La poesía salvaje de Amador Luna

Escribe | David Marroquí Newell


Amador Luna (Extremadura, 1973) es poeta y luciérnaga de efímero brillo pero de largo vuelo. Comienza el juego con la flexibilidad del lenguaje con TENSEGRIDAD (Ed. Contrabando, Valencia  2015 y Ed. Gato Viejo, Lima 2018), publicación seguida de esa ruptura del ayuno que fue BAÚL BLANDO DE DISFRACES DERRETIDOS (Ed. Ultramarina, España-México 2016), el edén estacional de MAYESTÁTICA (plural) (Ed. Canibaal, Valencia 2017 y Ed. Gato Viejo, Lima 2018), la debilidad surrealista de SUITES SECRETS (autoedición, 2018) y la cortina de lluvias de AZAR & PRAXIS (Ed. Latravesía Editora, Arequipa, 2019). Actualmente prepara ITINERARIO DE PANDEMIA DE  AMADOR LUNA (próxima aparición en 2021).

El poeta Amador Luna encuentra en la poesía unas gafas de luz con las que apartar la oscuridad reinante en este posmodernismo artístico que elabora debilidades faltas de cicatrices en su  argumentario. Esa es su cruzada, derramar un poco de luminosidad sobre un panorama intelectual raquítico y escuálido, con poca cualidad más allá del like feisbukero y el relieve en redes sociales.

Ungido en la intifada de la revista CANIBAAL, donde colaboró como codirector, lubrica su mirada de aceite y su crujir de dientes en la observación diaria del ruido cotidiano. Mientras escribe, pacta un armisticio con la duda y pretende una resurrección low cost en lo que dura un poema.

«Agradezco al cielo la tinta de las nubes», dicen que ha dicho…

Amador Luna es un poeta con una poesía torrencial y salvaje; Amador Luna es un poeta torrencial y salvaje. Cada verso tiene una fuerza única en la composición porque cada verso del poeta sale de sus entrañas. Es una poesía desatada, no sujeta a convencionalismos y con una gran riqueza léxica y metafórica. Amador Luna es un poeta que que lleva a la perfección la premisa de que la poesía es un juego: juega con la palabra, con el lector, y todo lo que dice, cuenta o sugiere en sus versos, está bien meditado y tiene su razón de ser dentro de una cosmogonía poética y un imaginario personal cultivado y cuidado con gran destreza. Nada en su poesía es gratuito. Es un mundo interior ordenado dentro de lo aparentemente desordenado, con una reinvención de la palabra en un lenguaje con construcción mitológica propia, con personajes que crean su mundo y participan de él.

Es complicado en estos días encontrar un poeta surrealista con esa pureza en los versos, pero que además se posicione, sin dejar de lado la estética que le define en favor del mensaje. Porque la poesía de Amador Luna también pretende cumplir la labor de la poesía social, una poesía que se moja y que toma partido; y es interesante esta faceta aplicada al tipo de poesía que destila, pues, pese a su complejidad formal, no deja que su mensaje pierda un ápice de sentido. Para muestra de ello (en prácticamente todos podemos ver esa vocación social), podemos mencionar, especialmente, el poema «LA FÁBULA DE LA TIRANÍA MÍSTICA», que cierra este artículo. He tomado la decisión de poner este poema al final porque creo que, dentro de esta selección, merece que le pongamos especial atención, y el último lugar, en mi opinión, para estos casos, es un lugar preminente. Es un poema con un carácter narrativo; un poema que el propio poeta encasilla dentro de lo que llama «pseudo relatos», ya que cuenta una historia al uso, con un personaje principal, pero a través de la metáfora y con una gran carga simbólica y social. Una creación mitológica en toda regla.

Poesía salvaje, primigenia y creadora. Amador Luna es un poeta creado en su propia palabra, cumpliendo la primera premisa de la poesía y tantas veces olvidada: dar vida al mundo y cantarlo; transmitir una verdad sapiencial; volver a convertir la poesía en mito.


