Pájaro y luz: la poesía de Vázquez Medel

Escribe | David Marroquí Newell


Manuel Ángel Vázquez Medel (Huelva, 1956) es escritor y catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla. Presidente de Honor de la Asociación Andaluza de Semiótica, Académico correspondiente de la Academia de Buenas Letras de Granada y Medalla de la Universidad de Huelva, ha dirigido el Plan Integral para el Fomento de la Lectoescritura de la US. Es Director del Grupo de Investigación en Teoría y Tecnología de la Comunicación y del Taller de Poesía en el Máster de Escritura Creativa de la US, cuya Comisión Académica preside. Director del Aula Ortega y Gasset (UIMP) y primer Presidente del Consejo Audiovisual de Andalucía (2005-2008). Ha sido Coordinador General de la Gran Enciclopedia de Andalucía, fundador y Presidente de la Asociación de Editores de Andalucía, de Editoriales Andaluzas Unidas y de Ediciones Alfar.

Entre sus distinciones y premios se encuentran el Premio Internacional Intercampus (Fundación Telefónica) de Investigación en la Red (2004), Medalla de Oro de la Asociación de la Prensa de Málaga (2006), Socio del Honor del Grupo Comunicar (2015), Premio Ángel Serradilla de la Asociación de la Prensa de Huelva (2018), e Indalo de las Letras (2018). También ha sido distinguido por las Fundaciones Juan Ramón Jiménez y Francisco Ayala por sus aportaciones investigadoras.

Autor de doscientas publicaciones científicas y una treintena de libros, destacan los dedicados a Fernando de Herrera, Juan Ramón Jiménez, Fernando Pessoa, Francisco Ayala, Luis Cernuda y Rafael Alberti, así como Mujer, ecología y comunicación en el nuevo horizonte planetario (1999), Teoría del Emplazamiento. Implicaciones y aplicaciones (2003), La urdimbre y la trama. Estudios sobre el arte de narrar (2005) y La universidad del siglo XXI en la sociedad de la Comunicación y del conocimiento (2009). Ha publicado los libros de poemas Pájaro de la noche (1994) y Remota luz (2019), así como el de aforismos El ave de Minerva se eleva en el crepúsculo. Está pendiente de publicar Primera navegación (1974-1995), que recoge sus poemas de juventud y su primera etapa poética.

La aportación de Manuel Ángel Vázquez Medel al mundo académico y de las letras es inconmensurable. Hemos intentado aquí resumir su labor, de la mejor manera posible, pero creo que uno de los aforismos de su obra El ave de Minerva se eleva sobre el crepúsculo serviría a la perfección para entender una vida dedicada a la labor del conocimiento:

«Defiendo un conocimiento que aspira a ser sabiduría al servicio del mundo de la vida, basado en la consiliencia (unidad del conocimiento y transdisciplinariedad), la aceptación de la complejidad y de la dimensión dinámica y transformadora de la realidad. Con vocación de avanzar a horizontes de verdad, bondad y belleza. Frente al objetivismo dogmático y al subjetivismo relativista, una ética y estética de la intersubjetividad, la relatividad, el respeto a los seres y acontecimientos y el diálogo. En ese contexto, la comprensión de la literatura y del arte es mucho más rica y fecunda.»

El conocimiento para crear sabiduría; la sabiduría al servicio de la transformación de la realidad; el arte como herramienta.

Acorde con Fernando Vallejo, y cito a través del erudito literario y también poeta Miguel Munárriz, de su libro Poesía para los que leen en prosa, refiriéndose al nacimiento de la literatura escrita, que el verso «supone el máximo artificio literario: la imposición de un ritmo fijo a la palabra libre», ya que la poesía nació para transmitirse a través de la oralidad, y debía ser rica en recursos que facilitaran la retención de las composiciones en la memoria. Pero hoy día, la poesía y el poeta se han  convertido (si es que no lo han sido siempre) en una forma de estar y una manera de comprender el mundo y de comprometerse:

«Por supuesto, poesía comprometida. Antes que nada y por encima de todo, con la palabra y con la vida.»

 

«Necesitamos la poesía para transformar la realidad, para construir un mundo orientado hacia la verdad, hacia la bondad, hacia la belleza.»

A pesar de haber escrito poesía desde siempre, su único libro de poemas publicado hasta 2019 fue Pájaro de la noche (1994), un libro en el que ya se dilucida esa dicotomía que muestra su poesía: la de la luz y la oscuridad; la vida y la muerte como estados; la inconsciencia y la conciencia, con la palabra como jueza. Es este tema el que va a bañar, sobre todo, la poesía de Vázquez Medel, que, junto a él, circulan otros temas como la memoria y el amor, que serán los que entronquen y articulen, junto con el tiempo y el camino de la vida, Remota luz, obra con la que vuelve a salir a escena en 2019. Poco después, reunió los aforismos escritos durante su vida en El ave de Minerva se eleva sobre el crepúsculo, un libro riquísimo, del que me he nutrido para esta introducción, palabras previas a la lectura de sus poemas; y es que en una sola página de esta obra, podría quedar resumido su pensamiento poético. Porque para Vázquez Medel, «La verdadera poesía no se explica. Nos implica»; «La morada del hombre es siempre la palabra», y la poesía que más le interesa, la más auténtica «es la que intenta decir con palabras lo que no se puede decir con palabras»:  la poesía simplemente es emoción, es de uno propio y compartida con el otro, y la emoción es la esencia inexplicable de la vida. Nosotros habitamos ahí, en ese punto en el que intentamos comprender y explicar esa vida, explicarnos a nosotros mismos, esa esencia que compartimos. La poesía es compartir la vida, y como dice el poeta, «la vida es más vida si es compartida».

