Asalto al podio en Cuaderno de deportes

Escribe | David Marroquí Newell


Asalto al podio en Cuaderno de deportes. Elvira Hernández. Revista Aullido Literatura Poesía. Reseña David Marroquí Newell.

Editorial: Provincianos Editores (2025)
Nº de páginas: 92
ISBN: 978-956-6127-03-1
Autor: Elvira Hernández
Idioma original: Castellano


Los aros olímpicos, símbolo de unidad y esfuerzo sobrehumano, heroísmo y reflejo de una sociedad justa, lugar donde el esfuerzo del duro entrenamiento se pone a prueba. ¿Pero y si esos anillos de colores, representación de la humanidad sobre los continentes que conforman la Tierra, no fueran más que los anillos de una cadena oxidada o la diana donde se proyectan todas las derrotas?

Elvira Hernández, con la mirada de quien ve el mundo desde el margen de la cancha, no celebra la hazaña del atleta, sino que se fija en la sombra que éste proyecta: la de un sistema que convierte el ideal clásico en mercancía y el cuerpo en un arma de guerra. Cuaderno de deportes es el registro lúcido y mordaz de ese fraude, un poemario donde la poesía es el último estadio para la resistencia, la única disciplina donde aún se puede falsear el récord oficial y contar la verdad del descalabro.

La autora chilena, una voz fundamental que ha transitado de la clandestinidad a la lucidez crítica, no se limita a observar el partido: lo sabotea desde dentro. Toma el imaginario deportivo —el récord, el podio, el himno— y lo desmonta para exponer la podredumbre de un presente donde la violencia es el verdadero deporte nacional y global. El libro, escrito al ritmo de los Juegos Olímpicos, encuentra su epifanía en la contradicción más brutal:

Tomamos como disparo de salida la constatación de que el espíritu de la tregua sagrada es una ficción. En época clásica, esto era ley sagrada. Durante la celebración de los juegos, la paz debe ser un imperativo. Sin embargo, ya no estamos en esos tiempos, sino que estamos en otros donde los valores son piezas en un tablero de juego; o mejor dicho, herramientas en uso o desuso, anticuadas generalmente, para el beneficio del ejercicio del poder. La carrera de relevos ocurre mientras bombardean Gaza*; el salto de longitud se mide junto a las fosas comunes de una dictadura que a veces aún colea. Elvira Hernández no lo dice con la gravedad de un informe, sino con la ironía ácida de quien señala el espectáculo y sus miserias. Su estilo es un entrenamiento en el contraataque, una poética que se mueve con la agilidad del boxeo y la precisión de un disparo de arco. Un llamado a no claudicar ni siquiera en el pensamiento:

No escatimes pensamientos
No incurras en pequeñeces
No deslices entredichos
La Bolsita de Valores que no logras ver
Oscila
Trama y trauma
Definición del mundo.

Primer asalto: la poesía como un acto de máxima inversión, donde lo que está en juego no es un metal, sino el valor mismo de la conciencia. Aquí es donde el verdadero partido se juega. La definición última de un mundo donde hasta el lenguaje es un activo especulativo. Y en este mundo, la desigualdad es el calentamiento previo a toda competencia. El poema desmenuza la farsa de la igualdad en la línea de partida con la frialdad del juez de línea.

Ese con su cuenco de greda
Otro con porcelana Sèvres
Aquel particular con chequera electrónica
Algunos dicen con su papeleta al día
Uno quiere pinchar un trozo con tenedor
Muchísimos llevan la bandeja de plástico
Y muchos más el cuenco de las migajas

La pista no está nivelada. Nunca lo estuvo. Todos quieren sacar tajada, por supuesto; pero mientras unos compiten con la herencia de la porcelana Sèvres, la mayoría se aglutina en la eterna meta de las migajas. El deporte, como la vida, es la consagración de esta desigualdad de origen. En el centro de todo, la necesidad básica que convierte la existencia en un ejercicio de malabarismo perpetuo: «Parar la olla es el más elemental de los equilibrios». Este es uno de los versos más impactantes de Cuaderno de deportes. Un verso brutal y sencillo capaz de derrumbar cualquier discurso sobre el mérito y el esfuerzo. Antes que el podio, está la olla; antes que la medalla, el equilibrio precario de la supervivencia.

Frente a esta maquinaria, Elvira Hernández no solo analiza; también libera. Se dirige a las víctimas del sistema, a las que fueron trofeos de los vencedores, y les concede un permiso poético para la autodestrucción, si esa es su única forma de libertad. Claudia podría ser una atleta, una musa, o en definitiva, una mujer cualquiera:

Detente Claudia
no tienes que ofrecerte ya de trofeo
al que triunfador en el deporte del carro
cruzó con los brazos en alto la meta.
(…)
Un destilado te hará bien
y paladea cómo destruir tu vida
si eso te place.