De SUITES SECRETS (Autoedición en formato de poemas y dibujos surrealistas confinados a una caja troquelada, Extremadura 2018)


[symple_toggle title=»HOMO ALUMNO» state=»closed»]

Bai tira del hilo de la tela de araña. El centauro y sus consideraciones sobre prima de riesgo e inversiones en la bolsa de la Fe. Doctrina y objetivo. La importancia de llamarse PREGUNTA.

HOMO ALUMNO

bautizar los ojos
en ociosas humedades;
y mientras todas mis bestias
abrevan próximas
a hipótesis desnudas:
se desmayan estas manos
(sostén de las mañanas)
sobre ramos de pájaros
(que en cada vuelo esbozan fríos presagios)
chamanes anémicos asesinan ahora el murmullo
(sobre mapas de polvo)
y obedientes esqueletos
(esos que nunca viajan en zigzag)
hojean su propia voz en el periódico
(prestos a quemar en él
cualquier rastro de su sombra)

el más estúpido de los astros
inventa entonces un eclipse
y,
allá abajo,
los hombres
se subastan los nombres de sus dioses
y gritan «¡Socorro! ¡Socorro!»
al paso de imponentes piezas de caza uniformada
(simples almas ataviadas como locomotoras)
que asustan por igual a rebaños y a resilientes
(mientras entretienen con metralla digital
para volar los sueños)
y desabotonar las venas
de sus abrigos de pieles
(provocando salpicaduras de plasma sobre el prójimo)
engullendo así otra vida que se arruga
(como todas las vidas desde que se inventó el humo)
sobre verdades cuestionables
bajo el regazo de verdades incuestionables
(lecho marino habitado por monstruos)

¡Ay de estos paisajes orquestados
por hechiceros con porcentaje!
cuanto engaño tras cada árbol,
cada roca,
cada imagen,
cada palabra,
cada apretón de manos,
cada aeroplano,
cada mensaje,
cada promesa,
cada silencio,
cada ciudad,
cada danza,
cada perro,
cada

ser humano

De TENSEGRIDAD (Ed. Contrabando, Valencia 2015 y Ed. Gato Viejo, Lima 2018)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»MEMENTO MORI» state=»closed»]

Bai señala las telas de araña. El centauro cocea contra el destino. Más allá del povenir los mismos rostros, permanecen. Fuerza Centrífuga.

MEMENTO MORI

Ya nadie me habita los océanos,
.                                                                                 ni olas
.                                                                                 ni barcos
.                                                                                 ni peces
Ya nadie purga el aire con mi aliento,
.                                                                                 ni alas
.                                                                                 ni vacíos
.                                                                                 ni silencios
Ya nadie labra el barro en este cuerpo,
.                                                                                 ni soles
.                                                                                 ni sombras
.                                                                                 ni brisas
.                                                     tan solo la camisa solapada del tiempo,
.                                                     vistiendo, vigoroso, a l torso en los espacios.

De TENSEGRIDAD (Ed. Contrabando, Valencia 2015 y Ed. Gato Viejo, Lima 2018)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»ÁNGELES VEGETALES
SOBRE UN MURO DE OPORTUNIDADES
PÉRDIDAS ENTRE LAS NUBES» state=»closed»]

