Magia y brujería en la Edad Moderna. El caso de La Celestina
Artículo publicado originalmente en Témpora Magazine el 28 de mayo de 2014.
Escribe| Juan Manuel Díaz Ayuga
Juntas lo hizimos, juntas nos sintieron, juntas nos prendieron y acusaron, juntas nos dieron la pena essa vez, que creo que fue la primera.
Con estas palabras narra Celestina, el inmortal personaje de Fernando de Rojas en la tragicomedia de su mismo nombre, cómo ella y su compañera y maestra Claudina, la madre de Pármeno, uno de los criados de Calisto, fueron perseguidas y condenadas por hacer uso de sus supuestas artes mágicas. En el presente artículo analizaremos el mundo de la brujería en los siglos XV y XVI a través de su representación en estos dos pintorescos personajes de La Celestina.
Antes de entrar en materia, es necesario que distingamos claramente entre las figuras de «hechicera» y «bruja», pues en la época en la que se escribió La Celestina, alrededor de 1499, dicha distinción estaba claramente establecida por la ley civil y la Inquisición con el fin de que pudiesen condenarse de una manera u otra a aquellos que practicaban la magia. Además, tanto Fernando de Rojas como el primer autor anónimo intentaron mantener firmemente esa distinción en la obra. Ambas, hechicería y brujería, eran consideradas como formas de magia en las que se realizaba un pacto con el Diablo con la intención de utilizar su poder; no obstante, la diferencia recaía en si dicho pacto se consideraba herético o no. Las brujas, por una parte, eran acusadas de herejía porque, cuando realizaban un pacto con el demonio, lo trataban como a su señor y, por tanto, abjuraban de la fe cristiana. Estos tipos de pactos están descritos con detalle en el Malleus Maleficarum (El Martillo de las Brujas), un tratado contra la brujería escrito en 1486 por dos frailes dominicos que se convertirá en la base teórica de las cazas de brujas en Europa durante su periodo más radical. El Malleus estipulaba que la herejía cometida por las brujas se debía a que su práctica consistía en abjurar de la fe, ofreciendo el cuerpo y el alma al Diablo y teniendo contacto carnal con él. Como crimen de herejía que era, la Inquisición y la ley civil establecían la pena de muerte para todo aquel que la practicase. Sin embargo, la hechicería, como otra forma de magia, no era considerada un acto de herejía, puesto que la hechicera no sucumbía al poder de Lucifer; por el contrario, se lo trataba de forma brusca, incluso con amenazas. En ese sentido, es importante señalar que, al no abjurar nunca de la fe cristiana, no eran sentenciadas a la hoguera o a la horca.
En el caso de la obra que nos incumbe, la verdadera naturaleza de Celestina y Claudina se nos muestra con ambigüedad en algunos momentos, como comprobaremos a continuación.
Por lo que se refiere a Celestina, en la tragicomedia siempre se la denomina «hechicera», y la única ocasión en la que se utiliza la palabra «bruja» es para referirse a la condena de Claudina. Otro de los indicios que definen aCelestina como hechicera y no como bruja es su pacto con el Diablo al final del acto III, que realiza con el fin de ejecutar la philocaptio de Melibea, esto es, el hechizo según el cual la voluntad de la joven quedaría subyugada al control de la alcahueta. Al realizar el pacto, comprobamos que se dirige al Maligno en tono autoritario: «Conjúrote, triste Plutón», «te conjuro por la virtud y fuerza de estas bermejas letras», «vengas sin tardanza a obedecer mi voluntad». Celestina, por lo tanto, no se está sometiendo al Príncipe de las Tinieblas, sino tratando de controlarlo para sus propios fines. Además, se refiere a sí misma como «tu más conocida cliéntula», una palabra, clientula, que de acuerdo con Peter Russell, no debe de aludir a clientulus, «servidor del Demonio» en latín medieval, sino a su sentido clásico de «cliente», puesto que Celestina está utilizando los servicios de Satanás. Cuando Celestina concluye su petición, dice: «Y, esto hecho, pide y demanda de mí a tu voluntad», una oración que podría considerarse herética, ya que parece ofrecer su voluntad al Maligno, pero, en realidad, estamos ante una fraseología común en casos de hechicería que no implica sometimiento alguno, pues además, inmediatamente después de ello, amenaza al Diablo con rudeza:
