Linnet Muir: la niña-adulta en un mundo de hombres
Escribe| Alicia Louzao
Editorial: Eterna cadencia (2019)
Nº de páginas: 152
ISBN: 978-987-712-174-2
Traducción de Inés Garland
Idioma original: inglés
Eterna Cadencia publica Los cuentos de Linnet Muir de Mavis Gallant (Montreal, Canadá, 1922―París, Francia, 2014). La autora canadiense abandonó el periodismo para dedicarse a la ficción, su primer salto fue la publicación de un relato suyo en The New Yorker en 1951.
Escribió dos novelas: Agua verde, cielo verde (2018, Impedimenta) y A Fairly Good Time (1970), además de numerosas colecciones de relatos. Gallant supuso una influencia para autoras como Alice Munro o Margaret Atwood, como ellas mismas afirmaron.
Los cuentos de Linnet Muir es una colección de relatos, la más autobiográfica de todas sus colecciones. A través de la mirada de Linnet, protagonista y narradora, nos acercamos a sus primeros años de infancia, adolescencia conflictiva debido a sus cambios de centro educativo y finalmente madurez. Se cierra el ciclo de Linnet Muir en los comienzos de la veintena. Los relatos actúan como un estudio psicológico de la personalidad de Linnet, aplicando una mirada en retrospectiva a la infancia y adolescencia que dieron como resultado la persona que ahora narra en primera persona, en ese presente mágico y atemporal que contienen los libros, los recuerdos bajo un agudo punto de vista.
En los primeros relatos, la Linnet-adulta realiza el ejercicio de regresar a la piel de la Linnet-niña para presentarnos los cuadros de su infancia: «Inconscientemente, cualquier niño de menos de 10 años sabe todo. Antes de los 10 años entra a una habitación y percibe de inmediato todo lo que se siente, todo lo que se calla, todo lo que se reprime relativo al amor, al odio y al deseo, aunque pueda no tener las palabras adecuadas para esos sentimientos».
Con «Voces perdidas en la nieve» el lector conoce a la Linnet-niña, ignorada por el espectador adulto, como ella constata: «por ser una niña, a nadie se le ocurría pensar que me debían explicaciones»; «hablaban como si yo fuera invisible»; «no se esperaba que yo dijera mucho»; «estaban las órdenes para los perros y las instrucciones para los niños». Nos presenta un ambiente que, aunque acomodado, resultaba opresivo para una niña como ella, curiosa y activa.
En «El doctor» el relato arranca con el duro y conmovedor lienzo, que lleva el mismo título que el cuento, obra firmada por Luke Fildes. En la escena, el espectador observa una niña muerta y un reflexivo hombre, probablemente el doctor, contemplando aquello que no ha podido salvar. La polémica del lienzo se desata entre los personajes que rodean a Linnet-niña, crecida en un entorno privilegiado donde los hombres leían diarios y las mujeres se apegaban a la familia. Esos amigos de sus padres son quienes le proporcionan lecturas descarnadas de guerras y revoluciones donde los niños son cruelmente castigados.
El paso a la edad adulta también acarrea un fuerte golpe con el mundo de los hombres y el machismo aceptado de ambos sexos («Ellos era un mundo de gente ladina que hablaba entre dientes, todos mayores que yo»). «Mejor que seas inteligente, porque nunca vas a ser bonita» es una pérfida frase que le dirige su madre al llegar Linnet a los dieciocho años. Los tóxicos vínculos con su madre conllevarán una huida de la hija, que decide independizarse.
Es en un paso a la vida adulta cuando Linnet descubre más subrayadas las diferentes entre hombres y mujeres, algo que había percibido de niña: «No creía que los hombres fueran mejores que las mujeres, simplemente que hacían trabajos más interesantes y les pagaban mejor». Cuando trabaja para un periódico, al descubrir que su salario era inferior al de sus compañeros varones, Linnet decide no dedicarle más tiempo de lo que estrictamente cobra, esquivando deberes que le ordena su superior y fugándose a casa para secarse el pelo, en una especie de rebeldía que ya empezó a brotar en su infancia, cuando sufría expulsiones de centros y traslados de colegio en colegio, encabezados por «monjas castigadoras».
La invisibilidad inculcada en la infancia se desvela en la vida adulta. Como había sido educada ella, ante una mirada furtiva de un hombre no debía responder: «Los esfuerzos para lograr que una joven no se diera la vuelta para mirar […] habían conseguido hacerme invisible para mí misma. Mi único valor de mercado era que sabía francés».
El lector observa, en este conocimiento profundo de Linnet Muir desde la niña hasta la adulta, que el castigo es una condena impuesta por su familia, por una sociedad machista, rodeada de relaciones asimétricas y de injusticia. Linnet sobresale con reflexiones que aporta sobre el amor, por ejemplo. Ella no se ve a sí misma como ese «valor de cambio», una mujer objeto.
La Linnet-adulta es consecuencia de la Linnet-niña, de no haber encontrado su hueco en un mundo adulto y castigador, en las constantes penalizaciones, en esa invisibilidad impuesta por la mirada del Otro:
«Lo que anhelaba en ese momento no era amor […] sino conversación, que era mucho más difícil de encontrar […]. Alguien que me hacía un comentario como No puedo vivir sin ti me parecía no solamente un imbécil sino, en verdad, literalmente un loco».