Ángeles que arden por mezquinos
Ángeles que escriben Caín
.       en la brisa que sigue al puño
Ángeles rumiando en sus propias voces
.       con ojos bobos de herbívoros
Ángeles con dinero en el bolsillo
     pensando en segar rosas azules
Y mi espíritu
yéndose de bruces contra el mundo
muy a pesar mío
Ángeles
     que torturan los retratos de hombres inquietos
Ángeles democráticos
.       que vacilan al repartir su confianza
Ángeles ridículos
.       que atenúan su caída
.       aplastando a quienes los graban con su iphone
Ángeles de la transubstanciación
.       que se atragantan y mueren por un  salmo mimoso
.       atravesado en la garganta
Y que hablan
.       desde el centro de su náusea
.       de su equidistancia por y para con todo
Ángeles de ébola
     que practican cirugía moral
Ángeles pagados de sí mismos
.     que apremian en los ecos del me gusta
Ángeles de lodo
.       que revisten con oro y plata la podredumbre de sus dientes
Ángeles decisivos
.       que encuentran la horma de sus alas bajo dudas
Con verbos que tiemblan
.       ante el mar de su sombra
Ángeles violentos
.       con resplandecientes lágrimas de vicio
Ángeles
.       en infinita sucesión de ausencias
Ángeles en cinta
.       con dolor en el ombligo
Ángeles de azufre
.       perfumados como rameras con ansia
Y que portan un alma
.       como una joya en ruinas
Ángeles de epilepsia
.       postrados sobre mares de ceniza
Ángeles de sangre
.       con furiosas nieblas en los ojos
Ángeles
.       castrados por el miedo
Ángeles de droga
.       con incendios en el brazo de la inmediatez
…anclados por el infinito del tiempo
.                        a las mejillas del arrepentimiento

De MAYESTÁTICA (plural) (Ed. Canibaal, Valencia 2017 – Ed. Gato Viejo, Lima 2018)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»NUDO DE MIEL SOBRE HUESO
(la piel y su estirpe de preguntas)» state=»closed»]

Habrá que herir
las venas a la noche
para que así palpiten los hechizos
en los acuarios de los búhos.

Es tiempo de erosionar
a la frágil mandrágora
que guarda para sí
los picores de un cáliz
con volumen.

Es el vértigo a quedarse quieto
en uno mismo
el que conduce a los arlequines
(por la sed)
a igualarse en la lucha por los ombligos.

Se espera una excelente producción de harina de cartílagos.

Un álbum de tigres ruge mientras son enterrados vivos
en el manglar del piso de arriba.

De la espina dorsal de un agujero negro cuelgan
pellejos sobre el vacío.

Sencillas complejidades que salen a tu encuentro.

Urge desovar la margarita
para dejar así al invierno meditando
sobre el incipiente olor a flores
que se expande bajo este cristal
de desequilibrio con relieve.

De MAYESTÁTICA (plural) /  (Ed. Canibaal, Valencia 2017 – Ed. Gato Viejo, Lima 2018)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»CALENDARIO DE FICCIÓN PARA AMADOR LUNA» state=»closed»]

me hablas de lugares comunes:
cartografía del celo
dónde construyen sus nidos las vocales
que se pronunciarán más tarde
durante las onomatopeyas
de esas guerras
que suceden tras los cielos

me hablas de lugares comunes:
mapas construidos por ciegos
con ojos embriagados
por señales de luz
qué derramar después
en la decodificación de los mensajes
mientras tanto
el sexo

te hablo de lugares comunes:
atlas de las crines de la noche
qué explican lo que ocurre
mediante ojos en blanco
y que eyaculan
tantos verbos
sobre
otras tantas lenguas

te hablo de lugares comunes:
planos con sed de coordenadas
dónde se observa a mi esclavitud
calcular la hondura de tus huellas
sobre mis venas
para medir así
la equidistancia con la creación

nos hablamos de lugares comunes:
topografía para pájaros sin partitura
que humedecen
con su canto
las vocales adheridas
al óxido
de sus idiomas de viento

Traigo en mis alas
coágulos de maravillas
para enterrarlos
sin más
allá donde el espíritu de las aves
flaquea
enferma de calcio
y sucumbe
a esas lombrices de azufre
que portan todas las excusas
en lo curvo de sus picos

De AZAR & PRAXIS (Ed. LaTravesía Editora, Arequipa, Perú  2019)[/symple_toggle]

[symple_toggle title=»LA FÁBULA DE LA TIRANÍA MÍSTICA
(Colonos, nativos y derechos de suelo)» state=»closed»]

1

Se deshojan las horas. Los minutos nadan en sangre.

Rojo está, de nuevo, en la playa. Suda.