Si no lo hazes con presto movimiento, ternásme por capital enemiga; heriré con luz tus cárceres tristes y escuras, acusaré cruelmente tus continuas mentiras, apremiaré con mis ásperas palabras tu horrible nombre
A pesar de que el tratamiento utilizado por Celestina en su pacto con Mefistófeles la absolvería de un posible delito de brujería, la ambigüedad sobre su verdadera naturaleza no acaba aquí. En el acto I, cuando Pármeno le describe a Calisto cómo es la trotaconventos, alude a cierto «rascuño que tiene por las narices»; y en el acto IV, Melibea, dirigiéndose a la alcahueta, dice: «Assí goze de mí, no te conociera sino por essa señaleja de la cara». La cicatriz a la que se están refiriendo es, en realidad, una señal que el Diablo dejaba en la cara de sus adeptos, lo que implicaba, además, un contacto físico con él. Las hechiceras, no obstante, se protegían de todo contacto con el Maligno mediante círculos mágicos. Si bien Celestina parece estar marcada por la seña del Diablo, su actitud se acerca más a la de una hechicera, puesto que al conjurarlo realiza un círculo de protección. Para resolver la ambigüedad es fundamental que atendamos a dos hechos. En primer lugar, Celestina solo es castigada por hechicera, nunca por bruja, tal y como relata Pármeno en el acto VII, y como le refiere Lucrecia a Alisa en el acto IV: «No sé cómo no tienes memoria de la que empicotaron por hechizera»; y en segundo lugar, un indicio aún más importante: al final del acto XII, cuando Celestina es atacada por Pármeno y Sempronio, pide confesión, es decir, la trotaconventos no abjura de la fe ni en sus últimos instantes, por lo que toda sospecha de brujería quedaría descartada.
Pero volvamos ahora nuestra vista a Claudina. Es importante que recordemos que la información de la que dispone el lector sobre ella y su relación con las artes mágicas proviene de los recuerdos de Celestina, quien trata de utilizar dicha información para manipular a Pármeno. Claudina, como maestra de Celestina, es incluso más poderosa que su pupila, «Pues entrava en un cerco mejor que yo, y con más esfuerço», una referencia que nos revela, además, que Claudina utilizaba círculos mágicos como acostumbraban las hechiceras. El trato que mantiene con los demonios es también propio de una hechicera y no de una bruja:
¿Qué más quieres sino que los mesmos diablos la havían miedo? Atemorizados y espantados los tenía con las crudas bozes que les dava […] Tumbando venían unos sobre otros a su llamado. No le osavan dezir mentira según la fuerça con que los apremiava
A pesar de que Claudina se comporta como una hechicera en sus pactos mágicos, se nos dice que en una ocasión es condenada por brujería porque «la hallaron de noche con unas candelillas, cogiendo tierra de una encrucijada». En la sociedad de los siglos XV y XVI, los cruces de caminos eran considerados lugar por excelencia de celebración de aquelarres, donde, además, se consumaban los pactos con Mefistófeles. En este sentido, podríamos pensar que Claudina era en realidad una bruja, pero, entonces, Celestina nos dice: «a tuerto y sin razón y con falsos testigos y rezios tormentos, la hizieron aquella vez confessar lo que no era», una situación que muchas mujeres de la época tuvieron que sufrir. Ante tal ambigüedad, debemos recordar que la historia de Claudina se sitúa en la intrincada red de mentiras y manipulaciones de Celestina, por lo que su definición como bruja o hechicera no queda clara. Al final, todo lo que sabemos de ella es que fue sentenciada a muerte de acuerdo con lo que estipulaban las leyes de la época.
