perfectamente en Godot. La imaginación humana, que es un peligro.

 Calvo Sotelo Personajes ausentes cuando llegue la noche

Cuando llegue la noche de Joaquín Calvo Sotelo.

Vale, ¿y qué más? Pues en este caso uno de los personajes ausentes más potentes que he conocido está en una obra de teatro pequeñita, de Joaquín Calvo Sotelo: Cuando llegue la noche (1943). Marta, la protagonista, es una mujer no vidente de nacimiento, quien de repente tiene la opción de curar su ceguera.

La obra es la conversación con el doctor que viene a proponerle este nuevo tratamiento que podrá devolverle la visión. Toda la historia, las decisiones que se toman, las emociones… Todo viene dado por uno de los personajes que nunca aparece en escena, solo se lo nombra y, a pesar de ello, se convierte en el eje de todo: el marido de Marta, que después de la guerra también se ha quedado ciego. Funciona casi como un símbolo, un ideal por el que merece la pena seguir en las sombras. La fuerza de este personaje reside precisamente en que no aparezca, porque si lo hace podemos darnos cuenta de que no merece la pena el sacrificio. Y ahí se encontraría la tragedia.

El guadián entre el centeno de Salinger Personajes ausentes

Traducción de editorial Edhasa de El guadián entre el centeno de Salinger.

Salinger, en El Guardián entre el centeno, también tiene un personaje ausente suficientemente potente, e incluso va más allá. La complejidad del personaje de Jane Gallagher se construye en base a lo que el protagonista, Holden Caulfield, sabe —o cree saber— de ella. De la misma forma que en el caso anterior, puede ser que estemos conociendo a una mentira, pero si la Jane Gallagher que nos presenta Holden existe como él cree que existe, la complejidad que tiene está casi al nivel de la del propio protagonista.

Así parece creerlo Holden y defenderlo a capa y espada, y buscarlo sin querer buscarlo. Jane se convierte en lo intocable, lo deseado, lo que quiere proteger —igual que Marta a su marido—, la verdad y la belleza que busca el poeta en la poesía. Conocer a Jane Gallagher podría destruirla, su entrada en escena podría hacernos ver que Jane Gallagher, tal y como la conocemos, no existe. La fe ya no tendría sentido. La mundanización de lo divino. La destrucción de un ideal.

Más actual, más contemporáneo y futurista es el personaje ausente en The Expanse, la serie de ciencia ficción de Syfy basada en la obra de James S. A. Corey. En este caso tenemos a Julie Mao Andromeda, una chica desaparecida que busca Miller, el detective protagonista. Julie Mao no aparece directamente en ningún momento, solo a partir de las cosas que Miller va descubriendo y encontrando sobre ella. La tensión aumenta a medida que nos acercamos más a la certeza de su muerte.

CUIDADO SPOILERS

Pese a que no ha habido ningún contacto entre Miller y Julie Mao, Miller desarrolla una obsesión por la chica, necesita encontrarla —como quien necesita una prueba de que existe dios pero no deja de creer en él—. Y necesita encontrarla viva, haciéndonos creer a los espectadores que hay esperanzas de que eso pase. Cuando encuentra su cadáver sin que hayan podido cruzar ni una sola palabra, la tensión se ve frustrada, la decepción, la búsqueda inútil, el bajón después del éxtasis; y sin embargo eso parece divinizarla aún más, elevarla a lo inefable, lo inaccesible, lo eternamente deseado.

The expanse Personajes ausentes

Fotograma de la serie de televisión estadounidense The expanse.

Y no acaba ahí, Julie Mao, muerta incluso, sigue siendo más potente que muchos de los protagonistas, sigue presente como el elefante rosa, una potencia que culmina por todo lo alto —SPOILER— en el encuentro final, donde por primera vez, tras varios capítulos buscándola, después de haber muerto, por primera vez, Miller se ve envuelto de verdad en la realidad que había construido en torno a Julie Mao. Y Julie Mao habla, Julie Mao se convierte en un personaje activo sin ser ya ella, pero sin dejar de serlo. Baja al mundo sin perder lo divino. Y Miller está ahí. ¿Qué es Julie Mao? ¿Es Godot? ¿Es la Cantante calva? ¿Es el marido de Marta? ¿Es la Jane Gallagher? ¿Es dios con un solo creyente?

Lo que sucede es que la protomolécula que la había matado, funcionando como un ente con vida propia, acaba poseyéndola. Pero, ¿por qué a ella? Je ne sais pas. El resultado es una escena que se encuentra, de la mejor manera posible, en los límites de la ciencia ficción y la fantasía. Fe, desde luego hay. Absurdo no tanto, pero sí tragedia.

A menudo, los personajes ausentes se convierten en lo que están buscando alguno de los protagonistas desesperadamente, y no aparece. El que no aparezca ante los ojos de quien lee/ve la historia lo lleva a pensar que a lo mejor no existe, que a lo mejor el protagonista se ha vuelto loco, que a lo mejor existe, pero no así. Ahí reside la tragedia. Si Jane Gallagher aparece y de repente le dice a Holden que está loco o algo así… ¡Boom! Adiós a la belleza. Adiós a la verdad. Adiós a la poesía. Si hubieran encontrado a Julie Mao viva y no hubiese sido la revolucionaria que Miller tenía en mente, la que moría por la libertad y la justicia… ¡Boom! El peor de los romances con la mentira.

Wallace Stevens publicó un libro de ensayos sobre la realidad y la imaginación y se refería a la imaginación como el ángel necesario. Y desde luego que lo es. A veces, lo que no existe nos salva. Lo que construimos, la verdad unilateral, se convierte en la Verdad. Ya lo dijo Emily Dickinson: «Es mejor un fuego fatuo a que falte toda la luz».

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