Su torso está empapado,  empañado como el lagrimal de un desempleado, pero empeñado en no dejarse aplastar.

Rojo observa al acantilado. El acantilado observa a Rojo.

Un escalofrío marxista recorre los nervios del soldado. Los dientes del sol no aciertan a calentar su espalda lo suficiente, de ahí que cruja.

—¡Naciones de habla inglesa!— Es la señal que se derrama desde la terraza del club del golf.

2

Humanos, asustados como potros, comienzan a galopar por la orilla. Rojo sortea los cuerpos, aún vivos, de los que morirán primero. Ancianos jóvenes y jóvenes ancianos a los que han saboteado sus esperanzas y que se dejarán aplastar de inmediato bajo toneladas de roca.

El mar y su negra magia mitigan el bramido del acantilado, que ha comenzado su derrumbe con ánimo depredador.

Hincha su cuello gris el despeñadero y estalla en lágrimas de piedras, como de antiguo guerrero, mientras destripa a los antílopes bípedos y los hermana, ya en una horizontalidad inerte, con la de los restos diseminados por la playa.

Rojo es una locomotora a la fuga. Su raíl es una muchedumbre de arena, donde su huella se hunde. Los locos eligen el agua para escapar, no conocen acerca de esas mandíbulas de las bestias con branquias, del pánico de la extinción por asfixia. Rojo escucha el cuerno de los ángeles sonar mientras roen la humanidad a los desdichados.

Arriba, las gentes de las mansiones toman canapés y hacen apuestas.

El día medita acerca de la incipiente falta de sol. Rojo sujeta las riendas a un ánimo que flojea, examinando sus costillas para encontrar un pañuelo y así despedirse.

Pero él tiene un plan.

Animemos a Rojo, que incuba nervios tercos esperando el descuido de los injustos. Ha dejado de buscar al que debía de estar en todas partes y ahora solo confía en el metal y en la tibieza amable de una sangre que recorra el dorso de su mano, que lo vista con locura, de arriba a abajo.

El acantilado acentúa su derrumbe.

Alguien, con aspiraciones a fósil, consigue su objetivo apenas unos metros por delante.

Rojo imprime entonces a sus músculos la elasticidad de los paisajes africanos. Como una liebre documentada sólo piensa en no trabar sus pies. Silban las piedras su hogareña dureza, muy cerca del oído. A su costado, una mujer de luna que orbitaba veloz, se anochece por una meteórica pedrada que impacta en su nuca.

La Democracia tiene estas cosas y arriba han decidido cambiar, de nuevo, las reglas del juego.

3

La memoria arranca a Rojo una canción en el intervalo entre dos latidos:

«Incendia,

jardinero,

el bosque

del que

cuidas.

Atrapa,

sediento,

a la sed

por la

garganta.

Perdona

al látigo,

sólo

hace su

trabajo,

degüella

en cambio

al negrero»

Dos latidos.

Entretanto, la hecatombe y el atardecer se acuerdan de los colores del vino, en una cascada de plasma que exacerba a los profetas y sus colosales dedos sentenciosos, en una orgía de comedores de hombres y Rojo, nuestro Rojo, siente cristalizar sus ligamentos debido a un bíblico esfuerzo.

El magnetismo de la tierra ahora apunta a la N de noche. Brújula de salvación que todavía oscila un poco, duda aún, se cuestiona y al fin sucumbe, ahíta de tanto temblor.

Los cuervos dejan de cavar.

La negrura devuelve al acantilado a la quietud grave de unas tablas de la ley.

¡Amén, Rojo!

4

Los pulmones perforados en este desguace humano apenas dejan espacio para el vacío. Se maldice en muchas lenguas. Entre lloros, los unos apoyan sus manos en los hombros de los otros. Escudriñando un poco de aquella nostálgica humanidad en plena tormenta esclavista, Rojo se yergue en timonel y acaricia el hocico impaciente del metal. Hoja de acero que olisquea apuntando el morro hacia allá arriba, donde no cesa la risa y la vida con mayúsculas.