Ya fueran hechiceras o brujas, lo que sí podemos afirmar es que eran mujeres. La relación entre magia y mujer puede explicarse fácilmente si atendemos a la concepción misógina de la sociedad del momento, recogida, además, en el Malleus Maleficarum. Sus autores establecían que la mujer, por su naturaleza ruin y lujuriosa, solía flaquear en la fe mucho más rápido y, por lo tanto, tendían a practicar la brujería más que los hombres. En una sociedad patriarcal como esa, el blanco de las cazas de brujas acostumbraba a ser mujeres que poseían poder en sus comunidades. Celestina y Claudina representan, sin duda, a ese tipo de mujer. Su autoridad proviene de su trabajo como alcahuetas, pues tenían la llave de la satisfacción sexual de los ciudadanos, así como el poder para «arreglar» matrimonios. Observamos el poder que Claudina ostentaba a partir de los recuerdos de Celestina:
Assí era tu madre, que Dios aya, la prima de nuestro oficio y por tal era de todo el mundo conocida y querida, assí de cavalleros como clérigos, casados, viejos, moços y niños. Pues, ¿moças y doncellas? Así rogavan a Dios por su vida como de sus mesmos padres. Con todos tenía que hazer, con todos fablava
Y en el acto IX, Celestina, recordando sus días de gloria dice:
Pues servidores, ¿no tenía por su causa dellas? Cavalleros, viejos y moços; abades de todas dignidades, desde obispo hasta sacristanes. En entrando por la yglesia, vía derrochar bonetes en mi honor, como si yo fuera una duquesa
Parte de la autoridad que poseían se debe, además, a su hechicería, puesto que tanto Claudina como Celestina utilizaban sus habilidades mágicas para desempeñar su trabajo como alcahuetas. Esta relación entre alcahuetería y magia aparece también reflejada en el Malleus, ya que para sus autores, las brujas utilizaban normalmente sus poderes para impedir relaciones sexuales o para que alguien se enamorase. No debemos olvidar que el hechizo de Celestina en el acto III es una philocaptio mediante la cual la trotaconventos pretende que Melibea se enamore de Calisto. Celestina y Claudina deben, por tanto, parte de su autoridad a sus poderes mágicos; pero no solo eso: ambas le deben a la magia sus fatídicas muertes. Claudina es sentenciada a muerte por practicar la brujería, y Celestina, cuya muerte puede explicarse por la avaricia que la consume por poseer la cadena de oro, pudo haber sido víctima de su propia hechicería según la opinión de algunos autores de la época: aquellos que se relacionan con la magia solo podrán encontrar el peor de los finales.
Sin embargo, la alcahuetería no era el único trabajo relacionado con la brujería y la hechicería en la época de La Celestina: matronas, fabricantes de cosméticos y curanderas también eran perseguidas por la ley y la Inquisición. Ellas, al igual que las alcahuetas, tenían poder en sus comunidades, y ese poder solía relacionarse con las artes mágicas. Si nos centramos de nuevo en Celestina y Claudina, comprobamos que también habían desempeñado algunos de estos oficios. Se nos dice que Celestina es «labrandera, perfumera, maestra de fazer afeytes y de fazer virgos»; en su laboratorio, descrito por Pármeno en el acto I, tiene diferentes objetos para realizar hechizos, pero, según Peter Russell, algunos de ellos podían utilizarse, además, con propósitos medicinales; y en el acto IX descubrimos que Celestina ha sido además partera:
Que jamás hovo fruta nueva de que yo primero no gozasse que otros supiessen si era nascida. En mi casa se havía de hallar, si para alguna preñada se buscasse
En el caso de Claudina sabemos que «fue su principal oficio partera diez y seys años». Y es que el oficio de partera estaba especialmente vinculado a la brujería porque solían llevarlo a cabo mujeres ancianas y pobres que no estaban bajo la tutela de un hombre.
A pesar de que Celestina y Claudina responden claramente a la idea que la sociedad de la época tenía de brujas y hechiceras, cuando leemos la obra, observamos que no se las presenta como a figuras temibles y aterradoras tal y como eran consideradas en el momento. El tratamiento cómico que del tema se realiza en La Celestina ha llevado a algunos críticos a defender que Rojas y el primer autor eran escépticos en lo que a magia se refiere. No obstante, a pesar de que los autores pudieran mantener una actitud escéptica, debemos recordar que esteno es el único tema de la obra que sucumbe a la mofa y a la crítica; baste recordar cómo aparecen tratados el amor y la muerte en la tragicomedia.
Sin lugar a dudas, Rojas y el primer autor conocían en profundidad el mundo de la magia y el grupo marginal que brujas y hechiceras constituían en la época. En una sociedad patriarcal temerosa de demonios, hechizos, conjuros e incluso del poder del conocimiento, aquellas mujeres con una autoridad mayor a la que la tradición les reservaba no podían encontrar su lugar sobre la tierra.
Bibliografía|
CÁRDENAS-ROTUNNO, ANTHONY J., “Rojas’s ‹‹Celestina and Claudina››: In Search of a Witch”, Hispanic Review. 2001.
KRAMER, HEINRICH AND JACOB SPRENGER, “Malleus Maleficarum”, en “The Witchcraft Sourcebook”, ed. Brian P. Levack, Londres: Routledge, 2004.
ROJAS, FERNANDO DE, “La Celestina: comedia o tragicomedia de Calisto y Melibea”, ed. Peter E. Russell, Madrid: Castalia, 2008.
RUSSELL, PETER, “La magia, tema integral de La Celestina”, en “Temas de ‘La Celestina’ y otros estudios”, Barcelona: Ariel, 1978.
SEVERIN, DOROTHY SHERMAN, “Celestina and the Magical Empowerment of Women”, Studies for Peter E. Russell on his 80th Birthday, ed. Julian Weiss, Celestinesca, 1993.
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