Ante el umbral, La cara oculta de la luna
Escribe | Natalia M. Alcaide
Editorial: Cuadernos del Laberinto (2025)
Nº de páginas: 46
ISBN: 978-84-18997-88-4
Autora: Alicia Trujillo
Autor del prólogo: Álvaro Medina de Toro
Idioma original: castellano
Cuando Alicia nació, el sol transitaba sobre la constelación de libra y la luna estaba en acuario. Hago énfasis en estos aspectos astrológicos porque, mientras leía Ante el umbral, el primer poemario de Alicia Trujillo, percibí esa luna suya, la luna en acuario, irradiando su luz platinada sobre los poemas de esta antología.
En lenguaje astrológico, cuando hablamos de luna hacemos referencia al mundo más íntimo de la persona, la emocionalidad y el sentimiento, la intuición, todo eso que para muchos yace oculto en la sombra de nuestro inconsciente, la parte nocturna que aún no conseguimos descifrar por su falta de claridad, la porosidad entre lo onírico y la vigilia, eso extraño que reside en lo profundo de la psique y que carece de lógica. Pues bien, cuando Alicia nació, la luna se ubicaba sobre la constelación de acuario. He ahí su signo lunar, el signo hace referencia a la forma en que Alicia se enfrenta a su luna, al pantano de su subconsciente.
Acuario, a pesar del nombre, es considerado un signo propio del elemento aire. En términos alquímicos el aire se vincula con la mente, el intelecto y la razón. Luna en acuario es sinónimo de racionalización emocional.
Se dice que la luna en el signo de acuario está incómoda, porque ¿es posible racionalizar la intuición? La búsqueda desesperada por encontrar un nombre que otorgue sentido al pantano insondable de nuestro mundo interno, esa aspiración por dar con la explicación, se lee en cada página de Ante el umbral. Alicia entra, nada en la profundidad, busca esclarecer las sombras con la luz de la cognición, canalizar sus emociones, tan primarias, a través de ideas, teorías o filosofías. Y esa tentativa infructuosa de escuchar las palabras que jamás musitará silencio produce en ella desasosiego. Ese desasosiego, esa batalla perdida (como se titula uno de sus poemas), es cimiento de este poemario.
En «Batalla perdida» Alicia escribe:
Mi intelecto padece de su metafísica (vano intento es
dar con su significado)
si este es inasible.
Ella, en versos, expone con sinceridad la turbación que le produce esa búsqueda, quizá innata, por dar significación al abismo, palabra que utiliza constantemente.
La cabeza da vueltas
¿Acaso lo que persigo no es más que un símbolo?
No ha de existir en lo concreto
Alicia recrimina a su Luna en acuario en el poema que abre esta antología, titulado «Dónde está la palabra».
Pero tú buscas, Alicia,
insistes en revestir de significado
la imagen que la noche te confió
Se cree que quien nace con la luna sobre la constelación de acuario, termina por rendirse y, tras haber intentado racionalizar lo recóndito, opta por evadir su mundo interno, negarlo, reprimirlo, mirar al otro lado. En Alicia, sin embargo, ocurre lo contrario. Algo dentro de ella la impulsa a ir más abajo, la obliga a apagar las luces de la razón para asomarse en el pozo oscuro de su subconsciente, a pesar del miedo, de la incomodidad, a pesar de que el silencio es, en sus palabras, «una mano implacable que la estrangula hasta casi dejarla muerta». ¿Por qué? Lo explica ella misma: su entrega irrevocable al arte le impide mantenerse sobre terreno iluminado. Alicia se sitúa, pues, ante el umbral. Tiene esa obligación de artista, de poeta.
En su poema titulado así, «Umbral», escribe:
El artista debe atravesar el umbral.
Ya sabes de cuál hablo.
Hablo del que abre la puerta que no figura en el mapa
del pensamiento.
Ahí, de la mano del arte, el terreno que ella describe como pantanoso y sombrío, cobra una nueva sutileza, un sentido más puro y menos cruel. El arte es, entonces, el fin que suministra la comprensión (¿o aceptación?) de los misterios que yacen en lo más hondo de su oscuridad, en la cara oculta de su luna.