Amargo consejo, pero un triunfo menor y esencial: si no puedes ganar, no seas el trofeo de nadie y al menos elige tu propia forma de perder. Sal de la pista y rompe el ritual de ser el botín del vencedor. Es la rebelión íntima contra la lógica del triunfo a cualquier precio.

Y entonces, la voz del sistema responde con su despiadado protocolo. Llega el comunicado oficial, un poema como una puñalada letal a la hipocresía de los homenajes:

Señores vencedores olímpicos
y también señoras
se les comunica que una vez más
no tendremos la escultura de rigor.
La Sociedad de la Escultura
se ha pronunciado contra la tradición.
No habrá además el acostumbrado
poema—homenaje.
Los días de antaño están agotados
no sabemos pues quién es el hoyo del queque.
Eso sí, se reproducirán fotos al por mayor.

Todo es para la foto, nada para la memoria. El poema-homenaje ha muerto, sustituido por la reproducción al por mayor de la imagen vacía. La tradición ya no es un valor, sino un incordio. El vacío que deja lo ocupa inmediatamente el flujo infinito de fotografías que nadie mira. Hoy día más que nunca Es el triunfo definitivo del espectáculo sobre la sustancia.

Este espectáculo tiene su correlato perfecto en la política, otro deporte de masas con su calendario fijo y sus gestos huecos. La democracia; ¡ay, la democracia! Otro lugar para la foto y nada más que la foto. La cancha se transforma en el espejismo, en un reel corto que sigue a otro reel corto sobre cómo cocinar empanadas al sonido del cuchillo cortando vegetales en una tabla de madera.

Cada cuatro años estamos en las urnas
Es decir en la cancha
En el espejismo: donde se ven los gallos
O donde no se ve nadie.
(…)
Cada cuatro años
El team completo candideteado
Nos horada los ojos
Con olímpico desprecio.

La misma lógica del evento deportivo aplicada al rito electoral: el equipo, los candidatos, la fanfarria y, bajo todo ello, el «olímpico desprecio» de los poderosos por el pueblo al que dicen representar. Una urna y una cancha, dos jaulas de entretenimiento con la misma forma de ilusión.

¿Y quién financia este circo global? No nos vamos a olvidar de eso en Cuaderno de deportes.  Elvira Hernández le va a dedicar un par de hojas de su libro a esos amados espónsores, al Mercado, con mayúsculas, por supuesto, a esos nuevos dioses del Olimpo cuyos tentáculos llegan a cada rincón de la existencia. Este poema es la elevación de un himno sacrosátiro a estos titiriteros:

A cada instante caigo en cuenta que no
se mueve un músculo en el planeta
sin que vosotros lo queráis; ni una palabrita
(a la que somos tan propensos) es capaz
de elevarse por el aciago éter por vuestra
regia venia

El poder ha sido secuestrado. La voluntad, el movimiento, incluso la palabra más insignificante, necesitan la «regia venia» del patrocinador. El éter, ese espacio clásico de los dioses, está ahora «aciago», envenenado por este permiso omnipresente. La mismísima y perfecta descripción de la biopolítica en la era del capitalismo total: la vida misma, hasta su más mínimo espasmo, convertida en un acto de patrocinio.

En Cuaderno de deportes, Elvira Hernández no nos da un asiento en las gradas. Nos empuja a la pista, nos muestra las reglas amañadas de nuestro sistema, nos señala a los jueces comprados y nos entrega el único arma legítima: la palabra precisa, irónica y desencantada. Su poesía es un antídoto contra el himno, la verdadera medalla se gana en el único deporte que importa: el de mantenerse en pie, pensando, en medio del derrumbe.

Cuaderno de deportes no celebra victorias, porque sabe que, en este estadio global, «Parar la olla es el más elemental de los equilibrios», y que a veces, la única medalla de oro es la capacidad de «paladear cómo destruir tu vida / si eso te place», un acto último de soberanía en un mundo de atletas esclavizados. Los valores clásicos y olímpicos brillan por su ausencia.

La Carta Olímpica promueve «una forma de vida basada en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo, la responsabilidad social y el respeto a los principios éticos fundamentales universales (…) con el objetivo de poner el deporte al servicio del desarrollo armónico de la humanidad, con miras de promover una sociedad pacífica  que se ocupe de la preservación de la dignidad humana». Pero en este mundo no hay tregua y no hay sacralidad más allá que la del capital.


* El mismo año que Elvira Hernández comenzó este poemario, en febrero de 2004, el ejército israelí acabó en Gaza con la vida de quince civiles. A 27 de noviembre de 2025, desde que comenzó la ofensiva israelí en la franja de Gaza y en Cisjordania a finales de 2023, las cifras ascienden a 69799 personas asesinadas.

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