Siete poemas de «Herrumbre» y un inédito de Jean Burset Catinchi

Jean Burset Catinchi (San Juan, 1993). Escritor y cineasta puertorriqueño. Sus textos han sido publicados en Revista PenúltiMA, Casapaís, The Puerto Rico Review, ClaridadRevista del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

Graduado de Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Mayagüez. Obtuvo su maestría en Producción de Cine en Georgia State University.

Herrumbre (Riel Editorial, 2022) constituye el primer poemario de Jean Burset Catinchi, del que provienen todos los textos que ponemos a vuestra disposición en esta entrega, con excepción del texto «VIII» al momento inédito.


Eco y testimonio

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Cuando escuches la alarma mortífera
y tus pies sientan el estertor subterráneo,
¿bajo qué pupitre, bajo qué piedra
buscarás amparo?
Cuando culmine el temblor
y salgas y registres cada cuadro,
cada fotografía apostada en las paredes blancas
y límpidas de tu hogar.
Cuando hagas inventario
con obsesiva y minuciosa paciencia
a lo largo del antiguo vecindario,
notarás fisuras nuevas
y bordes difuminados en paisajes queridos,
y hasta las colinas hablarán en verdor
y vernáculo desconocido.
Mirarás en derredor, en vano llamarás
a cada cosa por su nombre
como quien espera eco y testimonio de la materia.
Y comprenderás, entre andamios y osamenta,
que recordar es devastar con simulacros.
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De Herrumbre (2024)

Contraseña

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¿Qué consigna extraña impide entrar
al palacio de ceniza?
¿Qué mano fría y adamantina levanta el puente
tan pronto me aproximo?
¿Quién me condena a la brutal intemperie?
Lejos me detengo y miro la arquitectura barroca:
observo el vestíbulo iluminado por candelabros;
las amplias salas donde los huéspedes derraman vino
mientras bailan, cantan y arman trifulcas;
las escaleras conduciendo a galerías
ataviadas con esculturas,
molduras y espejos cansados de calcar rostros
apagados y compungidos;
los cuartos provistos de balcones, balaustradas
y vitrales donde la luz desfila dudosa y policromada;
los salones con aroma a mudanza
y los jardines llenos de pérgolas ceñidas
por amorosas enredaderas.
Y me imagino rodeado de fámulos y bufones;
feliz en el tope de torres avistando colinas cetrinas
y bosques cercados por lagos plateados y serpenteantes:
rey de un olvido absoluto que no es calabozo
sino fortificación amplia e inexpugnable.
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De Herrumbre (2024)

Cifras

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Esos mausoleos
de falso mármol numérico
levantados sobre leguas de légamo y llanto,
¿qué dicen sobre los muertos?

Que la tierra tiembla, mas
no las manos mugrientas
del sepulturero.
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De Herrumbre (2024)

Remembranza

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Los días se quiebran como espadas
forjadas por herreros principiantes.
Sobre sus fragmentos caminamos,
perdemos talones, protestamos.
Luego decimos Oh, aquellos días
tan alegres y tranquilos,
de amarillas flores y verdes pastizales
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Mientras cerramos las ventanas
por el zumbido insufrible de los insectos.
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De Herrumbre (2024)

Mar

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Si pienso que no quiero verte más
si confío en la gracia de las alturas
y no de las profundidades
si prefiero las espadas a los arpones
los roquedales a los corales
los ruiseñores a los alcatraces
si no me llaman tus tesoros esplendentes
ni me atraen tus enigmas abisales
si aborrezco tu obstinado afán de imitación
tu lenguaje balbuciente
y tus tristes ponientes tan parecidos a limosnas
¿Por qué mis sílabas semejan siempre
cardúmenes impostores en forma de ballenas?
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De Herrumbre (2024)

Saqueo

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Pútrida patria, hasta la orilla cantábrica
llega tu olor a osamenta, pólvora y ceniza.
Arden los ojos. Arde la garganta.
Por la noche escucho un crepitar atroz
y amanezco con la ropa llena de manchas.
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De Herrumbre (2024)

Sudario

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Un velo invisible cubre el paisaje como un sudario.
Envuelve cada objeto, cada detalle.
Jamás como la nieve, preserva intactas las formas.
Es la suma evaporada de nuestros llantos.
Un tejido imperceptible y vasto,
apenas descosido por el vuelo súbito de algún pájaro
o el descubrimiento de música novedosa y astillante.
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De Herrumbre (2024)

VIII

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A Jean-Pierre
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Al anochecer, la procesión hacia las tabernas.
Cada cual, con sus heridas, sus historias repetidas,
revisadas, y la revelación de alguna novedad.
Sobre las mesas, la ceniza amontonada,
las botellas esparcidas;
costelaciones que cifran la amistad.
Luego la incómoda pregunta:
¿a quién toca la ronda?,
y en las mejillas, el rubor arrinconado
de quien no puede reciprocar.
Pero alguien siempre convida,
distribuye el polvo, la facundia.
Y cual milagro, elimina el pudor y la gravedad.
Ahora, el deseo humea como un bosque.
Y en el aire, una música anodina y rampante,
imanta el amor a los cuerpos.
Donde el licor crece insomne,
como un arroyo que todo lo arrastrará.
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Inédito

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