En unas horas, cuando el timbre de la luz vuelva a sonar con sus preclaras lámparas y campanas, saldrán a entretenerse, nuevamente, con más náufragos y la carne de sus miedos.

Alrededor de la hoguera crepitan de dolor los cuerpos.

Rojo tiene un plan.

La hierba crece, porque sí, en un rincón de la angosta playa donde los supervivientes tallan y restallan sus anhelos, franja minúscula de verde que eclipsa al acantilado y su barbado rencor gris. La orilla es una sucinta lengua cereal que se hunde, que sucumbe en la fosa del océano y sus leyes monstruosas. La hermosura lesionada del recuerdo gira alrededor del alma de los pocos que sobreviven sobre la arena.

Se deshojan las ansias. Los minutos rumian su venganza…

5

Rojo está de nuevo en la tortuosa playa. Respira. Su torso cetrino está midiendo la forma que tomará la despedida ¿Habrá saludos marciales? Aquel ejército exquisito de las alturas, glamouroso, empeñado en no dejarse aplastar, será hoy exterminado.

Rojo observa al acantilado. El acantilado observa a Rojo.

Un escalofrío medieval recorre la humanidad del soldado. Los dientes del sol se hincan en su espalda lo suficiente, de ahí que se hinche, como una estrella que se enfrenta a su colapso.

—¡Naciones de habla inglesa!— Es la señal.

Los supervivientes se giran y reculan cuando el acantilado colapsa por completo. Se apartan un poco y aguardan, como un clan de osos sin prisa, a que el polvo regrese al polvo. El alud pasa de largo frente a los miserables. Una cólera lujuriosa comienza a coquetear en los entrecejos, cuyos muelles se contraen hasta conformar un gesto fiero.

Los pies de barro del gigante de barro quedan al descubierto.

Es hora de poner dientes en la punta de las flechas y dejar a los tiburones habitar su ferocidad.

Seguid a Rojo, acantilado arriba.

Mientras asciende él y todos los que, con él, ascienden el barranco parece un bajorrelieve. Las bestias relamen la impaciencia de los látigos, prestos a fustigar a los cómodos en sus asientos heredados, cómodos que van multiplicando sus súplicas y el volumen de estas a medida que Rojo y los suyos brotan por la balaustrada del Olimpo, tras el hoyo 17.

El paisaje se empieza a acomodar a una ruina que se barrunta pronta  al tiempo que comienza a percibirse el lastimero graznido de los vendedores del miedo, que agitan sus palos de golf en señal de rendición, de redención,  mientras compiten en promesas de acuerdos que suenan como una lata vacía cayendo escalera abajo.

Rojo toma una mandíbula de asno que un Dios rencoroso ha depositado en su camino. Acto seguido la junta contra la mandíbula de alguien que agitaba sus abismos fingidos, parecidos a unas manos conciliadoras.

Los pañuelos comienzan a ondear.

La represalia está tomando tanto esfuerzo que no quedan hombres ni entre los que están en pie, descargando inviernos, y los que permanecen ya dormidos por siempre, recibiendo ventiscas sobre el rostro.

6

(meses después, recogidos los restos silenciados de columnas, balaustradas, césped y vajilla de Bohemia…)

Rojo está sobre el acantilado. Rojo es el auriga del acantilado.

Ha luchado por domar su templanza y la de la piedra. Pero hoy, hoy se reanudan las carreras de condenados por las Nuevas Leyes.

Allá abajo, en la playa, un nuevo Rojo debe estar mirando directo a los ojos de este, que muere a ojos vista del mediodía, entre temores y rencores de los que se pensaba a salvo. Debe de averiguar quién es aquel, antes de que comience a rumiar el desafío contra esta justicia imberbe sobre la que, con tanto trabajo, ha reedificado el nuevo Olimpo.

De BAÚL BLANDO DE DISFRACES DERRETIDOS (Ed. Ultramarina Cartonera, Sevilla 2016)[/symple_toggle]

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