«A Ajmátova», poema de Marina Tsvetáieva

Marina Tsvetáieva (Moscú, 26 de septiembre [calendario juliano] / 8 de octubre [calendario gregoriano] de 1892-Yelábuga, 31 de agosto de 1941), fue una poeta y prosista rusa que destacó en los movimientos y círculos artísticos rusos del siglo XX. Hija de una familia acomodada moscovita, su padre fue el fundador del Museo Pushkin, museo dedicado al arte europeo y sólo por debajo en magnitud al Hermitage. Desde muy joven, y como era de esperar por el círculo en el que se movía, se dedicó a cultivar la literatura y llegó a estar a la altura de otros y otras poetas de la época, como pudieron ser Boris Pasternak, MandelstamAnna Ajmátova.

A diferencia de otros grandes poetas de su generación, Marina Tsvetáieva nunca se adscribió a ninguna corriente literaria, sino que creó su propio estilo, muy heterogéneo, por otra parte, gracias a su extensa formación cultural, sobre todo idiomática.

Ambas, Tsvetáieva y Ajmátova, van a llevar unas visas muy similares, casi paralelas, viviendo la convulsión de comienzos del siglo XX, la Primera Guerra Mundial, La Revolución Soviética y la Gran Guerra Patria (La Segunda Guerra Mundial). Las dos van a publicar desde muy jóvenes, despuntando en los círculos literarios rusos previos a la revolución y van a marcar un estilo propio. Las dos poetas se admirarían la una a la otra, tal vez viéndose como parte de un mismo tiempo y un mismo destino, y se van a dedicar poemas la una a la otra, como el que traemos aquí de Tsvetáieva a Ajmátova.


A Ajmátova

¡Oh musa del llanto, la más bella de las musas!
Oh loca criatura del infierno y de la noche blanca.
Tú envías sobre Rusia tus sombrías tormentas
Y tu puro lamento nos traspasa como flecha.

Nos empujamos y un sordo ah
De mil bocas te jura fidelidad, Anna
Ajmátova. Tu nombre, hondo suspiro,
Cae en es hondo abismo que carece de nombre.

Pisar la tierra misma que tú pisas, bajo tu mismo cielo;
Llevamos una corona.
Y aquél a que a muerte hieres a tu paso
Yace inmortal en su lecho de muerte.

Sobre esta ciudad que canta brillan cúpulas,
Y el vagabundo ciego canta loas al Señor…
Y yo, yo te ofrezco mi ciudad con sus campanas,
Ajmátova, y con ella te doy mi corazón.


Traducción de María Teresa León.

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