«Trinchera» de Mariana Finochietto, en una muestra de cinco textos
Mariana Finochietto (General Belgrano, 1971). Es una poeta argentina. Actualmente vive en City Bell.
Ha publicado los poemarios Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena, 2014), Jardines —en coautoría con Raúl Feroglio— (El Mensú, 2015), La hija del pescador (La Magdalena, 2016), Piedras de colores (Proyecto Hybris, 2018), El orden del agua (GPU Ediciones, 2019), Madura (Sudestada, 2021), Quiero sacar la cabeza por la ventanilla de tu coche (Halley Ediciones, 2023), Patio (El andamio ediciones, 2024), Trinchera (Sudestada, 2025) y Desviadero (2025).
El año pasado se editó en México la recopilación Quiero sacar la cabeza por la ventanilla de tu coche. Poesía reunida 2014-2024 (Medusa Ediciones, 2024).
En la actualidad coordina Microversos, talleres de exploración literaria.
Los poemas de Mariana Finochietto que presentamos a continuación provienen de Trinchera (Sudestada, 2025), publicado hace pocas semanas en Argentina.
Aparecidas
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¿Cómo es
un cuerpo que aparece?
Aparece,
porque no estaba allí.
Aparece,
en un acto de magia.
¿Tendrá
el peso del cuerpo de tus hijas,
el pelo de trenzar sueños de tu hermana,
las manos de temblor como tu madre?
¿Cómo es
un cuerpo que aparece?
Un cuerpo que aparece
no es un cuerpo.
Es otra cosa.
Era un cuerpo y ya no.
Ahora
es otra mujer
rota
por la mano de un hombre.
Un pedacito frío que resiste
bajo la tierra,
en bolsas,
un deshecho,
un resto.
¿Cómo es
un cuerpo que aparece
cuando ya no es cuerpo,
cuando no tiene
nada más que darle al mundo?
¿Cómo es
un cuerpo que aparece,
solo
al borde de las cosas
y no tiene
nada
ni siquiera justicia?
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De Trinchera (Sudestada, 2025)
De lo callado
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Hablo
de las pequeñas flores de los silfios
y de los pesarios de los médicos romanos,
de la infusión de menta,
la satureja montana
que Carlos Linneo describió
con detalle y esmero.
Hablo
de la fruta inmadura de la acacia
y de las cebollas con miel que usaron
a orillas del Río Nilo
mujeres de piel oscura.
Hablo
del aceite con hojas de eneldo
en el susurro
de las hilanderas italianas.
Hablo de Inglaterra y la nuez moscada,
de la artemisa y el tanaceto,
digo
del romero salvaje y los helechos.
Hablo del azafrán y el podofilino,
de la quinina,
el plomo y el mercurio
con el que las mujeres quemaron sus vientres.
Hablo
del sueño verde del perejil,
de los baños de ruda,
del hartazgo
de la percha en el cuerpo.
Hablo de la rama del árbol
y de la sonda,
el permanganato.
Hablo del útero atravesado
por una aguja de tejer.
Hablo porque es preciso
contar la historia.
Porque es preciso que la cuente una mujer.
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De Trinchera (Sudestada, 2025)
Linaje
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La mujer
que esperaba junto al mar
la que supo
contar los durmientes en las estaciones
la que aprendió a hilar
cansada de mirar ventanas que daban
a ninguna parte
la que se tejía trenzas en el pelo
bajo un árbol en Biella
la mujer que se marchó cuando debía
la que lo dejó todo porque no debía
la que enterró lejos a sus muertos
y se lanzó a vivir
la que lloró bajito en la cocina
para que no la escuchen
los hijos y los perros
ni el hombre que temía
despertara
la mujer que se curvó sobre su vientre
para no repetirse en otra sombra
la que dejó la mancha de vino en el mantel
esas mujeres de las que vengo
las que andan
nombrándome la sangre.
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De Trinchera (Sudestada, 2025)
El alambre
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Algunas veces
quisiera haber nacido
con el don
del equilibrio.
Extenderme
constante
como un alambre
de pensamiento
a pensamiento.
Ser
razón
en tensión.
Clara.
Impoluta.
Pero
suelen arrastrarme
las pasiones
me distraen
los pájaros
el viento,
la soledad
de la hoja
que desprende
un roble.
Me pierdo
cada tanto en la tristeza.
Y me río
de mí
cuando vuelvo
a encontrarme
en los espejos.
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De Trinchera (Sudestada, 2025)
Cumpleaños
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Pisé
más allá de los 50.
Tengo hijos, un cerezo y varios libros,
las mejores amigas
y un amor
o dos.
En cajones desordenados guardo ropa,
papelitos, cartas viejas,
porque todo empieza a ser objeto
para mirar
después
con algo parecido a la nostalgia.
Tengo un cuerpo que empieza a comprender
el misterio de ir envejeciendo
y se entrega sin dolores ni presagios
a ser parte de las cosas
que se llevará el viento.
Soy apenas otra hojita
desprendida de algún árbol.
La vida es frágil
¿sabés?
Recién ahora lo comprendo.
Pero mi corazón, ah, mi corazón,
sigue cantando.
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De Trinchera (Sudestada, 2025)