Manuel Ángel Vázquez Medel es un poeta luminoso, aporta luz en todas sus facetas y ámbitos. Una luz que se muestra, no sólo en la teoría y en sus versos, sino también en la práctica, prendiendo en torno a la palabra, una hoguera cálida en la que encontrarnos, construir un hogar y aportar belleza en aquel lugar en el que moramos. Una luz que, tanto en sus textos como en su discurso, debe usarse para luchar contra las tinieblas, la oscuridad que azota nuestro tiempo con mentiras y desinformación. El poeta, la poesía, el arte y el conocimiento deben ser principales combatientes para dar forma a esa lucha y encumbrar, finalmente, el amor sobre el odio que, cada vez más, hoy día, crece y campa a sus anchas.

He querido hacer aquí una selección de poemas donde quedaría representada la vida poética de Manuel Ángel Vázquez Medel. Normalmente sigo un orden cronológico a la hora de publicar los poemas, ya sea un orden cronológico normal, o inverso; pero en este caso he querido abrir con un poema por el que tengo especial debilidad por diversas razones, y aunque él lo suela utilizar para cerrar sus recitales y es el que cierra Remota luz, yo voy a usarlo para abrir esta brevísima antología.


Todos los sueños del mundo

A Julia Uceda

Não sou nada.
Nunca serei nada.
Não posso querer ser nada.
À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo.

«Alvaro de Campos», Fernando Pessoa

Yo, que no fui Alejandro en los confines
remotos de la India;
ni crucé los océanos cubiertos de sargazos
hacia tierras ignotas…
Yo, que no vi la luz, como Siddharta
bajo el árbol sagrado,
ni recorrí caminos imposibles
a lomos de elefantes por montañas heladas…
Yo, que no canté la hermosura
de jóvenes de Lesbos,
ni me adentré en el Ouse
tras dejar, como un faro, otro Fin de viaje…

Yo, que nunca grabé
una huella en la luna,
y no escribí un cuarteto para el fin de los tiempos
en campos de exterminio…
Yo, que nunca clamé
que la suerte está echada,
ni a mi Padre he rogado
que alejara de mí este amargo cáliz…
he podido decir, como Pessoa:
Tengo en mí todos los sueños del mundo…

De Remota luz, Huerga y Fierro Editores (2019)

Un tiempo inhabitado

La soledad me habita en este tiempo vano.

Herido en la palabra voy sangrando amapolas
por mi abierto costado. Ya no hay lienzo que empape
esta fuga de vida: la muerte aprieta el paso.
Salgo de nuevo al mundo quebrada la armadura,
entregando al acero mis últimos despojos.
Mas venceré al final, en mi última derrota.

De Primera navegación (1974 – 1995). Inédito.

El mar de la palabra

[Una tarde de finales de mayo, en un aula ruidosa de la Facultad de Filología, en la “Fábrica de Tabacos”, los alumnos de “Crítica literaria” comentan “Mar” de Juan Ramón Jiménez]

Náufragos en el mar de la palabra
parece, en vuestra lucha,
que el agua retrocede
y este mar de sentidos os lleva a la deriva,
asidos a la tabla de salvación más frágil.

¿Cuál es el espectáculo,
el completo espectáculo
de su mundo de hoy (que ya es ayer)?
Parece
que en ese darse a luz, que en su encontrarse el mar
—la mar—
nos dejara perdidos…
¡Y es tan fácil!

* * *

El Poeta, una tarde
cualquiera de febrero
(¿o fue marzo tal vez? Mas ya no importa)
Una tarde cualquiera
de febrero —decía—
perdido en la cubierta
del barco que conduce hacia el mágico encuentro
distante de sí mismo, tan inseguro y débil…
El Poeta —decía—
se siente renacer, recreado en sí, vivo.

Amor y mar sanaron su locura.

Y descubre que el mar, la mar, solo o sola
sin compañero, sin compañera,
va rehaciendo desde sí, en sí, mismo o misma,
ahora —como siempre—
las olas que deshace.

Conciencia de un encuentro,
de un rito renacido del amor y del mar
que deja tras de sí la blanca estela,
como olas, del verso.

De Primera navegación (1974 – 1995). Inédito.

Donde el círculo se cierra

Yo quisiera esta tarde perderme por las calles
sin prisas, sin urgencias, hacia ninguna parte.
No ser reconocido. Caminar lentamente
donde nadie me espera.
Detener esta fuga,
decidir mi camino, fijar mi propia meta.
Decidir, sobre todo,
con quién compartiré mis pasos,
hasta llegar al punto temido y deseado
en que el círculo cierra.

De Primera navegación (1974 – 1995). Inédito.

Llevan fuego en el pico

Los pájaros que vuelan (¿hacia dónde?)
llevan fuego en el pico, y esa llama
se extiende cuando pasan sobre el pinar dormido.
Acuden hacia el mar: son cientos, miles,
decenas de millares, y pueblan esta orilla.
La tarde está impregnada de una esencia intangible
que convoca en el mar y nos convoca
hacia una luz que ciega. Hacia una luz que llama
al ritmo concertado de las alas
que baten sobre el cielo hasta romperlo en dos.
La sombra del trasmundono hiela las entrañas.

De Pájaro de la noche, Diputación Provincial de Huelva (1994)

La memoria es cascada que al mar se precipita

Vamos muriendo —dije—
cuando tu luz nos unge
y ese roce intangible
de muerte y muerte
es vida.

Llamamos vida a cuanto se consume.
Permanece la piedra
y permanece el mar
que nos engaña:
su movimiento es nada
y permanece,
como la piedra,
inmóvil.

Huye la flor.
Las mariposas huyen.
Como huye la tortuga
aunque con paso lento.
Y esa huida es el tiempo.
Mas el tiempo no escapa:
permanece.
Como el mar y la piedra.
Y es movimiento inmóvil,
dinámica quietud.

El tiempo escapa —dije—
mas el tiempo no escapa:
permanece.

Necesitamos luz,
roce de roce y muerte,
para sentir la vida.

Llamamos muerte a cuanto permanece
y el fuego nos fascina
pues se consume: es vida.
El fuego vive y muere
pues permanece y pasa
misterioso.

Pasa el dolor
y el gozo pasa:
Gozo y dolor son vida.
La memoria es la muerte,
pues aprisiona el curso
de cuanto ya es pasado.
Y crece la memoria con nosotros
—crece con nosotros—,
abarca los confines
de cuanto fue vida o gozo, y crece
hasta adueñarse de todo lo vivido
y desemboca en muerte.

Al final,
la memoria es cascada
que al mar se precipita.
Y porque es muerte y muere
nacemos a la vida.

De Pájaro de la noche, Diputación Provincial de Huelva (1994)

Ciudad sumergida: fragmento VII

Algunos me preguntan: ¿dónde está
la ciudad sumergida,
en qué mapan se leen sus coordenadas,
al sur de qué lugar duermen sus avenidas?
No comprenden que tu ámbito es el tiempo,
que un detenido señala el sitio exacto
donde la caracola enmudeció por siempre
y que jamás sus ojos contemplarán sus calles.
Por eso vuelvo a ti cada mañana,
cuando las olas tibias del sol la luz tamizan,
o cuando en primavera los árboles caídos
añoran una flor con qué adornarse. Aquí,
mecido en el silencio,
aromado de sal y sol, de lluvia y cieno,
puedo encontrar la paz que perdí para siempre,
aunque la paz sea nada
y siempre se diluya en un instante eterno.

De Remota luz, Huerga y Fierro Editores (2019)

Lunas de octubre

Para Antonio Chicharro, con Federico García Lorca

…Dame, dame la noche del desnudo
para hundir mi mejilla en ese valle…

Antonio Carvajal

En el ojo que has visto —sorprendida mirada— un destello se asoma del fondo de un abismo. Nadan cuerpos desnudos en la negra pupila, y el iris verde escribe la imagen de un deseo. El crepúsculo traza sombras inescrutables; alimenta nostalgias, pone hielo en la risa… Pero tu voz palpita más allá del silencio y su gemido puebla túneles y avenidas.

En el ojo que has visto, la lengua humedecida penetraba tus labios, se mezclaba en tu boca con ese dulce néctar que veneno destila. Y se elevan palmas por encima del cuerpo, y un lagarto cruzaba confundido tus simas.

Una luna de estaño alimenta las brumas en esta noche larga como un instante eterno, mientras alguien pregunta, señalando el vacío, por qué este viento avanza y nos sentimos huérfanos.

¡Venid! ¡Venid! ¡Aquí! Contemplad esta rosa vendida a las miradas. Sólo este olor intenso puede más que la carne, y el ámbito se cubre de metal derretido. Y en esa flor ardiente que otra fiebre desvasta, la gota de una lágrima viene a frenar el beso. Mientras, las piedras crecen, los niños se anticipan al tiempo que se anuncia, y una música suena, rota la concordancia con astros y universos.

He de mirar mi mano para saber que escribo, pues las ideas cruzan, sorprenden las imágenes, se siguen los silencios, y todo en torno dice que un destino imposible confirma su presencia.

La calle está mojada y la ciudad resurge desde la noche, lenta. Miras el pie que avanza hollando la materia: es el barro primero del que todos nacimos y al que todos volvemos, tan suave como un sexo, tan sutil como el aire, como el mar… Una brisa lleva el agua a tu rostro, y tu pelo se empapa hasta volverse agua.

De Remota luz, Huerga y Fierro Editores (2019)

2 comentario en “Pájaro y luz: la poesía de Vázquez Medel”

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